La dignidad de la política-Cristóbal Aguilera

La dignidad de la política-Cristóbal Aguilera

Compartir

¿Es posible hablar de lo «bueno» en un sentido diferente de «bueno para…»? Robert Spaemann formula esta pregunta, y luego cita aquella famosa frase de Sócrates: «Piensa, Calicles, si lo bueno y lo malo no es algo distinto de salvar o ser salvado».

Cuando solo consideramos lo «bueno para…», inevitablemente terminamos negando que nuestras acciones tienen un valor en sí mismas. No es posible, en consecuencia, hablar de lo «bueno» sino como medio, como utilidad. Las acciones terminan trivializándose. En el fondo, da igual hacer esto o aquello si las opciones tienen un carácter puramente instrumental. Así, la enseñanza de Jesús: «no hay amor más grande que dar la vida por los amigos», en realidad, sería una farsa. ¿Qué de «bueno» hay en la acción de aquel que da la vida por un amigo? ¿Actúa razonablemente el padre que prefiere arriesgar su vida por salvar la de su hijo? Pero la pregunta central es otra: ¿puede lo «bueno» decirse de otra manera, es decir, de modo absoluto? En otras palabras, la cuestión es si acaso podemos hablar de lo bueno desde el punto de vista moral.

Si en el plano moral este asunto es decisivo, también lo es en el plano político. La política se ha reducido, degenerado, a una actividad meramente estratégica. ¿Estratégica para qué? No está claro. La ética también se pregunta sobre lo que en el fondo queremos. «Votaré Apruebo», anunció Pablo Longueira hace ya un par de semanas. Su argumento es, en términos sencillos, el siguiente: ¿para qué diablos quieren infligirse la peor derrota de la historia? Es decir, cálculo. Él, por supuesto, está en verdad por el Rechazo, pero no cree que estén las condiciones políticas para defender esta posición. Prefiere rendirse o, como se dice hoy, «navegar». Al final, ya no importa. En la medida en que se renuncia a un horizonte y se opta, en cambio, por enfocar la mirada en la tierra para evitar todo tropiezo, poco importa lo que se decida. ¡Muy hábil! Sin duda, en el plano táctico. Pero la acción política, como también recordaba Spaemann, se trata de algo muy diferente, se trata de «hacer algo lleno de significado».

Para llegar a algún lado, para alcanzar un fin, hay que planificar, y por ello la estrategia no es algo de suyo negativo, sino que al contrario: la visión estratégica es algo muy necesario y que muchos políticos no consideran con seriedad. Sin embargo, el problema en el que nos encontramos actualmente no es de planificación, sino de fines: como no tenemos claridad alguna de hacia dónde vamos, terminamos capturados por las inclinaciones utilitarias del momento. Renunciamos a lo «bueno» para que predomine lo «bueno para…», pero luego resulta difícil justificar nuestras propias acciones, también las políticas. «Hacer algo lleno de significado». Este es el desafío. Y es un desafío que, a la postre, puede terminar por cambiar precisamente las condiciones que hoy inquietan a muchos y que, estratégicamente, los llevan a moverse únicamente en el plano de la utilidad. (El Líbero)

Cristobal Aguilera

Dejar una respuesta