Las denigradas encuestas

Las denigradas encuestas

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Mientras el Presidente argentino Mauricio Macri se limitaba a señalar que “hemos tenido una mala elección” luego de su magro 32,33%, un triunfante Alberto Fernández afirmaba que los argentinos empezaban a “construir otra historia”. Su contundente 47,35% en las primarias – a poco más de dos meses de las elecciones presidenciales de octubre-, impactó en el mercado financiero, en la derecha latinoamericana que observa con nerviosismo esta nueva dinámica política del país vecino y a las encuestas por sus insuficientes pronósticos.

Pero que los estudios de opinión fallen en su proyección electoral se ha hecho habitual en los últimos años. Así ocurrió con el referéndum sobre el Brexit, el triunfo de Donald Trump en las elecciones de EE.UU. y el plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia, entre otros.

Aun cuando lo que se espera de toda muestra es que sea capaz de actualizar y mejorar su metodología e independientemente de errores de medición o procesamiento, que pueden ocurrir, ha ido quedando en evidencia que en una sociedad mucho más compleja como la actual, las tendencias de opinión son cada vez más difíciles de medir y evaluar. En ese contexto, es importante “reconciliarse” con el error que pueden tener los estudios ya que -entre otras cosas- buena parte de los electores esconden sus preferencias o muchos tienden a definir su voto en el último momento.

Como las encuestas no pueden realizarse sobre la totalidad de la población, se toma una muestra representativa de ella. Son fotos fijas del momento y tienen problemas a la hora de recoger cambios de tendencia muy rápidos que pueden animar a ir a votar a ciudadanos que no lo tenían previsto inicialmente. A ello se suma que la abstención y el voto voluntario también se transforman en factores distorsionadores que, incluso, a última hora pueden influir en un votante para concurrir a las urnas o no, dependiendo de cómo se esté percibiendo la dinámica electoral.

Pero más allá de todas estas consideraciones, las encuestas son necesarias ya que se transforman en una útil herramienta para medir estados de ánimo, determinar tendencias o alertar sobre materias o medidas que requieren ser abordadas.

Una historia muy diferente es el uso de los datos personales que han hecho empresas como Cambridge Analytica, que utilizando ilegalmente la información tecnológica almacenada masivamente, han intervenido en varios procesos electorales que no pudieron pronosticar con exactitud las encuestas y que, sin embargo, a través del Big Data operaron en las conductas de grupos de personas modificando resultados electorales que, en un inicio, se proyectaban en otra dirección, como ocurrió en EE.UU.

Por eso, no está demás demandar más rigurosidad y mejor metodología para las encuestas en la política y dejar la utilidad del Big Data para la gestión pública y privada. (La Tercera)

Juan Carvajal

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