Sebastián Piñera (1949-2024)-Loreto Cox

Sebastián Piñera (1949-2024)-Loreto Cox

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La muerte nos recuerda la fragilidad de la vida; y la muerte de un gran hombre, la fragilidad de la historia: en ella, las fuerzas de la época se entrelazan con el trazo de la mano de unas pocas figuras, de modo que el rumbo colectivo depende en una parte de la singularidad de la vida de una persona. El Presidente Piñera inventó la alternancia en el poder en nuestra reciente era democrática, amplió el significado de lo que es una mayoría popular en Chile y optó por la democracia en los momentos más difíciles.

Toda figura histórica está rodeada de personajes secundarios, y a mí me tocó, a lo largo de la vida, estar muchas veces de reparto en el repertorio de Sebastián Piñera. Era un hombre de una originalidad desbordante, sencillo, cariñoso sin parecerlo, que no reconocía jerarquías y rehuía la solemnidad. Iba siempre a toda velocidad, cuerpo y mente, a veces absorto, pensando quién sabe en qué, a veces conectando con quien fuera que se le cruzara para hacer bromas, como un niño travieso. Si le gustaba una broma, la guardaba por años y la repetía en cada encuentro. En buen chileno, fue muy pelusón. Era un gran amigo de sus amigos y un conversador entretenido, versátil, a quien todo le interesaba y de todo sabía. Nunca hablaba mal de nadie.

Con su familia tenía una complicidad muy linda, una casa alegre siempre abierta, donde chicos y grandes eran iguales, y un humor compartido, tan único como inteligente. Tolstoi decía que todas las familias felices se parecen (mientras que las infelices lo son cada una a su manera), pero la familia de Sebastián Piñera, los Piñera Echenique y los Piñera Morel, son familias felices de un modo distinto, original.

A sus 74 años, y con cuánta agua bajo el puente, Sebastián Piñera prodigaba ideas y empuje. Quién sabe, en otro estado de las cosas, hacia dónde habría desembocado su fuerza. ¿Habría logrado convencer definitivamente a su sector de no caer en la tentación de los extremos, para concluir su proyecto de darle a Chile una derecha moderna, dialogante y comprometida con la democracia liberal? ¿Habría podido contribuir a gestar un acuerdo para cambiar las reglas sobre las que hoy opera, tan mal, nuestra política? Hará falta el trazo de su mano en nuestra historia, más cuando hace pocos días perdimos, aunque de forma distinta y no prematura, a otro de nuestros grandes líderes.

Quién sabe, en otro estado de las cosas, hacia dónde podría haber seguido el tren de la vida de Sebastián Piñera, de esa vida que compartía alegremente con tantos y que, de paso, fue un motor de nuestra historia. Es muy triste ver que, de un segundo a otro, se nos apaga una locomotora. (El Mercurio)

Loreto Cox