Un país en la medida de lo posible-Gonzalo Cordero

Un país en la medida de lo posible-Gonzalo Cordero

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Con un funeral de Estado despedimos al Presidente Aylwin y terminamos de cerrar simbólicamente el siglo XX, que Santos Discépolo definió justificadamente como “un despliegue de maldad insolente”.   Aún reverberan en nuestros sentidos los horrores que causaron los fanatismos totalitarios; el culto a las ideologías en que unos prometían la era del súper hombre y otros la del hombre nuevo que surigiría de la lucha de clases.

Eran los tiempos de jóvenes parisinos que invocaban el realismo para pedir “lo imposible” y en que nosotros, por acá, con menos glamour terminamos literalmente a balazos.  Es verdad que no fue la primera vez, también en el XIX zanjamos nuestras diferencias argumentando con pólvora, pero con una gran diferencia: esta vez fue “sin perdón ni olvido”.   Ese fue el sino de la centuria pasada, la política planteada en el eje de lo absoluto: destruirlo todo, para construirlo todo.

Por eso Aylwin fue un político del siglo XX, pero gobernó como el primer Presidente del XXI.  Su trayectoria previa es la de un dirigente trenzado en la batalla de nuestras grandes utopías: reforma agraria, revolución con empanada y vino tinto, socialismo comunitario.  La política hecha entre anuncios de guerra civil y acusaciones de sedición.  

El 11 de septiembre de 1973 tenía 54 años, ahí se abre para él un paréntesis que se cierra el 11 de marzo de 1990 y que lo encuentra recibiendo la banda presidencial con 71.  Pero es otro Aylwin, todavía no le gusta el mercado –lo encuentra “cruel”- pero no quiere reemplazarlo, aspira a regularlo al estilo de un socialdemócrata; sigue estando en las antípodas de la derecha, pero no pretende gobernar contra ella; rechaza profundamente el régimen de Pinochet, pero no todo lo que hizo.

La expresión “en la medida de lo posible”, aunque dicha a propósito de las violaciones a los derechos humanos, resume la actitud con que gobernó.  Después de los 17 años el país era otro y es irrelevante, para estos efectos, el juicio que tuviera sobre la bondad o malicia de los cambios.  Las fundaciones del nuevo edificio eran muy profundas y lo prudente era construir a partir de ellas.  

¿Qué es “la medida de lo posible”?  No es lo que él podía hacer, ni lo que la cuota de poder que tenía le permitía.  Era aquello a lo que podía aspirar haciendo viable una convivencia social armónica, era el respeto a las condiciones que hacían posible una democracia compartida por todos.Era más un límite cualitativo que uno cuantitativo.

No era tan solo la mera expresión de una impotencia; por eso los que ahora dicen que no hizo más, porque no tenía las mayorías le escamotean el verdadero mérito a su gestión.  “Lo posible” definió una forma de gobernar tan distinta de los ideologismos del siglo XX, como del culto al Programa y el voluntarismo reformista que nos gobierna por estos días.

Impulsar su particular visión de una socieda justa, pero sólo “en la medida de lo posible” puede parecer poco a los iluminados de hoy, pero es bastante más de lo que lograron otros, parecidos a ellos, en el pasado.

Se va con el reconocimiento de partidarios y adversarios, justa retribución a la austeridad ideológica con la que gobernó y la sencillez personal en que vivió. (La Tercera)

Gonzalo Cordero

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