Una persona, dos votos-Álvaro Fischer

Una persona, dos votos-Álvaro Fischer

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Porque mujeres y hombres no somos iguales es que tiene valor incorporar esa diversidad a una Convención Constituyente. Si fuéramos iguales, no tendría sentido buscar una representatividad especial para alguno de ellos, pues una mujer o un hombre que participara en la Convención representaría a ambos indistintamente.

Y somos distintos no solo en las obvias y observables diferencias anatómicas, sino además en ciertos aspectos de nuestras disposiciones psicológicas. Por ejemplo, y en promedio, en la mayor disposición a tomar riesgos de los hombres o en la mejor lectura emocional de sus interlocutores de las mujeres, entre varias otras. Ello, por buenas razones evolutivas, que no provienen de efectos culturales. Hay abundante evidencia científica que permite afirmarlo. Por sobre esas diferencias están las que la cultura ha establecido, como las que aún subsisten en el mundo laboral o en las labores domésticas, que requieren ser modificadas y lo están siendo.

Son esas diferencias intrínsecas, no atribuibles a la cultura, y no estas últimas, que serán corregidas eventualmente, las que es bueno incorporar a la deliberación política al momento de instituir las reglas que definen la convivencia ciudadana en parlamentos o convenciones constituyentes. Así, las distintas sensibilidades de nuestras diferencias esenciales no culturales quedarán igualmente representadas en el debate, y, por lo tanto, el resultado que se logre será más acorde a lo que la ciudadanía, que contiene mujeres y hombres en similar proporción, requiere.

Sin embargo, el mecanismo hasta ahora propuesto es deficiente. Corregir el resultado de la votación, ya sea porque haya más mujeres o más hombres electos, para forzar una paridad a posteriori, implica alterar una regla fundamental de la democracia, cual es la igualdad del voto. Es mucho mejor definir ex ante que habrá paridad de género por las razones indicadas, y, como ya propuso en estas páginas Eduardo Engel, tener dos listas de candidatos, una de mujeres y otra de hombres. Luego, entregar dos votos a cada persona para que vote por un candidato de cada lista, escogiéndose así a dos grupos con la misma cantidad de representantes. De esa manera, aunque se privilegia la pareja representación de las diferencias naturales de la especie por sobre el eventual mérito individual de cada persona, ello se hace sobre la base de que esos méritos están igualmente representados en ambos sexos. Asimismo, se permite que cada elector los pondere individualmente, tanto respecto de aquel al que pertenece como respecto del otro. (El Mercurio Cartas)

Álvaro Fischer Abeliuk

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