Il sorpasso

Il sorpasso

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Circula un documento del Frente Amplio (FA) que, con vistas a las próximas elecciones municipales y de gobernadores regionales, enfatiza el desarrollo de identidad y candidaturas propias, excluyendo acuerdos con las fuerzas de la ex Nueva Mayoría. Ello augura un amplio triunfo de la derecha. Luego la presidenta de Comunes matizó, pero hace rato que las señales de las fuerzas mayoritarias del Frente Amplio son claras: enfrentar con la mayor autonomía y las menos alianzas posibles las próximas contiendas electorales.

El FA chileno tiene particularidades que lo diferencian de otras experiencias similares. Contiene una parte de esa izquierda que emergió del 2011 con un fuerte componente generacional pero, dada la presencia en su interior de una derecha liberal, de “humanistas” y otros, no es propiamente un frente de izquierda (como el uruguayo, Syriza o Podemos). Tampoco emerge solo de esa discusión que se popularizó con la relectura del populismo: representar a los “de abajo” más que arrinconarse en el eje izquierda/derecha. Por su parte, la propia izquierda que emerge con domicilio en el FA no es homogénea: unos quisieran reconocer raíces en la historia del movimiento popular chileno y de la izquierda histórica (para superarla), mientras otros más bien recelan de esas raíces, creen más en la tecnología que en la ideología y apuestan a una idea de “futuro” vaciada o liviana de pasado (una izquierda “hidropónica”, diría Arrate).

El FA tiene razones para mirar con optimismo el ciclo electoral que se viene. Aunque no está unido, hacia afuera pareciera que sí lo estuviera. El todo o la “marca” es más que la suma de las partes. Mantiene un liderazgo presidencial expectante y no carga aún con los desgastes y cicatrices de quienes acumulan más historia.

En este contexto asoma la tentación que acecha a todas las nuevas izquierdas: il sorpasso. Es decir, privilegiar por sobre la construcción de una alternativa de izquierda o centroizquierda amplia, el atrincheramiento identitario, poniendo por delante la competencia con la izquierda histórica. Superar a ésta se convierte en un objetivo de similar rango que enfrentar a la derecha. El término sorpasso (“adelantamiento”) se acuñó en unas lejanas elecciones de 1976 en Italia cuando pareció que el poderoso Partido Comunista Italiano por fin superaría a la DC, lo que finalmente no ocurrió. Más recientemente fue la obsesión de Podemos y su declive comenzó cuando los votantes se percataron -hace unas legislaturas atrás- que su encono con el PSOE estaba desregulado, al punto de estar dispuesto a facilitar el paso a un gobierno de derecha.

Las disputas de hegemonía son normales al interior de las fuerzas políticas y al final quien hace mejor las cosas prevalece. La experiencia enseña que el camino de obsesionarse con il sorpasso suele traer solo malos resultados para las fuerzas de izquierda y progresistas.

 

Ernesto Águila/La Tercera

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