Puertas adentro/puertas afuera

Puertas adentro/puertas afuera

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Póngase en el lugar de alguien que, parado en el umbral de su casa, tiene dos visiones y sensaciones vitalmente divergentes: si mira puertas adentro ve muchos de los frutos de su trabajo y de un progreso que le permite vivir más cómodo, con acceso a la cultura y a la entretención; pero si mira puertas afuera, y especialmente si se dispone a caminar por las calles de su barrio, sabe que se va a encontrar con consumo de drogas y alcohol, gente viviendo en la calle y que no sería nada de raro que lo asalten o escuche una balacera.

Mirando puertas adentro, probablemente el balance de las últimas décadas de progreso seguramente será positivo. ¿Pero se puede creer con certeza que esa persona siente que vive mejor? El simple sueño de vivir en un hogar acogedor, en un barrio amable y poder ganarse la vida trabajando, ha avanzado —o retrocedido— muy disparmente en sus tres dimensiones.

Por mucho que las condiciones materiales, de habitabilidad, de acceso a nuevas tecnologías, de mayores niveles de educación —por mencionar algunos aspectos— hayan mejorado para todos los sectores de la población, simultáneamente se han producido retrocesos “puertas afuera” que impactan fuertemente a los chilenos.

Hay datos que son mucho peores que señales de alerta, son crudas constataciones y deberían ser un llamado a la acción urgente. Cuando los chilenos cruzan la puerta de su casa, y salen al barrio rumbo a su trabajo, chocan con dos dimensiones de claro retroceso: en la percepción de calidad de vida y en las oportunidades económicas.

Si se quiere tener una imagen de lo que se vive en muchos barrios, los resultados de la reciente encuesta del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, denominado “Barómetro de la Seguridad”, son elocuentes. El 40% indica que el consumo de drogas y alcohol en las calles son situaciones que se producen siempre o casi siempre. El 30% indica la presencia de personas que duermen en la calle, el 32% reporta ver la venta de drogas y el 33%, de fuegos artificiales. Adicionalmente un brutal 27% escucha balaceras o disparos siempre o casi siempre.

Por otro lado, los avances reportados por la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) en años de escolaridad, especialmente entre los más pobres; la evidente expansión de las posibilidades de educación superior y la explicable ilusión de un futuro mejor que esas oportunidades gatillan, chocan con la realidad de una economía que ofrece menos posibilidades de empleo.

La percepción de estancamiento ante la expectativa frustrada de lo que debió ser y no fue alcanza con sus consecuencias mucho más allá del ámbito familiar y se traduce en impactos políticos que han amenazado incluso nuestra estabilidad institucional.

Siempre es útil poner las cosas en perspectiva y una particularmente gráfica es la que ofrece el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute (Canadá). Mire este dato elocuente: durante los últimos 16 años, en los países que han avanzado en materia de libertad económica el ingreso per cápita ha crecido sobre un 50%. Mientras que en los que han retrocedido, tan solo un 30%. ¿Y Chile? De acuerdo al último reporte de dicho ranking, nuestro país ocupa el peor lugar desde el año 1985.

No es de extrañarse que nuestra economía se encuentre estancada. En materia de libertad económica estamos transitando en la dirección contraria. Lamentablemente, no tiene nada de sorprendente el malestar que comunican los chilenos.

El aumento en el acceso a bienes materiales, verdaderos hitos como que por primera vez en la historia familiar alguien acceda a la educación superior, o tener por primera vez un auto, son signos salientes de un progreso “puertas adentro” que en las últimas décadas ha cambiado la forma de vivir de amplios sectores de la población. Pero simultáneamente es manifiesto el deterioro “puertas afuera” y es un ejercicio un poco necio simplemente aspirar a condiciones de futura estabilidad social y política, cuando sin reacción vemos a millones de chilenos caminar por barrios profundamente deteriorados en búsqueda de nuevas oportunidades en una economía estancada. (El Mercurio)

Bettina Horst