Un juicio comunista

Un juicio comunista

Compartir

La reacción del senador comunista Daniel Núñez cuando el oficialismo perdió la testera de la entidad generó revuelo. Instó a utilizar la presión ciudadana y la vía del decreto para aprobar reformas. Fue respaldado por su partido: para la secretaria general, el juicio “lo hemos dicho históricamente los comunistas”. Y es toda la verdad.

No comparten el concepto de democracia liberal que nos rige, válida para la mayoría del país: es “burguesa”. Es distinta a la democracia popular a la que aspiran, transformadora del sistema político: “elevar la participación y el papel de las organizaciones de masas generando un nuevo poder político”, democratizando la institucionalidad del Estado, incluso las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial y la seguridad ciudadana, etc. Su ideología es clasista: “La conquista de la democracia reclamará, en un momento histórico, el cambio del carácter de clase del poder”. No han abandonado los dictámenes marxistas y leninistas.

El PC nació en 1922 adscrito a la Internacional Comunista —PC soviético, más bien—, obedeciéndola mientras existió; después siguió siendo obsecuente directamente con Moscú, hasta su derrumbe. Lealtad difícil de comprender. Los comunismos del mundo no perseveraron en la línea.

Acá integraron coaliciones partidistas amplias, siendo estimadas asociaciones tácticas, procurando lograr cuotas de poder en la base popular y, de ser necesario, matizando su discurso oficial para no inquietar a los socios. Saben guardar silencio, de ser conveniente. Esto ha sido por décadas. Un ejemplo, durante los gobiernos llamados radicales (1938-1952), el PC, por instrucciones de la Internacional, propuso la formación del Frente Popular y apoyaron, a su modo, los gobiernos de Pedro Aguirre, Juan Antonio Ríos y Gabriel González. Tuvieron acercamientos y distancias, sin nunca abandonar “la calle”. Claro que con el último (1946-1952 ) llegaron al summum.

Aceptaron tres ministerios y cargos públicos, aunque su actuación fue breve. Se desprestigiaron por sacar ventajas partidistas del poder, marginándose públicamente de resoluciones impopulares y promoviendo leyes populares: sindicatos campesinos, el estanco del trigo, expropiación de grandes haciendas y otras, sin el apoyo del oficialismo. Eran gobierno y oposición induciendo a la movilización social. El Presidente se distanció y fueron expulsados del ministerio y la administración. Corría 1947 y la Guerra Fría estaba en marcha. Desde junio, respondieron con una oleada de huelgas por el resto del año: ferrocarriles, choferes de autobuses, los centros mineros, etc. Sin carbón, termoeléctricas y gas, dejaron sin suministro a varias ciudades. Hubo enfrentamientos, muertos y heridos, “estados de emergencia” y nuevo ministerio con un par de uniformados. El Congreso le otorgó al Presidente facultades extraordinarias, quien finalmente se convenció de que era imperiosa una ley anticomunista, que fue aprobada en el hemiciclo y promulgada el 3 de septiembre de 1948. Políticamente, el PC fue proscrito y su militancia se integró a partidos que usó como disfraz por 10 años. Episodio traumático para la democracia. (El Mercurio)

Álvaro Góngora