La derecha inculta

La derecha inculta

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Más allá de si el aeropuerto de Santiago tiene que llamarse Pablo Neruda, lo que verdaderamente sorprende son los argumentos de los parlamentarios de derecha para oponerse a la iniciativa. Son de un nivel tan primario, que no es raro que el sector tenga cero sintonía con el mundo de la cultura y quede confinado como proyecto político a la simple gestión, pero muy lejano a las ideas o planteamientos serios en torno a cómo las sociedades deben organizarse.

El primer y casi único reparo que han manifestado es que Neruda fue comunista. Bueno, esa es una forma muy estrecha, casi infantil, de caracterizar una persona cuyo aporte a la poesía está reconocido nada menos que con el Premio Nobel de Literatura. Como bien dice David Gallagher, la obra de un intelectual de peso está afectada de manera muy marginal por su afiliación política y, en el caso de Neruda, eso es evidente. Sus escritos están sin duda entre los más memorables del idioma en el mundo entero. Por eso, su figura es por lejos la más destacada de la cultura chilena. Visto así, sería un honor para el aeropuerto llevar su nombre, no al revés.

Pero eso no es todo. Un diputado de RN, Jorge Rathgeb, se da el lujo de decir que colocarle el nombre de un poeta al aeropuerto es tan absurdo como ponerle el de un político a un centro cultural. Por favor, ¿acaso no sabe que uno de los museos más importantes del mundo se llama Pompidou? ¿O tampoco ha escuchado hablar del Lincoln Center? Todo tiene un límite. Y la derecha, con esta iniciativa, está mostrando su incultura total. Así, no es raro que este sea un tema que siempre se asocia la izquierda. Lo que no es un dato menor en la discusión de las ideas.

Más allá de la política, el debate en cuestión también tiene un sentido de la imagen que queremos proyectar como nación. Los aeropuertos son por definición espacios globales. Es la primera impresión que se llevan los extranjeros de un país. Por eso, su nombre debe reflejar aquello. En ese sentido, llegar a un aeropuerto que se llama Pablo Neruda es una señal potente. Primero, porque es un personaje reconocible en el mundo entero. Segundo, porque refleja el carácter de una nación que valora su cultura.

Pero también un sentido estético. En Chile, sabemos, aquello importa poco y por eso los nombres son generalmente malos. Pero, en el mundo, este es un tema. Un ejemplo. El campus de ingeniería del Politécnico de Milán se llama “Leonardo”, en honor a Da Vinci. Por el contrario, el campus de ingeniería de la Universidad de Chile se llama “Beauchef”, simplemente porque queda en esa calle. Si estuviéramos en Italia, se llamaría Nicanor, en honor al poeta que además fue un ilustre profesor de esa facultad.

En suma, el debate sobre el nombre del aeropuerto no es marginal, ni anecdótico. Tiene consecuencias políticas evidentes para la derecha, porque desnuda una carencia cultural asombrosa. Por otra parte, es una discusión sobre el carácter que queremos proyectar como país, cosa que no es menor en un mundo globalizado. Por último, posee una dimensión estética, algo que debiera incorporarse con fuerza en nuestras políticas públicas.

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