Lastres culturales del proceso constituyente-Pedro Pablo Rosso

Lastres culturales del proceso constituyente-Pedro Pablo Rosso

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Los textos aprobados hasta ahora por la Convención han provocado inquietud y motivado la creación del movimiento ciudadano “Amarillos por Chile”. Integrado por destacadas personalidades públicas, este colectivo considera que un sector mayoritario de los constituyentes intenta “repetir experimentos refundacionales fracasados en todas partes del mundo”, y condena su falta de diálogo y espíritu revanchista. A estas apreciaciones agregaría que, además del fervor ideológico, la dinámica y acuerdos del proceso constituyente revelan, también, el lastre de ciertos rasgos desfavorables de nuestra cultura, particularmente la pobreza de “cultura general”, el resentimiento y la propensión al pensamiento mágico.

Sin duda, el primero de ellos es atribuible a falencias de nuestro sistema educativo, en todos sus niveles. Notoriamente, el no alentar el cultivo de los conocimientos humanísticos y científicos que otorgan una “cultura general” y las formas de analizar información que les permiten a las personas elaborar una opinión propia sobre temas diversos. Una cultura general pobre y un pensamiento crítico débil dificultan la comprensión cabal de la realidad y, por consiguiente, facilitan la aceptación de ideas ajenas e información falsa. Estas carencias educacionales son notorias en muchos constituyentes, de todos los sectores, en la forma de opiniones basadas en consignas, la repetición de opiniones ajenas, el uso de argumentos ad hominem, el desinterés por respaldar con hechos los temas en discusión e, inevitablemente, las reinterpretaciones históricas fantasiosas.

Respecto del resentimiento, lamentablemente, en Chile son tantas las personas abusadas en las múltiples formas que Rob Nixon denominó “violencia lenta” que el resentimiento se ha hecho parte de nuestra cultura. Es una llaga que supura en múltiples movimientos sociales, violencia callejera y una obsesiva fijación con traumas del pasado. La existencia de un acendrado rencor en un alto porcentaje de los convencionales se ha manifestado de muchas maneras y, ostensiblemente, en el debate sobre “negacionismo” y la censura vociferante o tácita a los constituyentes de un sector minoritario.

El pensamiento mágico es la creencia de que ciertas ideas, ritos, palabras o símbolos pueden cambiar el curso de los acontecimientos del mundo material. El uso del pensamiento mágico en todo tipo de circunstancias, incluyendo los asuntos de Estado, fue una de las características de la era pre-científica. En este ámbito se diría que los constituyentes han sido fieles al mandato recibido. ¿No pertenece acaso a la categoría de pensamiento mágico la idea de que una nueva Constitución puede exorcizar los espectros del pasado y encaminar a Chile por la senda de la cohesión social, la justicia distributiva y la prosperidad?

Hasta ahora los acuerdos de la Convención Constitucional parecen validar el aforismo de que la sabiduría colectiva no pueda superar las incompetencias individuales (Carlyle), pero, como dijo Manuel Rodríguez: “Aún tenemos Patria, ciudadanos”.

Pedro Pablo Rosso
Rector emérito, Pontificia Universidad Católica de Chile

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