Desde el estallido social, las columnas semanales publicadas en su diario por el académico Carlos Peña han recibido numerosas críticas, pero nunca, como este domingo 12 de abril, sus afirmaciones resultan tan livianas y carentes de algún razonamiento que las fundamente.
Si bien no sorprenden en él los intentos de destruir las reflexiones de orden ético social movilizadas por el covid-19, impresiona que esta vez solo use para ello la descalificación y en gran medida el ridículo, ya que solo un miedo pueril a la muerte explicaría su aparición. En un tono aún más pretencioso que el habitual, no vacila en actuar como un juez, usando generalmente un lenguaje burlón, apuntando a lo que parece su afán central, cual es el de destrozar la idea de la solidaridad y con ella los valores que orientan a un mejor vivir y a un actuar generoso ante la muerte.
Me ha resultado impresionante la incapacidad mostrada por el autor para reconocer el valor de estos temas, destacados hoy día en el debate público, y merecedores, por cierto, de ser tratados seriamente. En mi opinión, Carlos Peña debiera reflexionar y pensar que para el uso inteligente de la ironía es mejor el humor, también semanal, de Liberty Valance.
Fanny Pollarolo V.
Exdiputada
Integrante del Instituto Igualdad
