En torno a la catástrofe

En torno a la catástrofe

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Una catástrofe como la de los incendios nos hace muy sensibles. Por eso, es entendible que al Gobierno le duela cuando recibe críticas. Sin embargo, las de la oposición han sido bastante modestas, y más que obedecer a fines electorales propios, han contribuido a energizar al Gobierno. Finalmente, este autorizó el Supertanker, permitió que ayudaran las Fuerzas Armadas, y envió a terreno a algunos ministros.

Si el Gobierno aun así tiene problemas de credibilidad frente a los incendios, no se debe a críticas. Se debe a esos porfiados recuerdos del 27-F que tenemos. Se debe a casi tres años de reformas improvisadas. Se debe a la sensación de que, en general, la gestión no es su fuerte. Por eso a mucha gente le nacen nostalgias por épocas pasadas, como la de las parkas rojas. Nostalgias que también perjudican a Guillier. Porque lo suyo tampoco es la gestión, sino la capacidad -envidiable- de emitir frases bonitas. En períodos normales agradan, pero en épocas de catástrofe, irritan. Es cierto que Guillier se lució en la última Adimark, pero casi todo el trabajo en terreno fue anterior a los grandes incendios.

Política aparte, lo más importante ahora es que se unan el Gobierno, la oposición y la sociedad civil en un gigantesco esfuerzo transversal de combatir los incendios, rescatar a los damnificados y esclarecer las causas. En cuanto a estas, cabe recordar que hay terribles incendios forestales todos los años en países como Estados Unidos y Australia. Deberíamos estudiarlos para ver si ayudan a entender los nuestros. En 2009, en el sur de Australia, se quemaron más de 450.000 hectáreas, y hubo 173 muertos. En Estados Unidos, los incendios forestales consumen entre 1 y 4 millones de hectáreas al año. Sean lo que sean sus causas, nadie cree que son obra, por ejemplo, de terroristas.

Se sabe que es difícil identificar las causas de incendios forestales porque incluso cuando son intencionales, se queman las huellas de los delincuentes. No hay duda que algunos son provocados por pirómanos. ¿Qué hacer para contenerlos? ¿Qué sabemos de la enfermedad que padecen? Por otro lado, ¿habrá desquiciados dispersos por el país con mero afán de destruir, como los encapuchados que aparecen en las manifestaciones callejeras? Hago las preguntas sin tener idea de las respuestas. Deberíamos poder llegar algún día a tenerlas.

En cuanto a que un grupo de terroristas haya fraguado un plan maestro para quemar el país, no sé qué decir. Supongo que no se puede descartar, por improbable que parezca. Lo que sí creo es que hay que presionar a aquellos que, como hace poco un almirante en retiro, dicen -sin revelar sus fuentes- que saben de planes de ese tipo. ¡Que compartan la información que dicen tener, o se retracten y pidan disculpas!

Ahora bien, el hecho de que no nos parezca imposible un plan maestro de ese tipo habla mal del estado en que se encuentra el país. No nos parece imposible por el clima agrio y conflictivo que se ha ido creando en Chile. Pienso en la violencia en La Araucanía, y la incapacidad de las autoridades para abordarla. Pienso en la retroexcavadora, en el afán de querer destruir el «modelo» para de allí partir de nuevo. Desde luego el autor de la metáfora estaba pensando en una destrucción legislativa y no en una bélica. Pero no podemos descartar que haya personajes que añoran la «vía violenta».

Un último tema. Se ha comentado que la sociedad civil a veces ha parecido más potente que el Estado en el combate de los incendios. Un poco exagerado, pero hace pensar en lo importante que es potenciar a esa sociedad civil, para que logre más y más. Y a la vez reformar el Estado, para que sea menos precario, reemplazando a sus ineptos operadores políticos con profesionales eficientes. (El Mercurio)

David Gallagher

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