Chile en una encrucijada-Karin Ebensperger

Chile en una encrucijada-Karin Ebensperger

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La palabra Constitución viene del latín constituere, establecer, organizar. Se trata del texto más importante de una nación, la Carta Magna que nos convierte en un Estado de Derecho, nos da el ordenamiento jurídico que va a regular los aspectos fundamentales de la vida en sociedad.

Una Constitución tiene dos objetivos principales: cómo generar el poder y cómo este se repartirá en instituciones, y asegurar los derechos de las personas, de todos nosotros. Los poderes de la autoridad surgen del consentimiento de los gobernados, de un pacto original establecido en la Constitución, del cual derivan derechos y deberes de gobernantes y gobernados.

Chile enfrenta un momento muy trascendente de su historia. En medio del actual desconcierto, deberemos decidir en plebiscito si queremos que se replanteen el orden jurídico, las tareas futuras del Estado, los procedimientos para resolver los conflictos entre poderes y personas, los derechos y garantías personales… en fin: reescribir el fondo y forma de nuestra república y nuestra vida en sociedad.

Y no solo eso: es esencial que una Constitución se perciba legítima, que represente los valores y creencias de la sociedad. Está en juego todo. Se trata nada menos que de lograr integración social, y que la Constitución contenga los principios vinculantes de la nación.

Pienso que muchas de las demandas que llevaron al estallido social del 18/10 son legítimas, pero no la violencia. He escrito múltiples columnas aquí alegando contra abusos de privados que burlan la libertad económica coludiéndose, y de abusos del Estado despilfarrando los dineros que esforzados chilenos pagan vía impuestos. Es una vergüenza cómo se malgasta la plata de todos.

Se ha formado cierto grupo de influencia con total desapego del Chile real. Es una casta fatal, integrada, entre otros, por ciertos políticos de diversos signos, algunos actuales y ex líderes estudiantiles y gremiales, numerosos funcionarios estatales, ciertos empresarios, opinólogos y un porcentaje de diputados que nos brindan vergonzosos espectáculos en el Congreso. Este verdadero club tiene integrantes de izquierda y derecha, pero con una característica común: su discutible comprensión de lo que es la democracia. Esta casta que abusa se mueve en total ausencia del debate de ideas, vive en otro mundo, se habla a sí misma, se oye a sí misma, se aísla en sus redes de contactos, divide al país y no contribuye a formar una democracia acogedora y eficaz que beneficie a la mayoría.

En parte es producto de una educación que no valora la formación cívica; para colmo, el Ministerio de Educación eliminó Historia en los últimos años de enseñanza media. Así no se construye un país cohesionado, y estamos viendo los resultados. Es hora de que la mayoría silenciosa les recuerde a los vociferantes que somos una comunidad, no simples habitantes de Chile: somos ciudadanos, con deberes y derechos constantes, que se nos debe respetar todos los días, no solo cuando se requiere nuestro voto o nuestro apoyo para una nueva Constitución. (Emol)

Karin Ebensperger

 

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