Presupuesto 2019 y consolidación fiscal-Rodrigo Aravena

Presupuesto 2019 y consolidación fiscal-Rodrigo Aravena

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Estamos ad portas de una de las discusiones más importantes para la macro del país: la del presupuesto fiscal. Si bien es un tema que en sí mismo tiene una importancia de primer orden, creo que la situación actual requiere una discusión profunda, principalmente para concentrarse en lo realmente importante, que es retomar la senda de consolidación fiscal.

Planteo este punto por varias razones. Una de ellas es por la discusión que se ha dado luego de la rebaja en la clasificación soberana por parte de Moody’s, lo cual se suma a recortes realizados por otras clasificadoras el año pasado. Creo que esta noticia sólo debiese reafirmar el diagnóstico que tantas veces se ha hecho y en el que existe un consenso bastante amplio: el deterioro fiscal es innegable.

Otro tema sobre la mesa está relacionado con el momento en que se inició este deterioro. Ante las diferencias de opiniones (que no han sido pocas), creo que lo mejor es ir a los datos y centrar la discusión en aspectos más bien técnicos. En ese sentido, es indiscutible que la deuda bruta aumentó prácticamente 20 puntos del PIB desde 2008, casi la mitad de eso en los últimos cuatro años. También es importante destacar que los déficits fiscales han sido persistentes durante prácticamente los últimos 10 años, dejando en evidencia que la política fiscal ha sido más expansiva de lo que las condiciones estructurales del país permiten. Esto no hace más que confirmar la necesidad de realizar aún más esfuerzos para lograr la estabilización de la deuda a través de reducciones en los déficits fiscales.

Claramente no es una tarea fácil, ya que requiere muchos esfuerzos y no sólo por un año. En otras palabras, es importante estar conscientes de que la sostenibilidad fiscal se logra con una consistencia de políticas en el tiempo. En este contexto, algunos elementos podrían contribuir a lograr este objetivo. Uno de ellos es reconocer que la existencia de una regla fiscal, como la que posee Chile, debiese generar cambios en el balance fiscal que resulten consistentes con el ciclo económico, es decir, déficits en ciclos negativos y superávits en los positivos. Dada la persistencia de cifras en rojo durante la última década (muy lejos de este objetivo), sería conveniente plantear la necesidad de ajustes a la regla, con el fin de capturar el efecto real del ciclo en las cuentas fiscales. Por ejemplo, se podría considerar la internalización de cambios en la deuda bruta en las decisiones de gasto, reconociendo que el balance estructural es una guía y no el fin último de política. No perdamos de vista que la sostenibilidad de la deuda (y por ende la clasificación crediticia) viene dada por la deuda bruta del país.

Un segundo elemento fundamental es la ausencia de espacios para nuevos compromisos fiscales de largo plazo. Diversas estimaciones —entre ellas la que publicó CLAPES un año atrás— apuntan a que existirían holguras fiscales negativas por algunos años más, a lo cual se suman diversas presiones de gastos que se han discutido recientemente. Mayores compromisos de largo plazo, sin recortes relevantes en otras áreas, podrían retrasar la consolidación fiscal.

Un tercer punto se refiere a la conveniencia de fortalecer el marco institucional de la política fiscal, con el fin de aun más dar bases a la consolidación de largo plazo. Lograr una mayor autonomía en el Consejo Fiscal Asesor sin duda que contribuiría significativamente con este objetivo. (DF)

Rodrigo Aravena

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