TPP al banquillo

TPP al banquillo

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Tengo la impresión de que el debate que se ha desatado tras la firma del acuerdo Transpacific Partnership (TPP) es uno que divide a globalizadores y proteccionistas. El temor a la apertura al mundo está detrás de las declaraciones de políticos como la diputada comunista Camila Vallejo, quien aseguró que con el TPP hay una «apropiación de soberanía nacional a manos de transnacionales».

¿De qué soberanía estaría hablando la parlamentaria, quien defiende una ideología que se caracterizó precisamente por no reconocer la soberanía nacional, sino la proletaria, que era universal?

Lo característico de este debate entre quienes ven que el mundo es amplio y que podemos interactuar de forma ordenada si se establecen las reglas adecuadas, y quienes prefieren cerrar fronteras y limitar la acción de los «otros», sean extranjeros o nacionales, es que hay muchos prejuicios y falta de información.

Mucho se ha dicho del supuesto encarecimiento de los remedios, pero no hay indicios de que el TPP cambie las reglas actuales. Se dice también que se obstaculizaría el acceso a libros, música o películas en internet, que podría haber hasta penas de cárcel por violar el derecho de propiedad. Lo cierto es que las del TPP son las mismas reglas vigentes que están en nuestra legislación. Ahora, que muchos «piratas» sigan vendiendo videos, por ejemplo, no significa que no estén actualmente violando las leyes. En general, las críticas son las mismas que se hicieron en su momento para los distintos TLC ya firmados.

Pero los opositores no solo están en Chile. Se ha visto que el TPP ha sido parte de la discusión pública y de campaña en EE.UU., país que supuestamente impuso sus reglas a los otros once signatarios. Es curioso, pero allá ven al acuerdo como perjudicial para muchos intereses norteamericanos. En el tema laboral, por ejemplo, desde la poderosa confederación sindical AFL CIO, por razones proteccionistas, se hace una campaña frontal para que no se apruebe porque «las amenazas superan a los beneficios» y no sirve para «(crear) buenos empleos, para la democracia, para la seguridad del consumidor ni del medio ambiente». Y algo sorprendente, la AFL CIO considera que «les da poder legal a las empresas extranjeras para desafiar las acciones legítimas del gobierno» (de EE.UU.). Lo mismo que se teme acá: ¡que las multinacionales se apoderen de todo!

Será el Congreso el que revise en detalle el Tratado, pero el enfoque no debe buscar proteger a los empresarios chilenos de la competencia y reglas internacionales, sino asegurarles la entrada a más mercados en los que puedan competir. Hay que priorizar los beneficios de largo plazo para el consumidor chileno. Desde ese punto de vista, la apertura al comercio internacional es absolutamente necesaria. En la medida en que el TPP avanza en esa dirección -y no hay duda de que lo hace- es una buena noticia y merece ser ratificado.

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