Pensiones: Desatendiendo el diagnóstico- Guillermo Arthur

Pensiones: Desatendiendo el diagnóstico- Guillermo Arthur

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El análisis de las causas por las cuales las pensiones no han respondido a las expectativas debería preceder todo proceso de reformas.

El envejecimiento de la población es el fenómeno que impacta más fuertemente a las pensiones.

Las predicciones más extremas indican que hacia el año 2045, la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana (“Singularidad tecnológica”). José Luis Cordeiro, profesor del MIT, en su libro “La muerte de la muerte” (2018), afirma que la muerte será opcional en el 2045, gracias a los avances exponenciales de la inteligencia artificial, la regeneración de los tejidos, los tratamientos con células madre, la impresión de órganos, la criopreservación, así como a las terapias genéticas o inmunológicas que resolverán el problema del envejecimiento del cuerpo humano.

Aunque seamos escépticos respecto de esta afirmación, podemos apreciar la enormidad del desafío que se plantea a los sistemas de pensiones.

Otro fenómeno que impacta a los sistemas de pensiones es la irrupción de nuevas tecnologías que reemplazarán y destruirán puestos de trabajo.

De este diagnóstico surge espontáneamente la orientación que deberían seguir las reformas: Ajustar las tasas de cotización y las edades de pensión.

¿Pero, cómo han respondido los países? Europa y EE.UU. parecen haberlo entendido así. Aunque que por razones fiscales no pudieron hacer reformas estructurales como en Latinoamérica, efectuaron permanentes cambios paramétricos. Entre 1995 y 2018, un total de 78 países incrementaron la tasa de cotización; 55 aumentaron la edad de retiro y 61 ajustaron la fórmula de cálculo del beneficio, recortando o congelando el monto de las pensiones.

Pese a que la tasa de cotización de esos países casi duplica las de América Latina, los cambios resultaron insuficientes, y continuaron presionando la deuda fiscal hasta niveles en que la deuda previsional de Grecia llega a nueve veces el PIB, en Portugal a cinco veces y en España a más de dos veces.

Así, el financiamiento de las pensiones no podía descansar solamente en un sistema en que los activos financian las pensiones de los pasivos, ya que equivaldría a exponerlos a una situación parecida a la estafa piramidal de Ponzi. Al momento de pensionarse, los sistemas no tendrán suficientes entrantes para pagar las pensiones de los jubilados.

Por ello, han fortalecido los sistemas privados y voluntarios de capitalización individual, que en los países de la OCDE ya financian el 30% de la pensión en promedio. Por ejemplo, el enrolamiento automático a planes privados de pensiones en el Reino Unido, donde 1.200.000 empleadores y 9.400.000 trabajadores aportan a sistemas voluntarios de capitalización.

En otros países existe el contracting out en el cual las empresas y los trabajadores pueden obtener la exoneración parcial de contribuir al primer pilar de pensiones públicas de reparto, mediante la contratación de planes de pensiones sustitutivos ofrecidos por el sector privado en régimen de capitalización. Nueva Zelandia y varios estados de EE.UU. adoptaron sistemas de enrolamiento automático.

Lamentablemente, la orientación de las reformas que se han aplicado, como aquellas que están en proceso en Latinoamérica, no parecen hacerse cargo de este diagnóstico. Basta ver cómo en Perú se aprobó una ley mediante la cual las personas que llegan a la edad de pensionarse pueden retirar el 95,5% de sus fondos acumulados en un solo pago (220 mil trabajadores peruanos han retirado un total US$ 5.134 millones).

En Chile, aunque el proyecto de ley contempla incentivos para postergar la edad de jubilación e incrementar el monto de la cotización, parte importante del debate parece estar centrado en que tales incrementos no sean administrados por las AFP, aunque ello signifique costos adicionales para los afiliados y el riesgo de que se produzcan conflictos de intereses en administradores que no tendrán giro exclusivo.

Las pensiones suelen ser un campo propicio para el populismo. Es un sino de estos que exhiban éxitos en una primera etapa y de ahí el atractivo y el peligro que entrañan. Después viene el colapso, por la incapacidad de sustentar beneficios prometidos. Pero ya no son los mismos: ni los que hicieron la promesa ni los que recibieron los beneficios. Y ahora toca pagar.

Churchill señalaba que el estadista es el que piensa en la próxima generación y no en la próxima elección.

Ojalá la discusión sobre las pensiones abandonara su trinchera ideológica y se centrara en la amenaza que se cierne sobre ellos cuando la humanidad va a empezar a vivir 100 años y cuando los robot comienzan a reemplazar puestos de trabajo.

 

El Mercurio

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