Graduados en crisis-Sebastián Claro

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Graduarse de la universidad en medio de una crisis deja marcas. Décadas de ciclos económicos en el mundo han permitido trazar la huella de los efectos sistemáticos que se producen al salir a buscar oportunidades de trabajo en momentos cuando el mercado laboral marca ocupado.

Los estudios sugieren que los primeros diez años en el mercado laboral son claves para determinar las oportunidades futuras y las posibilidades de ingresos económicos. La evidencia internacional muestra que las generaciones graduadas en recesión obtienen niveles de salarios que pueden ser 10% inferiores a los de una generación recibida en bonanza. Estas diferencias van desapareciendo lentamente, y duran por lo menos una década. Pero el perfil de ingreso no es lo único que distingue a estas generaciones. Para lograr emparejar las oportunidades, los jóvenes graduados en crisis cambian más de trabajo y entre empresas, de manera de encontrar un mejor aparejamiento.

Aunque estos patrones no están escritos en piedra, no deben desestimarse. Hay generaciones con suerte y otras con menos. Ello, sin embargo, no debe llevar al abandono o la renuncia, ni desde el punto de vista de la política pública ni desde el de la actitud individual.

Las oportunidades para los jóvenes dependerán de la capacidad de la economía de generar trabajo. Aunque posiblemente los dados están lanzados en los próximos tres o cuatro trimestres, no lo están en los próximos tres o cuatro años. Un impulso a la inversión, que caerá intensamente en esta pasada, es fundamental, así como lo es un acuerdo para bajar los costos de contratación de jóvenes en sus primeros años, facilitándoles la búsqueda de empleos y la capacitación. En cambio, si nos llenamos de las trabas del siglo XX, si inflamos la deuda pública —que recaerá sobre sus hombros sin notarlo—, o si nos dedicamos a jugar el campeonato de quién sube más los impuestos, la transición será aún más dura.

Las políticas públicas no lo serán todo, sin embargo. Como siempre, la actitud personal es clave. Parafraseando a Ortega y Gasset, bien harían los jóvenes en recordar que “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Si la realidad es difícil, la ética de trabajo incansable por modificarla será, quizá, el ingrediente diferenciador para una generación entera.

Echarse a morir y esperar la ayuda del Estado para salir adelante ahondará aún más la ruta de la desesperanza. La alternativa de salir a buscar oportunidades, levantarse un poco más temprano y pasear un poco menos no solo mejorará las posibilidades económicas individuales, sino que alimentará el espíritu y ayudará a modificar las circunstancias de muchos otros que flaquean en el camino. (El Mercurio)

Sebastián Claro

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