Theodorakis: adiós a un mito cultural de izquierdas y de derechas

Theodorakis: adiós a un mito cultural de izquierdas y de derechas

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Universal, prolífico y versátil; así se ha calificado a Mikis Theodorakis, el compositor griego que acaba de fallecer a los 96 años de edad y que, más allá de hacer famosa la música griega en todo el mundo, simbolizó un compromiso inusualmente amplio de los artistas con la vida política y social de muchos lugares del mundo. Fue una figura tan transversal y activa, que el premier griego, Kiriakos Mitsotakis, al enterarse de su muerte, dijo: “todos nos habíamos olvidado que era mortal”.

En realidad, varios aspectos de su trayectoria apuntan a la inmortalidad o a algo parecido.

Por ejemplo, el sirtaki. Theodorakis hizo mundial este fascinante baile popular, junto a Anthony Quinn. Fue en la película Zorba el griego, adaptación de una novela de Nikos Kazantzakis, cuyos 3 Oscares  (con siete nominaciones) y cinco Globos de Oro en 1964, testimonian un impacto universal perdurable a través de los años. Tanto influyó esta película, que se da un hecho muy curioso. En su escena icónica (y disponible por cierto en YouTube), Quinn hace un movimiento inesperado al arrastrar levemente la rodilla. Pese a que tal movimiento sólo respondía a una lesión, fue visto como una “variante” llena de originalidad y se popularizó de manera meteórica, incluso en la propia Grecia. Durante el rodaje de la película, Theodorakis y Quinn cultivaron una amistad, cuyo clímax, lleno de emotividad, ocurrió en 1995 durante un concierto en la Königsplatz de München, donde ambos bailaron sirtaki pese a su avanzada edad; Theodorakis 70 y Quinn 80. Se debe recordar que Zorba el griego se convirtió posteriormente en un musical, con un éxito absoluto en Broadway.

Otro momento memorable de Theodorakis había ocurrido previo a aquella legendaria película, al crear la música y letra de The Honeymoon junto a los BeatlesPosteriormente, hizo la música de la película, y consiguiente serie policial Serpico, protagonizada por Al Pacino que igualmente recibió numerosos galardones; varios Oscares, Grammys y otros.

Mirado desde la distancia, lo más interesante de Theodorakis parece ser una muy excepcional capacidad para influir como artista en la vida política europea, y ello de una manera totalmente transversal, sin ser mayormente denostado por los diversos bandos.

Su enorme reconocimiento internacional comenzó en su juventud y fue creciendo con rapidez desde su primera etapa de adulto, junto a su compromiso con el Partido Comunista griego. Por ello, tras instalarse en su país el llamado “régimen de los coroneles” (1967-1974) cayó preso, siendo liberado tras una vistosa campaña en su favor liderada por el director de orquesta, Leonard Bernstein, por D. Schostakovich y Jean-Jacques Servan-Schreiber. Luego vivió exiliado en Francia, donde se familiarizó con muchas causas políticas a nivel mundial. Allí descubrió Chile.

Llegó a Santiago en 1971 para conocer el proceso allendista y los entornos de Neruda. En medio de una simpatía recíproca con el poeta, generó el oratorio del Canto General, un trabajo que le tomó varios años y que pasó a ser una de sus obras centrales junto a la musicalización del Romancero Gitano de García Lorca.

Otro aspecto relevante de Theodorakis fueron sus altibajos con los países de la órbita soviética. El primer gran roce ocurrió en 1968 cuando criticó la invasión a Checoslovaquia. A mediados de los 70, el quiebre se profundizó cuando el PC griego se sumió en una crisis entre ortodoxos pro- soviéticos y eurocomunistas. Theodorakis se abanderizó con estos últimos, por lo cual sus obras desaparecieron de la oferta musical de la RDA, Polonia y demás países. Sin embargo, en los 80 con la influencia de la perestroika, la relación mejoró y se le entregó el Premio Lenin de la Paz (una especie de Nobel soviético, instaurado por Stalin en 1950 y que perduró hasta 1990).

A medida que el comunismo se adentró en una crisis terminal, Theodorakis dio un giro impensado en 1989 y terminó siendo parlamentario en Grecia por el partido de derecha Nueva Democracia. En los 90, durante el gobierno del conservador Constantinos Mitsotakis (padre del actual Premier), ocupó el cargo de ministro de Cultura.

En varias entrevistas confesó que su alejamiento de la izquierda griega fue motivado por su convicción profundamente europeísta y fuerte cercanía cultural con Alemania, un asunto que dividió a todos los partidos de izquierda griegos. Muy probablemente sus años de exilio en Francia, contribuyeron a este giro político que provocó urticaria entre sus antiguos compañeros.

Pero no sólo lo ideológico y lo musical motivaron su existencia. En sus últimos años, promovió varias iniciativas ciudadanas para oponerse al acuerdo entre Grecia y Macedonia del Norte (sobre la denominación de este último), en una de las disputas europeas más bizarras de los últimos años, ya que Bulgaria y Grecia se oponían al nombre adoptado por aquel país balcánico.

Theodorakis fue claramente un genio musical capaz de interpretar emociones tribales, y marcó la vida de los griegos, estampando su nombre de manera definitiva en la proyección mundial de su música. Se dice que su gran aporte fue haber unificado de manera modélica las músicas clásica, popular y folklórica.

En lo político, Theodorakis practicó con cierta gallardía el equilibrio entre extremos. Su vida fue una eterna búsqueda del justo medio. Por lo mismo, prefirió el orden y la tranquilidad durante los graves desórdenes que sacudieron a su país en 2009.

Y no parece un asunto menor la cercanía que tuvo con las idas y venidas de la política chilena. No deja de ser admirable que parte importante su legado sea la genuina cercanía que sintió por Neruda. (lamiradasemanal)

Iván Witker

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