Sistema electoral y viejos problemas- Juan Enrique Vargas

Sistema electoral y viejos problemas- Juan Enrique Vargas

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Se sabe que la política es dura, más aún en estos tiempos de la posverdad y de las redes sociales. Pero sorprende ver que las disputas políticas más intensas no sean hoy con los supuestos enemigos, sino con los propios socios o aliados y antes siquiera de empezar una campaña eleccionaria. Los ejemplos abundan como, la antiestética bajada de Lagos en el PS, la trama Rincón-Goic en la DC, las infructuosas negociaciones de Evópoli con Chile Vamos y el reciente veto a Mayol en el Frente Amplio.

Es curioso, pero se pensaba que el cambio del sistema electoral del binominal al proporcional iba a modificar este panorama. Más allá de que las intenciones de los creadores del sistema electoral de la Constitución del 80 fueran asegurarse la mitad de los cupos con solo un tercio de los votos, los estudios indican que los resultados obtenidos durante su vigencia guardaban bastante relación con los sufragios efectivamente obtenidos por cada uno de los conglomerados. Realmente, la crítica más certera al binominal no era por su carácter mayoritario, característica que comparte con otros sistemas, como el inglés, de los que nadie pone en duda su carácter democrático. El problema más serio era otro: forzaba la constitución de alianzas políticas para poder competir con posibilidades de éxito, subrepresentando así a los independientes y a los candidatos de los partidos pequeños. Peor aún, en muchos casos bastaba con ser incluido en la planilla para así prácticamente asegurar el ser electo (Jackson es ejemplo de ello) y, cuando ello no era así, la pelea se centraba no en el rival político sino en el compañero de lista pues, a menos que hubiese unas muy improbables posibilidades de doblaje, era al supuesto compañero al que había que derrotar para ganar. Este carácter fratricida de las elecciones supuestamente iba a cambiar con un sistema proporcional con distritos más grandes, más cargos y mayor número de candidatos.

Pero las peleas internas más que reducirse se han intensificado. Sin desconocer que en esto contribuyen muy diversas razones, como la actual crisis de la política y de los partidos políticos, hay cuestiones del diseño normativo que han resultado ser claves. En vez de elaborar un sistema electoral simple, nuestros parlamentarios se encargaron de confeccionar uno lleno de artificios que fuerzan a hacer precisamente lo que se quería evitar. Así, por ejemplo, no solo se admiten los pactos electorales, cuestión razonable, sino también los subpactos, lo que implica que la pelea ya no es por ser candidato sino por acceder a cierto subpacto (que es lo que explica el caso Mayol). Además, hay normas que conminan a la generación de alianzas, como la que establece que los partidos deben ir en un pacto para poder llevar independientes, lo que obligó a la DC a pactar con la IC y el MAS aunque no tengan casi nada en común. La misma ley de cuotas genera incentivos en esa dirección. Es una lástima que pese a todo lo que costó cambiar el sistema electoral, hayamos terminado conservando muchos de los problemas del antiguo. (La Tercera)

Juan Enrique Vargas

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