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La palabra, claridad y confusión

La palabra humana jamás podría alcanzar la exactitud científica. Siempre es plurivalente, con significados según las circunstancias, evolucionando a lo largo del tiempo. Esto arriesga la ambigüedad y confusión. A pesar de ello, bienvenida esta tendencia resbaladiza del lenguaje humano. Permite la creación, el pensar, la poesía, y expresar lo casi inexpresable, escudriñar lo que está más allá de la vida. Además, sin ella no existiría el lenguaje del amor, que está ausente del mundo animal; en su misterio y contradicción, le confiere dignidad y misterio.

Sin embargo, esta libertad para ser enigmáticos abre las puertas de la creación cultural, precisamente porque los humanos, en una gran cantidad de relaciones mutuas, la traducen en un lenguaje lo más unívoco posible. De otro modo, las relaciones personales y sociales caerían en un caos de comunicación. Se puede jugar con la ambigüedad porque hay un fundamento de claridad, de seguridad, como en la existencia humana lo es el amor incondicional de una madre por su hijo. Lo mismo, pasando a otro plano, el derecho debe aproximarse lo que más pueda a lo claro y distinto, a lo unívoco. De otro modo caería en la arbitrariedad más absoluta, como aquella del “enemigo del pueblo” del comunismo soviético, tan admirado en su tiempo por émulos chilenos.

Por ello, existen ámbitos en donde las palabras deben ser claras para todos los que hayan cursado la educación básica y media. En este sentido, el documento matriz de un cuerpo político, o el derecho penal, deben expresar de la manera más precisa posible el significado concreto de sus normas. Lo mismo, en nivel de suma importancia, toda Carta Fundamental, una Constitución. Lo perfecto es imposible, pero debe traslucirse el esfuerzo por lograrlo.

Pues bien, nada de ello interesaba a la gran mayoría de los convencionales. Buscaron un festín, concretado en una serie de performances, dentro y fuera de Santiago, nada de baratas, sumándose esa mayoría que por accidente fue elegida, a una Constitución inspirada en los aires bolivarianos, maquillándola solo a último momento; y escondiéndose bajo tierra en el 2021 cuando hubo la reversión electoral en noviembre de ese año. Igual, ahora en la campaña están algo sumergidos.

Pues bien, el resultado de este proceso ha sido un documento lo más alejado posible de toda idea de un tronco de lenguaje que sea un ancla inamovible, por cierto, dentro de las inevitables interpretaciones no más allá del mínimo indispensable, del que ha gozado toda Constitución respetable (la norteamericana de 1787 y la Ley Fundamental alemana de 1949 son grandes ejemplos).

Existen las afirmaciones u omisiones rotundas, de la plurinacionalidad, de lo intercultural (en el mundo académico jamás habrá acuerdo sobre su significado), sobre relaciones prioritarias con América Latina (supina y peligrosa ignorancia), la casi escondida supresión del Senado o del Poder Judicial (en este, aunque sea solo el nombre, que ha acompañado a la República, de manera impredecible se pagará muy caro), la organización de diversos sistemas de justicia, representación desigual (después de haber rasgado vestiduras por más de un siglo por la falta de representatividad), etc. Y la vaguedad más absoluta, en catálogos de derechos indefinidos e interminables a entes que no se les puede preguntar, como las plantas, animales y al universo; y promesas de que por ley arribará el país de Jauja, embuste descarado.

En vez de liberarnos de las tinieblas, el proyecto actual, o nos sumirá en una camisa de fuerza o en la confusión más absoluta, interpretándose a gusto del consumidor político. (El Mercurio)

Joaquín Fermandois

«Me dicen ‘merluzo’, seguro votan Rechazo»-Paz Charpentier

Tras una dura semana para el gobierno -ya que los ministros más cercanos al presidente coparon cada uno de los titulares por errores absolutamente evitables- el Mandatario manifestó su preocupación porque se refirieran a él como “merluzo”, agregando que debíamos “encontrarnos” entre quienes pensamos diferente. Dicha reflexión me dejó atónita por dos razones. La primera -y tal vez menos importante- porque, muy al estilo del Frente Amplio, el presidente señaló la paja en el ojo ajeno para evitar que notemos la viga en el propio; y, la segunda, porque en realidad han sido el presidente junto a su coalición de gobierno los principales encargados de dar mayor notoriedad a los muros que ya existen entre quienes pensamos distinto.

Un presidente cuyo objetivo es promover el encuentro entre chilenos no renuncia a ser el presidente de todos los chilenos para posicionarse como general de campaña de una de las alternativas posibles en el plebiscito de salida del 4 de septiembre. Es legítimo que el presidente tenga una posición política, pero ilegítimo utilizar la institución de la presidencia para promoverla, saltándose -entre otros límites- la prescindencia ordenada por la Contraloría General de la República. Tanto ha sido así que el presidente ha recorrido las distintas comunas de Santiago distribuyendo y firmando como si fuera propia la propuesta de la Convención, la ha citado en sus conferencias de prensa calificándola como un avance y se ha referido a interpretaciones del texto que han efectuado quienes votarán rechazo como fake news. La verdad es que últimamente ha sido difícil distinguir cuándo habla el presidente y cuándo habla el jefe de campaña de la opción Apruebo. De hecho, todas las medidas recientemente anunciadas como gestiones de gobierno están muy lejos de solucionar los problemas que más dificultan la vida de los chilenos, pero permiten buenas cuñas de campaña y el presidente -como todo buen candidato- lo sabe. Por ejemplo, el mal llamado “copago cero en salud” o el proyecto anunciado por Siches que tendrá por objetivo agilizar las expulsiones de extranjeros con entradas irregulares, pero que aún no se ha presentado.

Evidentemente el presidente y su coalición han ido más allá de lo aceptable en democracia, avalando incluso la cancelación directa de sus legítimos contradictores, operando -en algunos casos- como una verdadera mafia. Es decir, no es aceptable que el presidente le escriba privadamente por twitter a una ex Convencional para tratarla de deshonesta por no compartir la interpretación que él realiza de la propuesta de la Convención. Así como tampoco es aceptable que los alcaldes de la coalición de gobierno de la región del Biobío llamen personalmente a los dirigentes sociales para impedir las charlas informativas de nuestra Fundación sobre la propuesta de la Convención en sus respectivas sedes sociales.

Lamentablemente, este es el espíritu que mueve a la coalición de gobierno y no lo manifestado por el presidente el día viernes en el Congreso Jóvenes Futuro 2022. De otro modo, la coalición de gobierno no estaría marcando las casas de las familias que votan apruebo para diferenciarlas de aquellas que votan rechazo, ni tampoco habría intentado instrumentalizar los logos de los distintos clubes de futbol para hacer propaganda a favor de la opción Apruebo, ya que todas estas situaciones transforman instancias de unión entre chilenos en focos de división, conflicto y cancelación.

Pero ¿puede realmente esperarse algo distinto del gobierno de una coalición que se ha posicionado siempre desde la crítica destructiva y la superioridad moral con respecto a los demás? La verdad es que no. Lamentablemente es la forma de hacer política de quienes hoy conducen los destinos del país, agravada -además- por la desesperación que a cualquier arrogante produce cómo una y otra vez la realidad se impone por sobre su voluntarismo, tal como se ha impuesto paulatina y consistentemente en las distintas encuestas la opción rechazo por sobre la opción apruebo y la verdad por sobre la mentira. (El Líbero)

Paz Charpentier

Crisis en isapres

¿Aprobar para reformar? El PC y el Frente Amplio tienen razón

El argumento del Socialismo Democrático es más o menos el siguiente: somos parte de la izquierda. Esa es nuestra historia, nuestra identidad, nuestro domicilio político. Por muchas imperfecciones que pueda tener el borrador que se nos ofrece, y las tiene, no se entendería que estuviésemos por el Rechazo, incluso en la perspectiva de una nueva Constitución. El texto constitucional no es perfecto, mas se acerca a lo que siempre soñamos. Ahí están el Estado Social y Democrático de Derecho, que es el entierro definitivo del principio de subsidiariedad de la Constitución de 1980. De hecho, es el funeral definitivo de esta última.

¿Cómo podríamos restarnos de una oportunidad histórica como esta? Ahí están los temas de género, pueblos indígenas, naturaleza y medio ambiente. ¿Vamos a votar con la derecha? Sería impensable. Eso es para Amarillos, y nosotros somos Rojos; bueno, en realidad, rojos y verdes (color turquesa, como se dice ahora). Este es nuestro Gobierno, nuestros aliados naturales son el PC y el Frente Amplio. Es cierto que cuando buscamos ir a una primaria con estos, y nos dieron un portazo en las narices, aquel fatídico día miércoles, cómo olvidarlo, nuestra candidata Paula Narváez dijo, ante todo el país, “el PC y el Frente Amplio no son garantía de gobernabilidad”. Pero así es la política, con sus vaivenes y veleidades, avances y retrocesos, luces y sombras. No vamos a arrugar ahora que somos Gobierno, con el Presidente Boric a la cabeza, ahora que la Convención Constitucional ha logrado un acuerdo con los dos tercios de sus miembros, los 103 votos exigidos por la reforma constitucional de diciembre de 2019.

Es cierto que el PC votó en contra de esa reforma y que se restó del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019; es cierto también que Convergencia Social dejó solo al entonces diputado Boric al momento de suscribir ese acuerdo, y que le quitó el piso, pero son ellos, no nosotros, los que tienen que dar las explicaciones del caso. Por lo demás, ¿quién no tiene contradicciones? Es demasiado lo que está en juego y no hay forma en que podamos eludir nuestra responsabilidad. El juicio de la historia sería lapidario, y no habría perdón ni olvido.

Ahora bien, es cierto que este texto constitucional no es perfecto, y tiene muchas imperfecciones que hay que corregir. Eso hay que dejarlo estampado antes del 4 de septiembre, en aras de la transparencia. Aunque inicialmente el Presidente Boric habló de hacerlo después de esa fecha, seguramente por presiones del PC, y del propio Frente Amplio, y como el Presidente es inteligente, se dio cuenta que no habría un después si ganaba el Rechazo, y nos “instó” a hacerlo antes de esa fecha. Nosotros no podemos fallarle al Presidente y tenemos que explicitar antes del 4 de septiembre aquellas reformas que vamos a impulsar después de esa fecha.

El PPD ya hizo su parte, con algunas reformas cosméticas, como cambiar el nombre de los sistemas de justicia por Poder Judicial y el de Cámara de las Regiones por Senado de las Regiones, y otras bastante sustantivas, como evitar la reelección presidencial, restablecer la iniciativa exclusiva en materia económica, reponer el Estado de Emergencia y la propiedad industrial, y definir un sistema electoral que asegure la gobernabilidad, entre otras. Ahora tenemos que explicitar públicamente nuestra postura como Socialismo Democrático, con o sin acuerdo de los compañeros del PC y el Frente Amplio. La razón es muy simple: si no lo hacemos antes del 4 de septiembre, existe la posibilidad de que gane el Rechazo, y ahí sí que se va todo a las pailas.

El argumento del PC y el Frente Amplio es más o menos el siguiente: la Convención Constitucional es la expresión de la soberanía popular. Ella es la respuesta al estallido social y las demandas del pueblo chileno largamente postergadas. Es cierto que entre nosotros tuvimos diferencias en octubre y noviembre de 2019, pero esa es historia. Es cierto también que en el debate nuestros convencionales constituyentes tuvieron algunas diferencias. También las tuvimos con el Colectivo Socialista, pero nadie puede negar que esa Convención fue generada democráticamente, de acuerdo a las reglas y que, más allá de las discusiones que tuvimos entre nosotros mismos por el tema de los quórums, lo cierto es que todas y cada una de las normas fueron aprobadas por dos tercios de sus miembros. La Convención tiene plena legitimidad democrática formal.

Como Apruebo Dignidad supimos lograr un amplio acuerdo con los Colectivos de izquierda y de los movimientos sociales, con los independientes y los pueblos indígenas. Hubo momentos en que hubo dudas de que seríamos capaces de ponernos de acuerdo, pero lo hicimos. Además, en materia de presidencialismo, supimos ponernos de acuerdo desde Marcos Barraza hasta Marcela Cubillos, desde el PC a la UDI, por lo que nadie podrá acusarnos de sectarios. En materia de sistema de gobierno participaron también Hernán Larraín Matte y Cristián Monckeberg. El resto de la historia es bien conocida. Esta Constitución es la lápida definitiva del modelo neoliberal y la Constitución de Pinochet. Lo que corresponde es cerrar filas y jugarnos por el Apruebo sin más, sin matices.

Por cierto, que todo es perfectible, pero eso lo veremos después del 5 de septiembre. Ahora bien, los compañeros de socialismo democrático hablan de Aprobar para reformar. Pero, ¿Qué significa eso?, ¿Qué vamos a hacer todo este esfuerzo para empezar a reformar una vez que el texto sea aprobado el 4 de septiembre? ¿Vamos a borrar con el codo lo que escribimos con la mano? ¿Vamos a volver a la “cocina” para que un sector de la elite política, incluso de los partidos de izquierda o del Socialismo Democrático, se pongan de espaldas a la soberanía popular? ¿Quién nos dio ese mandato? ¿Vamos a Aprobar para luego reponer el Senado, o eliminar el Estado Plurinacional o las Autonomías Territoriales Indígenas que tanto escozor causan en la derecha, o vamos a volver a la iniciativa exclusiva del Ejecutivo en materia económica, que ha sido una de las principales banderas del neoliberalismo?

Nosotros creemos que hay que Aprobar sin más (PC) o Aprobar para implementar (Frente Amplio), en el entendido que hay 61 leyes que dictar en los próximos meses y años y 73 adecuaciones normativas según un reciente informe de la Secretaría de la Cámara de Diputados. Ahí hay un trabajo descomunal que hacer y que debe emplear todas nuestras energías, y del actual Parlamento. Hay que arremangarse e implementar, más que andar anunciando reformas que lo único que hacen es confundir. Además, hay una reforma tributaria, una reforma previsional y una reforma de salud que están en nuestro programa y que son reformas estructurales que hemos comprometido con el pueblo chileno.

Entonces, entendiendo que toda obra es perfectible, y que ya habrá tiempo para hacer los mejoramientos que surjan en el camino, Aprobar para reformar nos parece que nos desvía de los objetivos que nos hemos trazado, confunde al pueblo, ralentiza el impulso reformador y tiende a poner un manto de duda sobre el trabajo de la propia Convención. Concentremos todas nuestras fuerzas en el triunfo del Apruebo y no entreguemos armas o argumentos a nuestros adversarios políticos, la derecha y sus compañeros de ruta como Amarillos por Chile, un sector de la DC y algunas voces de la centroizquierda por el Rechazo, que solo le hacen el juego a la derecha.

¿Cuál de las dos coaliciones –porque está claro que son dos coaliciones– tiene razón, la del Socialismo Democrático o Apruebo Dignidad, sin perjuicio de los matices que existen en uno u otro sector?

Me inclino por encontrarles la razón al PC y al Frente Amplio.

La euforia que seguiría al triunfo del Apruebo hace que sea una quimera intentar reformar la Constitución recién aprobada. Una vez que se aprueban, las constituciones tienden a quedarse, para bien o para mal. Salvo cambios cosméticos, en el margen, bajo la filosofía de que toda obra humana es perfectible, las normas y las instituciones del borrador propuesto, en el supuesto de que gane el Apruebo, estarían para quedarse. La longevidad de los textos constitucionales es una característica de la historia de Chile. No hablo solo de las constituciones de 1828, 1833 y 1925, sino de la misma Constitución de 1980, que, a pesar de su total carencia de legitimidad de origen, y de las 60 reformas habidas en los últimos 32 años –solo el 24% del texto actual corresponde al original de 1980–, incluyendo la de 2005, aún subsiste entre nosotros.

Si eso ocurre con un texto constitucional aprobado en dictadura, con cuánta mayor razón perviviría un texto aprobado en democracia, habiendo cumplido la Convención con todos los requisitos de legitimidad democrática formal: sus miembros fueron elegidos democráticamente, de acuerdo a las reglas, y todas y cada una de sus normas fueron aprobadas por dos tercios de sus miembros. Súmele a lo anterior una ratificación plebiscitaria, y nos encontraremos con una Constitución dotada de máxima legitimidad.

¿Para entonces empezar a reformarla? ¿Con qué título, con qué mandato popular, bajo qué reglas? El Presidente Boric y el Gobierno tienen razón: esta es una elección binaria, de Apruebo o Rechazo, no hay tercera vía. No existe la alternativa de Aprobar para reformar, que a todas luces es una tercera vía. Solo hay Plan A (Aprobar) o Plan B (Rechazar).

Se supone que el Socialismo Democrático explicitará su proyecto de reformas en los próximos días, con o sin el acuerdo de Apruebo Dignidad, según han dicho sus dirigentes. Y surge entonces la pregunta: ¿con cuántos votos del PC y el Frente Amplio cuentan los partidos del Socialismo Democrático para reformar?, ¿o van a decirnos que las reformas tendrán lugar con los votos del Socialismo Democrático y la derecha (porque la actual directiva de la DC se ha manifestado más cercana del PC y el Frente Amplio que del Socialismo Democrático)?

No está claro cuáles van a ser las reformas que van a impulsar los partidos del Socialismo Democrático –aparentemente lo sabremos en los próximos días– y menos claro aún está con cuántos votos cuentan, del PC o Frente Amplio, o de la DC.

Lo que está claro, entonces, es que la única forma de avanzar hacia una nueva Constitución que no sea el texto vigente, o exactamente el borrador que se propone –porque en eso consiste el Aprobar para reformar–, es a través del Rechazo; un Rechazo para una nueva y buena Constitución.

Casi me mataron cuando escribí un tuit el 04/02 en favor del Plan B (nunca he pensado en un Plan C): “Si las aberraciones que están siendo aprobadas por algunas comisiones de la Convención son ratificadas por los 2/3 del Pleno, habrá que ir pensando en un Plan B que reponga la sensatez y la cordura”. Pues bien, el Plan B consiste en dotar de contenido al Rechazo y eso se logra con los dos proyectos de reforma constitucional que han ingresado al trámite parlamentario los senadores DC Ximena Rincón y Matías Walker, con Iván Flores (DC) y Pedro Araya (Independiente PPD) en un caso y Fidel Espinoza (PS) en el otro; es decir, que la Constitución puede ser reformada por 4/7 y que se reforme el artículo 142 para que, en caso de que triunfe el Rechazo, el Presidente de la República envíe un proyecto de reforma constitucional convocando al pueblo a continuar y concluir el proceso constituyente en marcha.

Me manifiesto desde ya partidario de una nueva Convención con un plazo de 6 meses (la verdad es que el debate constitucional está prácticamente concluido), con 70 miembros (como en la Asamblea Constituyente de Colombia en 1991), un distrito nacional con listas cerradas (de tal forma que los partidos coloquen a la cabeza de las mismas a sus mejores constitucionalistas), sin “listas” de independientes, con escaños reservados en proporción a la participación electoral (y no como en la elección en que, con el 22% de participación, se proveyó el 100% de los escaños) y sin partir de cero (porque este es un trabajo acumulativo), sometiendo la propuesta final a un plebiscito de salida (no habría plebiscito de entrada). (El Mostrador)

Ignacio Walker

El plebiscito entre franjas-Roberto Munita

¿Moverá la aguja la franja publicitaria del plebiscito de salida? Es obvio que no tendrá la efectividad de la del Plebiscito del 88 (¿alguna franja podrá llegar a tenerla alguna vez?), pero de todos modos hay razones para pensar que puede ser un elemento valioso, ya que aquí estamos discutiendo de opciones, y no de candidatos. Vale la pena, entonces, revisar qué ha pasado en ambas franjas desde su debut hace tres días.

Partamos por el principio. Tanto el Apruebo como el Rechazo han logrado dominar sus fantasmas y no caer en clichés baratos que les podrían costar caro. Para el Apruebo, ellos son el ánimo octubrista y la relación con el estallido social (curiosamente, hoy madre repudiada del proceso constituyente); para el Rechazo, los “esqueletos en el clóset” son convertirse en una campaña del terror que impida acceder a electores indecisos. Ambos bloques saben que, para ganar el 4 de septiembre, deben conquistar a los que “no quieren votar Apruebo, pero no pueden votar Rechazo”.

En cuanto al contenido, ambas franjas exhiben luces y sombras. La del Rechazo ha mostrado más consistencia, un sueño común, y ha tenido bastantes logros, con algunos clips emotivos y otros más irónicos; cuando tienes 7,5 minutos, tienes que ofrecer distintos registros y no cansar. No obstante, ha caído en una constante repetición de las mismas piezas, quizás advirtiendo que la gente no sigue la franja como quien sigue una teleserie. Eso es verdad, pero hoy con la viralización de las redes sociales, el riesgo de saturar es alto. Los del Rechazo deben ofrecer contenido nuevo, o todo lo conseguido hasta ahora será rápidamente olvidado.

A la franja del Apruebo, por otro lado, le ha faltado un hilo conductor. Hay muchas manos, y termina pareciendo un monótono pegoteado de spots. Además, ha fallado en el deber de persuadir, al caer en la constante exposición de los artículos de la Constitución. La gente quiere ser seducida, no educada. Es cierto que, pese a lo anterior, ha tenido algunos momentos bastante altos, con piezas ingeniosas, que logran conectar con la audiencia, en especial cuando han criticado el actual sistema político o económico, pero también ha tenido momentos bastante bajos, como cuando se han tomado la pantalla “los señores políticos”.

Efectivamente, las figuras políticas han sido el invitado de piedra en esta franja electoral, tanto del Apruebo como del Rechazo. Este último bloque prometió una franja ciudadana, y lo ha cumplido en mayor parte, pero la vocería de un par de diputados del PDG ha terminado por eclipsar a toda la sociedad civil. El Apruebo, por otro lado, les ha dado preponderancia a varios presidentes de partido, lo que contrasta mucho con lo que el resto de su propia franja quiere mostrar. Delpín parece haciendo su propia campaña electoral, y Piergentili y Mirosevic aparecen solos, demasiado solos, e incluso criticando el texto de la Nueva Constitución. Flaco favor que le hacen a un bloque que está contra las cuerdas, a menos de cuatro semanas del día de la elección. (DF)

Roberto Munita

Precios pegajosos-Tomás Flores

Los precios pegajosos o sticky prices, como se les denomina en inglés,  son aquellos que tienden a permanecer constantes durante un periodo de tiempo, sin perjuicio de que los costos de producción o las condiciones del mercado están cambiando. Un ejemplo de ello son los salarios nominales, en donde el trabajador acordó un monto de dinero por un determinado trabajo y a pesar de que después, la tasa de desempleo suba sustancialmente, no estará dispuesto a que ese salario nominal sea rebajado. De hecho, en muchos países eso está prohibido por ley. Fenómeno similar ocurre con el valor de arriendo de propiedades, el servicio de corte de pelo o el valor de un diario de circulación nacional.

Pues bien, el reporte de julio del INE sobre inflación nos da cuenta de un incremento anualizado de +13,1% en el costo de la vida, en donde conviven precios pegajosos con otros que no lo son; es así como en el caso de los primeros podemos mencionar al servicio de reparación de muebles que exhibe un aumento anual de +26,8%, el servicio de reparación de viviendas con un +25,5% y el de corte de pelo en +11,2%. Es más, creo podría incluirse en este grupo al pan corriente, con incremento de +28,8%, ya que a pesar de la baja observada recientemente en los precios internacionales del trigo y la harina, los panificadores han señalado que el alza de los demás insumos hacen poco probable que baje el precio del pan.

En el otro extremo, hay precios que no tienen nada de pegajosos y de hecho en los últimos 12 meses han bajado los equipos de telefonía móvil (-21%), la ropa de niño (-18,6%), de mujer (-6%), y de televisores y refrigeradores con caídas de -5% aproximadamente. La mayoría de estos productos, por no decir todos, son importados y debieron confrontar la devaluación de nuestra moneda, que ha perdido cerca de un 27% de su valor en comparación con la situación de julio del año pasado, y que a pesar de ello hoy exhiben precios en pesos chilenos más bajos que hace un año. Esto muestra las estrategias de precios de los productores asiáticos, que si bien han tenido una mucha menor devaluación de su moneda que nosotros, como es el caso del Yuan chino en un 4%, son capaces de hacer ajustes de costos sustanciales con tal de no perder sus mercados de exportación. No hay nada menos pegajoso que el precio de un producto asiático y los que han negociado con ellos dan fe de lo anterior.

Pues bien, uno de los problemas con los precios pegajosos es que ante un shock de oferta o de demanda que genera una aceleración de la inflación como lo que ha ocurrido en Chile en la actualidad, se dificulta volver a la estabilidad previa de los precios. De hecho, por ejemplo, si el precio del pan se mantiene estable los siguientes meses, recién a mediados del próximo año la variación en 12 meses será de 0% y con ello se diluye la presión de dicho producto sobre la canasta total. Esto es notorio también con las tarifas que se indexan, vía UF u otro mecanismo, a la inflación pasada, lo que genera una reverberación inflacionaria que se mantiene por varios meses.

En conclusión, a pesar de que Chile está iniciando un ciclo recesivo a partir de agosto y que las tasas de interés están sustancialmente altas, demoraremos varios meses en volver a transitar en el rango meta y para ello se requiere que tanto la política fiscal como la monetaria mantengan la consistencia requerida.

Tomás Flores

Gobierno posterga cambio (adelanto) de hora para el 10 de septiembre

El Gobierno echó pié atrás y ya no habrá cambio de hora a las 23:59 del 3 de septiembre, sólo minutos antes del día del Plebiscito.

Ahora la nueva fecha donde se deberá adelantar el reloj en una hora es el 10 de septiembre, y hasta el 1 de abril del 2023.

«Se informa la modificación del Decreto Supremo N° 1.286 del Ministerio del Interior y Seguridad Pública del año 2018, disponiendo cambios en la hora oficial de Chile continental, de la hora de Magallanes y la Antártica chilena y de Chile insular occidental», señala el Ministerio del Interior.

Agrega que «de esta manera, se establece que a contar de las 24 horas del sábado 10 de septiembre de 2022, y hasta las 24 horas del sábado 1 de abril de 2023, la hora oficial se adelantará en 60 minutos«.

Además, el comunicado apunta que «sin perjuicio de lo señalado anteriormente, en la Región de Magallanes y la Antártica chilena el adelanto de la hora oficial de Chile continental se extenderá de manera indefinida». (Emol)

La izquierda que vota Rechazo

Ese pueblo que quiere cambios de verdad y no promesas llenas de ilusiones, incertidumbres y temores, ha consolidado un voto de rechazo a la actual propuesta de Nueva Constitución. La mayoría quiere cambios, pero bien hechos. No quiere aprobar fantasías y teorías refundacionales extremas que, por experiencia y sabiduría popular sabe que, históricamente, terminan en la desilusión, el desencanto y en el regreso de la derecha. La mayoría tampoco quiere el clima descalificador, totalitario avasallante a la menor crítica y, además, permisivo de una violencia que inseguriza.

A esa intuición popular, de los que más necesitan los cambios, se suman diversos sectores sociales, intelectuales, empleados y profesionales que lucharon contra la dictadura, algunos arriesgando la vida y que participaron construyendo democracia con éxito y alegría, junto a las insuficiencias y errores que cometimos, pero en paz y progreso.

Hay un Chile progresista que no está enamorado de la política del enojo perpetuo; hay un Chile que sabe que el “Apruebo” pone en peligro los cambios que el país requiere, porque hasta sus partidarios, piden aprobar para corregir los errores del texto propuesto. Ellos mismo saben que lo que piden aprobar es malo.

Las evidencias y no la poesía interpretativa, prueban que, ese 80% que en octubre del 2020 votamos y ganamos un plebiscito para hacer una Nueva Constitución, fue erosionado por la propuesta de Nueva Constitución y por el discurso de arrogancia política, vociferante, que promete alcanzar el cielo con las manos. Hoy día el Apruebo retrocedió, del 80% al borde del 50%. Los constructores de la Nueva Constitución se farrearon la esperanza mayoritaria del pueblo chileno y, por tanto, hay que votar Rechazo para hacer una nueva propuesta constitucional para hacer bien los cambios.

Y claro, la derecha más extrema busca con nostalgia su pasado. La centroderecha, presionada por los vientos de cambio, promete ceder a las transformaciones si gana el Rechazo. ¿Quién lo asegura? Lo asegura solo la correlación de fuerzas que seamos capaces de construir los que estamos por una Nueva Constitución bien hecha. La derecha es conservadora. Por eso, desde la izquierda tenemos que empujar este proceso con propuestas de justicia social, con seriedad, responsabilidad, democracia, libertad, conectados con el pueblo, construyendo mayoría.

El izquierdismo febril, el corporativismo temático fanático, las propuestas maximalistas, el lenguaje que fractura a Chile, fortalece el discurso derechista más conservador. Los envoltorios de promesas maravillosas que encabezan el texto que se plebiscitará en septiembre, pierden credibilidad en su desarrollo y van cuesta abajo en la rodada con un legislativismo con que presiona al apuro y la imprudencia que, como lo ha probado la historia, son conductas políticas que siempre llevan al fracaso y a la regresión. La agresividad de los partidarios del “Apruebo” y actores del proceso constituyente, con sus ultra celebraciones vociferantes, sin apertura a la crítica, estigmatizando al otro, han alimentado el discurso derechista más típico y vulgar para detener los cambios con el pretexto de poner orden. La extrema derecha siempre se ha nutrido del extremismo de izquierda.

El afiebramiento de ese extremismo de izquierda ha llegado a tanto, contra quienes criticamos sus ideas y votaremos rechazo, que nos califican de partidarios de la constitución de Pinochet; nos dicen que queremos que vuelva a aquella constitución que nos persiguió al extremo que terminamos registrados en el Informe Valech de Tortura y Prisión Política. ¿No será mucha crueldad esa forma de buscar anular a quienes somos críticos del “apruebo”?

¿Alguien puede creerle a estos fanáticos, que si ganan estarían dispuestos a reformar su texto triunfante? Ellos saben que el texto propuesto establece tantos obstáculos para ser reformado, que los vetos sectoriales hacen políticamente imposible corregirlo. El camino correcto para hacer un texto nuevo es a partir de votar Rechazo.

Votar Apruebo, aunque sea con la mejor intención, apoya promesas de tal exageración, confusión e impericia, escondiendo la inevitable lentitud de lo cambios, que generará enormes desilusiones y así terminaría frustrando el camino de transformaciones que demandó el estallido de millones el 2019. El triunfo del Apruebo entorpecería el camino para terminar desigualdades, injusticia social, abusos y discriminaciones, de modo que abriría paso a la derecha.

Por eso votar Rechazo ha pasado a ser el anhelo de amplias mayorías sociales, no solo de centroizquierda sino de izquierda. (La Tercera)

Patricio Hales

La Constitución y la mentira indigenista

Como se sabe, el proyecto de Constitución que se vota el 4 de septiembre tiene una marcada impronta indigenista. Nos declara Estado plurinacional inventando 12 naciones indígenas que formarían parte de Chile; les da una preferencia de representación tal, que los votos de los “nacionales” de alguno de esos pueblos valen mil veces más que los de un votante del distrito 8 de Maipú; les concede sistemas de justicia propios y autónomos; les reconoce derechos de propiedad más robustos que al resto de los chilenos, y a costa de ellos. Para terminar esta incompleta enumeración, les da poder de veto en reformas a la Constitución que les afecten.

¿Cómo a alguien se le pudo ocurrir que chilenos que son el 12% de la población tengan ese nivel de privilegio sobre el restante 88%? ¿Es que se pegaron en la cabeza, como dicen por ahí?

No es completamente así. El indigenismo que permea el proyecto de la Convención se nutre de la concepción ideológica de García Linera, asesor de Evo Morales. El círculo estrecho del Presidente Boric, que sabemos vive en una realidad paralela, la adoptó para Chile sin reparar en que en este país la población indígena llega al 12% y no al 60% como en Bolivia, o que somos mayoritariamente mestizos.

Sin embargo, hay otra razón para esta generosidad con los pueblos indígenas que resultó interesante para el Partido Comunista. La Convención eligió 18 representantes de pueblos originarios en lugar de siete, según correspondía por población, y los 18 elegidos formaron parte del grupo de izquierda radical que hegemonizó ese órgano, pese a que las regiones en que muchos viven votan mayoritariamente por la derecha. Esta distorsión electoral se repetiría en todas las futuras elecciones si gana el Apruebo. El proyecto de Constitución contiene, entonces, una trampa perpetua que le entrega a la izquierda el gobierno hasta quizás cuando.

La extrema izquierda vende este proyecto como un gesto hacia reivindicaciones de pueblos originarios. Una reciente encuesta del CEP echa por tierra esa mentira. De la población mapuche de la macrozona sur, sólo un 12% opina que Chile debe ser un Estado plurinacional, mientras el 48% opina que debe ser un Estado nación donde convivan las personas sin distinción de culturas, pueblos o naciones. Un 30% prefiere un Estado multicultural donde convivan distintas culturas. Estos porcentajes no difieren de los que marcan los habitantes de esas regiones que no son mapuches.

También se manifiesta en la encuesta CEP una amplia mayoría que no justifica, en ninguna circunstancia, la fuerza para reclamar tierras. Los grupos extremistas como la CAM, la RMM y la RML son absolutamente minoritarios y no cuentan con apoyo de la población mapuche. Lo que los mapuches de esa zona anhelan es mejorar sus condiciones de vida y más acceso a oportunidades de trabajo y de estudio. Si bien aprecian la mantención de su cultura, no quieren ser parte de un museo viviente que sólo existe en la mente de los ideólogos del indigenismo radical.

Pero esta no es solo una locura de unos convencionales extraviados. El entorno cercano al Presidente Boric la alienta y comparte. Irina Karamanos visita a comuneros en una toma de terrenos en Alto Bío Bío; Matías Meza Lopehandía, jefe de gabinete de Boric, aboga por restitución de tierras y fin de la industria forestal; el capellán de La Moneda, Nicolás Viel, es un activista marxista-indigenista. Son todos ellos cómplices de la mentira indigenista que, al descubierto, derrotará a la nueva Constitución. (DF)

Luis Larraín

24 abogados y académicos por el Apruebo proponen reformas a nueva Carta

Un documento de nueve páginas presentarán este martes por la mañana un grupo de 24 abogados partidarios del Apruebo, en medio de la búsqueda del oficialismo por llegar a acuerdos sobre reformas constitucionales. Según ellos mismos explican en el texto, al que tuvo acceso La Tercera, redactaron las propuestas con el fin de que puedan ser usadas como insumo por distintas autoridades en el caso de que se evalúe un “acuerdo político transversal que comprometa, en forma previa al plebiscito, adecuaciones a la propuesta constitucional”. Por lo mismo, ayer en la tarde se les hizo entrega de una copia del documento a algunos de los presidentes de los partidos del Socialismo Democrático.

Entre los firmantes de la propuesta están Javier Couso (DC), Luis Cordero (Espacio Público); el excoordinador de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior, Salvador Millaleo; Elisa Walker, quien defendió a la ministra Izkia Siches en la acusación constitucional presentada en su contra; Leslie Sánchez (PL), quien es asesora legislativa del Ministerio del Interior; Constanza Salgado, quien trabaja a honorarios en la Segpres; la exalcaldesa Carolina Tohá (PPD), Tomás Jordán (DC), Domingo Lovera (RD), Flavio Quezada (PS) y Claudia Heiss, entre otros.

El puntapié inicial para elaborar el texto se dio a través de un grupo de WhatsApp, en el que Couso invitó a dirigentes de partidos políticos e integrantes del comando del Apruebo, entre ellos, al diputado Vlado Mirosevic (PL), quien también estaba empujando una idea similar. Según se consignó en La Tercera Domingo, el requisito para participar de la propuesta era estar por el Apruebo. Luego de eso, la tarde del 28 de julio, los abogados constitucionalistas, cientistas políticos y académicos se reunieron en un Zoom para iniciar las conversaciones.

En concreto, son cuatro las materias que el grupo de abogados y académicos propone reformar. Los temas escogidos han sido criticados ampliamente e, incluso, han sido utilizados como argumentos por los partidarios del Rechazo: el sistema político, el artículo referido al consentimiento indígena y pluralismo jurídico, la eliminación del estado de emergencia y sistema de justicia.

En el caso del sistema político, los abogados proponen eliminar la reelección inmediata del Presidente de la República, en consideración de que “el Presidente todavía tiene un gran numero de atribuciones y potestades, solo incentivaría los personalismos y, además, se podría correr el riesgo de que los recursos públicos sean mal utilizados con el fin de conseguir una eventual reelección”.

Asimismo, sugieren modificar las normas de concurrencia presidencial necesaria. En especifico, como las que irroguen gastos directamente del Estado, se mantengan, como la actual Constitución, de iniciativa exclusiva del Presidente. De mantenerse como figura en la propuesta de la Convención, según advierten, podría ponerse “al Presidente/a en una situación de difícil resolución ante un proyecto popular, pero dañino para las arcas fiscales o la implementación de su programa de gobierno”.

En el caso del artículo 191, referido a la participación en las entidades territoriales del Estado regional, los profesionales postulan que se debiese reemplazar el inciso que aborda el consentimiento indígena -que incluso ha sido tildado por partidarios del Rechazo como un eventual impedimento para reformar la Constitución- por uno que señale que “tratándose de los pueblos y naciones indígenas, deberán ser consultados en aquellas materias o asuntos que les afecten, conforme a lo dispuesto en el artículo 66 (referido a la consulta indígena)″. Así, se hablaría de “consulta” en lugar de “consentimiento”.

Por otro lado, se sugiere incluir dos nuevos incisos en el artículo 309, referido a los sistemas de justicia de los pueblos originarios. Uno de ellos establece que “la jurisdicción indígena solo podrá conocer conflictos entre personas que pertenezcan a un mismo pueblo originario y dentro del ámbito de sus relaciones comunitarias (…)”. El otro, que “la ley definirá las materias sobre las que no podrá ejercerse la jurisdicción indígena, la que, en todo caso, nunca procederá tratándose de crímenes ni delitos de mayor connotación social (…)”.

Dentro de las materias incluidas en el informe también están la “incorporación quirúrgica” del estado de emergencia. Según sostienen, el artículo propuesto por ellos “sigue la estructura de tipificación de los estados de excepción de la propuesta de nueva Constitución y, en particular, del estado de catástrofe, por tratarse de los dos estados de menor intensidad tanto en la afectación del bien jurídico protegido como en la suspensión o restricción de derechos fundamentales”.

En cuanto al artículo 300, los abogados proponen incorporar las hipótesis del estado de emergencia “como un estado de excepción constitucional intermedio dentro del diseño constitucional”.

Además, se plantea añadir un nuevo inciso al artículo 303 que señala que “las Fuerzas Armadas no podrán desempeñar tareas de seguridad pública fuera de las situaciones reguladas en los artículos 301, 302 y 302 bis de esta Constitución. Sin embargo, se mantendrían vigentes los preceptos legales que determinan a estas las competencias sobre el control marítimo y el control de la aeronavegación.”

También se establece crear un nuevo inciso dentro del artículo 306, que señala que “los estados de excepción constitucional no podrán ser renovados más de cuatro veces sucesivas, sino por la aprobación, en sesión conjunta, de los 3/5 de los integrantes en ejercicio del Congreso de Diputadas y Diputados y de la Cámara de las Regiones”.

Por último, en referencia a las atribuciones del Consejo de Justicia, se propone que se sustituya la expresión “revisión integral” de todos los tribunales, por la expresión “revisión de la gestión administrativa” de los mismos. Además, se añade elevar de ocho a nueve jueces titulares elegidos por sus pares disminuir de cinco a cuatro las personas elegidas a cargo de la Alta Dirección Pública. “La propuesta tiene por finalidad disminuir los riesgos de influencia política en el funcionamiento del Consejo de la Justicia”, justifican. (La Tercera)