Javier Couso tiene razón en su columna de ayer en El Mercurio, modificar la Constitución debe requerir un quorum más alto que las leyes simples. Las constituciones sustraen del debate democrático ciertos principios, precisamente porque pretenden proteger a las personas y sus derechos de los riesgos de abuso, del gobernante, de los poderosos o de mayorías circunstanciales.
Así concebida, esta Constitución es una anticonstitución o una Constitución tramposa, en que le entrega a una mayoría simple (un sexto más uno en el extremo) de una cámara única de diputados y diputadas (perdón la redundancia, pero así se llama) la posibilidad de violar o infringir garantías constitucionales como la vida, la libertad y la propiedad. Esa decisión de la cámara única ya no tendrá la revisión del Senado (que se suprime), ni el control preventivo del Tribunal Constitucional (que se debilita y se reserva ex post), y cuando llegue al Poder Judicial, este también estará sujeto a un control político de un nuevo órgano que califica a los jueces —que incluye indígenas designados— y que evaluarán a ese juez.
Por eso Couso tiene razón en teoría, pero en la práctica cohonesta una Constitución tramposa. (El Mercurio Cartas)
Gerardo Varela