La Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi) informó que sus trabajadores depusieron este viernes el paro nacional que habían iniciado el martes pasado. Esto, en el marco de la discusión del decreto con fuerza de ley (DFL) que permitirá a la institución transitar hacia el Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), nuevo servicio que la reemplazará.
La ley 21.364 que creó el Senapred fue promulgada en agosto del 2021, pero su implementación requiere la aprobación de un DFL que, entre otros aspectos, debe regular la nueva planta de la institución, la asignación de turnos y la fecha de entrada en vigencia del Servicio.
«No queremos volver a tener un 27-F de nuevo», había manifestado la Asociación de Funcionarios de la Onemi (Anfuonemi), recordando que «el año 2010 (la Onemi) sufrió una crisis importante por no contar ni con el personal, ni la infraestructura adecuada«.
La Asociación recordó lo vivido en el terremoto de 2010 para acusar que la propuesta de la Dirección de Presupuestos (Dipres) estaba desfinanciando el organismo.
En ese marco, se conformó una mesa de trabajo entre el Ministerio del Interior, la Dipres, la Onemi, la Anfuonemi y la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales. La reunión se resolvió tras un acuerdo entre las partes en el debate por el decreto que permitirá implementar el nuevo Senapred a contar de enero de 2023.
«Sin duda, el compromiso de cada uno de los actores de la mesa permitió alcanzar este significativo avance y de esta forma potenciar la nueva institucionalidad para la prevención y respuesta ante desastres en el país», destacó la Onemi.
En la mesa «se lograron importantes avances respecto de la primera propuesta que recibimos de la Dipres», destacó la Asociación. Sin embargo, advirtió que «el proceso todavía no termina», por lo que seguirá en un «estado de alerta».
La Oficina enfatizó que los 17 Centros de Alerta Temprana de los niveles regionales y central se encuentran operativos, desarrollando sus funciones de monitoreo de las diversas amenazas a lo largo del territorio. (Emol)
Incluso en los países donde los inmigrantes llevan décadas, la convivencia con la población local posee ciertas complejidades, como bien lo reflejó en 2019 una encuesta del diario Reforma que provocó alto impacto: seis de cada 10 mexicanos (64%) opinó que los migrantes eran una carga para el país y el 55% dijo que México debería expulsar a todos los centroamericanos que cruzan el territorio mexicano para llegar de manera ilegal a Estados Unidos. También en 2021 un sondeo de YouGov indicó que el 60% de los europeos considera como excesivo el número de inmigrantes en el Viejo Continente.
Estudios como estos hay por decenas, aunque en los últimos años se ha comenzado a considerar también la voz de los propios migrantes respecto de su situación. En esta línea se suscribe una encuesta del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) y que lleva por título “Hablan los inmigrantes”. El sondeo, que resume el sentir de la población migrante que vive en Chile, consideró la opinión de venezolanos, peruanos, bolivianos, colombianos y haitianos -que representan el 79,4% de los extranjeros que hay en el país-, en las principales comunas de las regiones de Tarapacá, Antofagasta, Valparaíso y Metropolitana -que albergan al 85% de los extranjeros que hay en Chile, según una proyección del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)-.
Entre los principales resultados de la encuesta, que consideró 1.427 casos entre personas mayores de 18 años, con un año o más de residencia en territorio chileno, hay varios que comienzan a consolidarse como tendencia. En ese ámbito figura el hecho de que el 38% está de acuerdo en que el gobierno restrinja el ingreso de nuevos inmigrantes al país, 28% se mostró en desacuerdo con esa medida y el 34% manifestó una posición intermedia.
El mayor desacuerdo respecto de esa afirmación se dio entre los haitianos (44%) y el mayor acuerdo entre los peruanos (49%).
Al mismo tiempo, la inmensa mayoría de la población migrante encuestada se considera apolítica: al 66% le interesa “poco o nada” la política chilena, mientras que el 77% no está interesado en la política de su nación de origen. De todos modos, hay ciertos matices: los venezolanos (25%) son el grupo que más se interesa por la política chilena, mientras que apenas el 4% de bolivianos y haitianos manifestó cierto interés.
En cuanto a la posición ideológica, esta va en línea con el interés en la política: el 46% del total suscribió a “no sabe-no responde”, mientras que el 36% se decantó por el centro (apenas el 12% dijo ser de derecha y solo el 7% de izquierda). Por país de origen, hay variables: mientras el 43% de los colombianos y el 40% de los bolivianos se decantaron por el centro, ese porcentaje es de 35% en el caso de peruanos y venezolanos. Donde hay mayores diferencias ideológicas es precisamente entre este último grupo: mientras el 18% de los venezolanos encuestados dijo ser de derecha, apenas el 5% reconoció que era de izquierda.
De acuerdo con cifras del INE, la población extranjera residente en Chile llegó a 1,4 millones en 2020, 0,8% más que en 2019. Del total de migrantes -con cifras al 31 de diciembre de 2020-, el 30,7% proviene de Venezuela, el 16,3% de Perú, el 12,5% de Haití, el 11,4% de Colombia y el 8,5% de Bolivia. Según el Servel, más de 500 mil extranjeros están habilitados para votar en Chile. Los datos del estudio muestran que sólo 7,8% de los encuestados votó en la segunda vuelta de 2021, cifra que sube a 19% al considerar solo a quienes llevan cinco o más años viviendo en Chile.
“En general, los inmigrantes muestran poco interés por la política chilena, pero la comunidad que declara mayor interés es la venezolana. Es un tema que se debe seguir con interés por dos motivos: 1) es el grupo migrante que se identifica más con la derecha; 2) la llegada masiva de venezolanos se produjo entre 2018 y 2019, por lo que varios se encuentran a poco tiempo de cumplir con la exigencia de cinco años de residencia definitiva que la ley chilena establece para que los extranjeros tengan derecho a voto”, sostiene Andrés Scherman (UAI), autor del estudio junto a con Nicolle Etchegaray (UDP).
LA MANERA DE HABLAR
De acuerdo con esta investigación -que se realizó en el marco de un proyecto Fondecyt Regular-, cinco de cada 10 migrantes (52%) dijo estar de acuerdo en que “en general a los chilenos les molesta que los extranjeros accedan a beneficios sociales”. Quienes más se mostraron de acuerdo con esta premisa fueron los bolivianos, con un 65%. A su vez, quienes expresaron con mayor fuerza su desacuerdo con esta idea fueron los venezolanos (29%).
También, seis de cada 10 migrantes (62%) afirmó estar de acuerdo con la premisa de que “muchos chilenos creen que los inmigrantes les quitan cupos de trabajo a los ciudadanos chilenos”. Quienes se mostraron más de acuerdo con esta idea fueron los bolivianos (70%) y los haitianos (68%). Y quienes se mostraron más en desacuerdo con esta afirmación fueron los peruanos (27%).
Foto: Pedro Rodríguez
En general, son los peruanos -los primeros extranjeros que llegaron de manera masiva al país en las últimas décadas- quienes se manifestaron de manera más positiva respecto de los chilenos. Por ejemplo, el 82% de los peruanos dijo estar de acuerdo con la afirmación de que “en Chile he recibido un buen trato por parte de los chilenos comunes y corrientes”, lo que contrasta con el 46% de los haitianos que piensa lo mismo. Eso sí, hay una variable: el 40% de los peruanos sostiene que durante los últimos seis meses el trato de los chilenos hacia los extranjeros en el país “ha empeorado”, versus el 38% de los colombianos y el 35% de los bolivianos que opinó de la misma manera.
“El 34% de los migrantes de las cinco nacionalidades estudiadas considera que el trato hacia ellos ha empeorado en los últimos seis meses y sólo 14% que ha mejorado. Esta evaluación coincide con un periodo en que el tema migratorio ha estado muy presente en la agenda pública, especialmente por los conflictos en ciudades del norte, como Iquique, y el aumento del ingreso de extranjeros por pasos fronterizos ilegales”, considera Scherman.
En el estudio, los inmigrantes encuestados respondieron a preguntas directas: ¿Personas chilenas lo han molestado por su manera de hablar? El 77% de los venezolanos respondió que “nunca”, lo mismo que el 76% de los bolivianos y el 75% de los colombianos, porcentaje que baja considerablemente en el caso de los haitianos (48%). De hecho, el 32% de ese grupo reconoció haber sido molestado con “alguna frecuencia” o “muy frecuentemente”. ¿Personas chilenas lo han molestado por su etnia o raza? En este caso, el 37% de los haitianos respondió de manera afirmativa, lo que se contrapone a las respuestas de los inmigrantes de las otras nacionalidades, todas por debajo del 8%. A su vez, apenas el 33% de los inmigrantes dijo que nunca había sido molestado por su etnia o raza, mientras que las respuestas del resto de los encuestados figuran por encima del 78%.
Ante la pregunta de si los han molestado por su situación económica, el 61% de los haitianos respondió que nunca, un porcentaje mucho menor al expresado por peruanos, bolivianos y venezolanos (todos con un 88%) y colombianos (89%). También, el 31% de los haitianos reconoció que personas chilenas los han molestado por ser extranjeros, mientras que solo el 8% de los peruanos se expresó en esa línea, lo mismo que el 10% de los bolivianos, el 13% de los colombianos y el 14% de los venezolanos.
“La población haitiana es, por lejos, la que manifiesta haberse sentido más maltratada en diversos aspectos de su convivencia cotidiana con los chilenos (por su forma de hablar, su raza, en el mundo laboral, reciben insultos o son evitados en los lugares públicos). Otras nacionalidades reportan estas situaciones con menos intensidad, lo que hace pensar que la situación de los haitianos se debe a una mezcla de rechazo a su llegada y la expresión de elementos racistas presentes en la sociedad chilena”, dice Scherman, investigador LEAS-UAI. “Hay una distancia cultural con ellos (idioma, creencias, referentes culturales) mayor que con los demás inmigrantes estudiados en esta encuesta”, agrega.
Foto: Pedro Rodríguez
En lo que sí hubo coincidencia fue en las respuestas a la pregunta de con qué frecuencia ha tenido que escuchar chistes acerca de personas inmigrantes. Tanto el 44% de los haitianos y peruanos, como el 43% de colombianos y venezolanos, respondieron que “con alguna frecuencia” o “muy frecuentemente”. De todos modos, la respuesta mayoritaria a preguntas como si le han hecho comentarios desagradables por ser extranjero es “nunca”. De esa manera respondió el 67% de los peruanos, el 60% de los bolivianos, el 56% de los venezolanos, el 51% de los colombianos, con la excepción de los haitianos (24%).
“La percepción respecto de los chilenos cambia de acuerdo a la cercanía de la relación que desarrollan con ellos. Por ejemplo, se reporta la percepción de haber recibido una mayor cantidad de acciones hostiles en el mundo laboral que de parte de sus vecinos. En las entidades públicas (servicios de salud, colegios, municipios), no se percibe un trato hostil, con la excepción de la población haitiana, que reporta un mayor malestar en el trato que recibe. En términos generales, no hay una percepción de maltrato, pero sí una coincidencia entre los inmigrantes de que la principal preocupación de los chilenos respecto a ellos es que son una amenaza en el mercado laboral (62% está de acuerdo con que ‘muchos chilenos creen que los inmigrantes les quitan sus puestos de trabajo’)”, estima Scherman.
¿ESTÁN MEJOR EN CHILE?
El estudio también indagó sobre el presente de los inmigrantes en diferentes áreas. Así, el 84% de los haitianos respondió que estaba mejor en materia económica, el 81% de los venezolanos mejor en seguridad (tanto en la calle como en sus respectivos hogares), y el 87% de los haitianos mejor en salud.
Y ante la pregunta de si quieren regresar a su país de origen, la respuesta fue un rotundo “no” en todos los grupos: 97% de los peruanos, 93% de los haitianos, 95% de los bolivianos y 92% de los colombianos y venezolanos. (La Tercera)
Gabriel Boric debió dejar la comodidad de los patios de La Moneda donde paseaba leyendo novelas para entrar de lleno a la campaña por el Apruebo. No le ha ido muy bien, pues su capacidad de empatizar con la gente no ha logrado contrarrestar el rechazo a la nueva Constitución, que se ha hecho transversal por los excesos del proyecto; pero también por la paupérrima gestión del gobierno, que tiene a los chilenos asolados diariamente por la violencia, abrumados por la inflación (el impuesto a los pobres) y desconcertados por los desaciertos de la orquesta dirigida por Giorgio Jackson que desafina a diario.
El promedio de las siete encuestas publicadas la última semana de julio entrega una ventaja de 12 puntos al Rechazo sobre el Apruebo, 21 puntos la más holgada y 9 puntos la más estrecha. Esto ha causado desesperación en el gobierno, que parece prepararse para un escenario de pérdida el 4 de septiembre. Su primera reacción fue utilizar con mayor intensidad el poder, ya no solo para intentar revertir el resultado, sino agregando el objetivo de amedrentar a sus adversarios y adelantar su proyecto de refundación de Chile. Esto se manifestó en varios episodios.
El Presidente Boric interpelando a través de mensajes directos a la exconvencional Constanza Hube, acusándola de deshonestidad por diferir en la interpretación de un artículo de la propuesta de Constitución. La frustrada salida del periodista Matías del Río de Estado Nacional de TVN, en una intervención del gobierno en el canal público en pleno período electoral que no se había conocido en democracia. El llamado de la diputada Karol Cariola a pegar distintivos en aquellas casas que “sean del Apruebo”, criticada como una práctica derechamente fascista que puede generar violencia y enfrentamiento. Si sumamos la salida de Sergio Micco del INDH, se va configurando el escenario de un gobierno duro y amenazante, que pareciera pretender asegurar la mayor cuota de poder posible en el corto plazo, incluso en el evento de perder el plebiscito.
Esta cara fea del gobierno no es consistente con las promesas de Boric que ahora insta a sus partidarios a concordar anticipadamente reformas a la Constitución que se plebiscita, para dar una cara más amable a la opción Apruebo. Este intento postrero por maquillar el proyecto constitucional requería una sintonía fina que convenciera a los moderados. Pero el ministro Jackson se encarga cada día de alejarlos, con su desprecio y extremo ideologismo. Los chilenos saben muy bien que no habría cambios luego de un eventual triunfo del Apruebo, porque es técnicamente inviable, ya que en ese caso el Presidente tiene cinco días para promulgar la ley, creando 12 naciones, revocando derechos de agua y otras medidas irreversibles; y es políticamente imposible con el Frente Amplio y el Partido Comunista triunfantes. (La Tercera)
La mayoría de los ministros ha pedido disculpas en forma reiterada por sus dichos. Esta semana marcó un hito al respecto. Una y otra vez dan muestras de no empatizar con “el otro” y emiten comentarios o toman decisiones que después califican de “errores administrativos” o palabras “poco afortunadas”.
Un psiquiatra comentaba que tanta reiteración de errores responde a que los dirigentes del Frente Amplio tienen rasgos muy claros del trastorno de personalidad narcisista. ¿Cuáles son algunos de esos rasgos? En términos generales, se trata de personas que tienen una alta valoración de sí mismos, que los lleva a creerse superiores, a actuar con prepotencia, a exagerar sus logros y mirar con desdén a personas que perciben como inferiores. Les cuesta empatizar con el mundo emocional de los demás y por eso no trepidan en burlarse o pasarlos a llevar, aunque cuando pueden, se sirven de ellos.
No soy psiquiatra, pero no deja de hacerme sentido que hay algo de esto en “nuestra escala de valores y principios” superiores que creen tener como generación, como indicó el ministro de la Segpres, Giorgo Jackson, en una emisión en vivo en la plataforma Twitch esta semana. Han despreciado no sólo las políticas públicas anteriores (el neoliberalismo de “los 30 años” que convirtió en modelo a Chile), sino que también a sus antecesores de izquierda que vinieron a desplazar de la política. Recuerdo cuando Gabriel Boric decía aburrirse con Michelle Bachelet, o la soberbia con que enfrentaba al ex Presidente Lagos (“no estoy de acuerdo para ningún acuerdo con Lagos”), acusándolo de ser la peor cara de la Nueva Mayoría.
Al desprecio por sus pares de izquierda que vinieron a sustituir, se sumó un franco odio hacia sus adversarios de derecha. No les dieron tregua en el poder a punta de intentos por destituirlos, negarles los votos en cualquier proyecto, apoyando la violencia y el desgobierno que luego criticaban.
Pareciera haberse dado una autoselección de los líderes con más rasgos narcisistas que surgieron al alero de la protesta estudiantil en 2006. Esos son los poderosos de hoy, porque los que tenían otro tipo de liderazgos -alguien como Javiera Parada, por ejemplo- fueron quedando en el camino. Había que tener las ínfulas para avanzar como Atila sobre la Galia para alcanzar el poder. Y ahora en él, no trepidan en usar a los que desacreditan y en renegar de mucho de lo que postularon antes. Tampoco se amilanan en hacer acusaciones falsas (el avión con migrantes expulsados) o en descalificar a los diputados (“se pegaron en la cabeza”), como ha ocurrido con la ministra del Interior, Izkia Siches.
Les gusta exagerar sus logros. Todo lo califican de “histórico”, propugnando erradamente que son los primeros en cualquier cosa, aunque exhiban un atemorizante déficit de gestión de gobierno. Tampoco escatiman en las risas irónicas y burlas, porque no empatizan con el otro, como con el periodista que se limita a cumplir con su rol de preguntar. La incapacidad de ponerse en el lugar de esa persona dañada, cuyo predio está tomado y en conflicto, es lo que lleva a afirmar al ministro Jackson que es una oportunidad “win-win” para que el afectado venda y se le compre el terreno que el usurpador reclama. O para que el ministro de Economía Nicolás Grau afirme, también esta semana, que la inflación “beneficia a las pymes”. ¿Se habrán puesto un minuto en el lugar de los afectados?
Mucha invocación a la humildad se escucha de parte del Presidente, que no dudó en iniciar su mandato criticando a su invitado, el rey de España, por una tardanza que era además de su responsabilidad. O que le permitió llevar a su pareja a La Moneda y convertir su cargo de Primera Dama, que desprecia, en su nombre propio: Irina Karamanos. La principal crítica que le formula el denominado socialismo democrático a su grupo del Frente Amplio y el Partido Comunista es creerse moralmente superiores.
Irrumpieron en política para salvar a Chile de acuerdos execrables en el Parlamento. Ahora los buscan, pero con minoría en ambas Cámaras, buscan imponer su fuerza “transformadora”, acusando a los que no se les someten de querer “mantener sus privilegios”. Más que diferencias ideológicas, lo que los retrata es el modo desdeñoso en que miran a los demás, de los que solo esperan aplausos. Y cuando ello no ocurre, y reciben críticas, piden disculpas, pero solo para salvar la situación. Porque ellos no se equivocan. (El Líbero)
Como señaló un ingenioso tuitero esta semana, las declaraciones de las autoridades del Gobierno vienen con ticket de cambio. Si no gustan, se retiran y se cambian por otras.
El Presidente, en el tema constitucional, lleva varias. Luego de sus vaivenes respecto de lo que ocurriría si ganaba el Rechazo, ahora instó a los partidos que sustentan el Gobierno a llegar a un acuerdo previo al plebiscito sobre reformas a la propuesta de la Convención, contradiciendo la postura anterior del Ejecutivo de que cualquier cambio debía ser después de la votación.
La flexibilidad es una virtud política; no así la improvisación, ni la incapacidad de prever escenarios y adelantarse a ellos. Es preocupante que, frente a un hecho tan importante, el Gobierno no haya adoptado una posición suficientemente sopesada como para mantenerla en el tiempo y modificarla solo ante imprevistos muy significativos. Imprevistos no han ocurrido, ni en la última etapa del trabajo de la Convención, ni durante esta campaña. ¿Acaso no era previsible el rechazo que provocarían la justicia indígena, la pérdida de independencia judicial, la eliminación del estado de emergencia, la pérdida de la iniciativa presidencial en materia de gastos y otros, todos los cuales fueron aprobados con los votos de la coalición gubernamental en la Convención? ¿No era menos costoso procurar allí que esas reformas no se aprobaran que instar ahora a la coalición a desechar lo que ya fue aprobado por sus convencionales? ¿Es la convicción o las encuestas lo que lleva al Presidente a intentar tardíamente un acuerdo previo al plebiscito para acordar la modificación de cuestiones como esas, aprobadas por sus partidarios? ¿Estamos ante un caso de virtuosa flexibilidad o uno de preocupante falta de previsión?
Otras declaraciones de esta semana han sido ofensivas o desafortunadas. Las de la ministra del Interior y su hipótesis de golpes en la cabeza como causa del olvido de los parlamentarios; las del ministro de Economía afirmando que a las pymes las favorece la inflación, y las del ministro Jackson, sosteniendo que las tomas de tierras en el sur puede ser una situación en que todos ganan, despreciando la magnitud de la pérdida para la vigencia del Estado de Derecho cuando los beneficios se obtienen empleando la fuerza. Luego de las excusas, queda la duda de si las desafortunadas afirmaciones no reflejan lo que los ministros piensan y solo pidieron perdón para hacer control de daños. Queda también la duda acerca de la impericia política. Los ministros están de escuderos y de fusibles del Presidente. Estos, en cambio, necesitan que el Presidente salga a defenderlos públicamente.
Son de otra categoría y envergadura los dichos del ministro Jackson, sosteniendo que su grupo y generación política se distanciaba, por su escala de valores y principios de la derecha, de la centroizquierda y de la otra izquierda, que ya habían gobernado. No se trata solo de lo odiosas que suelen ser las comparaciones en que el hablante se pone como ejemplo. El agravio tampoco se limita a la molestia y encono que esa frase, de relativo desprecio, provoca entre sus socios de coalición, la generación mayor del PS y PPD. Lo más grave de las palabras del ministro es que denotan una cierta superioridad moral. Invocar superioridad moral es argüir la única razón que no puede darse en el debate democrático. En este cabe todo tipo de razones, de principios y de conveniencia. Pero está prohibido argumentar que se puede detentar una posición de poder o adoptar una decisión porque se es mejor que el adversario político.
El fundamento esencial de la democracia es la igual dignidad de todos. Porque en una sociedad plural no hay, prima facie, principios mejores que otros, es que, antes de resolver, hay que deliberar, y si unos, invocando sus principios y valores, no convencen a los otros, ganan los que constituyen mayoría. No llega a saberse ni puede decirse si ganaron los buenos y perdieron los malos, o viceversa. Si aceptáramos que algunos tienen, por ser quienes son, mejores principios que otros, entonces no necesitaríamos debatir ni votar. Tendríamos que entregarnos siempre a los mejores.
El Presidente respaldó al ministro y lo justificó, afirmando que nadie nace sabiendo. En lo humano, tiene razón. En lo político, no, pues en política se nace sabiendo que la igual dignidad funda la democracia. Quien no lo ha entendido así, no merece ocupar un puesto de autoridad en un régimen democrático. (El Mercurio)
Mi padre era un caballero a la antigua. Siempre andaba con pañuelo de hilo perfumado por si tenía que enjugar las lágrimas de alguna dama. Cuando notaba alguna falla a las buenas maneras, inmediatamente recomendaba la lectura del Manual de Carreño, ese libro publicado en 1853 por el ex ministro de RR.EE. venezolano Manuel Antonio Carreño y que se denominaba “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para jóvenes”.
Ahí se podían encontrar consejos sobre cómo vestirse para los funerales o matrimonios; cómo comportarse en la mesa o cómo conducirse en eventos sociales, de manera de no llamar la atención por las razones equivocadas.
A Luiz Inácio “Lula” Da Silva le preguntaron una vez por qué hizo la campaña presidencial con overol de obrero y cuando lo eligieron presidente se puso chaqueta y corbata. Y él contestó: “Porque antes trabajaba de obrero y ahora de presidente”. Lección que no ha sido aprendida por nuestro novel líder que preside el cambio de mando sin corbata o por la NOT/primera dama que se sienta en el sillón de Portales como si estuviera en una fogata playera (una dama argentina me comentó que “uno se sienta mejor en el inodoro”). La verdad es que la irreverencia sin contenido es pura mala educación (como fumar en misa).
Tras 5 meses de gobierno del Presidente Boric, yo le recomiendo encarecidamente a él y a sus partidarios la lectura del manual. Si uno invita al rey de España al cambio de mando, no puede dejarlo esperando y después culparlo del atraso de la ceremonia. Si lo invitan a Estados Unidos, no parta insultando al anfitrión y pídale a algún asesor que le muestre su foto para que le agradezca la invitación. Y como si no fuera poco ofender a España y EE.UU., agrede a Brasil nombrando embajador a un amigo que se ha dedicado a insultar a su Presidente. Tiene que cuidar la dignidad del cargo y no ofender a las visitas para no exponerse a que desde el extranjero le pongan apodos insolentes.
A los empresarios no ha perdido oportunidad de ofenderlos. No los invitó al cambio de mando ni a su primera gira. La Cámara de la Construcción lo invita a su congreso a las 9:00, pide llegar a las 10:00, para finalmente aparecer atrasado con cara de carrete y ni una palabra de excusa.
Pero esto de la falta de urbanidad también es inclusivo. Responde a la misma falta de estilo vestirse con jeans para un velorio; referirse al Wallmapu y generar un incidente diplomático con Argentina; ir al Congreso a difundir cahuines como quien va a un juego de canasta o ir a pedirles el voto a los parlamentarios y partir insultándolos (¿Quién se habrá pegado en la cabeza?).
Y la falta de estilo se multiplica en el Gobierno: el ministro moralista y eximio cultor del Win-Win (legendaria disciplina oriental que consiste en donarse a sí mismo) ofende a sus socios políticos a quienes necesita para hacer su pega; una directora de TVN critica por Twitter a un periodista que es su subordinado; la ministra de RR.EE. honra el “pago de Chile” y le da la espalda al jurista Claudio Grossman; otro enseñorea su inexperiencia diciéndoles a las pymes que les conviene la inflación y una diputada comunista (amiga de los teletubbies de La Moneda) llama a marcar casas como los nazis.
Es como reírse de la gente que dos ministros publiciten en televisión un programa de balones de gas a “precio justo”, que venderá 100 al día en Chiguayante cuando Chile consume 250.000 diarios. Más que “plan piloto”, parece “¿Y dónde está el piloto?”. Qué decir de su anuncio electorero de cero copago en Fonasa (copago que pretende disuadir el mal uso y no financiar la atención) a sabiendas de que no puede atender a esa cantidad de gente en el Estado sin multiplicar las colas. Yo sugiero que pongan en “Atención a Público” a Bessy “la convencional”, de manera que cuando le vengan a comprar gas o a pedir una consulta médica, ella le chasquee los dedos y le diga: “Balones y doctores quería el guachi. ¿Cómo te quedó el ojo?”. La verdad es que los ministros, más que vender balones, andan vendiendo humo.
En el Gobierno han olvidado una de las máximas de Carreño: “Se debe prestar atención a quién habla y no se debe tomar puntos de vista muy extremos sobre política, sexo o religión”. Con tantas “merluzadas” no es de extrañar que el borrador de Constitución huela a pescado. (El Mercurio)
Esta semana el CEP publicó una encuesta especial que mostraba las percepciones de las personas mapuches y no mapuches que vivían en Biobío, La Araucanía, Los Lagos y Los Ríos. Había algunas diferencias, sí, pero donde ninguno de los dos se perdía era en materias de seguridad. La delincuencia, los asaltos y los robos eran mencionados como los problemas a los que el gobierno debería dedicar mayor esfuerzo en solucionar. Algunos podrán decir que resulta obvio que para quienes vivan en regiones de la Macrozona Sur la seguridad sea la primera preocupación, pero les aseguro que si preguntamos lo mismo en la Macrozona Norte la respuesta no va a ser muy distinta.
La criminalidad podrá tener características diferentes en ambos extremos de Chile, las respuestas que se requieren podrán necesitar distintos énfasis, la naturaleza de la problemática podrá no ser la misma, pero lo que sí es cierto es que en ninguno de los dos extremos la población puede desarrollar su vida con normalidad. Usurpaciones y ataques incendiarios en el sur se suman a secuestros y homicidios en el norte. El centro tampoco lo hace nada mal: las encerronas y portonazos están a la orden del día.
¿A quién recurrimos? ¿A las instituciones de seguridad y defensa, esas tan desacreditadas por muchos de los que hoy están en el gobierno, las mismas que quieren refundar y a las que le cambian los jefes de la defensa? Curiosamente, las mismas que en la mencionada encuesta cuentan con más confianza que los partidos políticos, el Congreso y el Gobierno.
Estamos enfrentados a un problema de seguridad pública sin precedentes, la población espera acciones concretas para que no siga profundizándose la inseguridad, mientras que los delincuentes circulan por nuestras calles como “Pedro por su casa”, según dirían algunos. Volvemos a la pregunta sobre a quién recurrir. Militares y policías, cada uno en su ámbito, protegen al país y sus ciudadanos, y en ese sentido, hay que entender que su entrega y valentía tiene que ver con ese país y esos ciudadanos. No pasa por el enemigo, sino que por esa patria y esas personas que están detrás y a las que juran proteger con su vida.
Nuestros militares y policías no se despliegan por un gobierno ni por un sector político, lo hacen por una bandera que, con Venus como símbolo, sí, el mismo usado por los mapuches en sus estandartes de lucha, busca mostrar la unión de esa diversidad que es Chile. La misma unión que se observó en cuanto a la delincuencia, los asaltos y los robos en la encuesta CEP. Un 42% de las personas que se declaran mapuche los indican como los problemas que necesitan más atención, mismo porcentaje de quienes no se declaran mapuche.
Entonces, volvamos al origen y que esa unidad sea el centro de nuestro esfuerzo. Basta de culpar al gobierno pasado. ¿Qué hacemos hoy para que eso no vuelva a pasar? Eso es lo que deberíamos estar discutiendo. El Estado unido debería plantear soluciones. El tiempo es escaso, por eso perderlo en buscar culpables no tiene sentido. Sólo unidos como Estado y colaborando con otros avanzaremos. Recordemos eso que inspira la nobleza de nuestras Fuerzas Armadas y policías, no es por el enemigo o el rival es por quienes tenemos detrás, y esos, somos todos los chilenos. (El Líbero)
El principio básico de las democracias es “una persona un voto”. Desafortunadamente, este fue ignorado en la elección de la Convención Constitucional. Los candidatos de los pueblos originarios recibieron 283 mil votos, o un 4,4% de los sufragios. El principio “una persona un voto” indicaba que con ese 4,4%, los pueblos originarios debían ocupar siete de los 155 escaños de la Convención. Sin embargo, se les asignaron 17 asientos protegidos. Es decir, el voto de un miembro de los pueblos indígenas valió más del doble que el de un ciudadano no indígena.
Desafortunadamente, la Convención decidió seguir violando el principio de “una persona un voto” en la propuesta constitucional. El artículo 252 indica que el número de escaños reservados en el Congreso de Diputadas y Diputados se determinará “en forma proporcional a la población indígena en relación con la población total del país”. Es decir, el número de escaños se establece sobre la base de cuántas personas se declaran indígenas, y no en base a cuántas ejercen su derecho a voto por medio de la papeleta especial para los pueblos originarios.
De acuerdo con el último censo, un 11,9% de la población chilena se identifica como indígena. Será ese, entonces, el porcentaje que, de aprobarse la propuesta, se usará para definir el número de escaños reservados. Si el futuro Congreso de Diputadas y Diputados tiene 155 integrantes, 17 escaños serán apartados para congresistas indígenas. Pero lo más probable es que tan solo una fracción de los miembros de las etnias reconocidas opten por la papeleta reservada, tal como sucedió en la elección de convencionales.
Supongamos, a modo de ejemplo, que tan solo un tercio de los indígenas que votan en las próximas elecciones parlamentarias lo haga usando la opción para escaños reservados; el resto votaría usando el esquema general. El resultado sería alarmante: un 4% de los votantes elegiría al 11,9% de los congresistas. En este ejemplo, la propuesta constitucional generaría una sobrerrepresentación de los pueblos originarios de casi 200%.
La sobrerrepresentación recién descrita no es el único privilegio electoral que la propuesta constitucional les otorga a los pueblos originarios. En efecto, el artículo 252 establece que mientras los miembros no indígenas del Congreso de Diputadas y Diputados serán electos en votación directa por “distritos electorales”, los escaños reservados serán elegidos en un “distrito único nacional”. Vale decir, los pueblos originarios serán el único grupo que podrá aglomerar votos a lo largo y ancho del país en un distrito especial y único para elegir a sus representantes.
Esta práctica de aglomeración de votos se conoce en la literatura como “gerrymandering” y es reconocida como una violación profunda del principio básico de la democracia. En Estados Unidos, el “gerrymandering” ha dado origen a distritos con contornos geográficos incomprensibles, lo que permite agrupar en ellos a personas de una cierta posición política, torciendo el sentido democrático de las elecciones.
Para ejemplificar el privilegio que otorga ser el único grupo que puede aglomerar votos a nivel nacional, consideremos el caso de los evangélicos. Según estadísticas recientes, un 17,5% de la población se identifica como evangélica. Estos ciudadanos se encuentran distribuidos a lo largo del territorio nacional, y deben competir en los distritos electorales con representantes de otros grupos y partidos políticos. Si se les diera el mismo trato que a los pueblos originarios y se les asignaran asientos protegidos, los evangélicos tendrían 23 escaños asegurados en un Congreso con 155 miembros. Sin embargo, eso no sucede. Este grupo tiene que competir en igualdad de condiciones con el resto de los chilenos.
¿Por qué se beneficia a los pueblos originarios? ¿Por qué ese privilegio no se extiende a una minoría religiosa? ¿Por qué no permitirles a otros grupos, como las disidencias sexuales, competir en una lista única nacional, tal como se permite a los pueblos originarios?
Esta falencia de la propuesta constitucional atenta contra las bases mismas de la democracia y ha contribuido a mi decisión de “rechazar para seguir conversando”.
Una manera de continuar con esta conversación es considerar un sistema de “dos papeletas”, como el que existe en Alemania, Japón y Nueva Zelandia, entre otros. Por medio de la primera papeleta se elige una parte de la cámara usando distritos con contornos geográficos bien definidos. La segunda papeleta permite votar por listas nacionales, donde distintos grupos compiten en igualdad de condiciones, sin que ninguno tenga privilegios o escaños asegurados. Adoptar ese procedimiento sería un paso en la dirección correcta, un paso hacia una verdadera democracia, sin privilegios o prebendas.
Diputados de la comisión de Constitución aseguran que el Gobierno ya decidió poner urgencia al proyecto que rebaja a 4/7 el quórum necesario para reformar la actual Carta Fundamental.
La mesa de trabajo ya aprobó esta iniciativa en general, por casi la unanimidad de sus miembros, pero todavía resta discutir las indicaciones que se han presentado.
El diputado Leonardo Soto (PS) recordó que su bancada ingresó una propuesta para agregar las leyes orgánicas constitucionales y de quórum calificado a la discusión.
Además, aseguró que el Ejecutivo accedió a dar suma urgencia al proyecto por dos razones. “Que tenga una tramitación rápida e impedir las maniobras del Partido Republicano, que quiere provocar su postergación para después del plebiscito”, detalló.
UDI: «GOBIERNO SE SUBE AL CARRO DEL RECHAZO»
Por otro lado, el diputado Gustavo Benavente (UDI) afirmó que el gobierno de Gabriel Boric “se subió al carro del Rechazo” con esta urgencia.
“Ya asumió que los chilenos van a rechazar y, en consecuencia, está acelerando la reforma a la actual Constitución o busca una distinta del borrador que se nos está proponiendo”, indicó.
Desde Apruebo Dignidad respondieron a estas últimas declaraciones. El diputado Diego Ibáñez (CS) sostuvo que “siempre hemos dichos que no tenemos ningún complejo en aprobar este proyecto”.
En esa línea, dijo que la urgencia del Ejecutivo demuestra que también valora los proyectos que presentan otros sectores. En este caso, la propuesta de 4/7 fue ingresada por tres senadores de la DC y uno independiente.
Por otra parte, criticó al Partido Republicano por su rechazo a esta iniciativa. “Se ha mantenido fiel a la defensa del legado de la Constitución de Pinochet”, expresó.
Cabe recordar que el único voto en contra en la comisión de Constitución fue de Luis Fernando Sánchez, diputado del Partido Republicano. (Bio Bio
Giorgio Jackson es la mano derecha de Gabriel Boric. Es quien fundamenta y determina la dirección en que se avanza. Propone, comenta y confirma las decisiones más importantes del presidente y su gobierno. En término comparados, cumple un rol consonante al que cumplía Andrés Chadwick con Sebastián Piñera o al que cumplía José Miguel Insulza con Ricardo Lagos. Y si no está en Interior desde el comienzo, es solo porque la decisión de tener a Izkia Siches en ese cargo responde más a la línea estratégica diseñada para el primer tiempo que a la falta de ambición o preparación de Jackson.
La historia de Boric y Jackson, como muchas de las relevantes en la política nacional, comenzó en la universidad. Allí, ambos confluyeron en las movilizaciones de 2011, cuando el actual ministro era presidente de la Federación de la PUC y el actual presidente se perfilaba para reemplazar a Camila Vallejo en la FECH. Luego de instalar a la Educación en el centro de la agenda nacional, lograron dar el salto político. En 2013, ambos, y Vallejo también, fueron elegidos a la Cámara de Diputados. Desde entonces, todo ha sido complicidad y cooperación.
Pero el balance de poder ha variado en el tiempo. Hasta hace muy poco, era Jackson quien cargaba el peso. Hoy, obviamente, es el presidente. El cambio ocurrió tras el Estallido Social, cuando el centro de gravedad del debate público se movió a la izquierda. Esa es parte de la razón por la cual Boric, y no Jackson, se encontró de frente, sorpresivamente, con la nominación presidencial. En cualquier caso, sería difícil pensar que Boric lo hubiese logrado sin Jackson, y por extensión el partido de Jackson, Revolución Democrática, si este último no lo hubiese endosado en enero de 2021.
Señales inquietantes. Pero claro, la historia, la complicidad, y el compromiso no siempre garantiza el éxito. A veces funciona (como en el caso de Lagos e Insulza) y a veces no funciona (como en el caso de Piñera y Chadwick). En el caso de Boric y Jackson es muy temprano para saber, pero, aun así, ya hay señales inquietantes. Principalmente el mal desempeño de Boric en las encuestas de opinión pública, que lo muestran en un nivel históricamente bajo. No hay antecedentes de ningún presidente anterior a Boric que haya perdido tanta aprobación en tan poco tiempo. Y ahí, la responsabilidad de Jackson es patente.
Pues, qué duda cabe de que el ministro de la Segpres fue clave en el diseño del primer tiempo del gobierno, y que ese primer tiempo, por la razón que sea (Siches, la Convención Constitucional, la economía, la pandemia, etc.) simplemente no funcionó. Al parecer se pensó que el diseño original era tan infalible que no había necesidad de pensar en un plan B. Da la sensación de que nunca se pensó, por ejemplo, qué Siches podría fracasar estrepitosamente en Interior. El tema es que, si el diseño estratégico no funciona, es problema es de los diseñadores estratégicos. Y ahí hay una responsabilidad clara del ministro de la Segpres (y el resto de La Moneda chica).
Pero el principal problema de Jackson tiene que ver con su cargo actual, que por estos días es más relevante que nunca. Normalmente, cuando los presidentes pierden popularidad, tratan de revertir la situación retomando el control de la agenda por medio de sus facultades legislativas. Nada mejor que transferir la culpa del ejecutivo al legislativo cuando se está en problemas. La dificultad es que en este caso no ha sido posible. La influencia de La Moneda en Valparaíso es prácticamente nula. Como ministro de la Segpres, Jackson simplemente no ha logrado conectar con el Congreso.
Ciclo vicioso. Lo anterior contribuye a un peligroso ciclo vicioso, pues para que al presidente le vaya bien, el gobierno debe tener control de la agenda. Pero, para tener control de la agenda, es necesario lograr resultados legislativos. Y si el ministro de la Segpres no logra producir esos resultados, al gobierno no le puede ir bien. Ese es el meollo del asunto. Es un problema de liquidez política que Jackson simplemente no tiene. Hay una seria desconexión entre el gobierno y el Congreso que viene de diferencias fundamentales entre la centroizquierda y la izquierda, y que se manifiesta en la falta de influencia de Jackson en el hemiciclo.
La fricción se siente desde al menos enero de este año, cuando el entonces diputado, pero recién nombrado ministro de la Segpres fue al Congreso solo para encontrarse con una fría recepción por parte de los senadores de la ex Concertación. En la ocasión, de la cual Francisco Huenchumilla de la DC se restó formalmente, Alfonso de Urresti del PS acusó al futuro ministro de ser “explosivo”, Pedro Araya (independiente vinculado a Nuevo Pacto Social) lo criticó por su posición sobre los “presos del Estallido”, y Guido Girardi del PPD declaró que ni siquiera se había enterado que había reunión.
En los tres meses que van desde la instalación del gobierno, los problemas solo se han acentuado. En marzo, el senador Fidel Espinoza del PS acusó al ministro de querer desprestigiar al Senado ante la Convención Constitucional. Y mientras que Jackson negaba el hecho, los constituyentes avanzaban a pasos agigantados para eliminar a la Cámara del mapa. Pero la intención no era solo esa. Era también acortarle el periodo a los 23 senadores recién elegidos de ocho a cuatro años. Espinoza y de Urresti terminaron acusando al ministro de destruir instituciones democráticas, mientras que el senador Juan Luis Castro del PS lo acusaba de tener una “deuda pendiente”.
Los malos datos de la Segpres. Lo cierto es que la cosa no mejora cuando se miran los datos comparados. La Segpres de Boric es la tercera menos productiva desde el retorno de la democracia, habiendo mandado solo 12 mensajes (iniciativa exclusiva del presidente) al Congreso en tres meses. Solo supera al gobierno de Lagos (a esta altura había mandado 4), y el segundo gobierno de Piñera (que a esta altura había mandado 11). El dato es más preocupante si se considera que 8 de los 12 mensajes enviados vienen de Hacienda. Al menos no debe sorprender si se considera que desde el 11 de marzo Jackson ha intervenido solo una vez en la sala de la Cámara alta.
En definitiva, la buena relación entre Boric y Jackson no ha aportado al éxito del gobierno. De hecho, si la relación se concibiera como un elemento explicativo, probablemente sería todo lo contrario. Parte del problema es que Jackson tiene mucho poder, y como se sabe, aquello genera distorsiones en otros aspectos de la gobernanza. Jackson es talentoso y útil para el gobierno, pero no puede ser un tapón legislativo si su principal tarea es facilitar la negociación de proyectos. Jackson debe estar dispuesto a hacer más consensos a los senadores de centroizquierda. Sin eso, será difícil, sino imposible, ver al presidente remontar. (Ex Ante)