R. educacional: victoria a lo Pirro

R. educacional: victoria a lo Pirro

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Al aprobar el proyecto que pone fin al lucro, la selección y el copago, el Gobierno obtiene aparentemente un triunfo, luego de una tramitación plagada de dificultades.

Hay opiniones encontradas acerca del efecto que esta ley tendrá sobre la educación chilena. Hay quienes creen que la deteriorará, al lesionar los incentivos para brindar una educación de calidad y al gastar recursos y poner el foco en la propiedad de los colegios, en lugar de en la calidad de la enseñanza. Quienes apoyaron el proyecto, si bien reconocen que no están acá las respuestas para el problema de calidad, aseguran que este es un paso indispensable para que los colegios públicos puedan competir con los particulares: la teoría de los patines de Eyzaguirre en toda su expresión.

El problema es que la reforma se diseñó a partir de un diagnóstico equivocado. Según este, el lucro atenta contra la calidad «porque resta recursos» a la educación. Es un argumento falaz, pues de ser cierto, las actividades con fines de lucro siempre darían como resultado productos y servicios de menor calidad, lo que es evidentemente falso y contrario a lo observado en la realidad. No existe evidencia alguna que demuestre que instituciones sin fines de lucro tengan mejor rendimiento en educación escolar. Había que terminar con el lucro por razones ideológicas, y se hizo utilizando mecanismos insensatos e inéditos, como la obligación de los colegios de operar en inmuebles propios y la compra de colegios por parte del Estado.

El copago, mecanismo mediante el cual los padres pagan (en promedio, 17 mil pesos mensuales) para mejorar la calidad de educación de los hijos, debía eliminarse porque supuestamente producía segregación. Poco importaba dejar fuera del sistema más de 500 millones de dólares al año que debían reemplazarse por más recursos del Estado.

«Sofía aprende con todos» fue el lema de la campaña que denostaba a los padres que querían colegios distintos para sus hijos. La principal razón para valorar menores niveles de segregación, el llamado «efecto pares», según el cual los estudiantes menos aventajados se benefician de su contacto con los de mayor rendimiento, es altamente cuestionado en la literatura especializada. Otro problema ignorado por este diagnóstico es que las razones para la segmentación en el ámbito escolar responden más a los lugares donde viven las personas, que están estratificados de acuerdo con el valor de la vivienda, que a otros factores. Por último, los datos muestran que los colegios particulares subvencionados que cobran copago muestran menores niveles de segregación que los municipales. Pero para la Nueva Mayoría, si la realidad contradice mi teoría, mal para la realidad.

Y llegamos a la selección. En aras de la igualdad había que eliminarla. Ello afectará fuertemente a los llamados liceos emblemáticos, que representan una oportunidad real para niños de pocos recursos económicos de acceder a una educación de buena calidad. De paso, al establecer un sistema de tómbola para asignar las vacantes, se afecta la libertad de los padres para elegir un colegio para sus hijos. Aquí la consigna es que los padres no elegían, sino que eran los colegios. Falso, encuestas del CEP indican que el 93% de los hijos son aceptados en el colegio de primera preferencia de sus padres. Nuevamente está presente aquí una mirada elitista: padres que han sufrido el trance de exámenes de admisión para sus hijos en colegios particulares pagados proyectan su propia realidad a toda la población.

Como muy agudamente señaló un analista, la inclusión escolar es la situación en que los de arriba obligan a los del medio a mezclarse con los de abajo.

Lo que no sabemos es cuál será a la larga el efecto político de este aparente triunfo. ¿Será una victoria pírrica que luego se les volverá en contra?

Es posible, porque en el camino para aprobar su reforma, la Nueva Mayoría puso una distancia que puede ser insalvable con la clase media chilena al lesionar su dignidad, burlarse de sus anhelos y limitar su libertad para elegir. (El Mercurio)

 

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