Vivir en la anormalidad-Joaquín García Huidobro

Vivir en la anormalidad-Joaquín García Huidobro

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Me temo que existe un claro paralelo entre la forma de actuar de parte de la oposición ante la violencia en la crisis de octubre y frente a la pandemia actual. En ambos casos, el país se ha enfrentado a adversarios terribles, es decir, a situaciones que afectan la vida misma de nuestra nación; pero en esas circunstancias, que reclaman unidad y altura de miras, algunos han parecido más preocupados de sacar ventajas particulares que del bien de toda la sociedad.

A medida que pasan las semanas, uno tiene la impresión de que cada alza en el número de contagiados o de muertos es interpretada como una derrota del gobierno y, por contraste, un triunfo de sus adversarios. Así, los gráficos de la pandemia se han politizado (en el peor sentido de la palabra), lo que es grave, porque puede influir en las decisiones que tome la autoridad. En un momento como el que vivimos, parece fundamental que el gobierno –único actor que puede tener un panorama completo de la situación–tome las decisionesno movido por la presión, sino por lo mejor para enfrentar la crisis sanitaria y social.

Cuando se haga el balance y se juzgue la actuación de la autoridad en esta crisis, no se preguntará sólo por el número de muertos, de infectados y de víctimas. Hay decenas de otros factores muy relevantes, que no se arreglan con cuarentenas. Ellos van desde los índices de salud mental y de empleo, o las condiciones de vida de migrantes y adultos mayores, hasta las consecuencias de la baja en la tasa de vacunación y el empeoramiento en la alimentación de los niños en situación vulnerable.

Probablemente la idea de una “nueva normalidad” constituyó un error comunicacional y un apresuramiento que hoy resulta incomprensible, pero hay una parte de verdad en todo esto. En realidad, los chilenos no podremos volver a una normalidad, puesestará ausente durante mucho tiempo, sino que deberemos aprender a vivir en la anormalidad. Tendremos que ser capaces de comprar, vender, cortarnos el pelo y trabajar en medio del peligro. No sería la primera vez en la historia: los londinenses seguían viviendo en plena Guerra Mundial, a pesar de que en cualquier momento podían venir las temidas V1 y V2 alemanas, o explotar una bomba que había caído la noche anterior, o suceder cualquier otra tragedia.

Algunos podránilusionarse con que resulta posible sumergirse en una cuarentena permanente, pero esa parálisis será letal para otros. No nos engañemos, estamos ante dilemas terribles.

En las circunstancias actuales, con la oposición que tenemos y el clima que transmiten ciertos medios y las redes sociales, ¿existe alguna posibilidad política de que el gobierno pueda decir, por ejemplo: “empleemos las cautelas básicas, pero hay que volver al trabajo, no porque haya pasado el peligro, sino precisamente porque estamos rodeados de múltiples y graves amenazas?” No sé si eso es precisamente lo que la autoridad querría hacer. Mi problema es saber si, llegado el momento de decirlo por el bien del país, ellatendrá libertad para tomar esa decisión o si se sentiráatada de manos, de un modo semejante al que le impidió, a partir de octubre,adoptar una serie de dolorosas medidas que, junto con las reformas que se anunciaron, eran imprescindibles para reestablecer el orden social.

La mezcla entre el maquiavelismo opositor, la frivolidad de ciertos medios y nuestrosterrores actuales distorsiona la deliberación pública y puede terminar por arruinar las vidas de otras personas por causas distintas al coronavirus. Pongamos un ejemplo patente, el caso de los mayores de 75 años. Se ha planteado la idea de que, para protegerlos, hay que prohibirles salir a la calle una vez que pase la cuarentena. Estoy lejos de ser un liberal, pero ese paternalismo me parece más que discutible. Esas personas son más que potenciales enfermos.

Asimismo, en los últimos días se ha dado otro argumento, que parece ser la razón de nuestras cariñosas medidas protectoras de la ancianidad: “usted, mayor de 75 años, no debe salir a la calle, porque si se contagia sobrecargará los servicios de urgencia”. En suma, nos molesta que un viejo pudiese ocupar nuestra cama y nuestro ventilador en el caso de que nosotroslos necesitemos.

Ahora que los ancianos pueden hacernos daño nos interesamos por ellos, antes los teníamos botados.

Problemas tan complejos como estos requieren un Chile que funcione con sus dos pulmones, el izquierdo y el derecho. Nadie puede darse el lujo del sectarismo. Además, es necesario que se respete el principio de autoridad, que la oposición sensata tome una mayor relevancia y que dentro del oficialismo se mantenga un mínimo de orden. Finalmente, es imprescindible que, de una vez por todas, se destierre la frivolidad política. Porque no hay que olvidar que esta crisis va en serio. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro

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