Estoy optimista porque tenemos cualidades sociales fundacionales: conductas y apegos tácitos que permitieron que Chile, que nació como una pobre y lejana capitanía general rodeada por potentes virreinatos, se organizara rápido como república. Nuestro país, mucho antes que otros de la región, valoró el respeto a la ley y se dotó de instituciones. Esa riqueza moral latente nos puede unir.
Si por fin pasamos de un capitalismo demasiado permisivo con colusiones y abusos, a una verdadera economía social de mercado, podremos reencontrarnos. Partamos por exigir altura y dignidad a los políticos y en los altos cargos de la república.
Estoy convencida de que podemos volver a sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos, que es Chile. Intentemos recuperar la confianza perdida recordando nuestra historia y destino común, e incorporando los anhelos y sentimientos de esa gran mayoría silenciosa de chilenos humildes y trabajadores. (El Mercurio Cartas)
Karin Ebensperger Ahrens