Longueira, una pobre trama de folletín político

Longueira, una pobre trama de folletín político

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“Sombra: Escúchame ahora, Hamlet. Esparcióse la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esa fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre hoy ciñe su corona”.
Shakespeare. Revelación del fantasma de su padre a Hamlet.

Cuando Dios se revela u ocurre una idea extraordinaria se dice que estamos ante una epifanía, una iluminación. La epifanía conserva un grado de misterio, una zona que no requiere de explicación, sino de sumisión y creencia indiscutida. En la política esto se da muy poco y la adhesión incondicional obedece más a la lógica del garrote y la zanahoria que a una persona dueña de la verdad revelada. En el caso de la reaparición de Longueira, con ese estilo mesiánico tan característico, no es extraño que las disidencias y cuestionamientos en su propio sector se disparasen casi de inmediato, el viejo líder ya no cuenta con capacidad para dar premios o castigos, para eso existen cortapisas legales, ni menos tiene la iluminación para desenredar a su sector. Hace rato se extinguió la UDI estalinista.

Descartada la epifanía, la trama del otrora “coronel” del gremialismo tiende a darse en clave de una novela devenida en folletín. Un relato similar al de aquellos boxeadores que por necesidad o imprudencia vuelven del retiro dañados y fuera de forma. Lo que se presenta como una pelea “épica” termina siendo un triste recuerdo, cuando no penoso, de aquello que algún día fueron. Por cierto, si ya es malo volver para dar la “pelea del siglo”, peor aún es pretender proyectarse en el cuadrilátero en forma indefinida; muy pocos tienen el talento del mítico Sugar Ray Leonard. De todas formas, cabe la pregunta ¿habrá una pelea épica para Longueira?, aún más ¿puede haber “epicidad” en su retorno?

El polifacético intelectual italiano, Umberto Eco, en su libro El superhombre de masas aborda desde la historia de la literatura cual podría ser el arquetipo de su época, por cierto, una época nada lejana pero que ya parece una eternidad. En un mundo como el actual, que no busca modelos o arquetipos, es evidente que existe cierta obsolescencia en esa cuestión. Sin embargo, Eco aprovecha la instancia para explorar un rasgo típico de la literatura que es muy pertinente al caso que nos ocupa: la agnición o el reconocimiento.

Toda novela o relato de ficción tiene un nudo que exige sea revelado en algún momento: quien es el villano, el poderoso que se oculta, el amor secreto, el pasado oscuro…por citar algunos. La agnición es la revelación que puede o no estar oculta, pero siempre hace parte esencial de la trama y es lo que despierta el interés por el relato, su leitmotiv. El desenmascaramiento puede aparecer al final de la historia, como en la mayoría de las novelas policiales; o muy al inicio a ojos del lector pero esquiva al elenco de personajes, como la verdadera identidad del Conde de Montecristo o el propósito vengativo de Hamlet.

Sin embargo, Eco previene que el recurso de la agnición debe usarse con prudencia porque es fácil caer en una revelación redundante o inútil. La redundante se da frecuentemente en la novela por entregas, donde se “recuerda” en forma reiterada al espectador el nudo detrás del relato y se agregan conflictos menores a costa de perder calidad dramática. El reconocimiento inútil, en tanto, se produce cuando la revelación no incide en absoluto con el desarrollo de la novela, no aporta nada nuevo y su sentido termina siendo publicitario…elija usted que tecla tocaría la reaparición de Longueira.

El ex presidente de la UDI prodigó un ramillete de revelaciones que incluyen que votaría “apruebo” a una nueva Constitución (aunque luego habló de rescatar todo lo posible de la actual), se presentaría a Constituyente, quiere volver a presidir el partido, no hay político más probo que él (cosa que la mayoría entiende en sentido contrario) y que el Fiscal Nacional habría establecido compromisos políticos para llegar al cargo por lo que no le reconoce autoridad alguna (denuncia que podría respaldar porque sabe con quién y cuándo se realizaron esas reuniones). En términos novelescos es un enredo de revelaciones tempranas, la mayoría de ellas insustanciales o inútiles, o sea, un mal guion que no tiene mayor impacto para la sociedad en general. Aunque siempre cabe la posibilidad que pueda haber algo más detrás de este desocultamiento, como intenciones de ordenar los postulantes de la derecha a la Asamblea Constituyente o, paralelamente, avanzar en una estrategia judicial que lo exonere por las corruptelas con SQM. De hecho, hay suspicaces que piensan que esto no es una estrategia política sino procesal.

Con agenda abierta u oculta la tensión dramática que quiso imprimir Longueira a su retorno se desbarata desde el momento que en el seno del gremialismo surgen voces críticas que cuestionan la reedición de su liderazgo y a su eventual permanencia (no hay que olvidar el riesgo de las revelaciones redundantes). Es interesante además que el mito de Longueira se construyera, entre otras cosas, en base a hechos que su mismo sector repudia, como fue el acuerdo, por cierto muy sobrevalorado, para “sostener” al gobierno de Lagos o permitir la inscripción fuera de plazo de los candidatos de la DC cuando no lo habían hecho oportunamente. Ahora Longueira aterriza promoviendo tibiamente y en forma utilitaria el apruebo constitucional a contracorriente de la línea oficial de su partido. Una arremetida extraña, zigzagueante, que no alcanza para desafiar ni a moros ni cristianos…tibia la pelea.

El fantasma del padre de Hamlet logra articular la trama solo porque cuenta con la devoción del hijo y, dicho sea de paso, no aparece con pretensiones de quedarse. Como buen fantasma es evanescente, una sombra que, sin embargo, es capaz de impulsar a Hamlet a vengarse del espurio rey, su tío criminal. Por eso cabe preguntar ¿Cuánta devoción filial quedará todavía en la UDI?…compleja cuestión si se toma en cuenta que Longueira deja abierta la posibilidad de “patear el tablero” político en su defensa judicial y su propio partido tiene tejado de vidrio. Basta recordar la condena a su expresidente, Jovino Novoa, por boletas falsas. El escenario está abierto, pero hay que conceder que, más que poner el eje en la cosa plebiscitaria, esto ha ido derivando en un revival de la corrupción y lo peorcito de la política. Claro que esta opinión no pretende ni alcanza a ser una revelación o agnición, para eso ya hay suficiente espectáculo y aspirantes a púgiles…solo queda decir “arriba, abajo, uppercut, bloqueo y míralo feo”. (lamiradasemanal)

Luis Marcó

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