¿Ahora los empresarios aman a Boric?

¿Ahora los empresarios aman a Boric?

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El discurso fue impecable. Con un cierto nerviosismo inicial, el Presidente electo hizo una maciza alocución en Enade. Con el mismo tono que lo ha acompañado desde que salió electo —sereno y pausado— desplegó una artillería sorprendente. “Mis palabras respecto a la gradualidad y a la responsabilidad fiscal no eran un disfraz de campaña”. Habló de “reglas claras”, resaltó la relevancia de la “seguridad jurídica” y ensalzó la “certidumbre”. No se arrugó en señalar que “la alianza pública privada es fundamental”.

Resaltó el dialogo.

“Tenemos que encontrar el equilibrio entre desarrollo y sustentabilidad”. “Seré el Presidente de todos los chilenos”. “Una reforma tributaria no debe verse como un enfrentamiento de clases sociales”. “La pobreza tiene que seguir siendo un desafío como sociedad”.

Gabriel Boric hasta ahora se parece mucho más a Ricardo Lagos que a Salvador Allende. Y eso es una buena noticia para el país. La pregunta es si su público duro quiere a un nuevo Lagos o un nuevo Allende (por cierto, en versiones remasterizadas). La otra pregunta es qué prefiere la mayor parte del país.

Cuando Lagos fue por primera vez a Enade la tensión se cortaba con cuchillo. Fue ahí cuando dijo que pensaba que sería difícil relacionarse con los militares pero que había sido mucho más difícil hacerlo con los empresarios. Había transcurrido ya un año de gobierno. Pero al cabo de 5 años, en su última Enade, lo aplaudieron rabiosamente de pie. Excitado el entonces presidente de la CPC, Hernán Somerville, dijo su célebre frase de “mis empresarios aman a Lagos”. Frase que ha perseguido a Lagos y que lo alejó para siempre de su mundo identitario de izquierda. Pese a su enorme legado.

A algunos empresarios les gusta ser comentaristas políticos. No se dan cuenta de lo contraproducente que es para su propia causa. No se dan cuenta además de que ya Adam Smith había dicho toda proposición pública que proceda de los empresarios “deberá analizarse siempre con la mayor desconfianza”. Pero más allá de eso, es explicable la inquietud del mundo empresarial respecto de las reglas de juego que muestra el programa de Boric. Y es entendible la cierta sensación de alivio con la que salieron de la reunión.

Pero es inevitable la pregunta ¿Se alejará Boric de las versiones más radicales de su mundo? ¿Se transformará así Boric, en el próximo presidente “amado” por los empresarios?

Respecto a la moderación de gobernantes de izquierda, ello ya ha ocurrido otras veces. No muchas, pero ha ocurrido. El primer Lula sorprendió a muchos: pasó de ser el sindicalista bastante radical a una especie de socialdemócrata a la brasilera. Con Ollanta Humala pasó algo parecido. Qué decir del “ex guerrillero” Pepe Mujica en Uruguay. Tres ejemplos que, si bien gobernaron con luces y sombras, estuvieron lejos de la radicalidad que muchos temieron. Ejemplos hacia el otro lado abundan en todos los paralelos y meridianos. Y en todos los tiempos.

Respecto del amor de los empresarios, ello estará dado por dos aspectos. Por mantener los espacios de la iniciativa privada razonablemente resguardados y por darle gobernabilidad a un país que con Piñera se hizo ingobernable. Algo que por cierto está en veremos.

Pero, ¿podrá dejar Gabriel Boric a todos contentos? La respuesta es categóricamente no. El problema es que lo que le convenga al país, para una parte de la izquierda puede terminar siendo una reedición de la cocina, de la medida de lo posible y eso lo puede transformar en un nuevo “traidor”, como le intentan achacar a Lagos.

Tratar de dejarlos a todos contentos sólo es posible mientras haya popularidad. Después se transforma en palos de ciego. Y la popularidad suele ser más efímera incluso que el amor…

Ahora viene el gabinete: y será la primera señal real, más allá de las palabras y de los poemas, de hacia dónde van los tiros. ¿Existirá un rompimiento explícito con el mundo radical, tal como cuando estuvo dispuesto a abandonar su partido para firmar el 15 de noviembre? Probablemente no. Al menos por ahora.

Otra alternativa es jugar a la moderación, y esperar que la Convención sea la que juegue en la radicalidad. Que sea ella la que apruebe una serie de limitaciones a la actividad empresarial y que el nuevo presidente simplemente tome nota. La vieja estrategia del policía bueno y el policía malo. Boric el moderado y la Convención la refundacional. Ello no se puede descartar, pero no parece en la impronta del nuevo presidente.

Mientras tanto, es inútil seguir intentando saber si está jugando el Boric 1 o el Boric 2, la nueva versión de Allende o la nueva versión de Lagos. Tal vez Boric sea Boric y se aleje de la izquierda populista y de la izquierda autoritaria tan presente en Latinoamérica. Si logra eso, quedará instalado en el concierto internacional su liderazgo. Tendrá que tener presente que parte de su mundo lo despreciará. Pero la historia —y no sólo los empresarios— “lo amará”…(El Mercurio)

Francisco José Covarrubias

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