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Premier italiana Georgia Meloni ya no asusta a la Unión Europea

La primera ministra italiana, Georgia Meloni, ya no repite las consignas radicales de su campaña electoral. Desde su triunfo en los comicios del año pasado, la jefa del partido de derecha radical Hermanos de Italia (FdI) intenta imponer su visión conservadora en el país, pero en el ámbito europeo se muestra casi como una figura moderada. Ya no se escuchan sus estridentes críticas contra la Unión Europea. El discurso más radical lo ha dejado en manos de sus socios de coalición, Mateo Salvini, de la populista Liga, y el ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Tajani, que sigue por la ruta que marcó Silvio Berlusconi.

«Me adapto a una realidad cambiante”, dice Meloni. Para ella, el hecho de presidir un partido que lleva en su escudo la llama eterna de la tumba del dictador fascista Benito Mussolini no lastra las labores cotidianas de gobierno.

ACERCAMIENTO A LA UE

También sus interlocutores europeos parecen hacer la vista gorda. Funcionarios de la UE comentan que sorprende cuánto se ha suavizado el tono de la gobernante italiana. En un encuentro con el canciller socialdemócrata alemán, Olaf Scholz, en Roma, dijo ante la prensa que coincidían en todos los asuntos políticos sustanciales y buscaban una cooperación pragmática. Scholz no rebatió sus palabras.

Entretanto, Meloni da la impresión de entenderse bastante bien con Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. Al parecer, hizo las paces con la UE porque sigue fluyendo dinero desde Bruselas. Italia es uno de los mayores beneficiarios del fondo de reconstrucción tras la pandemia de COVID-19, y recibe 190.000 millones de euros en subsidios y créditos.

EL PROBLEMA DE LA MIGRACIÓN

Durante una reciente visita a Lampedusa, ambas demostraron que quieren lo mismo en lo tocante a la política migratoria: controlar fronteras, reducir las llegadas y cooperar más con los países de tránsito. Lo único que Von der Leyen no respaldó fue la idea de Meloni de encargar a la Marina bloquear las costas del norte de África.

Juntas viajaron dos veces a Túnez, para tratar se sellar un acuerdo dirigido a que se retenga allí a los migrantes. La estrategia de Meloni apunta a concentrarse más en el norte de África para frenar la migración. Pero en Lampedusa también hay quienes la critican. Una mujer dijo en la isla a DW que también Meloni solo habla, pero no consigue prácticamente nada. El número de personas que llegan duplica al del año anterior.

Política conservadora

En términos generales, Meloni tiene altos índice de aprobación. En agosto, un 53 por cientos de los italianos se mostró satisfecho con su gestión. Lo que ha causado polémica y algunas protestas es su línea ultraconservadora en materia de política familiar. Al igual que su «buen amigo” el premier húngaro, Viktor Orbán, la jefa del Gobierno italiano considera que una familia consta de padre, madre e hijos. En una «cumbre demográfica” de partidos conservadores, celebrada en septiembre en Budapest, Meloni dijo que lo principal es una tasa de natalidad lo más alta posible, para salvar a la nación.

Georgia Meloni y Viktor Orbán.Georgia Meloni y Viktor Orbán.
Georgia Meloni, jefa de Gobierno de Italia, y Viktor Orbán, su homólogo húngaro.Imagen: Geert Vanden Wijngaert/dpa/picture alliance

Reconciliación en Washington

En otro terreno, los gobernantes de la UE y del G7 se han sentido aliviados por el respaldo que ha dado Meloni a la defensa de Ucrania contra Rusia, a diferencia de su amigo Orbán. El presidente estadounidense, Joe Biden, alabó la postura de Meloni con respecto a que en Ucrania se defiende también la libertad de Europa. Hace un año, cuando Meloni ganó las elecciones, Biden la había calificado como un «peligro para la democracia”. Pero eso parece haber quedado atrás. «Ahora somos amigos”, hizo saber Meloni tras un encuentro en Washington.

¿Qué quiere un Presidente joven?-Sergio Urzúa

A todo político en posición de poder le quita el sueño su legado. Es natural, pues, en el centro de su motivación está el mejorar la vida de la gente y el reconocimiento permanente es señal de buena gestión. Pero hay más. Los políticos también buscan cultivar un legado positivo y duradero puesto que desean ser relevantes e influir en el debate luego de dejar el cargo. En el caso de Chile, este humano instinto brinda una oportunidad inesperada.

A la fecha, el legado económico del Presidente Gabriel Boric no luce auspicioso. Es cierto que el control de la inflación va bien encaminado, pero convengamos que este es el desde de un país serio, con un Banco Central independiente.

En cuanto a crecimiento, la cosa se ve complicada para su gobierno. Si consideramos el punto medio de las proyecciones (último IPoM), el PIB de Chile habrá crecido un exiguo 1,6% en promedio cada año, entre 2022 y 2025, el peor desempeño en décadas. Para ser precisos, de concretarse dichas estimaciones, el ranking presidencial desde 1990 en este indicador quedaría así: Aylwin, Frei, Piñera I, Lagos, Bachelet I, Piñera II, Bachelet II y Boric.

Quizás esa métrica no guste para evaluar el bienestar de la población y se prefiera directamente consumo privado. Para esta variable, se anticipa un crecimiento promedio anual de solo 0,4% entre 2022 y 2025. ¿Y el per cápita? Una caída de -0,3% anual. Lo traduzco: Si se consumía $100 el 2021, de no haber novedades el consumo (real per cápita) bajaría a $98,75 el 2025. Ah, esto ya incluye la “remontada” que se espera para la economía el 2024 y 2025. Entonces, como van las cosas, la construcción de un legado sólido huele a tarea titánica para nuestro joven Presidente.

Aquí a uno le puede bajar el romanticismo y recordar la letra de esa canción de León Gieco, que dice “… queremos ya un presidente joven, que ame la vida…”. Amoroso, dadas las proyecciones. Más relevante es preguntarse, ¿qué quiere el Presidente Boric? ¿Le preocupará ser último en el ranking de crecimiento? Y aunque es temprano, ¿pensará en cómo será visto como exmandatario? ¿Será tema cada vez que contacta a sus antecesores?

Estas preguntas hay que masticarlas. Véalo así: cuando Gabriel Boric Font deje La Moneda, en marzo del 2026, habrá recién cumplido 40 años. ¿Cuál es la esperanza de vida de Chile? Gracias a décadas de progreso, en torno a 80 años, la más alta de la región (por algo los 40 son los nuevos 30, ¿no?). Por lo tanto, con algo de suerte, él será casi medio siglo expresidente y tendrá la oportunidad única de ser referente político de muchas, pero muchas generaciones.

Entonces, cargar con el peso de magras cifras económicas y de no haber evitado el final hundimiento del país en la trampa del ingreso medio debería incomodar a nuestro joven Presidente. Sin embargo, es 2023 y no 2025. Los próximos años pueden ser distintos y las tendencias mejores. Para eso, claro, hay que escuchar más a la evidencia y menos al fanatismo. Las cosas hay que hacerlas distintas ya, antes que el legado sea irrevocable. (El Mercurio)

Sergio Urzúa

Un largo 12 de noviembre

¿Qué hará Boric ante el plebiscito?

Como sabemos, Gabriel Boric, apoyado por el Frente Amplio y el PC, se entusiasmó con la perspectiva de un cambio constitucional que llevara a cabo la reingeniería completa de Chile. Recién llegado a La Moneda, se comprometió temerariamente con la Convención refundacional y el proyecto allí elaborado. Y perdió estrepitosamente. Nadie duda de que el triunfo del Rechazo el 4 de septiembre de 2022 representó su derrota personal. En un régimen parlamentario, habría tenido que renunciar.

Protegido por la Constitución vigente, debió haber hecho una pausa, con el fin de pensar seriamente sobre el futuro. Le habría servido crear una instancia de análisis con sus asesores y los partidos de gobierno para superar la obsesión constituyente y responder al reto de gobernar lo mejor posible. Sin embargo, apostó rápido por un segundo proceso, creyendo quizás que así se crearía una posibilidad de revancha. Le convenía la estabilidad, pero, con mirada corta, se obstinó en la idea de desmontar el orden constitucional al que, paradójicamente, le debe todo.

Ni Álvaro Elizalde ni Vlado Mirosevic, que en diciembre pasado eran presidentes del Senado y la Cámara, le recomendaron mesura ni sentido práctico. Al contrario, levantaron los papeles del acuerdo de los partidos como si celebraran un gran acontecimiento. No sabían, por supuesto, que el verdadero acontecimiento iba a ser que el único partido que no firmó tal acuerdo, el Republicano, obtendría un resonante triunfo en la elección del Consejo Constitucional el 7 de mayo.

En otras palabras, los partidos que le hicieron caso a Boric por razones tan nobles como la cuota de cargos en el gobierno, fueron por lana y salieron trasquilados. El ejemplo más bochornoso es el del PPD, partido que, en 2019, con Quintana a la cabeza, alentó la aventura constituyente, luego hizo algún ruido en la Convención, pero terminó sin elegir un solo consejero en mayo.

Faltan solo 12 semanas para el nuevo plebiscito y Boric no podrá eludir un pronunciamiento. Ya sabe que el texto que saldrá del Consejo será muy distinto de aquel que le llenaba el gusto. Por si fuera poco, llevará la impronta de sus adversarios de derecha y centroderecha, que son mayoría en el Consejo. Da la impresión de que su plan no estuvo bien pensado.

 ¿Qué hará Boric ahora?

Primera opción: llamar a votar en contra del proyecto definitivo, el que se conocerá en noviembre luego del procesamiento de las diferencias que surjan entre el Consejo y la Comisión Experta. Eso significaría tomar posición junto al PC, para el cual la prioridad es “derrotar a la derecha”. Si el mandatario se pronuncia en tal sentido, el Frente Amplio cerrará filas, por supuesto. En el PS, todo dependerá quizás del movimiento de las encuestas.

Si los partidos oficialistas se cohesionan en torno al voto en contra, tendrán que explicar por qué prefieren mantener la Constitución actual, o sea, “la de Pinochet”, como han dicho una y otra vez, con desprecio por la firma de Lagos. A lo mejor, dirán que más adelante la pueden reformar en el Congreso. ¡Gran descubrimiento! ¡Todas las reformas materializadas en 30 años se aprobaron en el Congreso!

No sería extraño que, si Boric llama a rechazar el proyecto del Consejo, la balanza se incline hacia el lado opuesto. Para mucha gente, el mandatario es “el referente” para hacer obligadamente lo contrario. De tal modo, y por encima de los contenidos del proyecto, el plebiscito se convertiría en un nuevo referéndum sobre el gobierno.

Segunda opción: expresar apoyo al nuevo texto, pero con reservas y con la promesa de propiciar reformas en el Congreso. O sea, “aprobar para reformar”. Suena conocido. En ello influiría, probablemente, la consideración de que, al fin y al cabo, él tendrá que firmar el nuevo texto si es aprobado por los ciudadanos. Tal postura difícilmente unificará al oficialismo. El PC no estará dispuesto.

Tercera opción: abstenerse. Ello le permitiría mostrarse como un estadista que está por encima de los bandos. Parece la postura más conveniente para sus intereses, pero implicaría que cada partido oficialista actuara por su cuenta y, por lo tanto, todos los ministros y altos funcionarios. Vale decir, desorden a toda orquesta. Sería, además, la explícita renuncia de Boric a liderar a sus huestes en un proceso que él puso en marcha. Tiene mucha razón Jorge Schaulsohn al decir que la izquierda se encuentra en un zapato chino.

La desaprobación al gobierno se ha estabilizado en torno al 65%. Ese es el dato fundamental. Se trata de una corriente ciudadana que definirá su voto en diciembre a partir del siguiente principio: no hacer nada que pueda ser aprovechado por el gobierno. Tal corriente es la expresión del “antioctubrismo”, esto es, del rechazo a la ola de irracionalidad y violencia que llevó al país a una situación de inmenso riesgo en 2019. La reaparición de algunas figuras estelares de la Convención, como Baradit, Atria y otros, reforzará esa corriente.

Ha durado demasiado la confusión que derivó del desdichado momento en que, por la presión de la barbarie en las calles y el oportunismo de los parlamentarios, se abrió la puerta a un experimento que lo puso todo en discusión. Es hora de poner orden para que la libertad sea posible. El país necesita estabilidad institucional. Hay que exigir lealtad con la democracia. (Ex Ante)

Sergio Muñoz Riveros

Orgullo y prejuicio-Isabel Plá

En la edición de ayer de este diario, viene una breve reseña de Jane Austen, retratos y relatos sobre su biografía y obra.

Sus novelas, preciosas e imaginadas antes de que Victoria reinara en Inglaterra, exponen, con delicada ironía, el permanente dilema entre la emoción y la razón. Amores locos que deben someterse a un matrimonio conveniente; el abandono de una pasión, para entregarse a un futuro seguro. Caminatas despreocupadas, bajo el sol o la lluvia, por el campo; o la compostura en una iluminada fiesta para debutantes en la ciudad.

Todos estamos arrancando un poco del dilema constitucional. En menos de tres años hemos ido cinco veces a las urnas para aprobar o rechazar el camino para una nueva Constitución y, luego, elegir convencionales. De nuevo a aprobar o rechazar la propuesta de una convención; y elegir a quienes nos están representando hoy en otro Consejo ad hoc.

Las decenas de mensajes que caen esta semana en los grupos de WhatsApp que suscribo, cruzan el constante dilema. La razón, que intenta explicar que la crisis que vive Chile exige —no única, pero sí sustancialmente— cerrar la incertidumbre constitucional. La emoción, con rabias de quienes no querían este proceso y lo sienten como una imposición. Alegría porque las normas que se van aprobando son, ruidos más, ruidos menos, bastante sensatas (aun cuando pueden mejorarse en las siguientes etapas). Colaboradores del proceso, avezados especialistas y vigilantes de la doctrina irritados, frente a la crítica o las dudas.

Mientras se lucha entre la razón y la emoción, orgullos y prejuicios nunca han sido buenos compañeros. Veneno para Chile y su futuro.

Desde la izquierda, el orgullo herido y la negación de la derrota del 4 de septiembre del año pasado, cuando una mayoría vislumbró más de cerca sus ideas y no le gustaron. Que Chile se partiera en una plurinacionalidad; que se exterminara el Senado. O que los ahorros previsionales, fruto de una vida de trabajo, fueran a parar a un fondo común (“seguridad social”, el eufemismo que usa hoy el Gobierno para promover su reforma).

Desde la derecha, sobre todo la que predomina en el Consejo Constitucional, el orgullo de haber arrasado en las urnas. Pero los triunfos no son inmortales y exigen responsabilidad. Esa derecha, en particular, arriesga futuro si se entrega solo a una batalla cultural, y abandona la posibilidad de un texto que, menos a la medida y con más consenso, tenga un contundente respaldo a fin de año.

El prejuicio: otro enemigo de las buenas decisiones. Si el texto de los expertos fue el fruto de meses de conversaciones e intercambio de evidencia, entonces habrá que sospechar. Llama la atención el No rotundo, irreductible a los acuerdos, vistos para algunos como el resultado de someter su verdad, para dar cabida al entendimiento.

La izquierda presente en el Consejo Constitucional no logra, tampoco, sacudirse el prejuicio frente a sus adversarios ideológicos. Como dijo alguna vez un diputado PC, si la derecha aprueba un proyecto, ya sé que debo rechazarlo. Es bueno valorar, sin embargo, que varias de las enmiendas aprobadas esta semana tuvieron unanimidad. Hay una luz, ojalá no se apague con algún próximo zapatazo.

Habrá que elegir entre lo que se está redactando, que nunca será perfecto (porque nada lo es en las constituciones, ni en la vida). O lo que hay, que sigue representándonos a una parte del país, no obstante comprender que su vigencia tiene el tiempo contado.

Habrá que elegir también entre las aspiraciones puramente culturales —muy lejos, ciertamente, de la experiencia pasada y rechazada, que construía todo un país de nuevo— o la menos estruendosa estabilidad (la perdimos hace algunos años y vivimos cada día sus resultados).

El dilema es hoy ineludible. Las novelas para elegir: Orgullo y prejuicio; Sensatez y sentimiento; Persuasión.

Más elocuencia, imposible. (El Mercurio)

Isabel Plá

De nuevo el aborto

De todos los temas públicos, el del aborto es, sin duda, uno de los más controversiales. Y las opiniones encontradas respecto de él no son un fruto de la equivocación moral o de la terquedad frente a un dilema simple, sino de los límites que posee el juicio frente a un tema complejo y en una sociedad cuyos miembros deben tratarse como iguales.

Y, por supuesto, para dilucidar los problemas que plantea hay que abandonar el simplismo o la tontería que asoma cada vez que el tema se discute y que divide a los ciudadanos en partidarios de la vida (quienes se oponen al aborto) o agentes de la muerte (quienes están por permitirlo); liberales (quienes lo permiten) y conservadores (quienes se oponen); la izquierda (que lo favorecería) y la derecha (que lo impediría); creyentes (que se opondrían) y ateos (que lo favorecerían).

Todas esas formas de plantear el problema son simplezas, infantilismos, frases ligeras de sobremesa, ideas recibidas, cosas que se escriben en las redes o en los blogs. En cambio hay que hacer esfuerzos por identificar las razones en un sentido o en otro e intentar alcanzar una solución razonable.

¿La hay?

El texto propuesto en el Consejo Constitucional (quien está en el vientre materno, dice ese texto, es alguien) puede ser un punto de partida.

Aceptemos que la regla recién aprobada dice, de manera implícita pero inequívoca, que en el vientre materno hay un individuo como usted o como yo y que él merece protección. ¿Cuáles son los alcances de esa regla? ¿Expresa ella un acuerdo que debiera considerarse razonable?

Desde luego la regla no impide —como se ha dicho con cierto apresuramiento— el aborto en tres causales actualmente vigente. Y la razón —vale la pena repetirla— es que en esos tres casos se permite el aborto no sobre la base de negar la humanidad al feto, sino porque prohibirlo significaría establecer deberes para la mujer que no es razonable exigirle de manera coactiva. Así entonces permitir el aborto en esas tres causales es compatible con reconocer humanidad al nasciturus.

Debe entonces concluirse que la regla aprobada no importa desconocer la regla sobre aborto actualmente vigente. Eso es inconcuso.

Lo que sí hace la regla es impedir el aborto a requerimiento de la mujer, lo que suele llamarse el aborto libre. Y es que parece evidente que así como no se debe coaccionar a una mujer a que lleve adelante deberes supererogatorios (que suponen un sacrificio que nadie estaría dispuesto sin más a aceptar), tampoco debe permitirse que el nasciturus (si es alguien como usted o como yo) quede a disposición de la mera voluntad. Así como ningún adulto está obligado a un sacrificio extremo por otro; pero tampoco puede usar a otro como un simple medio para sus fines, así también ocurriría (bajo la regla aprobada) en la relación entre el nasciturus y la madre. La madre no está obligada a un sacrificio heroico (y de ahí que se permita el aborto en tres casos); pero tampoco puede decidir a voluntad el destino del nasciturus (impidiéndose por tanto el aborto llamado libre).

La conclusión entonces es que la regla aprobada permite, por una parte, el aborto en tres causales e impide, por la otra, la consagración del aborto por la solicitud de la mujer sin que medien causales cualificadas.

No es una regla —la verdad sea dicha— ni insensata, ni medieval, ni añeja, ni atávica, ni opresora de las mujeres, ni patriarcal, ni nada semejante.

Más aún (y aunque esta no sea una razón decisiva) es probable que ese punto de vista coincida con el de la mayoría. Esta última en efecto favorece el aborto con causales; pero es difícil que se incline por el aborto sin cualificación alguna.

De esta forma —y mal que pese— la regla aprobada por la mayoría del Consejo, si se la mira con detenimiento y sin simplezas, parece reflejar un acuerdo razonable en un tema donde las dificultades para alcanzar una conclusión que todos puedan aceptar es muy difícil. La dificultad deriva de la índole del debate democrático donde todos se reconocen iguales y cuyas capacidades, sin embargo, los conducen a conclusiones diferentes.

Por eso para pensar este problema quizá sea útil comenzar por evitar llamar partidarios de la muerte a quienes abogan por el aborto, o excomulgar socialmente a quienes se oponen a él.

El aborto plantea un problema moral de gran envergadura y se le deforma cuando se le reduce a una opción partidaria, como parece estar ocurriendo. Por eso quizá lo más preocupante de este tema no es la posición que cada uno adopta ante él, sino el deterioro que muestra de la capacidad de discernirlo, la falta, en este lado y el otro, de conciencia acerca de la hondura moral que este tipo de problemas posee. Es propio de los seres humanos buscar el asentimiento racional de sus decisiones. A eso se le puede llamar conciencia moral. Abandonar la búsqueda de asentimiento racional —en el aborto o en cualquier otro, sustituyéndolo por una opción puramente partidaria o por la suma de likes— equivale a perder esa conciencia. (El Mercurio)

Carlos Peña

Puertas adentro/puertas afuera

Póngase en el lugar de alguien que, parado en el umbral de su casa, tiene dos visiones y sensaciones vitalmente divergentes: si mira puertas adentro ve muchos de los frutos de su trabajo y de un progreso que le permite vivir más cómodo, con acceso a la cultura y a la entretención; pero si mira puertas afuera, y especialmente si se dispone a caminar por las calles de su barrio, sabe que se va a encontrar con consumo de drogas y alcohol, gente viviendo en la calle y que no sería nada de raro que lo asalten o escuche una balacera.

Mirando puertas adentro, probablemente el balance de las últimas décadas de progreso seguramente será positivo. ¿Pero se puede creer con certeza que esa persona siente que vive mejor? El simple sueño de vivir en un hogar acogedor, en un barrio amable y poder ganarse la vida trabajando, ha avanzado —o retrocedido— muy disparmente en sus tres dimensiones.

Por mucho que las condiciones materiales, de habitabilidad, de acceso a nuevas tecnologías, de mayores niveles de educación —por mencionar algunos aspectos— hayan mejorado para todos los sectores de la población, simultáneamente se han producido retrocesos “puertas afuera” que impactan fuertemente a los chilenos.

Hay datos que son mucho peores que señales de alerta, son crudas constataciones y deberían ser un llamado a la acción urgente. Cuando los chilenos cruzan la puerta de su casa, y salen al barrio rumbo a su trabajo, chocan con dos dimensiones de claro retroceso: en la percepción de calidad de vida y en las oportunidades económicas.

Si se quiere tener una imagen de lo que se vive en muchos barrios, los resultados de la reciente encuesta del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, denominado “Barómetro de la Seguridad”, son elocuentes. El 40% indica que el consumo de drogas y alcohol en las calles son situaciones que se producen siempre o casi siempre. El 30% indica la presencia de personas que duermen en la calle, el 32% reporta ver la venta de drogas y el 33%, de fuegos artificiales. Adicionalmente un brutal 27% escucha balaceras o disparos siempre o casi siempre.

Por otro lado, los avances reportados por la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) en años de escolaridad, especialmente entre los más pobres; la evidente expansión de las posibilidades de educación superior y la explicable ilusión de un futuro mejor que esas oportunidades gatillan, chocan con la realidad de una economía que ofrece menos posibilidades de empleo.

La percepción de estancamiento ante la expectativa frustrada de lo que debió ser y no fue alcanza con sus consecuencias mucho más allá del ámbito familiar y se traduce en impactos políticos que han amenazado incluso nuestra estabilidad institucional.

Siempre es útil poner las cosas en perspectiva y una particularmente gráfica es la que ofrece el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute (Canadá). Mire este dato elocuente: durante los últimos 16 años, en los países que han avanzado en materia de libertad económica el ingreso per cápita ha crecido sobre un 50%. Mientras que en los que han retrocedido, tan solo un 30%. ¿Y Chile? De acuerdo al último reporte de dicho ranking, nuestro país ocupa el peor lugar desde el año 1985.

No es de extrañarse que nuestra economía se encuentre estancada. En materia de libertad económica estamos transitando en la dirección contraria. Lamentablemente, no tiene nada de sorprendente el malestar que comunican los chilenos.

El aumento en el acceso a bienes materiales, verdaderos hitos como que por primera vez en la historia familiar alguien acceda a la educación superior, o tener por primera vez un auto, son signos salientes de un progreso “puertas adentro” que en las últimas décadas ha cambiado la forma de vivir de amplios sectores de la población. Pero simultáneamente es manifiesto el deterioro “puertas afuera” y es un ejercicio un poco necio simplemente aspirar a condiciones de futura estabilidad social y política, cuando sin reacción vemos a millones de chilenos caminar por barrios profundamente deteriorados en búsqueda de nuevas oportunidades en una economía estancada. (El Mercurio)

Bettina Horst

Boric en la ONU: ¿se acabó la moda?-Jorge Ramírez

A veces le digo al Presidente: No sé si tienes noción del impacto que genera tu liderazgo en el exterior”. La frase grandilocuente, tan característica del ethos arrogante de esta administración, corresponde al mes de junio de 2022 y fue emitida por la entonces Canciller Antonia Urrejola. Sin embargo, la realidad se impone y a ratos es cruel. Urrejola ya no es Canciller y Boric ha dejado de ser un rockstar internacional. Su paso por la Asamblea General de Naciones Unidas devino en irrelevante, pasando de los flashes, aplausos y selfies al indiferente eco de un salón plenario prácticamente vacío al momento de su alocución presidencial.

Boric no sólo ha perdido popularidad en el ámbito local, con un indicador de desaprobación cercano al 65%, sino que también pierde rating internacional. En parte, porque uno de sus principales atributos, también se ha deprimido: la fuerza retórica.

Probablemente, dos de los discursos más importantes de este año eran el de los 50 años del Golpe de Estado y su intervención en Naciones Unidas. Ambos decepcionaron. Respecto del primero, la intervención del Primer Mandatario fue completamente opacada por el discurso de la senadora Isabel Allende quien logró ser mucho más profunda, reflexiva y conmovedora que Boric. Pero la vida siempre da segundas oportunidades y en menos de 10 días, el Presidente tuvo la posibilidad de enfrentar otro podio y micrófono relevante, el más importante a nivel internacional: la Asamblea General de Naciones Unidas.

Hace un año, Gabriel Boric llegaba a la ONU como una de las grandes novedades y atractivos de la cita. Se trataba del presidente más joven del orbe, oriundo literalmente del fin del mundo, de izquierda y con un halo de irreverencia. Un gran producto, desde la óptica del marketing político, aunque producto, a fin de cuentas, y con fecha de vencimiento.

Menos de un año duró la novedad, la magia y el encanto con Boric en la esfera internacional. Y es que más allá de la cáscara, el trasfondo de lo que puede ofrecer Boric en instancias como ésta es mínimo. La política exterior turquesa derivó tempranamente en una política exterior opaca y gris.

Para resaltar en la escena internacional, no basta con repetir lugares comunes y frases hechas del tipo “los problemas de la democracia se solucionan con más democracia” o decretar que “tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles”; consignas y soluciones fáciles a problemas difíciles.

El Boric de hace un año, al menos mostraba más rebeldía. Pero esta vez, el Presidente trató con guante blanco a las dictaduras de Venezuela y Cuba, culpando a las sanciones y al bloqueo norteamericano, asumiendo a pie de letra el libreto de los socialismos del siglo XXI, de los que supuestamente él se distinguía. El arrojo de Boric sólo alcanzó en esta oportunidad, para condenar la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua.

Enseguida, a falta de fondo, como es habitual, el Presidente se refugia en los símbolos. Primero, el Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, una suerte de comodín político/comunicacional en el discreto periplo por Naciones Unidas, reunión que por razones obvias, no conducirá a nada.

En el sistema internacional las naciones grandes hacen lo que pueden, y las chicas, sufren lo que deben, como relató Tucídides en el diálogo de Melos de la Guerra del Peloponeso. El único Presidente de nuestra historia reciente que ha logrado jugar un rol relevante, “de chico a grande”, en la arena internacional fue Ricardo Lagos y su categórico “no” a George W. Bush a la invasión norteamericana a Irak en 2004 cuando conformamos el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Un decisión real, no un mero gesto performativo.

Luego, Boric se reunió con el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, el mismo que en reiteradas ocasiones apoyara al mismísimo Hugo Chávez, señalando que no se trataba de un líder populista sino de alguien que “lo único que dice es que la gente pobre debe beneficiarse de los recursos de su propio país (…) algo que está en la base de la democracia“.

Para finalmente, coronar la gira con la participación del Primer Mandatario en la inauguración de una placa en homenaje a Salvador Allende en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), es decir, todo terminó igual a como comenzó. Boric y su eterno retorno a los 50 años.

Así las cosas, no parece fácil encontrar un aporte real al país de la gira del Presidente a las Naciones Unidas. Quizás, lo único que quedará sea su no modesta contribución a la quema de combustibles fósiles, porque claramente no llegó a Naciones Unidas en bote como Greta Thunberg.

Esperemos que en la segunda estación de la gira: China, el resultado sea más auspicioso. Quizás allá Boric aún no ha pasado de moda, o tal vez, nunca llegó la moda. (Ex Ante)

Jorge Ramírez

El golpe que “planificó” la CIA

Me disculpo con quienes leen estos comentarios, pues por tercera vez abordaré un tema relativo al golpe militar de 1973. Es probable que esos lectores estén cansados de leer y escuchar sobre la materia pero, ya que fuimos convocados a ello por el gobierno al dedicar un año completo a su conmemoración, me parece necesario despejar todos los temas y exponer sin ambages lo que pensamos y sentimos respecto de ellos.

Nadie puede negar que el gobierno de Estados Unidos intervino en Chile antes y durante el gobierno de Salvador Allende. Ya en 1972 el periodista Jack Anderson reveló los manejos y actuaciones de la transnacional International Telephon and Telgraph (ITT), en complicidad con el gobierno del Presidente Nixon, para apoyar la candidatura de Jorge Alessandri en la elección de 1970 y posteriormente para impedir que el Congreso validara la elección de Salvador Allende. Y poco más tarde, en 1975, la información se hizo oficial cuando la comisión del senado de los Estados Unidos presidida por el senador Frank Church, designada para estudiar las operaciones gubernamentales concernientes a actividades de inteligencia, entregó su informe.

El “Informe Church” puso en evidencia que la CIA había estado detrás del atentado que acabó con la vida del comandante en jefe del Ejército general René Schneider; del financiamiento de la CIA durante todo ese período a El Mercurio; del financiamiento a los camioneros para que realizaran los paros nacionales que pusieron en jaque al gobierno de Allende; del financiamiento al Partido Nacional y a la organización Patria y Libertad.

Esa es la información oficial. Pero siempre se ha dicho también, y la prensa extranjera lo ha repetido infatigablemente, que la CIA no sólo estaba detrás del golpe militar, sino que lo había planificado. Hasta ahora era una de esas leyendas que los medios de comunicación y a veces también algunos académicos que no creen necesario demostrar sus dichos, repetían sin reparar en sus consecuencias.  Y tanto se repitió, que una reciente encuesta de Activa-Pulso Ciudadano, dedicada a los 50 años del golpe militar, puso en evidencia que la idea era efectivamente creída por un número significativo de chilenas y chilenos. Según esa encuesta un 30,6% de la población cree que el gobierno de los Estados Unidos, por intermedio de la CIA, es uno de los principales responsables del golpe de Estado. Lo notable es que, según la misma encuesta, sólo un 25,2% incluye entre esos principales responsables a los partidos políticos de derecha y un 39,6 incluye al Presidente Allende y su gobierno. Es decir, Estados Unidos y la CIA, a juicio de las chilenas y chilenos, es por lo menos tan responsable del golpe militar como las organizaciones políticas chilenas.

Las consecuencias que se derivan de esa opinión no dejan de ser importantes. La principal es que, si el golpe de 1973 fue obra del imperialismo yanki, la realidad interna habría tenido poco que ver en ello. La polarización extrema y destructiva que experimentó el país como efecto de las acciones del gobierno y sus seguidores, así como de la reacción de sus opositores, habría sido un dato irrelevante. Significaría, quizás, que de no haber sido por esa intervención extranjera las cosas hubieran sido diferentes: el Presidente Allende habría podido terminar su mandato, completar su programa de gobierno y, tal vez, por qué no, la Unidad Popular habría podido lograr otra victoria en las elecciones de 1976.

La información difundida el pasado 25 de agosto por la prensa chilena, relativa a la decisión del gobierno de los Estados Unidos de desclasificar documentos emitidos los días previos y durante el 11 de septiembre de 1973, hizo abrigar a algunos la esperanza de que por fin quedaría demostrado que había sido la CIA la verdadera orquestadora del golpe.

Sin embargo, no ocurrió así. El documento del 8 de septiembre señala: «Se han recibido varios informes de Chile que indican la posibilidad de un pronto intento de golpe militar». Agrega que todo se centra en la marina y que «no hay evidencia de un plan de golpe coordinado de tres servicios”. Incluso expresa su temor de que “Si los jefes de la marina actúan con la creencia de que automáticamente recibirán apoyo de los otros servicios, podrían encontrarse aislados». El documento desclasificado enviado el 11 mismo, informa a su vez «los planes de los oficiales de la marina para desencadenar una acción militar contra el gobierno de Allende xxxxxxx (texto tachado) cuentan con el apoyo de algunas unidades clave del Ejército xxxxxxx (texto tachado). La Armada también cuenta con el respaldo de la Fuerza Aérea y de la policía nacional». Es decir, la estación de la CIA en Santiago sabía lo que le contaban -voluntaria o mercenariamente- pero estaba lejos de ser la que planificaba y ejecutaba.

El diario mexicano La Jornada publicó el pasado 1 de septiembre un extracto del libro Pinochet Desclasificado. Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile (Catalonia-Un día en la vida, agosto 2023), de Peter Kornbluh, director del Proyecto sobre Chile del National Security Archive, un autor que nos visitó recientemente y que ha sido extensamente citado por medios locales. En ese extracto, que fue publicado con autorización de la editorial y del autor, se muestran las vacilaciones y dudas que tuvieron distintos organismos del gobierno norteamericano sobre la forma de intervenir en nuestro país y se reitera el reconocimiento de esa intervención, pero nuevamente queda en evidencia que la CIA sabía sobre el mismo sólo lo que los militares chilenos -probablemente alguno de ellos un agente con todas las de ley- querían o podían contarle.

Según el libro de Kornbluth, un memorándum del 17 de abril de 1973 dirigido a Theodore Shackley, director de la División del Hemisferio Occidental de la Agencia, proponía tratar directamente “de desarrollar las condiciones que pudiesen desembocar en una acción militar”. Esto implicaba brindar “respaldo a gran escala” a grupos terroristas como Patria y Libertad o a los “elementos militantes del Partido Nacional”. Se buscaría hacer “cualquier esfuerzo necesario para promover el caos económico, agravar las tensiones políticas y dar pie a un clima de desesperación en el que tanto el PDC como el público en general acaben por desear una intervención militar. Lo ideal sería que con esto se indujese a los militares a tomar el gobierno por entero”. Es decir, todas las malas intenciones del mundo, pero control, ninguno.

A la idea anterior, nos dice Kornbluth, se opuso el Departamento de Estado guiado por el nuevo vicesecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Jack Kubisch. Lo mismo hizo el embajador Nathaniel Davis, quien sustituyó a Edward Korry a mediados de 1971. Kubisch prefería centrar las operaciones secretas en la victoria de la oposición en las elecciones de 1976.

Kornbluth demuestra en su libro que, tanto en la sede central de la CIA como en el Departamento de Estado, había dudas acerca de la disposición de los militares chilenos a acometer un golpe y que sus dudas se acentuaron luego del “tanquetazo” del 29 de junio, que fue reprimido por el propio Ejército. En fecha tan cercana al golpe como el 31 de agosto, desde Santiago se informó a Washington que el Ejército estaba “unido en torno a la idea de un golpe, y algunos eminentes comandantes de regimientos de Santiago han prometido prestar su apoyo. Se dice que han comenzado a ponerse en marcha iniciativas para hacer efectiva la coordinación entre las tres ramas armadas, aunque aún no se ha fijado una fecha para el atentado golpista”. El 8 de septiembre la estación de la CIA en Santiago informó de la inminencia del golpe, aunque dio como fecha el día 10. El 9 de septiembre el agente Jack Devine, con sede en Santiago, “recibió la llamada de un colaborador que huía del país y que le confió: «Va a efectuarse el día 11»”.

Sólo entonces, según Kornbluth, la CIA conoció el día exacto del golpe militar. Un golpe que según la leyenda que se levantó después, habría sido “planificado” por la propia CIA. Afortunadamente la evidencia desmiente la leyenda. La CIA, ya está dicho, intervino activamente en nuestro país durante ese período, complotando en contra del gobierno de Salvador Allende, pero no en la decisión ni en la ejecución del golpe.

Lo cierto es que el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 fue eso: un golpe militar, esto es obra de los militares chilenos, quienes lo decidieron y lo ejecutaron. Sólo a ellos cabe responsabilizar de ese acto y de lo que ocurrió después. Y detrás de ellos, desde luego, la explicación se encuentra en la situación política a que había sido conducido el país por quienes no fueron capaces de resolver sus diferencias por otros medios. Ellos también son responsables. No la CIA. (El Líbero)

Álvaro Briones

Muerte de monos en Neuralink: denuncian a Elon Musk por maltrato animal

Un comité médico acusó a la empresa Neuralink, fundada por Elon Musk, de practicar el maltrato animal, y concretamente de haber «sacrificado» al menos 12 monos «jóvenes y previamente sanos», como resultado directo de problemas con el implante cerebral desarrollado por la empresa.

El comité de médicos para una medicina responsable (PCRM) consiguió documentos públicos que apuntan que los monos que Neuralink usó para probar sus últimos avances fueron sacrificados después de sufrir diversas complicaciones, entre ellas, diarrea con sangre, parálisis parcial y edema cerebral, denuncias que Musk ha negado.

La ONG envió a la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) el pasado miércoles una carta en la que detallaba las acusaciones.

En el documento, PCRM detalla cómo fue la muerte de varios de estos primates, entre ellos, el de un mono macho que fue sacrificado en marzo de 2020 después de que su implante craneal se aflojara, lo que produjo una infección.

Otro caso fue el del «animal número 15», otro mono que «comenzó a presionar su cabeza contra el suelo sin razón aparente» días después de recibir el implante, y su condición solo empeoró a partir de ahí, hasta que el personal le practicó una eutanasia.

BREAKING: The top financial regulator in the US government has received a call to investigate Elon Musk’s recent claims about the deaths of macaque monkeys used in research by Neuralink to develop an experimental brain chip implant.

🎨@anjalinair25 / 🔗 https://t.co/mBkv9SWzVN pic.twitter.com/SSOKfsjmiN

— WIRED (@WIRED) September 20, 2023Por su parte, Musk dijo a principios de este mes que «ningún mono ha muerto como resultado de un implante Neuralink».

No obstante, el medio especializado Wired, que fue el primero en acceder a los documentos que consiguió PCRM y en reportar la noticia, pudo hablar con un exempleado -que se mantuvo en el anonimato-, que señaló que lo que indicaba Musk no era cierto.

Neuralink anunció este martes que está iniciando ensayos en humanos para personas con cuadriplejía. (Cooperativa EFE)