Perseverar

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No han faltado las tentaciones; pero en lo grueso las fuerzas del Rechazo evitaron caer en la fantasía según la cual el lapso transcurrido desde las revueltas de 2019 hasta el plebiscito de salida había sido una horrible pesadilla que por fin había terminado. Las del Apruebo, por su parte, tampoco han sido presas hasta ahora de la fantasía opuesta, según la cual su derrota hundiría el proceso constitucional y reinauguraría las protestas sociales y, eventualmente, la violencia.

A las pocas horas, vencedores y vencidos estaban sentados para convenir el curso que emprendería la accidentada y prolongada marcha hacia una nueva Constitución. Esto demuestra que, aunque competitiva, la campaña del plebiscito no generó el tipo de grieta que es propia de una situación de extrema polarización.

No era factible sacar un nuevo acuerdo en pocos días. Unos han debido hacer el duelo, que siempre tarda más de lo imaginado, y otros han querido un tiempo para saborear la victoria. Fue mejor resistir la impaciencia, darse una pausa y avanzar con minuciosidad en las negociaciones para definir la manera de seguir, que nuevamente está en manos de los partidos políticos y el Congreso. Si las tratativas han sido tan largas y accidentadas no es por capricho, sino porque son muchos los traumas, desconfianzas y resistencias que superar.

Lo que no sería justificable es que el proceso se postergue hasta las calendas griegas. Como lo vimos en octubre de 2019 y en la Convención pasada, los aplazamientos perpetuos terminan por nutrir la desazón y la disgregación.

Aún no se sabe con exactitud la forma que va a tomar esta nueva etapa. Ya hay concordancia sobre los bordes, principios o bases que enmarcarán el trabajo del nuevo órgano constitucional. También habría acuerdo sobre contar con una instancia independiente que actúe como árbitro ante desavenencias sobre el respeto a estos bordes. Son dos logros capitales. Sobre el órgano mismo, su composición, número de integrantes, plazos, mecanismos de funcionamiento, así como sobre la participación del Congreso y plebiscito de salida, aún no hay humo blanco.

La población, dominada por la impaciencia, puede terminar por darle la espalda a la cuestión constitucional y plegarse a ofertas populistas o autoritarias. No se cuenta con todo el tiempo del mundo. Es hora de abandonar cualquier dogmatismo y alcanzar un compromiso. No estamos ante un paper para una conferencia de constitucionalistas, sino ante una decisión política.

Se han planteado fórmulas híbridas, que integren la representación popular y el conocimiento experto: podría ser una manera de acercar posiciones. Lo importante es que lo que se convenga no sea percibido como una fórmula burocrática o elitista que excluye a la ciudadanía.

Parece haber consenso en que un nuevo plebiscito de salida es indispensable, pero se requerirá de otros hitos simbólicos a lo largo del proceso para ir reencantando a una ciudadanía que ya comienza a expresar su fatiga. Que el texto sea aprobado previamente por el Congreso no resuelve esta necesidad: la acentúa.

Como sea, hay que evitar que el proceso se descarrile y perseverar hasta conseguir que se cierre en forma no perfecta, pero satisfactoria. De lo contrario, la impaciencia podría otra vez mutar sorpresivamente desde la apatía a la violencia.

Quizás al momento que se publiquen estas líneas ya tengamos un acuerdo. De no ser así, hay que seguir confiando en la sabiduría de los negociadores; confiar en que los que actúan como apoderados de los perdedores del 4-S no se olvidarán del 62 por ciento, y que los que representan a los triunfadores no creerán que este es un patrimonio propio sin fecha de caducidad. (El Mercurio)

Eugenio Tironi