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México: con participación del 15%, AMLO «ratifica» mandato en referendo

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, seguirá en el poder hasta 2024, al imponerse la opción que defendía su continuidad en un referendo con baja participación celebrado este domingo, informó la autoridad electoral.

Según un conteo rápido del Instituto Nacional Electoral (INE), entre 90,3 y 91,9 por ciento de los electores votaron a favor de que López Obrador «siga en la presidencia», frente al rango de 6,4% a 7,8% que apoyaron revocarle el mandato «por pérdida de la confianza». La participación fue de entre 17% y 18,2%.

Los puestos electorales cerraron en gran parte del territorio a las 18H00 locales (23H00 GMT), pero al tener el país tres husos horarios las votaciones finalizaron a las 20H00 locales (01H00 GMT del lunes) en los estados del Pacífico.

Posteriormente el Instituto Nacional Electoral (INE) brindó los resultados de un conteo rápido. El presidente de INE, Lorenzo Córdova, se abstuvo en su momento de adelantar porcentajes de participación, aspecto clave pues para que el resultado sea vinculante se requieren 37 millones de votos (40% de los electores).

«Que nadie olvide que el pueblo es el que manda, el pueblo pone y el pueblo quita», señaló López Obrador ante la prensa tras salir del recinto electoral.

AMLO, como es conocido el presidente por las iniciales de su nombre, anuló la boleta escribiendo «¡Viva Zapata!» (por el líder revolucionario Emiliano Zapata) para mostrarse imparcial.

PARTICIPACIÓN: 14,8% DEL PADRÓN ELECTORAL

El mandatario impulsó la consulta tras conseguir que se incluyera en la Constitución en 2019 como antídoto contra «malos gobiernos».

«Nos va a ayudar a que nadie en ningún nivel en la escala se sienta absoluto», añadió el gobernante, elegido para el período 2018-2024.

La consultora en temas electorales Integralia estima una participación promedio de 14,8 por ciento.

Ese hecho por sí solo ratificaría en el cargo al primer presidente de izquierda del país, de 68 años y con una aprobación de 58 por ciento, según un consolidado de encuestas de la firma Oraculus. En México, de 26 millones de habitantes, no hay voto obligatorio.

«Estoy contenta con él, ojalá que siga y que repita», dijo a la AFP Carmen Sobrino, de 64 años, en su casilla electoral, si bien en el país no existe la reelección ni la ampliación de mandato.

El jefe de Estado ha dicho que se retirará de la política cuando termine su mandato. (DW)

Una Convención parapetada-Jorge Gómez

El aumento de la opción Rechazo para el Plebiscito de salida y la creciente desconfianza en la Convención, ambos evidenciados en al menos tres encuestas en las últimas semanas, debería lleva a reflexionar o reconsiderar varias cosas al respecto.

En primer lugar, queda claro que la ciudadanía no le dio una hoja en blanco ni chipe libre a los constituyentes. No los eligió para hacer cualquier cosa ni lo que les venga en gana, tal como advertía Ortega y Gasset en las cortes constituyentes en 1930 en España a algunos que, en ese entonces, sumidos en un radicalismo irracional, olvidaban que no fueron electos para hacer ni de payasos, ni tenores, ni jabalíes. En Chile tampoco los eligieron para convertir la Convención en peña folclórica, kermesse de colegio, fiesta de disfraces o feria costumbrista.

Por olvidar aquello, los independientes y los escaños reservados, algunos electos con muy pocos votos inclusive, han terminado oficiando de modo profundamente faccioso. Muchos parecen no entender la diferencia entre ser activista de una causa específica y el ser redactor de una constitución. Eso explica también las crecientes tendencias particularistas e identitarias, donde destacan el discurso pro indigenismo y el autonomismo, que cada vez generan más dudas y reticencias al elevar a una categoría casi sagrada a ciertos grupos o azuzar reclamaciones territoriales y jurisdiccionales sin claridad suficiente.

En segundo lugar, la creciente desconfianza en la Convención ha mostrado que una parte de ella, la predominantemente de izquierda, esta entrampada en el síndrome del pensamiento grupal. No aceptan críticas ni correcciones y todas las consideran un ataque al proceso mismo y el objetivo de tener una nueva carta. Cualquiera sea el caso, acusan conspiraciones, catastrofismo, manipulaciones, desinformación o malas intenciones. Esto se hizo más evidente frente a los últimos sondeos de opinión donde algunos convencionales mostraron su claro desdén respecto a los medios y acusaron todo tipo de intencionalidades. Así, parapetados y presumiéndose los únicos buenos y justos frente a un mundo corrupto que deben transformar, varios convencionales asumen una defensa ciega de su labor y sus objetivos, desatendiendo a expertos, académicos u otros actores, lo que lleva incluso a disparates como decir que se debe aprobar lo que sea que salga o resetear todo. El propio convencional DC, Fuad Chahin, dijo que “hay una especie de burbuja donde nos miramos al ombligo” y que cualquier crítica se considera “un sabotaje interesado”.

Sin duda, la idea de unanimidad que acompañó el apoyo a cambiar la constitución y la posterior elección de los convencionales, probablemente les ha hecho creer a varios de los constituyentes que cualquier cosa que propusieran, por improvisada o carente de experiencia comparada, sería aceptada por la ciudadanía. Lo peor es que también parece llevar a otros, incluso el presidente Gabriel Boric, a pensar que cualquier cosa que se presente como carta fundamental será mejor que lo existente. Pero ¿Cuál es el estándar para evaluar lo que se propone? ¿Solo lo que la propia Convención considera adecuado según sus particulares puntos de vista?

Lo denunciado por Renato Garín en estos días, más allá de lo que pueda considerarse una humorada de mal gusto y una falta de ética entre colegas, evidencia el problema antes descrito, donde ciertos convencionales asumen que todo el resto es malo o tiene malas intenciones. Lo peor es que eso se traduce no solo en sectarismo, sino en un abierto amedrentamiento a los no conformistas y disidentes. Algo que ya fue denunciado tiempo atrás por otros convencionales como Bárbara Rebolledo. El propio Agustín Squella, quien ha había solicitado una jornada de reflexión en la Convención, ha dicho que destaca “la cerrazón de algunos colectivos y la arrogancia de no pocos egos”.

Así, más que una deliberación, lo que existe al interior de la Convención es matonaje amparado en un claro del asambleísmo donde ciertos grupos, como la Lista del Pueblo, frenteamplistas y el PC, presumiéndose poseedores de un humanismo y moral superiores, buscan imponerse sin mediar razones o cuestionamientos. Es decir, la convención no está solo parapetada, sino capturada por estos grupos. La gente no es tonta y se da cuenta de aquello. Entonces, qué clase de Constitución se está redactando si hay rumores de amenazas entre convencionales y presiones de todo tipo.

En tercer lugar, el aumento del rechazo muestra que los convencionales se han desconectado de los ciudadanos. Esto se evidencia en que presumen que la tarea que se les encomendó no es conformar un marco político nuevo para Chile, sino hacer un nuevo país con naciones y autonomías exacerbadas. Esto explicaría que muchas de las propuestas al interior de la Convención parecen más destinadas a satisfacer determinadas perspectivas identitarias y culturales a costa de desmembrar el país, y no a establecer una nueva constitución para Chile. ¿Qué garantía existe de que lo que se redacta como Constitución no presentará problemas prácticos e incluso democráticos más graves de los que se aluden a la carta vigente al azuzar particularismo de forma extrema?

Entre Apruebo y Rechazo hay un espacio, una distancia, se llama corrección. Aprobar por aprobar algo mal hecho, no tiene sentido. Rechazar por rechazar algo no terminado, tampoco. Quizás aún queda algo de tiempo para hacer una buena constitución, pero eso dependerá de tener una disposición más mesurada y humilde. (La Tercera)

Jorge Gómez

Los Wallmapu-Daniel Chernilo

El lenguaje crea realidad y, aunque no hace milagros, sí contribuye a dar expresión colectiva a la forma en que distintas sensibilidades van cambiando en el tiempo. Cuando una conocida galleta bañada en chocolate decide cambiar de nombre y abandonar su símbolo tradicional para dejar atrás sus connotaciones racistas, estamos en presencia de un fenómeno general y de alcance global.

Una de las cosas que más llama la atención del mapa de Europa Central y del Este es, precisamente, el hecho de que muchísimas ciudades tienen varios nombres y que regiones completas tienen denominaciones que desaparecen y reaparecen. “Prusia” fue por siglos la región dominante en lo que hoy conocemos como Alemania, pero su vínculo con el militarismo chovinista que estuvo en la base de las guerras mundiales del siglo XX hizo que, después de 1945, la denominación desaparezca como parte de los Estados federales que hoy componen ese país. En Prusia estaba también Königsberg, la ciudad en que nació el filósofo Immanuel Kant en 1724, pero como hoy es parte de Rusia, la llamamos Kaliningrado. La ciudad ucraniana de Lviv, tan importante como vía de escape hacia Polonia de quienes huyen en 2022 de la invasión rusa, durante siglos ha sido llamada también Lwów, Lemberg, Lemberik y Lvov.

Una vez despejado el cuasi-impasse diplomático con Argentina, justo en los días previos a la visita del Presidente Boric a dicho país, el hecho de que la ministra del Interior haya usado la denominación Wallmapu llama a reflexionar sobre al menos tres fenómenos importantes.

El primero y más evidente es que, como autoridad de la república, las palabras de quien ejerce el cargo de ministro(a) del Interior tienen altísimo peso. La explicación oficial de que la ministra simplemente buscaba expresar su sensibilidad hacia la causa mapuche es creíble y en buena medida irreprochable. El problema, sin embargo, es que las sensibilidades de unos son irritaciones para otros y es muy difícil caminar por esa cuerda floja sin caerse. La constante falta de mesura en sus palabras, que peligrosamente se empieza a transformar en una tradición semanal, en algún momento podría tener alcances jurídicos bastante incómodos para ella y el Gobierno.

El segundo fenómeno es recordarnos que la instalación de los Estados-nación en América Latina durante la primera mitad del siglo XIX anticipa lo que después será una práctica común en todo el planeta: la imposición de fronteras soberanas que tienen poco y nada que ver con las tradiciones culturales y lingüísticas de las poblaciones que habitaban en esos territorios. Tanto la escolarización como las restricciones al uso de lenguajes y prácticas culturales anteriores, contribuyeron de forma fundamental a construir una “homogeneidad nacional” que reemplace a la anterior. Pero, como lo decía el investigador del yiddish (el dialecto de los judíos alemanes previo al Holocausto), Max Weinreich, la diferencia entre un idioma reconocido oficialmente y un dialecto es que el primero cuenta con un ejército, y el segundo, no. No hay razones esenciales que justifiquen necesariamente llamar a una región “Araucanía” o “Wallmapu”: se trata del resultado de procesos políticos que, si bien tomaron un camino determinado, pudieron también haber transcurrido de otra forma.

El tercero es que el tiempo no pasa en vano y no hay realidades inmutables esperando ser desenterradas o redescubiertas. Así, el Wallmapu de siglos anteriores no es el Wallmapu de hoy. No lo es geográficamente, así como tampoco lo es social o culturalmente. El uso de la expresión Wallmapu antes y después de la creación de las repúblicas de Chile y Argentina refleja las dinámicas cambiantes de su autonomía, ocupación, militarización y “pacificación”, y un posible Estado plurinacional más adelante. La relevancia de usar la denominación Wallmapu dice relación, justamente, con que no hay un sentido único, un referente esencial, que él indique de manera definitiva. (El Mostrador)

Daniel Chernilo

Palestino baleado por fuerzas israelíes muere en incidente en Cisjordania

Un palestino murió anoche por disparos del Ejército israelí en Cisjordania ocupada, tras lanzar presuntamente cócteles molotov contra vehículos civiles.

Se trata del tercer palestino muerto el domingo (10.04.2022) en incidentes violentos con fuerzas israelíes en este territorio.

El incidente ocurrió en la aldea cisjordana de Khader, cerca de Belén, de donde era el fallecido, de 21 años, que sucumbió a sus heridas poco después de recibir disparos de soldados israelíes, informó el Ministerio de Sanidad palestino.

Según el Ejército, anoche las tropas «vieron a un sospechoso lanzado un cóctel molotov» a vehículos que circulaban por una de las carreteras principales del área central de Cisjordania, tras lo que los soldados «actuaron para detenerlo utilizando munición real».

Es el tercer palestino muerto el domingo en incidentes con el Ejército israelí en Cisjordania, tras una escalada de tensión en la región después de cuatro ataques mortales en Israel en poco más de dos semanas, el último este pasado jueves en la ciudad de Tel Aviv.

Esto ha llevado a las fuerzas israelíes a hacer operaciones de arresto extensas en Cisjordania, sobre todo en el área norte de Jenín, lo que los últimos días derivó en enfrentamientos armados, más heridos y palestinos fallecidos por fuego israelí.

Ayer por la mañana, una mujer desarmada que corrió hacia las tropas en una localidad de la gobernación de Belén murió por disparos del Ejército. Por la tarde, otra mujer resultó muerta por fuego israelí tras apuñalar y herir levemente a un policía en la ciudad de Hebrón. (DW)

¿Una nueva Constitución?

El proceso constituyente tiene por finalidad dotar al país de una nueva Constitución, es decir, de una Carta Magna que defina las bases del orden social y político. Ese documento, de no ser impuesto por la fuerza, debe basarse en amplios acuerdos donde confluyan las principales corrientes culturales y políticas del país.

La Constitución asume un conjunto de valores y principios -por ejemplo, los derechos humanos- como criterios orientadores del orden jurídico y da forma a las instituciones del Estado, junto con establecer los vínculos del país con el mundo y determinar la forma en que ella puede ser reformada o sustituida.

Es la norma básica o superior, como se prefiera, de donde derivan su legitimidad todas las leyes, reglamentos, decretos y sentencias judiciales. Por lo mismo debe ser elaborada con cuidado, sobre todo porque, desde la post guerra, ha dejado de ser sólo un conjunto de aspiraciones para transformarse en norma imperativa, y en algunos casos de aplicación directa. Su contenido incumbe a todas las personas: por lejana que parezca puede interfiere en sus vidas.

El mandato de la Convención Constitucional es que el nuevo texto consagre una república democrática que se enmarque en los tratados ratificados por Chile y que sea respetuosa de las sentencias judiciales firmes. Ese es el marco general dentro del cual deben adoptar sus decisiones los convencionales.

Como afirmaba Kelsen, ello presupone que la Constitución sea una unidad racional sistemática, coherente y legítima: debe reducirse al mínimo la ambigüedad de sus preceptos, no debe contener antinomias ni lagunas. Es verdad que todo texto constitucional está sujeto a interpretaciones, sobre todo sus principios generales, pero mientras más compacta sea su congruencia, menos incertidumbre genera al fijar con claridad el rumbo en que debiera evolucionar el sistema jurídico y los parámetros para que pueda desarrollarse una deliberación democrática auténtica.

La certeza es un valor primario del derecho, que luego se engarsa con la libertad, la igualdad y la justicia.

Para pasar la prueba de su permanencia en el tiempo una Constitución debe ser, ante todo, una norma clara. Debe estar dotada de una lógica interna, un cierto espíritu que le de vida. El otro punto esencial para su permanencia es que se avenga con la cultura plural de la sociedad en que está llamada a funcionar. No puede ser una construcción meramente idealista. Debe responder a la mentalidad de la gente y, al mismo tiempo, señalar un camino de perfeccionamiento estableciendo las instituciones públicas capaces de realizar los principios democráticos que la inspiran.

Ella es un espejo de la sociedad tal cual es y un reflejo de como debiera ser.

El desconcierto

Hay muchas explicaciones posibles del aumento de la desazón con el trabajo realizado hasta ahora por la CC, sin desconocer el esfuerzo desplegado por los convencionales. En esta oportunidad quiero llamar la atención sobre tres causas:

  • No se advierte en la CC un espíritu de diálogo sincero que apunte a recoger los aportes de todos los sectores. No se trata, obviamente, que desde el inicio florezca el acuerdo -algo impensable en una asamblea tan diversa-, sino que prevalezca una forma de debatir los asuntos sin que afloren en forma tan evidente los prejuicios y las descalificaciones, los que han abundado especialmente en los dos extremos de la asamblea. La CC no ha sido un lugar de encuentro, sino una amplificación de los conflictos.
  • Se ha ido produciendo un distanciamiento creciente entre el clima que predomina en la CC respecto de la situación del país. Una prueba al canto: sólo al final se ha comenzado a discutir la forma de reconocer los derechos económicos, sociales y culturales, que vienen a ser el motivo desencadenante del proceso de movilización que desembocó en el proceso constituyente. Ese debió haber sido el foco fundante. Poco le interesan al ciudadano las pugnas por el bicameralismo del Congreso. Más bien se inclina por lo conocido.
  • La discusión de cada norma por separado a partir de informes preparados por siete comisiones que funcionan intensamente en paralelo ha permitido que se pierda la visión de conjunto y se diluyan las prioridades de cambio: todos los asuntos aparecen igualmente relevantes, cuando se trata de dejar atrás una democracia asociativa propia de la transición y pasar a una democracia deliberativa y abierta a la participación; superar un Estado centralista buscando una articulación regional y buscar una forma adecuada de relación con los pueblos originarios; asumir el desafío ecológico y las reivindicaciones feministas.

Un modelo para armar

A fines de este mes o comienzos de mayo tendremos el conjunto de artículos definitivamente aprobadas por el pleno. Será, entonces, fácil de advertir que esa multiplicidad de normas no guarda entre sí ninguna coherencia y que tampoco han sido formuladas en un mismo nivel de generalidad. Unas contienen enunciados más o menos abstractos, otras entran en detalles propios de la ley o incluso del reglamento.

A dos meses de terminar su trabajo, los convencionales deberían reflexionar seriamente cómo superar esa dispersión inorgánica. La Comisión de Armonización, tal como está concebida en el Reglamento, difícilmente podrá resolver el problema: tendrá 40 integrantes, sus propuestas de cambio serán votadas luego en el Pleno una por una y carece de atribuciones para entrar al fondo de los temas. Aunque bien sabido es que una palabra en derecho puede cambiar el significado de una norma, la Comisión de Armonización no parece ser la instancia más idónea para dar forma a una nueva Constitución a partir de los artículos ya despachados, salvo que se produjera un cambio importante del Reglamento.

El fruto del trabajo de las Comisiones es importante y contiene aportes significativos y novedosos que deben ser tomados en consideración. Los ladrillos están, falta construir el edificio. El problema es que se asemejan a piezas dispersas de un rompecabeza que alguien tiene que armar y cuya sanción final debe tener lugar a través de una sola votación para evitar que se vuelva a desarticular.

La creación de una nueva Constitución supone un acuerdo mayoritario. Algunos han hablado de un nuevo pacto social y político. En ese ejercicio deliberativo todos tienen que flexibilizar sus posiciones, sin perder de vista la racionalidad del texto constitucional y su sintonía con la ciudadanía. Nadie quedará plenamente satisfecho. Pero tampoco nadie se debe sentir excluido o descartado.

¿Sería fuera de lugar pensar que la CC creara de hecho o de derecho -visto que no dio vida a la Secretaría Técnica – una instancia formada por representantes de los diversos grupos o colectivos que revisara lo aprobado e intentara formular una nueva Constitución? Su trabajo podría alimentar la Comisión de Armonización, está vez sí con toda propiedad, para revisar materias de lenguaje y estilo. Así se perfeccionaría el texto y la norma.

Tomar el toro por las astas

Las últimas encuestas han sido un campanazo de alerta. No es seguro el resultado del plebiscito, máxime cuando el voto será obligatorio. El voto apruebo se ha ido desgajando. Múltiples sectores se sienten amenazados y desconfían del cambio.

De no mediar una instancia de debate político de fondo antes de entregar la propuesta al Presidente, puede suceder que, al no ser un texto de consenso sustantivo que asegure una nueva casa para todos, cualquiera que sea el resultado del plebiscito, el país en vez de ir superando la crisis que provocó el proceso constituyente se vea sumido en un nuevo torbellino político. Por eso el Presidente Boric ha advertido que es preciso ensanchar los consensos alcanzados

Si ganara el rechazo será difícil dar un nuevo impulso al proceso constituyente para evitar que con ello simplemente se ratifique la vigencia de la actual Constitución. Cabe despejar un malentendido: ella no es la original de 1980, que dicho sea de paso nunca entró en vigencia tal cual fue diseñada por sus autores como “democracia protegida, autoritaria y excluyente”. Pero luego de 30 años manifiesta sus serias limitaciones. Las fuerzas conservadoras no advirtieron a tiempo los cambios que tantas veces fueron planteados en el Parlamento, por ejemplo, sobre reconocimiento de los pueblos originarios, los quórums supra mayoritarios y la ausencia de mecanismo eficaces de participación directa de la ciudadanía, para no hablar de los enclaves autoritarios que subsistieron hasta el 2005.

¿Cómo retomar el impulso de cambio constitucional luego de un eventual rechazo, que una parte del país entenderá como punto final? Subsistiría la desconfianza hacia las instituciones, con la CC incluida. Además, es evidente que ese resultado significaría un duro revés para el actual Gobierno y las coaliciones que lo sustentan. El país podría entrar en una etapa de máxima incertidumbre y desconcierto social de consecuencias imprevisibles.

A su vez, si gana el apruebo surgirá con fuerza el problema de la implementación de la nueva Carta Fundamental, sobre todo si esa decisión no tiene un apoyo abrumadoramente mayoritario. Su entrada en vigor probablemente será por partes; la arquitectura institucional que requiere de leyes habilitantes dependerá de un parlamento empatado en que las fuerzas mas reacias al cambio difícilmente darán su apoyo a los cambios y adecuaciones necesarios para que puedan funcionar las nuevas instituciones. Es posible que durante todo el actual gobierno se viva una constante rencilla legislativa sobre cada una de esas normas, mientras se iría esfumando la idea misma de nueva Constitución.

Ese escenario de polarización legislativa no favorece a nadie. Es posible, incluso, que aumente el rechazo ciudadano a la política. No hay que olvidar que la Constitución de 1925 contemplaba las Asambleas Provinciales y los Tribunales Administrativos y que ninguna de esas instituciones fue creada porque no se dictaron durante 50 años las leyes que lo hicieran posible.

Los convencionales debieran evitar esos escenarios de incertidumbre. Aún están a tiempo. Llegó el momento de una atenta revisión de su trabajo para dar vida a una instancia de reencuentro político que disipe las dudas proponiendo una verdadera nueva Constitución. (El Líbero)

José Antonio Viera Gallo

Acuerdo de régimen político: un paso adelante y tres para atrás

El pasado lunes a las 23:50 hrs., a 10 minutos de que venciera el plazo para presentar las indicaciones respectivas, los colectivos de la CC de la coalición del Presidente llegaron a un acuerdo en materia de sistema político el que, en palabras de sus promotores, fue transversal y consagra un presidencialismo atenuado y un bicameralismo asimétrico.

En los aspectos positivos, destaca el que no se persevere en la figura de un “Ejecutivo de tres cabezas” (Presidente, Vicepresidente y Ministro de Gobierno) que debilitaba la autoridad presidencial, haciendo convivir en La Moneda tres agendas, lo que, además de contrariar nuestra asentada cultura republicana que identifica al Presidente como único jefe de gobierno, generaba un nuevo foco de inestabilidad y conflicto.

En lo negativo, me centraré en tres aspectos: lo poco transversal del acuerdo; la opacidad en su gestación; y un contenido que confirma el afán refundacional, concentra más el poder e intensifica nuestro centralismo.

En primer lugar, el acuerdo no fue transversal: no lo suscribió ni la derecha ni los convencionales que representan a una parte relevante de la exconcertación. Fuad Chahín, convencional DC, afirmó que se trata de “un engendro que no funciona y que no tiene ninguna posibilidad de mejorar nuestra democracia (…), donde cualquier caudillo populista va a poder hacerse del Estado sin un contrapeso fuerte (…), lo que es el manual de todas las dictaduras que conocemos, como Nicaragua o Venezuela”. Este espíritu de tribu y de revancha no es nuevo, se expresa en todas las comisiones, y es la receta perfecta para el fracaso de una nueva Constitución que está llamada a ser longeva y permitir gobiernos de distinto signo.

En segundo término, es impresentable que el acuerdo se haya gestado a puertas cerradas -sin actas, registros, ni videos-, bajando la vara respecto de la Constitución del 80, restando elementos útiles para una futura interpretación de la normativa y develando que la retórica de muchos no es más que una cínica puesta en escena. Mientras Bassa, hace algunas semanas, decía que la CC practica una “democracia en tiempo real que no habíamos visto nunca (…), una forma de deliberación masiva, abierta, al aire libre (…), con grupos de convencionales que cruzan la vereda para hablar con el del frente para deliberar (…) a ojos de toda la prensa”, el mismo convencional, sin arrugarse, lidera hoy un acuerdo que no cumple con ninguno de esos estándares. Publicidad para los trámites irrelevantes, pero secretismo “cuando las papas queman” y hay verdadera negociación. La vieja cocina en plenitud.

Tercero, y lo peor de todo, el contenido del acuerdo adolece de tres defectos graves en los que me detendré: espíritu refundacional, concentración del poder e intensificación del centralismo.

El primer defecto, el espíritu refundacional, es compartido por la mayoría de la CC. Quienes creen que Chile (o “Pluri-Chile) nació en octubre del 19 siguen ganando batallas. La principal en este acuerdo es la eliminación del Senado, casi tan antiguo como nuestra República. Pero hay otras decenas de “batallas menores”, que se están librando en todas las comisiones y temas, donde prima el “borrón y cuenta nueva”, desoyendo el consejo de que si algo no está roto no es necesario arreglarlo. Solo por poner un ejemplo de esto, en el acuerdo que comentamos se le quita a las FF.AA. el resguardo de los locales de votación en las elecciones. ¿Qué explica que se prescinda de quienes han cumplido un rol ejemplarmente? ¿Es innovar por innovar, desprecio a los militares o hay algún fundamento? Dado el secretismo nunca sabremos los motivos reales de esta decisión que refleja que los ánimos refundacionales están lejos de agotarse.

Frente a este ánimo refundacional cabe preguntarse, con Burke, si los órdenes gubernamentales pueden ser inventados desde cero por pensadores inteligentes o el espectro de opciones está limitado por realidades orgánicas y subyacentes. Quien promueve un cambio tiene la carga de la prueba y no parece sensato cambiar todo al mismo tiempo. El frenesí innovador de la CC tirará por la borda 200 años de evolución institucional, generando incertidumbre -que se traduce en subdesarrollo y pobreza- y concentrando la agenda política en discusiones institucionales -que no se acaban con la aprobación de una Constitución que en estos aspectos creativos tendrá que ser implementada a lo largo de los años- y no en las urgencias sociales que están en la base del malestar que se expresó en el plebiscito de entrada.

Un segundo defecto del contenido del acuerdo es que concentra el poder político, eliminando frenos y contrapesos al cambiar el Senado por una decorativa “Cámara de las Regiones”, que participará solo excepcionalmente en la formación de ley y no intervendrá en aspectos claves como en las acusaciones constitucionales y probablemente tampoco en los nombramientos que hoy requieren acuerdo del Senado.

La actual Cámara de Diputados pasa a ser el “Congreso de Diputados”, que es donde se tramitarán todas las leyes. El proceso de formación que se propone para ellas merece al menos tres reparos. En primer lugar, con independencia de la importancia de la materia, todas las leyes se aprobarán bastando la simple mayoría de los congresistas presentes, pasando del extremo actual -que exagera los quorums para algunas materias- al extremo opuesto. En segundo lugar, los congresistas podrán presentar proyectos de ley que involucren gasto fiscal -que el Ejecutivo deberá patrocinar para que prosperen-, no siendo difícil prever que se utilizarán como mecanismos de presión: malos para la responsabilidad fiscal y buenos para la reelección parlamentaria. En tercer lugar, en caso de desacuerdo entre el Congreso y la Cámara de las Regiones, el primero podrá hacer primar su posición con la concurrencia de cuatro séptimos de los diputados. En definitiva, más que un “bicameralismo asimétrico” estamos frente a un “unicameralismo encubierto” que permite que la coalición política que tenga el gobierno y mayoría en el Congreso pueda “hacer y deshacer”.

Esta concentración de poder, resulta doblemente grave al constatar que el acuerdo -cuáles cerrojos institucionales de la “Constitución de Pinochet”- contiene reglas electorales que muy probablemente beneficiarán a cierta izquierda, pudiendo crearse una mayoría artificial y permanente en un Congreso todopoderoso sin contrapeso: escaños reservados para pueblos originarios, identidades trans-no binarias y pueblo tribal afrodescendiente; distrito electoral en el extranjero para las parlamentarias; y disminución a 16 años de la edad mínima para votar.

Y el tercer defecto que comentaremos del contenido del acuerdo es que, contra toda la retórica de la CC, daña severamente el poder de las regiones, dado que pasamos de una cámara territorial con mucho poder (Senado) a una cámara territorial decorativa (Cámara de las Regiones) y concentramos la función legislativa en el Congreso de Diputados cuya representación es proporcional y, por lo tanto, mayormente capitalina.

Resulta lamentable cómo se está perdiendo, de manera cada vez más definitiva, la oportunidad de tener una Constitución que todos veamos como legítima, que contribuya a sacarnos de la crisis y mejorar nuestra política para avanzar en un país con mejor calidad de vida. Por el contrario, sigue avanzando una Constitución de revancha que atenta contra la unidad de Chile y la igualdad ante la ley y que, si este acuerdo es ratificado por el pleno y luego la propuesta es aceptada por los chilenos, además concentrará el poder y hará de Chile un país más injusto con sus regiones. (La Tercera)

Juan Pablo Rodríguez

El único proceso democrático

En recientes declaraciones, la presidenta de la Convención Constitucional, para defenderse de la serie de críticas que se han identificado, planteó que el proceso que ella dirige es el “único proceso democrático que hemos tenido”. Si bien sus palabras pueden interpretarse en comparación con la Constitución de 1980, la autorreferencia de sus palabras forma parte de un coro generalizado donde varios convencionales han ido a los medios a enfrentar las críticas con emotivas alabanzas a sí mismos.

La sensación de que la Convención ha entrado en una especie de autocomplacencia, mientras alrededor disminuye la aprobación al trabajo que realizan, tiene a los religiosos del Rechazo en un estado de placer infinito. Durante el plebiscito de entrada, no se veía muy amable el rostro de quienes estuvieron por no escribir una nueva Constitución, pero hoy pareciera que no es necesario sacar de las sombras a aquellos para que hagan campaña.

Tienen razón los convencionales cuando plantean que ha habido desde los inicios una campaña destinada a desprestigiar la Convención, que ha hecho selección cuidadosa de sus yerros, o de los puntos que sabe que tocan más el alma de la ciudadanía. Un ejemplo de ello es la amplia difusión de propuestas sobre cambiar símbolos del país, como la bandera o la canción nacional, aun cuando son ideas que no fueron aprobadas en el pleno o a veces en las comisiones. De la misma manera, en la Convención pisaron la trampa ingeniosa sobre la discusión de la propiedad de los fondos de pensiones, asunto extremadamente sensible para los votantes de clase media.

Pero culpar a la oposición no es suficiente. Hay dentro del organismo una competencia de egos que ha terminado dañando el propósito colectivo. Si se revisa la lista de los asesores de los convencionales, hay una mayoría clara de profesionales cuya función es administrar las redes sociales. Su trabajo se ha centrado más en destacar cómo trabaja su jefe que en difundir propuestas y ocuparlas como una herramienta para conversar y entender las audiencias.

Es completamente legítimo que haya personas o grupos a los que no les guste la idea de cambiar la Constitución, y la Convención debiera plantear la conversación desde los argumentos en vez de la superioridad moral. También es razonable pensar que, dentro del organismo se esté generando un espíritu de cuerpo que busque defenderse de todos los ataques recibidos, como pasa en muchas instituciones. Pero sobrerreaccionar como lo hizo la presidenta, colocándose en un estándar moral superior, da a entender que quienes tienen a cargo escribir un nuevo texto constitucional viven en un submarino amarillo y no en el país democrático que tenemos hoy.

La Convención en esta hora crítica necesita más aliados, y pareciera que trabaja para tener menos. Si quiere construir un sentido colectivo, el exceso de alabanzas a sí mismos y los factores de superioridad democrática deben ser dejados de lado. Debe ampliar los espacios de conversación para no llegar al plebiscito con el dilema de elegir entre un documento no consensuado y la Constitución del 80. En ese sentido, el Presidente Boric en dos ocasiones se ha referido ampliamente al tema, y el camino que propone para que tengamos un texto constitucional legítimo, que cuide a la nación, permita la profundización de nuestra democracia y una paz social duradera es el correcto. (La Tercera)

Carlos Correa

 

Editorial NP: “El Rechazo no es la muerte”

Definir constitucionalmente que Chile es un “Estado regional, plurinacional y multicultural” es muy distinto a hacerlo como un “Estado unitario democrático social y de derecho”. Ambas descripciones tienen, como es obvio, un desenvolvimiento lógico diverso de sus características político estructurales y, por consiguiente, ya desde la propia descripción general del concepto de Estado que ha propuesto en su borrador de proyecto de carta magna la Convención respectiva, es polémica y divisoria, una preocupación que ha impulsado a varios de los últimos expresidentes de la República a pedir reencauzar la discusión para buscar un acuerdo que reúna a los chilenos en una votación en el plebiscito de salida que no deje dudas de la convergencia nacional hacia un destino común.

En efecto, tras una avasalladora expresión de voluntad popular en el plebiscito que aprobó la redacción de una nueva constitución por parte de una Convención que quedó conformada por una emergente elite política caracterizada por la escasa presencia de integrantes de partidos tradicionales y una mayoritaria expresión de movimientos sociales “single issue”, ciudadanos que en promedio no superan los 45 años, que se eligieron de modo paritario y donde se otorgó cierta discriminación positiva a la presencia de integrantes de pueblos originarios, su gestión de casi 10 meses se ha visto cruzada por una serie de conflictos organizacionales, morales, ideológicos y políticos que han hecho caer su adhesión original.

Según la opinión de la mesa y diversos grupos de convencionales, tal descrédito se habría producido como consecuencia de problemas comunicacionales y el papel de un sistema de medios que estaría generando confusiones en la información, tanto intencionadamente, como por no discriminar entre las opiniones y propuestas en las respectivas comisiones y las que han sido efectivamente aprobadas por el pleno. En el hecho, según esa mirada, las normas que ya se encuentran a firme en el borrador sujeto al plebiscito del 4 de septiembre próximo, han sido aprobadas por mayorías superiores a los dos tercios en el 80% de los casos, lo que indicaría una mayoritaria convergencia en las ideas acordadas y que, por consiguiente, sería la expresión genuinamente democrática de las nuevas normas que conducirían las relaciones de la ciudadanía entre sí y con el Estado reconfigurado en su actual arquitectura de poderes.

Pero ¿por qué, si la Convención ha ido construyendo un texto constitucional tan mayoritariamente convenido, la evolución de las adhesiones ciudadanas a sus propuestas han ido en descenso al punto que varias encuestas recientes muestran a una mayoría de voluntades dispuesta a rechazar el proyecto? O ¿Por qué, el propio Presidente de la República ha solicitado a la Convención buscar acuerdos más transversales que posibiliten una aprobación contundente, de modo de evitar que la Carta siga siendo motivo de división de los chilenos, si es que los resultados del plebiscito de salida polarizan, arriesgando una aprobación y/o rechazo prácticamente empatados?

Las respuestas esbozadas hasta ahora han preferido evitar el fondo del litigio, en la medida que mientras el borrador no esté terminado, se estima que esa discusión solo ayudaría a aumentar la incertidumbre que han provocado decisiones como las ya aprobadas en materias claves como la citada definición de Estado, el Sistema Político, de Justicia, propiedad, concesiones, medioambiente, derechos sociales y autonomías regionales y locales. Aunque, por cierto, son precisamente aquellas determinaciones las que en realidad han provocado las reacciones de alerta en una ciudadanía que otorgó a la Convención la soberanía política con el propósito de resolver demandas muy específicas y claras, aparentemente impedidas de fluir como consecuencia de una carta “injusta e ilegítima” y “redactada por cuatro generales”, como dijera el mandatario, y no de un rediseño total de las estructuras de una República que ha operado por más de dos siglos bajo ciertas formas y normas reiteradas en sus diversas cartas fundamentales y ya bien integradas al sentido común de los chilenos.

Aparentemente impedidas, se afirma, porque, en los hechos, el plebiscito de salida no consiste en “derrotar a las fuerzas partidarias de la Constitución de 1980 o de Pinochet”, como majaderamente ha intentado instalar una mayoría de izquierda en la Convención apuntando a un enemigo inexistente contra el cual estaría compitiendo la nueva carta. No. Se trata, en cambio, de dejar atrás la actual Constitución, profundamente reformada y que, suscrita en 2005 por el Presidente socialista Ricardo Lagos Escobar, tras seis años de discusiones, negociaciones, acuerdos y desacuerdos, expresa una cualidad democrática incuestionada, que cuenta con el aval de destacados expertos constitucionalistas, académicos, orgánicas e institutos especializados nacionales e internacionales, condición que, en su oportunidad, hizo reflexionar al ex mandatario que “Tenemos hoy, por fin, una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile”.

Resulta indiscutible, empero, que la Convención Constitucional electa en 2021, cuenta, para su ejercicio, con una legitimidad democrática innegable: una ciudadanía abrumada por los problemas económicos producto de una crisis combinada de sucesos y decisiones de nivel nacional e internacional, por deudas que, no obstante haber ayudado a su progreso, ocupaban cerca del 70% de sus ingresos mensuales; por su desilusión respecto del comportamiento inmoral de sectores de las elites políticas, económicas, militares, eclesiales y sociales, por una revuelta social de proporciones y el posterior advenimiento de una pandemia que confinó a la población en sus hogares, sin poder trabajar y con respuestas económico sociales lentas o atrasadas del Gobierno de turno para ir en su auxilio, terminó por dar vuelta la espalda a la estructura de poderes tradicional y miró hacia sus iguales en una búsqueda frenética por encontrar nuevos liderazgos que respondieran con lealtad, honestidad, transparencia y verdad a sus demandas.

Una decisión que, por consiguiente, se llevó a cabo en un estado de ánimo que impulsó al 79% de la ciudadanía a aprobar la redacción de una nueva carta escrita por chilenos ajenos a la política tradicional, provenientes de orgánicas identitarias emergentes o del llamado «mundo del estallido social» que, no obstante saber que sus necesidades objetivas no podrán ser resueltas por una nueva constitución, abrió puertas a esperanzas de cambios profundos.

Así y todo, pasados los meses, con una ciudadanía ya más reencontrada con la razón, la prudencia y la dura realidad de la pandemia, un ánimo distinto se reflejó en las elecciones presidenciales siguientes, poniendo en segundo lugar a la candidatura que había proclamado con más bríos que la nueva constitución le daría los instrumentos jurídicos mediante los cuales su programa de derechos sociales podría ser materializado.

La segunda vuelta, en todo caso, confirmó la vocación mayoritaria por los cambios y, por primera vez en muchos años, un aspirante de segundo lugar consiguió una votación récord que, en paralelo, mostró el rechazo al continuismo expresado por la candidatura que ganó en primera vuelta, pero que, a su turno, también manifestó su castigo a las propuestas de centro izquierda y centro derecha reformista que compitieron en la presidencial. Es decir, la legitimidad de la vocación por los cambios no está en dudas.

Sin embargo y como señal de reencauce, los resultados en las elecciones parlamentarias y de gobernaciones, probablemente por la mayor cercanía y conocimiento de los elegidos, volvieron a mostrar la inercia de las largas tradiciones electorales del país y en dichos casos, la ciudadanía prefirió transferir su soberanía a representantes regionales y locales reconocidos que prácticamente han dividido esos poderes en dos. Un escenario que hace prever un complejo gobierno al actual Ejecutivo, sin mayorías en el Congreso, así como con gobernadores que disputarán con su influencia directa en las regiones.

Así las cosas, y como lo han reconocido las propias autoridades de Gobierno, el destino del actual Ejecutivo ha quedado sujeto a las determinaciones que la Convención adopte en materia de Sistema Político y otras pertinentes, así como a las decisiones que los convencionales tomen en materia de cómo y en cuánto tiempo se producirá la transferencia de poderes de la antigua carta a los de la nueva.

Adicionalmente, también, respecto de las que tome el nuevo Congreso al aterrizar en leyes las normas constitucionales que, eventualmente, lleguen al parlamento, si es que la nueva carta fuera aprobada en el plebiscito de salida y la Convención no aprobara la realización de elecciones anticipadas en sus normas transitivas. Un conjunto de definiciones que se producirán en un cuadro de correlación de fuerzas que hace prever una difícil gobernanza, máxime en un entorno en el que las promesas económicas -fundamentales en la crisis- estarán limitadas por el duro muro de la realidad nacional e internacional.

Entonces, si la propuesta convencional fuera aprobada, el Ejecutivo no tendrá excusas para no responder con rapidez a sus promesas, aunque para su materialización, dependa de la colaboración de un Congreso en el que no cuenta con mayorías, si es que se mantuviera el actual. Por consiguiente, en el proceso de renovación, la eventualidad de traslapes de autoridades en los diversos poderes -tal como el caso de gobernadores y delegados- podría generar nuevas y complejas tensiones, mientras la efectiva concreción de derechos sociales, caros para la ciudadanía, se seguirá extendiendo por años, abusando de la paciencia ciudadana.

Si es rechazada, en cambio, el Gobierno al menos contará con el argumento originario de una carta vigente que sigue impidiendo “la justicia social”, dándole tiempo al tiempo para avanzar en las reformas y proyectos programáticos que pueden resolverse dentro del actual marco normativo.

Entonces, si no obstante la vocación mayoritaria por los cambios, matizada por la moderación de los nuevos equilibrios políticos producidos en los recientes comicios, el proyecto de la Convención fuera rechazado debido a su maximalismo y/o carácter experimental en varios ámbitos, el expresidente Lagos ha dicho que, en tal caso, “el rechazo, no es la muerte”, recordando que, de ocurrir, seguiría rigiendo no la “Constitución de Pinochet”, sino la de 2005, que fue suscrita por él.

Así, en vista de los acontecimientos, la actual carta, cuya cualidad democrática no es discutible, pues ha posibilitado la propia llegada al gobierno del actual Presidente y sus movimientos y partidos aliados, pudiera ser revalorizada como guía de acción, al menos durante el periodo en el que el nuevo Congreso, también relegitimado por su reciente elección, se haga cargo de su papel constituyente. De esa forma, el actual parlamento pudiera recoger tanto la carta vigente como los proyectos de reforma constitucional existentes -la congelada propuesta del Gobierno de Bachelet y el texto de la Convención Constitucional- para reencauzar una nueva discusión parlamentaria en la que, como resultado y sin las presiones temporales actuales, se consiga, “por fin, una carta magna democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile” que perdure y guie el progreso y unidad nacional en los próximos cuarenta años. (NP)

Cadem: 51% apoya incorporación de 3º alternativa en plebiscito de salida

Este domingo se conocieron los resultados de una nueva versión de la Encuesta Plaza Pública Cadem, la cual reveló que el 51% de los consultados estaría de acuerdo con la incorporación de una tercera alternativa en el plebiscito de salida.

El sondeo revelo que, si prospera este eventual escenario, que plantea que el Congreso redacte una nueva Constitución y posteriormente se plebiscite, un 38% se inclinaría por esta vía, mientras que el 32% de los votantes aprobaría y el 23% la rechazaría.

En el mismo contexto que enfrentará nuestro país en septiembre próximo, se mantiene la diferencia existente en favor de la intención de votar rechazo en el plebiscito de salida, con un 44%, respecto a quienes votarían apruebo, con un 39%.

En cuanto a las principales razones para aprobar, los consultados se inclinaron por la necesidad de cambios profundos, que la Carta Fundamental actual está obsoleta, con leyes retrógradas, que nació en dictadura y que estaría cumpliendo con demandas sociales y de igualdad.

Por otra parte, entre los motivos para rechazar el texto está el desacuerdo con las propuestas en general, la desconfianza en los constituyentes y que no se discutirían temas importantes o de interés ciudadano. A la vez, el 56% de quienes están indecisos se debe al desconocimiento, a que no están informados o que no entienden del tema.

A su vez, la confianza en la Convención Constitucional consignó un leve aumento de 2 puntos porcentuales en comparación con la semana pasada, llegando al 46%. En tanto la desconfianza bajó tres puntos, quedando en 52%.

PRESIDENTE Y GABINETE

La encuesta reveló además que, en la primera semana de abril, el 44% aprueba la gestión del Presidente Gabriel Boric. No obstante, la desaprobación registró esta semana un incremento de 6 puntos, llegando al 41%, y completando de esta forma un alza de 21 puntos en un mes.

En general, los atributos del mandatario se mantienen estables salvo por la capacidad de mejorar las pensiones (57%, con un descenso de 9 puntos), autoridad y liderazgo (51%, con una baja de 7 puntos), que comunica de manera clara (50%, con una caída de 6 puntos), mantener el orden público (39%, con un declive de 6 puntos), y enfrentar la delincuencia y el narcotráfico (32%, también con una baja de 6 puntos).

Respecto a su gabinete, la ministra Izkia Siches registró un desplome de 9 puntos porcentuales en su aprobación, alcanzando 45% versus el 50% que la desaprueba. Los titulares de Educación, Marco Antonio Ávila (72%) y de Hacienda, Mario Marcel (70%), se mantienen como los mejor evaluados. (La Tercera)

Gbno. reafirma a Siches y anuncia «reforzamiento de equipo» en Interior

Luego de que el Presidente Gabriel Boric se reuniera hoy con su gabinete para discutir sobre los avances y errores del primer mes de gestión, la vocera de Gobierno, Camila Vallejo se refirió a la polémica protagonizada por la ministra del Interior, Izkia Siches y aseveró que habrá un «reforzamiento en el equipo» que compone la cartera.

«La ministra del Interior juega un rol importantísimo para el Gobierno, porque es jefa de gabinete. Ella tiene que asumir su tarea y lo ha estado haciendo, y eso se requiere reforzar, evidentemente, su rol de conducción de un gabinete completo, eso es lo que hace el Ministerio del Interior«, reafirmó la vocera.

Las declaraciones de Camila Vallejo fueron en respuesta a la denuncia errónea realzada por la ministra Siches el pasado 6 de abril ante comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados del Senado, cuando aseguró que un vuelo destinado a la expulsión de migrantes hacia Venezuela se habría devuelto a Chile «con las mismas personas».

Si bien desde el Gobierno nuevamente reconocieron que Siches «cometió errores», defendieron que fue un acto que ella «asumió públicamente y se ha hecho cargo«.

Pese a ello, Vallejo anunció que lo anterior «también implica reforzamiento de equipo, cuidarnos más en las exposiciones y eso ha sido parte de la discusión. Ella juega un rol fundamental«.

«Nosotros como equipo y como gabinete completo, junto con el Presidente entendemos la importancia de su rol. Eso se planteó y por lo tanto ella va a seguir haciendo su trabajo en materia de policías, de reforma a las policías, en materia de seguridad. Pero, sobre todas las cosas, en materia de conducción interna de nuestro gabinete y eso tenemos que asumirlo también como una tarea colectiva», acotó.

Sin embargo, la titular de la Secretaría General de Gobierno (Segegob) afirmó que se trata de un «reforzamiento» que no solo se aplicará en la cartera del Interior, sino que se realizará en «el Gobierno completo«.

En esa línea, al ser consultada por si habrá cambios en el equipo que lidera la ministra Siches, la vocera Vallejo aclaró que se hará un «reforzamiento de equipo«.

Previo al encuentro que sostuvo el Mandatario con sus 24 ministros y ministras, fue consultado sobre si se dará un reencuentro con Izkia Siches, a lo que el Presidente Boric se limitó a responder: «¿Por qué reencuentro? Yo nunca he dejado de verla», en línea con el apoyo que le entregó el mismo 7 de abril tras sus dichos.

CHILE APOYA

En la mañana, el Presidente Gabriel Boric, lideró una reunión de trabajo con su gabinete en la que evaluó la propuesta de la gira nacional “Chile Apoya”, así como el primer mes de gobierno.

A su llegada al encuentro, el Mandatario señaló que “cumplimos un mes y es importante hacer un balance de este primer mes y desplegarnos en terreno en todo el territorio nacional”.

En la misma línea, la vocera de gobierno, Camila Vallejo, sostuvo que “es nuestro primer encuentro de gabinete, vamos a hacer balance de las cuatro primeras semanas de instalación, y luego vamos a proyectar lo que queda de trabajo para el mes y probablemente un despliegue en regiones, todo el balance tiene que ver con evaluaciones tanto positivas, como autocríticas de estas cuatro semanas”.

El Plan de Recuperación Inclusiva que abordarán en el encuentro los ministros y ministras, consiste en enfrentar el “alza en el costo de la vida” y para “impulsar la generación de empleos y alivios para sectores rezagados, apoyar a quienes han abandonado el mercado laboral para ejercer labores de cuidado y así revertir las dificultades que nos ha dejado la pandemia”.

El pasado 7 de abril, el gobierno presentó los principales ejes de este plan, que incluyen el congelamiento de tarifas del transporte público, contención precio del combustible, extensión del IFE hasta septiembre, IFE de amplia cobertura, elevar el salario mínimo, subsidio protege y apoyo a pymes.

El balance que realizarán sobre la gestión del gobierno se da en medio de la crisis que tuvieron que enfrentar luego de que el pasado miércoles, la ministra Izkia Siches, entregó información falsa en la Comisión de Seguridad Ciudadana de la Cámara de Diputados, asegurando que en el exmandato de Sebastián Piñera, un vuelo de expulsión de migrantes habría despegado y regresado al país con los mismos pasajeros. Así también acusó a la administración anterior de encubrir el hecho, que calificó como una “chambonada”.

AUTOCRÍTICA

Tras la cita, en tanto, Vallejo entregó el primer balance de las cuatro semanas de instalación, y aseguró que “de manera autocrítica porque evidentemente ha sido un proceso de instalación dificultoso, hemos tenido algunos problemas que hemos ido enfrentando, que por cierto da cuenta de que no basta con decir que somos un gobierno nuevo, un gobierno que se instala desde cero, sino que también requiere reconocer que podemos hacerlo mucho mejor”.

“Eso ha sido parte de la discusión evidentemente de la necesidad de reforzar nuestros equipos de cuidar mucho también las exposiciones que tenemos, y también de fortalecer nuestra cohesión y el trabajo que estamos desarrollando, pero también rescatando algunos elementos que nos interesa poder visibilizar porque a veces la contingencia nos atrapa la situación diaria que nos impone algunos problemas errores pero también es importante hablar con la ciudadanía y comentarle las cosas sobre la mesa y avanzar”, sostuvo la ministra.

Por otra parte, el Plan de Recuperación Inclusiva que abordarán en el encuentro los ministros y ministras, consiste en enfrentar el “alza en el costo de la vida” y para “impulsar la generación de empleos y alivios para sectores rezagados, apoyar a quienes han abandonado el mercado laboral para ejercer labores de cuidado y así revertir las dificultades que nos ha dejado la pandemia”.

Respecto a los primeros acuerdos, Vallejo detalló que “parte el ministro de Transporte, este martes en regiones, pero se va a desplegar todos y todas en todas las regiones del país para hablar del plan y escuchar a la ciudadanía, también para constituir los gabinete regionales, reuniones con los gobernadores, delegados regionales y seremis, para reforzar nuestra agenda y echar a andar todo lo que es el programa a nivel regional. A cuatro semanas de la instalación queremos cerrar la constitución de los gabinetes regionales para reforzar nuestro trabajo de manera descentralizada en todo el territorio nacional”.

El pasado 7 de abril, el gobierno presentó los principales ejes de este plan, que incluyen el congelamiento de tarifas del transporte público, contención precio del combustible, extensión del IFE hasta septiembre, IFE de amplia cobertura, elevar el salario mínimo, subsidio protege y apoyo a pymes. (La Tercera-Emol)