¿Sorprende Valparaíso?

¿Sorprende Valparaíso?

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Claro que sí. Tanto que el propio Neruda lo calificó como un disparate. Ese mismo puerto mayor, que en 2003 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por ser “un testimonio excepcional de la fase temprana de la globalización”, según los criterios de la Unesco, es hoy un espacio por donde circulan “como Pedro por su casa” cientos de perros vagos y en que muchos de sus edificios patrimoniales se caen a pedazos. En paralelo, cada día son más los turistas que añoran recorrer sus cerros llenos de alma, corazón y vida. Sigamos con sus contradicciones. La misma bahía que habitaron los changos, que en los albores de la República ilusionó a María Graham y a Lord Cochrane, que tras la Guerra del Pacífico cobija los restos mortales de Arturo Prat y sus hombres, por el que traquetearon —quizás sin conocerse (aunque se hubieran admirado mutuamente)— la filántropa Juana Ross y la sindicalista Micaela Cáceres; en fin, el puerto de todos ha vivido —como el resto del territorio— días recientes de apedreos y desencuentros. De hecho, las noticias de las últimas semanas nos han mostrado una y otra vez turbas atacando con fuego espacios públicos (entre ellos, El Mercurio de Valparaíso).

No queremos tapar el sol con un dedo. Valparaíso está en problemas. Ya no es el glorioso puerto que acogía a las naves de todas las banderas y donde surgieron cosas tan nobles como la Primera Compañía de Bomberos de Chile, el telégrafo y/o el Museo a Cielo Abierto. A este “valle del Paraíso” le está costando la cotidianidad. Se sienten las inequidades, el desamparo y la falta de oportunidades. Ello es un hecho de la causa.

Pero —y aquí otro de sus misterios— Valparaíso no solo no se deja morir, sino que palpita a todas luces. Su fuerza vital —quizás por su geografía, su historia o gracias a sus mismos vecinos— es inquebrantable. Por décimo año consecutivo, salimos a buscar —confieso que con cierto desánimo— programas, instituciones, personas que hayan hecho de la ciudad un espacio más democrático, solidario, artístico e integrado. Y los encontramos.

Helos aquí, los Premios Ciudad Valparaíso 2019 de Fundación Futuro. La película “Ema”, de Pablo Larraín, que permitirá que el mundo entero se adentre por los parajes porteños; el pertinente seminario “Diálogos para la Democracia”, de la Universidad de Valparaíso; Renzo Vacarezza, el tuitero que difunde patrimonio por las redes sociales; la reedición del libro “Valparaíso panorámico”, lanzado originalmente en 1924 por Roberto Hernández, y el activo Espacio Santa Ana, en el cerro Cordillera.

Sigamos. La audaz instalación de la Fundación Santos Chávez en pleno barrio La Matriz; el programa de realidad virtual desarrollado por jóvenes artistas en la Cárcel de Valparaíso; la imaginativa tienda “La Vida Porteña”, aledaña al ascensor El Peral, y los cortos audiovisuales “Relatos del puerto”, que tan estéticamente rescatan —por medio de la lira popular— la música de las quintas de recreo. En forma póstuma, quisimos también reconocer al gran caricaturista Rubén Bastías. Premiados, son ustedes los que permiten que Valparaíso nos siga sorprendiendo. Gracias.

 

Magdalena Piñera/El Mercurio

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