E. Correa: desafío es «convivir con buena economía y Estado de Bienestar»

E. Correa: desafío es «convivir con buena economía y Estado de Bienestar»

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Sonríe cuando se le pregunta, porque -seguramente- el chiste lo ha escuchado muchas veces en diferentes versiones.

El debut del gobierno de Gabriel Boric -que trae una nueva generación al poder- ahora sí que sí pone término a la transición, ¿o no?

En un cierto sentido, sí. Llegó a su fin el largo período en que los líderes de la transición gobernaron el país y tenemos una vuelta de página contundente. En rigor, sin embargo, la transición terminó durante los gobiernos de la Concertación, desde el punto de vista político cuando el Presidente Aylwin conjuró el riesgo de un retorno autoritario; el Presidente Frei trabajó sobre la base de una democracia más consolidada y el Presidente Lagos puso término a los enclaves autoritarios. Ahora vienen nuevos impulsos y los genera una generación que es completamente nueva, y desde ese punto de vista es correcto decir que es una nueva transición. La primera transición, la de los 90, se caracterizó por buscar la convivencia entre democracia y buena economía. Esta segunda transición se caracterizará por buscar la convivencia entre buena economía y Estado de Bienestar. Así que diría que no es sólo un cambio generacional, sino que también programático.

Una de las críticas más feroces a sus antecesores de quienes van a asumir el poder en marzo es a la política “en la medida de lo posible”, término que acuñó el expresidente Patricio Aylwin. La búsqueda de acuerdos, negociar las reformas y la gradualidad terminarán como sino del gobierno de Gabriel Boric…

Para mí esos son atributos de la política. La política es el arte de lo posible, no el arte de lo imposible, porque entonces no habría política habría guerra. Una buena política pública tiene en sí misma la atribución de la gradualidad para su buen desarrollo. A la vez, la solidez técnica y los acuerdos son esenciales.

Y ¿Cómo se conjuga eso con las críticas que ellos han hecho a sus antecesores y también con las expectativas que genera este gobierno?

Sin duda, las expectativas son muy grandes, pero yo diría que en la medida en que el gobierno que viene va a mantener sus propósitos transformadores y los va a aplicar con gradualidad y buscando acuerdos, en esa misma medida puede llegar a muy buen puerto. La enorme crisis que hemos tenido, primero con el estallido social y después por la pandemia, nos dejó como lección que tenemos una economía fuerte -que va a tener muchas dificultades- y una sociedad muy frágil. Si uno mira esas dos características, uno debiera pensar que debemos transitar a niveles de protección mayor de la sociedad, conservando una economía fuerte. Yo diría que esa es la esencia del desafío que viene. ¿Cómo se va a hacer eso?, ¿Cómo se va a negociar?, ¿Qué gradualidad va a tener eso? Eso ya va a depender del próximo gobierno y del Parlamento.

¿Cómo cree que se vislumbra ese camino respecto del Presidente y la convivencia con su propia coalición, donde hay sectores con mayor voluntarismo, con interés en avanzar de manera rápida?

Me cuesta decir lo que pueda ocurrir y sería pretencioso de mi parte hacerlo, pero quiero establecer un concepto. Mientras el régimen presidencial exista, el líder de la política del país es el Presidente. Es decir, las atribuciones que él tiene no las recibe de su coalición, sino que del electorado directamente. Y desde ese punto de vista el Presidente electo, el más votado de la historia, tiene una fuerza propia inmensa. Un segundo principio, sin embargo, es que el Presidente debe contar con una coalición cohesionada y, por tanto, el tiempo que viene va a ser un tiempo precisamente de sucesivos equilibrios y desequilibrios. Hay que agregar otro asunto más, novedoso, y es que entre las fuerzas que apoyan al presidente electo probablemente van a convivir dos coaliciones. Una es la coalición de Apruebo Dignidad, que es la coalición propiamente gubernamental, y otra es la coalición de centroizquierda que va a permanecer siendo coalición, respaldando al Presidente, pero no formando parte plena de su gobierno. Entonces esos son los equilibrios que vienen. Pero el centro de la política es un Presidente muy votado y que tiene una fuerza propia muy grande, como la tuvo en su momento el presidente Frei Ruiz-Tagle. Muy grande, es mayor todavía la fuerza que tiene Gabriel, el presidente electo.

En esta etapa que se abre de la política, ¿hay espacio para alianzas nuevas’. Por ejemplo, una ruptura del eje DC-PS o un entendimiento entre ese centro y la derecha?

No se puede nunca predecir así, pero lo que uno debiera pensar es que tal cosa no va a ocurrir o no va a ocurrir tan fácilmente. No creo que el Partido Socialista abandone su coalición de centroizquierda para sumarse al Frente Amplio. Ni creo que la Democracia Cristiana se aleje de sus aliados socialistas para aliarse con un sector de la derecha. No lo veo como un escenario probable. Eso generaría, en ambos partidos, crisis difíciles de manejar. Siento que son fuerzas culturalmente distintas. La centroizquierda y la derecha son dos mundos culturales distintos. Coinciden naturalmente en una cantidad muy grande de asuntos, como en todos los Estados modernos ocurre, pero representan fuerzas culturales, reivindicaciones, demandas e historias muy distintas.

Foto:NADIA PEREZ/AGENCIAUNO

Los 90 se caracterizaron por la búsqueda de acuerdos y en ellos la coalición de gobierno se sumó a esa lógica. Usted sostiene que ahora pasará lo mismo…

Quiero volver a lo que hablamos hace un rato: esto es la combinación entre la fuerza y el liderazgo de un Presidente que tiene mucha fuerza propia y la necesidad de buscar la cohesión, de buscar la construcción de una coalición cohesionada. El gobierno de Aylwin, que hoy es mirado como un gobierno sin sobresaltos, no fue una taza de leche. Fue un gobierno que tuvo que mediar muchas contradicciones en su coalición interna y lo hizo de manera madura. Cada uno contribuyó a que en estos asuntos, que no fueron menores, tuvimos discusiones muy intensas y muy profundas, se lograra un buen acuerdo.

Quizás ahora hay una distinción no menor en el entendido de que en los 90 la hegemonía de la coalición estaba en sus sectores más conservadores -la DC- y ahora está en el lado más radical de la alianza de gobierno…

Yo considero que esa es una especulación. Perdón. El Partido Comunista es un partido que ha crecido mucho, pero creo que es un partido que va a integrar la coalición en condiciones de igualdad con sus socios y de las fuerzas de donde proviene el propio Presidente. Sí reconocería la existencia de eventuales tensiones, pero esas tensiones son las que tiene que resolver siempre todo gobierno con su coalición. No hay gobierno en el mundo que no tenga que resolver problemas con su coalición primero, van a ser tensiones, pero yo no auguraría ningún desastre mayor.

Está optimista del nuevo ciclo…

Leí con mucha atención una entrevista del presidente del Banco Central, de la semana pasada. Él traza un camino que va de la incertidumbre a la certidumbre. Casi dice que el país se va encarrilando a un esquema de mayor certidumbre. La suerte económica que vamos a tener en el país el año que estamos empezando va a ser muy dura y el presidente electo ha dicho que la va a enfrentar con gran responsabilidad fiscal. El año 2023 va a ser un año más estrecho todavía que el 2022, pero muchas de las incertidumbres van a estar despejadas. Vamos a saber que tenemos un presidente que tiene el mando y vamos a tener nueva Constitución. Yo no tengo la impresión de que el tren en marcha se descarrile, que va a tener sacudones grandes, va a tener momentos muy difíciles políticos, económicos y sociales también, pero no creo que Chile esté cerca de una crisis. Creo que si, además, todos contribuimos las cosas pueden ir bien.

Y, sin embargo, otros aún recelan de la polarización que caracterizó los últimos meses, eso de saltarse las reglas quienes hoy mismo deberán administrarlas…

Sí, pero el presidente electo fue parte del acuerdo que nos salvó, porque la crisis no la generó enemigo alguno, sino que un desajuste muy profundo en la sociedad, que se quebró por lo que le dije, porque las clases medias vieron sus sueños frustrados por un estancamiento del crecimiento que no fue bien resuelto en su momento. Pero el presidente electo fue parte del arreglo que nos salvó. En ese sentido, uno de los desafíos es tener orden público, que ha sufrido un deterioro muy profundo durante el segundo gobierno del Presidente Piñera y un elemento clave en ese sentido va a ser construir un buena estructura de una reforma policial que, por un lado, dote naturalmente a la policía de las condiciones profesionales para enfrentar una violencia tan extendida y que, por otro lado, sujete mucho más a las instituciones policiales a la autoridad civil. (La Tercera)

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