La catadura de Guillier- Juan Manuel Vial

La catadura de Guillier- Juan Manuel Vial

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¿Quién es realmente Alejandro Guillier? La pregunta cobra trascendencia hoy en día, puesto que ya no estamos hablando del rostro televisivo, ni del senador cauteloso, ni mucho menos de aquel personaje de fantasía al que en su momento condecoramos como “el hombre más creíble del país”. Para nadie es un secreto que Guillier tiene posibilidades de ser el próximo presidente de Chile. Sin embargo, para muchos votantes, su personalidad permanece en el misterio, su talante sonriente es equívoco, y sus frases de los últimos días resultan enigmáticas, ya sea por lo pedestres (“Cada uno sabe lo que dice”) o por lo intencionadamente vagas: “El siglo XXI está allá y no acá atrás”.

Una primera aproximación a la personalidad de Guillier tiene que ver con su desempeño profesional. El ejercicio de la memoria muchas veces acarrea dolor, y doy por hecho que Alejandro Guillier estaría de acuerdo con esta generalidad. En noviembre de 2003, mientras ejercía como jefe de prensa de Chilevisión, Guillier orquestó una de las mayores canalladas que recuerde la historia del periodismo nacional. En pocas palabras, este autodenominado paladín de la verdad violó de manera brutal la intimidad del juez Daniel Calvo, que entonces estaba a cargo de la investigación del caso Spiniak, y por medio de una celada repugnante consiguió alejarlo del proceso.

El mismo Guillier que en el noticiario parecía ser un buen tipo –melifluo, simpaticón, bromista a veces–, articuló la famosa sesión de cámara oculta en el despacho del juez Calvo, lugar hasta donde llegó, meticulosamente cableado por los profesionales de Chilevisión, el administrador de un sauna gay al que concurría el magistrado. Parte de lo grotesco del episodio fue que muy poca gente reparó en la gravedad de tan oscura maquinación, que aún permanece inexplicada (la Justicia claramente no operó). De hecho, hasta ahora casi nadie se ha referido al asunto. Mientras tanto, nuestro hombre lleva años escalando en las encuestas.

Días atrás, sin embargo, el lúcido columnista Matías Rivas se preguntaba, en relación a este mismo tema, cuánta homofobia hubo realmente en el actuar de Guillier. “Es raro –concluía Rivas– que el Movilh y la Fundación Iguales todavía no muestren su rechazo hacia Guillier, más ahora que es un senador con expectativas presidenciales”. Bien raro, la verdad.

Tres años después de la intervención en el caso Spiniak, y con la inverosímil medallita de hombre más creíble de Chile ya colgada en la solapa de la chaqueta, Guillier nuevamente nos permitió catar su estofa, esta vez por medio de un desliz profesional: mientras era presidente del Colegio de Periodistas, asesoró a varios ministros y subsecretarios del primer gobierno de Michelle Bachelet, violando así una norma bastante sensata: el dirigente de un gremio no es elegido como tal para servir al gobierno de turno. La prudencia –o la decencia, si se quiere– aconsejaba distancia, no contubernio.

Pero nada de esto afectó la credibilidad de Guillier. Tampoco el acto de hipocresía flagrante que detallo a continuación: durante el mismo año 2006, un grupo de periodistas fue apaleado por Carabineros. Como correspondía, el presidente del gremio se reunió con el superior de los agresores para manifestar su molestia. Al salir de la junta, y ante las cámaras de todos los canales de televisión, Guillier denunció indignado que los uniformados habían grabado el encuentro. Sin que se le moviera un solo pelo, era él, él antes que nadie, quien ahora ponía el grito en el cielo a raíz de una grabación oculta.

En vista de todo lo dicho, que Guillier haya sido rostro de una campaña publicitaria de las Isapres me parece un traspié inocuo. Mal no le habrán pagado, supone uno, y él mismo ha dicho que se trató de “una imprudencia”. Mucho más llamativo me parece que un hombre que ha ganado una fortuna con los sueldos estratosféricos de la televisión, fortuna incrementada últimamente por una nada despreciable dieta parlamentaria, persista en hacernos creer que es el arquetipo del profesional de clase media. Pamplinas. Bajo cualquier medición socioeconómica, Guillier se ubica en el quintil de ingresos más alto del país.

Hace 10 años, guiado por un temperamento que con la edad se ha morigerado bastante, publiqué una columna sobre Alejandro Guillier en Las Últimas Noticias. Y hoy, un poco a contrapelo por lo vergonzoso que siempre resulta citarse a uno mismo, creo que vale la pena rescatar un parrafito del pasado, sobre todo ahora que el senador juega a ser el único y verdadero outsider:

“Lo que quiero decir, al parecer sin éxito, es que desde hace rato que no me extrañaría ver a Alejandro Guillier ejerciendo las más encumbradas actividades palaciegas que sea posible imaginar, ya que es tal la cercanía del hombre con el poder, que, al igual que cualquier televidente medianamente avispado, yo ya lo identifico como miembro de la camarilla encargada de administrar este país. De hecho, una imagen recurrente que últimamente me ronda en la cabeza cada vez que se aparece Guillier en pantalla es que ahí está de nuevo, bien peinado y de medio cuerpo, como siempre, el encargado de izar la bandera en este acto patriótico bufo e intrínsicamente hipócrita que llamamos Chile”. (La Tercera)

Juan Manuel Vial

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