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La bala loca (II)-Orlando Sáenz

En una columna anterior comparé las consecuencias del proceso de promulgación de una nueva constitución impulsado por el gobierno del Presidente Sebastián Piñera con las que puede provocar un disparo que, errado su objetivo intencional, sigue su fatídico curso y, rebotando en las paredes, termina malhiriendo a cualquiera de los presentes. Esta nueva reflexión pretende explicar lógicamente cuál fue el objetivo intencional que tuvo, por qué lo erró y por qué es de temer que sus rebotes dañen gravemente a varios otros actores de la realidad nacional.

El objetivo de la apertura de un proceso constitucional no fue otro que el de aplacar la mal llamada “movilización social”, encauzándola hacia un distractivo proceso de consultas, debates y elecciones cuya declarada intención es la concepción y ratificación de una nueva constitución. Con la típica forma de pensar del mundo político, el anuncio de un proceso constitucionalista tenía que cumplir ese objetivo y, de paso, restaurar el deteriorado prestigio del gobierno y del parlamento, a los que las encuestas otorgan alarmantemente bajos niveles de aprobación ciudadana.

Pero el anuncio no ha producido el efecto buscado por la sencilla razón de que la famosa “protesta social” no es lo que el gobierno y la mayoría de los partidos políticos creen que es. No es la coherente expresión de aspiraciones sensatas y posibles, no es la digna manifestación de una inquietud ciudadana, no es la búsqueda patriótica de un Chile mejor. Si lo fuera, no habría destruido salvajemente como lo hizo, ni habría degradado al país a la categoría de territorio por civilizar. No es otra cosa que una mezcla de masa, lumpen y delincuencia manejada por provocadores profesionales y con poderoso respaldo, y con esa mixtura no se puede razonar porque no está estructurada en el plano racional. Convendría repartir unos cuantos ejemplares de “Masa y Poder” del Premio Nobel Elias Canetti para entender la naturaleza y forma de actuar de esos conglomerados, y seguramente se obtendrían mejores caminos para enfrentarlos que el de cocinar acuerdos políticos entre un gobierno devastado y un parlamento que está más cerca de funcionar como otra masa que como un cuerpo colegiado del que se puede esperar una legislación sensata.

Tras haber establecido el mezquino e inmediatista propósito que se buscó con el inicio de un proceso de cambio constitucional, y de iluminar las razones por la que ese propósito no se logró, corresponde analizar por qué se tiene la certeza de que la prosecución de ese ya inevitable proceso de cambio constitucional será catastrófico para el país y perfectamente comparable con el peligro que conlleva una bala loca. El autor emprende ese análisis con toda la amargura y el desprecio con que ha ya constatado que el más solemne y trascendente rito de una democracia, como es el de consensuar una nueva constitución, haya sido el resultado de un acuerdo politiquero de circunstancia entre un gobierno derrotado y un parlamento que ha perdido su representatividad según confirman todas las encuestas de opinión. Le asiste la seguridad de que la historia será severísima con este gobierno y toda la clase política con él contemporánea, que han lanzado a Chile a un despeñadero nada más que por haber sido incapaces de controlar una asonada populistas que su propia ceguera, debilidad e irresponsabilidad hizo posible.

Pero, al menos, la nueva tarea es fácil porque basta constatar tres circunstancias para comprender por qué predecir un desastre del proceso constitucionalista alcanza la categoría de certeza.

En primer lugar, el clima de polarización social que rodea este proceso nunca ha sido tan alto ni tan enconado en toda la historia republicana de Chile. En un ambiente en que el menor incidente o motivo termina inexorablemente en graves desórdenes, en que no hay día en que no queden impunes nuevos y graves actos de delincuencia, todo ello entregado al nulo control de un gobierno manifiestamente incapaz de garantizar el orden público, es virtualmente imposible esperar un consenso siquiera mínimo sobre un texto constitucional medianamente razonable. Lo sensato es esperar que cada paso del proceso improvisado sea motivo para nuevos y odiosos enfrentamientos.

En segundo término, la vara marcada por la actual constitución es demasiado alta, tanto por su enorme mayoría de ratificación como por lo razonable de sus términos, al punto que ha sido la rectora durante la etapa más exitosa del desarrollo nacional. Cierto es que en su origen tenía cláusulas que creaban un estado dentro del estado para proteger a lo que había sido el gobierno militar, pero todo ello desapareció con las profundas reformas introducidas por los gobiernos de la Concertación, y lo que quedó fue un texto constitucional muy superior a cualquiera que se pueda esperar de un consenso mínimo en las actuales condiciones sociales del país. Todo Chile sabe que el prurito de derogar la actual constitución no es otra cosa que parte de la demonización de todo lo obrado durante el gobierno militar y que nunca se ha escuchado un razonamiento coherente sobre las razones que impedirían pulir la actual constitución por los procedimientos previstos hasta dejar un texto muy superior a cualquier cosa que hoy se podría realistamente esperar del circo diseñado para ello.

En tercer término, cada vez que se escuchan ideas para incorporar a la futura constitución se adquiere la convicción de que no parece haber nadie que si quiera entienda lo que es una constitución.  No es ni un pliego de peticiones ni un contrato colectivo del trabajo, sino que es un texto muy técnico y meditado que combina principios fundamentales con un organigrama del estado. Pareciera creerse que el hecho de incorporar en ese texto derechos sin obligaciones los hará realidad como por arte de magia, y todo ello a cargo de un estado que ya se ha demostrado sobradamente sobrepasado por las que le han echado encima durante largos años de irresponsabilidad legislativa.  En ese ámbito de irrealidad, todo lo que se puede esperar de un texto gestado en cuerpos colegiados improvisados es una colección informe de disparates.

En apenas tres párrafos se ha configurado el riesgo de la bala loca. Y todavía queda la más candente de las dudas: ¿quién va a garantizar la normalidad del proceso diseñado cuando tenemos un gobierno que ni siquiera ha podido controlar el de una prueba de admisión universitaria? El país tiene derecho a exigir una garantía antes de ponerse en la trayectoria del proyectil a que hemos aludido. (El Líbero)

Orlando Sáenz

¿Y que tal los gobernados?-Álvaro Pezoa

Durante los últimos meses se ha escrito con profusión sobre las carencias que evidencian quienes ocupan posiciones de gobierno y otras magistraturas en Chile actual. El diagnóstico del fenómeno es lamentablemente claro. Con todo, no es éste el único problema de fondo que enfrenta el tejido social del país. Queda la impresión de que la situación no es mucho mejor entre los gobernados, esto es, en el grueso de la ciudadanía. Escenario que resulta poco halagüeño, puesto que el devenir de las comunidades políticas depende primeramente de sus dirigentes, pero también del talante humano de sus dirigidos. Es lo que ha enseñado siempre la buena teoría política.

Una observación detenida del comportamiento de los chilenos durante los últimos años y, en especial, durante los convulsionados últimos tres meses, permite percibir algunas falencias que subyacen al mismo. Primera, una ignorancia extendida sobre la historia y la configuración institucional del propio país, incluso sobre las funciones específicas de entidades que afectan directamente a sus vidas cotidianas. Luego, una reducida capacidad de análisis racional o, por lo menos, ella profundamente interferida por las emociones. Características que, en conjunto, entorpecen el juicio certero de la realidad y hacen a las personas presa fácil de propuestas simplistas y slogans caricaturescos, que se difunden profusamente en el espacio público. Enseguida, predomina en la población, en particular entre los jóvenes, una convicción cada vez más cristalizada sobre los bienes a que se tendría derecho. Asiste en ella la idea de ser “sujetos de (numerosos) derechos” que la sociedad o el Estado (los otros) les han de satisfacer a todo evento, mientras por contraste no reconocen correlativos compromisos ni deberes previos que cumplir.

El cuadro mencionado, puesto en el contexto de una cultura marcadamente individualista en que cada uno va a lo suyo y donde prima un materialismo consumista en que parecen afincarse los anhelos de felicidad de multitudes, hace que los deseos de los individuos sean numerosos e incontrolables y la incapacidad de la comunidad en satisfacerlos (en su mayoría y con cierta prontitud) genere enormes frustraciones. ¿Cómo conducir a un grupo de personas con estas características?: abundante en tensiones, algo anárquico y, además, conectado online con miles de mensajes de todo tipo y de todo el orbe, imposibles de ser procesados por su número y los rasgos sicológicos de sus receptores. Se trata de una tarea extraordinariamente compleja. Desafortunadamente para estos efectos, la contextura ética de la ciudadanía es tanto o más frágil que la de sus gobernantes. Por esta razón, la crisis que asola a Chile es profunda y una buena salida de ella no se avizora fácil. Existe debilidad en lo esencial: el “factor humano”. Trabajando a partir de esta premisa hay que buscar el largo camino hacia tiempos mejores. (La Tercera)

Álvaro Pezoa

¡Es la política, estúpido!-Michele Labbé

“It’s the economy, stupid” es la frase que permitió a Bill Clinton ganar la elección presidencial el año 1992 contra George W. Bush (padre), al recordar durante toda la campaña al electorado estadounidense que, sin una economía sólida, el resto de las políticas no sirven de nada.

Esta misma frase, pero aludiendo a la política –“It’s the politics, stupid”– es la conclusión a la que arriban Acemoglu y Robinson en su libro Por qué fracasan las naciones, para explicar por qué la mayor parte de los países fracasan en su camino al desarrollo. El libro muestra cómo las elites poderosas manipulan a los políticos y, a través de ellos, las reglas y leyes que rigen la economía para beneficio propio, resistiéndose y deteniendo la innovación, que es la que permite crecer a los países y beneficiar a la mayor parte de la población. Este año, más que nunca, esta frase se hace tangible, al explicar la evolución que tendrá la economía mundial y chilena durante el 2020.

En Estados Unidos, el actual Presidente Trump ha manipulado durante meses las negociaciones comerciales con China, manteniendo expectante y en vilo a la población norteamericana, así como al mundo. Pero hay que reconocer que el hombre es inteligente. El 3 de noviembre de este año son las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde Trump buscará su reelección contra un candidato demócrata. No es necesario tener una bola de cristal para llegar a la conclusión que, justo antes de las elecciones, Trump terminará de negociar exitosamente con China, impulsando la economía de Estados Unidos, ganando con ello muchos votos en Norteamérica. De este modo, será la política la que permitirá un muy buen año económico en Estados Unidos, influenciando positivamente al resto del mundo.

En Chile las cosas no son distintas. A tres meses de la explosión social, el vandalismo, si no se ha incrementado a través de todo Chile, al menos no ha menguado. Tanto es así que este tipo de actos han dejado de ser noticia; nos estamos acostumbrando a una nueva condición, la de la toma de ciertos lugares ciudadanos por vándalos y antisociales que se creen dueños de todo y todos, destruyendo e incendiando lo que hay a su paso. Nuestra clase política no ha sido capaz de responder con la fuerza necesaria para denunciar y condenar estos actos. Por el contrario, algunos de ellos los justifican, otros los apoyan e incentivan, pasando incluso por sobre las instituciones y las leyes; y los peores, usufructúan de estos actos.

Aparte de algunos grupos minoritarios, la mayor parte de los políticos entiende que es necesario mantener las instituciones y el orden público para que nuestro país no colapse. ¿Pero por qué no hemos visto ninguna acción decidida para detener el vandalismo que se tomó nuestras vidas? La respuesta es la misma: ¡es la política! Aun cuando la oposición entiende que, de mantenerse el clima de ingobernabilidad, el problema lo heredará si gana las próximas elecciones, también está segura que, de apoyar una acción efectiva contra los vándalos, y volver la seguridad a las calles, bajará la incertidumbre, mejorando la economía y, con ella, el apoyo al gobierno en año de elecciones municipales.

De este modo, es la política –la necesidad de los políticos de asegurar los votos en las próximas elecciones– la que está determinando que el 2020 sea un año económicamente malo -de escueto o nulo crecimiento económico-, sin entender, que con dichas acciones (o inacción) no sólo asegurarán la ingobernabilidad de Chile en los próximos meses, lo que en sus mezquinos intelectos implica más votos en la próxima elección; sino que se están jugando el futuro de cada uno de sus ciudadanos que, sometidos al vandalismo, sufren todos los días los efectos de un país que se empobrece económica, humana y socialmente. (El Líbero)

Michele Labbé

Centroizquierda y coherencia

Agradezco la respuesta del expresidente Ricardo Lagos a mi columna del día domingo. En su misiva, el exmandatario intenta explicar por qué hoy considera indigno aquello que promulgó con tanto entusiasmo el 2005. Según él, los problemas de legitimidad que enfrenta hace años nuestro sistema se deberían a las insuficiencias de nuestra Constitución, impregnada de neoliberalismo e incapaz de procesar la complejidad contemporánea.

Aunque la explicación tiene elementos plausibles, me temo que omite un factor fundamental: la crisis de legitimidad de nuestro sistema político también guarda relación con la falta de coherencia discursiva de nuestros políticos.

En rigor, puede decirse que nuestros dirigentes rara vez están dispuestos a asumir las consecuencias de sus actos. Tal fue el caso de los dirigentes de la Concertación que apenas pasaron a la oposición el año 2010, y más aún tras las movilizaciones del 2011, iniciaron un extraño proceso de involución, mediante el cual renegaron de todo lo obrado durante 20 años.

Así, dos décadas de nuestra vida republicana —dotadas de estabilidad y crecimiento económico, más allá de sus problemas— quedaron huérfanas: nadie quiso asumirlas para sí, como si la centroizquierda hubiera bailado obligada una música que no eligió.

Sin embargo, la historia es algo distinta: la Concertación no lo hizo con tanto disgusto (los textos de Edgardo Boeninger son elocuentes al respecto). De hecho, cuando la centroizquierda ha tenido la presidencia y la mayoría parlamentaria, no ha tocado aspectos fundamentales del “modelo”, como la salud o el sistema de pensiones.

Echarles la culpa a los errores de la derecha (que no son pocos) siempre será más cómodo que hacerse cargo de las dificultades propias.

Mientras los socialdemócratas —si aún existen— no comprendan la naturaleza de esta cuestión, seguirán presos de la retórica lírica del movimiento estudiantil y del Frente Amplio. Los resultados están a la vista. (El Mercurio-Cartas)

Daniel Mansuy

Autogol proporcional

El punto 4 del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución plantea utilizar el sistema proporcional para elegir a los constituyentes.

Utilizar el sistema proporcional arriesga deslegitimar todo el proceso. Esto, ya que algunos candidatos podrían ser elegidos con el 1% de los votos y los independientes tienen bajas posibilidades, tal como ocurrió en la elección parlamentaria pasada. Esto se debe a que en el sistema se vota por partidos y no por personas, como cree la mayoría.

Sería preferible un sistema similar al alemán. Primero, una elección mayoritaria uninominal con distritos pequeños (como nuestra elección de alcaldes), y, segundo, una corrección nacional que asegure proporcionalidad de las tendencias políticas. Esto asegura que sea elegido el más votado, permite que independientes compitan de igual a igual y no destruye nuestro sistema de partidos. (El Mercurio Cartas)

Gonzalo Valdés
Florencia Serra

Centro de Políticas Públicas UNAB

Celular de Jeff Bezos habría sido hackeado por príncipe saudí bin Salman

En un principio parecía una simple conversación de Whatsapp entre dos de los personajes más importantes del mundo, sin embargo, en uno de los intercambios de mensajes entre el multimillonario y fundador de Amazon, Jeff Bezos, y el príncipe de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, éste último infiltró un malware para hackear el teléfono de Bezos.

La información, revelada por el medio británico The Guardian, sostiene que un análisis forense realizado por la firma FTI Consulting, descubrió que tras un mensaje del príncipe, se comenzaron a extraer grandes cantidades de información del celular de Bezos. El episodio se desarrolló pocos meses después de que The Washington Post, propiedad de Bezos, publicara que la CIA vinculaba a bin Salman con la muerte en Estambul del periodista saudí Jamal Khashoggi, que era parte del diario estadounidense.

The Guardian confirmó que se contactó con un abogado de Bezos, el que señaló que «no tenía más comentarios, excepto que Bezos está cooperando con las investigaciones«. El medio también consultó a la embajada de Arabia Saudí en Estados Unidos, la cual no quiso referirse al tema con el medio, pero que más tarde publicó un tweet señalando que la acusación era «absurda».

Saudi Embassy@SaudiEmbassyUSA

Recent media reports that suggest the Kingdom is behind a hacking of Mr. Jeff Bezos’ phone are absurd. We call for an investigation on these claims so that we can have all the facts out.

Siguiendo con la investigación, el diario británico publicó que investigadores de la ONU lanzarán prontamente un comunicado sobre la situación. (DF)

La democracia necesita defensores

“No busquemos en las nubes las virtudes sublimes de la democracia —dice Raymond Aron—, sino en la realidad: la esencia de la democracia es la competencia pacífica. Solo hay democracia cuando los individuos, grupos y clases sociales aceptan las reglas de la competición, así como su desarrollo pacífico. Cuando un grupo quiere llegar al poder a través de la violencia para hacer cambios que no pueden ser aceptados pacíficamente por otros grupos, salimos de la democracia para entrar en la guerra civil o en la revolución”.

Allí está dicho lo esencial. Si, bajo condiciones democráticas, la violencia se convierte en método político, se rompe la regla básica de la disputa pacífica del poder, y por ende se socava el Estado de Derecho, lo que alienta el autoritarismo. Por lo tanto, cualquier actitud complaciente o indulgente frente a los actos de violencia, aun cuando se proclamen nobles motivos, implica traicionar el pacto de las libertades. Si eso no está claro, la catástrofe puede estar a la vuelta de la esquina.

La ofensiva de violencia y destrucción desatada el 18 de octubre fue un ataque a las bases de la democracia, que causó inmensos estragos económicos y sociales, pero además un shock emocional en la mayoría de la población que todavía perdura. La crisis reveló sin duda el déficit moral y cultural que arrastramos. Lo ilustra el hecho de que, en las horas más dramáticas vividas por el país en 30 años, los canales de TV abdicaron de su responsabilidad cívica: sus rostros más conocidos procuraron explicar los actos de violencia como una reacción comprensible ante las desigualdades. O sea, el fin justificaba los medios. La prioridad de los canales fue no irritar a los violentos, revestida en todo caso de aires progresistas.

Aturdido por la envergadura de la agresión, el Gobierno no pareció percibir el carácter de la amenaza en las primeras horas, lo que acentuó la confusión y la incertidumbre de mucha gente. Cuando la irracionalidad ya estaba causando enormes daños, el Presidente Piñera se apresuró en decir que había escuchado la voz de los ciudadanos, que reclamaban mayor igualdad, y anunció algunas medidas para atender ciertas necesidades. Eso no frenó la violencia, y probablemente ninguna agenda social la habría frenado. Fue entonces un grueso error dar a entender que la violencia estaba abriendo la billetera fiscal. Sabemos que mucha gente bien intencionada se manifestó pacíficamente, pero lo determinante no fueron los desfiles ni los bailes, sino la barbarie metódica que provocó terribles laceraciones a Chile.

Fue lamentable que el mandatario, por táctica o convencimiento, no denunciara inmediatamente la naturaleza de la asonada, cuyo trasfondo antidemocrático se hizo claro en la primera petición de renuncia, hecha tempranamente por el jefe del PC. El aventurerismo avanzó así por terreno despejado cuando los partidos opositores avalaron en diversos grados el plan para interrumpir el mandato presidencial. En diciembre, solo seis votos de diferencia evitaron que la Cámara pusiera en marcha la acusación constitucional que buscaba destituir a Piñera.

La crisis desnudó la degradación de la política. Es verdad que ninguna institución se salva hoy de la desconfianza y el desprestigio, pero la erosión más corrosiva ha sido la del Congreso, en el que predominó la demagogia en las horas en que el país se deslizaba hacia el despeñadero. Es cierto que no se puede echar a todos los parlamentarios en un mismo saco, pero el saco de la banalidad estuvo casi lleno en estos meses.

El país necesita sanar las heridas de este período. Ello solo será posible si se restablece el orden público y el respeto a la ley en todo el territorio, y al mismo tiempo se renueva el compromiso de todas las fuerzas políticas con los procedimientos democráticos. Es vital hacer retroceder la intolerancia, la agresividad y la compulsión de castigar a los que piensan distinto. Hay que escuchar a los jóvenes, dice alguna gente. Cómo no, pero hay que explicarles también aquello que ignoran sobre la vida en comunidad.

Corresponde que el Gobierno y la oposición unan sus esfuerzos para garantizar que el plebiscito del 26 de abril se realice en condiciones de seguridad para los ciudadanos. Tales condiciones no existen hoy, por lo que será crucial neutralizar los malos augurios y las amenazas respecto de marzo. El plebiscito representa la vía institucional de solución de las diferencias, y sería negativo que no se efectuara. Pero sería mucho peor que se realizara en circunstancias como las del boicot a la PSU, sin garantías para la expresión libre de los votantes. En cuanto a las opciones, es legítimo votar por la opción “Apruebo” o por la opción “Rechazo”, y los resultados deben ser respetados por todos.

Solo saldremos de la crisis si defendemos sin flaquezas la democracia. Solo así podremos bregar por una sociedad más justa, en la que haya efectiva igualdad de derechos e inclusión social. La primera exigencia para conseguirlo es el rechazo y la sanción de la violencia. Solo el régimen democrático puede protegernos de la arbitrariedad y generar condiciones para una vida con menos incertidumbre. Se trata del pacto de civilización que debemos sostener a toda costa. (El Mercurio)

Sergio Muñoz Riveros

Kafkiana acusación

“Sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido”, reza la primera frase de El Proceso, de Kafka, que relata cómo Josef K., un empleado de banco, se ve envuelto en un proceso judicial absurdo y sin sentido. Parecida sensación debe tener el intendente Guevara, al ser amenazado con destitución e inhabilitación para cargos públicos, por haber adoptado medidas para intentar cumplir con su deber de asegurar el orden público.

La acusación constitucional próxima a votarse le imputa haber vulnerado el derecho de reunión al disponer un “copamiento policial preventivo” de la otrora Plaza Italia, o lo que queda de ella. En realidad, y más allá de si fue o no eficaz, la medida tenía por objeto recuperar ese espacio público para que los ciudadanos pudieran ejercer el derecho de circular y reunirse en lo que es un bien nacional de uso público. Quienes infringen el derecho de reunión son los grupos de manifestantes “pacíficos”, vándalos y violentistas subversivos que llevan tres meses impidiendo que se haga uso normal de todo ese sector.

La Constitución impone al Presidente de la República la responsabilidad del orden público y la ley da a los intendentes atribuciones para velar por la tranquilidad pública y el resguardo de personas y bienes, y requerir el auxilio de la fuerza pública si fuera necesario. Si hubiera que reprochar algo a Guevara, sería por condescender con manifestaciones que son desde el inicio violentas, ya que interrumpen el tránsito, se apropian de espacios públicos y han convertido un barrio completo en una “zona de sacrificio”.

Se alega que el intendente habría actuado inconstitucionalmente al fundarse en una norma reglamentaria como el decreto supremo 1.086. Pero es la Constitución la que dispone que “las reuniones en las plazas, calles y demás lugares de uso público, se regirán por las disposiciones generales de policía”. Dado que el aseguramiento del orden público corresponde al Ejecutivo, el constituyente estimó prudente reservar esta materia a la potestad reglamentaria del Presidente. ¿Cómo puede imputarse infracción constitucional si la autoridad se ha ceñido a la normativa que la misma Constitución autoriza a regular el ejercicio del derecho?

Este decreto ha sido aplicado por todos los gobiernos: ni Aylwin, ni Frei, ni Lagos, ni Bachelet, ni Piñera lo derogaron. Y esto se entiende porque su contenido es razonable y sigue el esquema que puede verse en la regulación legal de países como España, Italia, Francia o Reino Unido. No se requiere permiso sino aviso previo, que los convocantes se identifiquen y que asuman la responsabilidad como organizadores; en caso de que pueda causar trastornos a la circulación vehicular o a los derechos de los demás, la autoridad puede pedir que se varíe la fecha o el lugar de la reunión.

Por lo demás, si no se ha dictado una ley, ha sido porque el Congreso en más de 30 años no ha tenido la diligencia de discutir varios proyectos que se han presentado en tal sentido. Los diputados acusan al intendente por no haber obrado conforme a una ley que si no existe, es por responsabilidad de los propios acusadores.

En cualquier caso, esta discutible deficiencia de la normativa reglamentaria fue subsanada por la Ley Orgánica de Gobierno Regional, aprobada a propuesta del Presidente Aylwin. Esa ley dispone que corresponde a los gobernadores (y por ende a los intendentes) “autorizar reuniones en plazas, calles y demás lugares de uso público, en conformidad con las normas vigentes”. Con esta última expresión se alude al decreto 1.086, dándole así un contundente respaldo legal.

No exageramos al calificar esta acusación de kafkiana. Más aún si se observa que diputados que firman la acusación, como Karol Cariola, Manuel Monsalve y Luis Rocafull, votaron a favor la reforma legal que dispone la elección de gobernadores regionales y aprobaron que los delegados presidenciales provinciales —sucesores de los actuales gobernadores— puedan autorizar reuniones en lugares públicos “en conformidad con las normas vigentes”, esto es, al decreto supremo que ahora tachan de abusivo e inconstitucional. (El Mercurio)

Hernán Corral

Concepción: detenida pareja como presuntos autores de incendio de sede UDI

A casi dos meses del hecho, dos personas fueron detenidas como presuntos responsables del incendio que afectó la sede del partido Unión Demócrata Independiente (UDI) en Concepción.

Fue el 7 de noviembre del año pasado cuando decenas de personas llegaron a las dependencias donde se encuentran las oficinas de la senadora y presidenta de la colectividad, Jacqueline van Rysselberghe, y de su hermano, el diputado Enrique van Rysselberghe.

En el lugar, derribaron la reja, ingresaron al inmueble y destruyeron parte del mobiliario del lugar, el cual fue usado para levantar una barricada.

Durante las últimas horas, la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (Bipe) de Concepción detuvo a dos personas, de 19 y 24 años, como autores principales del incendio, según confirmó la PDI.

Durante esta mañana se entregarán más detalles de las aprehensiones.(Emol)

La Moneda se abre a postergar elección de gobernadores regionales

“No hay posición del gobierno todavía. Es un debate que está en desarrollo, recién está planteándose por parte de alcaldes”. Así respondió este martes la ministra de la Segegob, Karla Rubilar, respecto de la preocupación planteada por alcaldes de la Asociación Chilena de Municipalidades (AChM), quienes advirtieron -como informó La Tercera– que no están las condiciones para realizar las elecciones de gobernadores regionales en octubre de este año.

La vocera fue la primera autoridad del Ejecutivo en abordar el tema, dejando, además, abierta la posibilidad de evaluar una postergación de los comicios. En Radio Duna, Rubilar afirmó que “miramos con mucha atención este planteamiento de la Asociación de Municipalidades, que, ojo, la gente sepa que tiene alcaldes de todos los sectores ”.

Asimismo, sostuvo que “va a ser probablemente el subsecretario Claudio Alvarado (Desarrollo Regional) quien siga teniendo reuniones con ellos para ver si corresponde o no”. Y agregó: “El proceso constituyente podría definir que el gobernador tenga otro rol diferente”.

Ese último punto es uno de los argumentos planteados por alcaldes, junto con factores como el costo económico de la implementación del proceso y las pocas atribuciones de las nuevas autoridades.

La preocupación de los jefes comunales, en todo caso, había sido transmitida hace semanas -en privado- por varios dirigentes de Chile Vamos y autoridades del Ejecutivo, quienes comparten que sería poco conveniente realizar el proceso en medio de un debate por una nueva Constitución, lo que se suma -agregan- a la falta de candidatos para competir en los comicios. Esto, ya que al estallar la crisis social las elecciones pasaron a segundo plano.

Así, en una línea similar a la de Rubilar, más tarde se pronunció el subsecretario Alvarado, quien realizó un punto de prensa en La Moneda para referirse a la materia y, posteriormente, profundizó con este diario en sus dichos.

Alvarado -quien está a cargo de llevar adelante el proceso de regionalización- señaló que si bien están trabajando para cumplir con la normativa vigente y realizar los comicios, afirmó que “si los alcaldes dicen que puede existir una dificultad en las elecciones de gobernadores, hay que ponerles atención”.

En ese sentido, el subdere planteó que tiene que haber un debate en la materia y que primero hay que escuchar a todos los actores políticos involucrados y, posteriormente, tomarán una definición como Ejecutivo. Así, también se abrió a la posibilidad. “Esperaremos cómo esto avanza y definiremos como gobierno nuestra postura”, dijo, agregando que, de todas formas, enviarán en marzo los proyectos comprometidos para subsanar “los problemas” de la actual normativa, la que calificó de “insuficiente” y “débil”.

DEBATE PARLAMENTARIO

Si bien en privado hay varios parlamentarios de oficialismo y oposición que dicen que las elecciones se deberían postergar, públicamente no hay una postura única. En Chile Vamos, por ejemplo, los presidentes de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, y de RN, Mario Desbordes, se manifestaron el martes en contra de aplazar los comicios. Esto, pese a que en sus propias filas hay legisladores que están impulsando cambiar la fecha.

“Nuestra postura fue minoritaria y ganó que hubiese elecciones de gobernadores. Por lo tanto, nosotros, que somos un partido democrático, acataremos esa ley y estamos trabajando fuertemente para tener candidatos en todas las regiones”, dijo Van Rysselberghe, mientras que Desbordes señaló que “la elección está en el cronograma electoral de este año y la mayoría de parlamentarios de RN, si hubiera que votar esto, estaríamos por realizar la elección”.

En Evópoli, sin embargo, el jefe de bancada, Luciano Cruz-Coke, dijo que “en estas condiciones la ley está lejos de ser un avance descentralizador y solo traerá mayor burocracia y confusión en las regiones”. Y agregó: “Al igual que los alcaldes, soy partidario de postergar esta elección hasta solucionar sus evidentes falencias”.

En la oposición, el presidente de la Cámara, Iván Flores (DC), dijo que “si hay un movimiento de distintos actores para postergar la votación y llevarla al siguiente año, en conjunto con la parlamentaria, me parece bien”. En ese sentido, enfatizó que “preferiría a los gobernadores electos el otro año junto con sus consejeros, para que podamos trabajar un año la ley de traspaso de competencias”.

El presidente del Senado, Jaime Quintana (PPD), indicó que “lo que hacen los alcaldes es un planteamiento que tiene algunos argumentos que son atendibles”. Así, recalcó que “por la misma razón, no me siento en condición de descalificarlo, más allá que avanzar en el proceso de descentralización es un imperativo urgente”.

Respecto de postergar las elecciones, Quintana añadió que “hay que analizarlo bien”, mientras que el senador Ricardo Lagos Weber (PPD) se mostró contrario a la idea. “Soy partidario de que se realicen, y para eso es vital que tengamos una ley de rentas regionales, que espero el gobierno pueda mandar durante el primer trimestre (…). Veo al gobierno sin mucha tinca y no le pone mucha energía a poder sacar adelante esta elección”, sostuvo.

En medio de este debate, el subsecretario Alvarado se reunirá este mièrcoles con las bancadas regionalistas del Senado y la Cámara. (La Tercera)