Neuquén en la órbita china

Neuquén en la órbita china

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Si no hubiese sido por un artículo en The New York Times en julio de 2018, China
continental habría completado de manera casi imperceptible, la construcción de una
sofisticada base satelital en la vecina provincia de Neuquén. Se trata de una enorme
instalación ubicada en una zona denominada Bajada del Agrio (por un villorrio a
orillas de aquel río), en el corazón mismo de tierras picunches, o mapuches del norte.
La construcción se yergue a sólo 50 kilómetros de la frontera con Chile.

Resulta ahora que el almirante estadounidense Craig Feller emitió un informe sobre
los presuntos riesgos a la seguridad global que representa esta base, especialmente
por estar dotada de una gigantesca antena de 450 toneladas en su cúpula. Ello
significa que habría adquirido implicancias geopolíticas no menores y que aquella
provincia del sur argentino ya ha entrado en el radar de las superpotencias.

La verdad es que antes del informe Feller, muchas circunstancias extrañas
alimentaron especulaciones y versiones imprecisas acerca de qué se estaba
construyendo realmente allí.

Ciertamente resulta difícil aceptar que sea un proyecto inocuo, como pretende la
China Satellite Launch and Tracking Control General (CLTC), entidad que señala como
fundamental a esta base para la exploración de la Luna. Así lo probaría el exitoso
alunizaje del Chang´e 4 hace escasas semanas. Las desconfianzas en tal versión
edulcorada emanan de un hecho concreto, que el CLTC no es sólo una entidad
científica, sino ante todo un organismo del Ejército chino.

De manera aislada, varios medios argentinos han puesto atención en este extraño
asunto. Un reportaje de Clarín hace algún tiempo indicaba que la cancillería de los
Kirchner se habría comprometido a tramitar con agilidad visas para los chinos que
trabajen en la base, quienes además gozarían de inmunidad. Añade que se incluye el
uso de frecuencias del espacio radioeléctrico nacional para que funcione la antena.
Otro medio agrega que la instalación no pagará renta alguna en 50 años. Hace algún
tiempo, Jorge Lanata dijo en su programa televisivo que el proyecto es del todo
polémico desde sus mismo inicios, pues su construcción habría comenzado un año
antes de firmarse el Convenio.

Envuelto en tal halo de misterio, resulta difícil establecer qué recibió a cambio el
gobierno argentino presidido en un ya lejano 2012 por Cristina Fernández de
Kirchner, cuando decidió firmar un documento llamado Acuerdo de Cooperación por
50 años para “seguimiento terrestre, comando y adquisición de datos, incluida una
antena para la investigación”. La redacción del documento recién se hizo pública hace
pocas semanas. A juzgar por las turbulencias financieras que vivía la administración
Kirchner en ese momento, bien podría tratarse de un acuerdo quid pro quo, y que
Beijing les ayudó en alguna de las tantas operaciones de salvataje financiero. Hipótesis
plausible.

Desde el punto de vista político, la base exhibe un aspecto extremadamente curioso.
Pese a su lugar de emplazamiento, la organización mapuche argentina RAM, tan activa
en contra de inversiones extranjeras (especialmente italianas), no ha realizado contra
los chinos una sola acción, ni siquiera panfletaria. Desde luego tampoco alguna ceremonia sagrada ritualística oponiéndose a tan ostensible agravio a tierras
ancestrales.

En la actualidad, a simple vista, se advierte allí una instalación imponente, aunque se
percibe en varios kilómetros a la redonda un ambiente poco corpóreo de protección.
Rejas robustas, cámaras poco distinguibles y personas moviéndose con atenta
discreción. En la zona se comenta que cuando recién comenzaron las remociones de
tierra y delimitación de la obra, se transformó en tópico de conversación entre
baqueanos del lugar aquel repentino trasiego de camiones y personas de origen chino.
Como no había información oficial, se desataron rumores delirantes; hasta se habló de
un depósito de armas nucleares chinas. Las autoridades de un pueblo cercano,
llamado Las Lajas, quisieron poner paños fríos y solicitaron al gobierno provincial
expulsar a los chinos y levantar allí un proyecto turístico. La iniciativa fue acallada
rápidamente por emisarios de Buenos Aires.

La verdad es que el gobierno chino se ha congratulado en repetidas ocasiones de la
temprana disposición argentina a plegarse a la red global de rastreo satelital que
Beijing construye en diversos puntos del planeta, incluyendo puntos en países
considerados aliados de EEUU, como Australia (Dongara), Suecia (Kiruna) y algunos
africanos como Namibia (Swakopmund) y Kenia (Malindi).

Sin embargo, a diferencia de aquellas, la base en Neuquén sigue en medio de una
nebulosa con escasa información pública disponible, aunque ha trascendido que ya se
encuentra trabajando a pleno régimen. Esta diferencia con las otras bases satelitales
señaladas, podría generar un incordio que escale a otros niveles de la disputa chino-
estadounidense. Por de pronto, hace poco apareció por allí una diligente ONG
estadounidense para “ayuda humanitaria”; también se habla de una posible base
logística del comando sur para atender “emergencias climáticas”.

Hace 42 años, Buenos Aires reconoció a Taiwán y por décadas mantuvo en el
congelador las relaciones con Beijing, pese a que Mao invitó un par de veces a J.D.
Perón por la curiosidad de conocer su tercera vía. El reconocimiento mutuo se
produjo recién en 1972 al calor de las visitas de Nixon y Kissinger a Beijing. Hoy, las
relaciones bilaterales comprenden un sinfín de materias, siendo la base de Neuquén
un símbolo, aunque ciertamente algo incómodo por las dificultades objetivas para
explicar su existencia.

Entre quienes han estudiado la incursión china en la región figura el argentino Diego
Guelar, quien en 2013 escribió un libro con un título que invita a reflexionar: La
invasión silenciosa, el desembarco chino en América del Sur.

En su opinión, los chinos han apuntalado el peso argentino y comprometido
inversiones en líneas férreas y otros rubros sin perder de vista el fin último, cual es
asegurar la construcción y funcionamiento de esta vital base. Dice que es básica para
los proyectos de largo plazo.

En ese horizonte, las evidencias científicas apuntan a que los chinos (y rusos, indios y
estadounidenses) van ahora por la extracción lunar del helio3, un isótopo casi
inexistente en la Tierra, que se estima fundamental para los llamados desarrollos del
futuro, como la medicina de imágenes, y que en cantidades pequeñas produce grandes
volúmenes de energía altamente sustentable (25 toneladas bastarían para el planeta
entero anualmente). Hay quienes sostienen que para eso, la base en Neuquén es clave. (NP)

Iván Witker

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