¿Qué es ser comunista hoy?

¿Qué es ser comunista hoy?

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En el alicaído debate de la política chilena, el Partido Comunista ha cobrado en los últimos meses un rol significativo por sus declaraciones, la formación de alianzas y su huella en las divisiones de partidos.

Bajo la era soviética, el chileno (PCCh) fue uno de los partidos comunistas significativos del mundo occidental. En los 60, referido a la dimensión del país, era el tercero más importante después de los de Italia y Francia. Pero, a la vez, tenía el triste registro de haber sido el más obsecuente en su apoyo a los crímenes cometidos por Stalin, sus sucesores y otras revoluciones de ese signo. Apoyó el asesinato de Trotsky; los procesos de Moscú; respaldó el pacto Nazi-Soviético; el aplastamiento por los soviéticos de la revolución Húngara en 1956 y, en 1968, de la Primavera de Praga, la que de un modo ominoso el PC celebró con un acto en el Teatro Caupolicán donde los militantes coreaban la consigna “Checo, comprende, los rusos te defienden”.

Hace treinta años desapareció la Unión Soviética y su imperio. Los partidos comunistas de Europa Occidental, incluidos los antes poderosos de Italia, Francia o España, se disolvieron sin pena ni gloria. ¿Qué ha quedado? Unos regímenes represivos de partido único como Cuba, la dictadura más longeva de América Latina, que al cabo de 60 años vive en la pobreza, las libretas de racionamiento y, nos ha vuelto a recordar estas semanas, la represión de los artistas.

El PCCh sobrevive y no obstante el derrumbe del comunismo a nivel mundial, mantiene fidelidad a una política y a una ideología que ya fue. En 1985 acusó a la Concertación de buscar “un régimen democrático de tipo burgués, más o menos progresista… una salida de componenda entre la dictadura y la oposición burguesa” y propuso como su proyecto una “democracia avanzada como Cuba o Nicaragua”. Hoy, 35 años después, sigue donde mismo y nos vuelve a condenar, solo que para dar fuerza a su argumento, ha agregado a su modelo a Maduro que, con sus “elecciones impecables”, es una de las dictaduras más corruptas e ineficientes del mundo.

En su programa, el PCCh invoca como piedra fundamental al leninismo, algo que creíamos superado. No es un reproche, pues formas de pensamiento equivocadas hay muchas y frecuentes en la izquierda y la derecha. Pero el leninismo, más allá de su descrédito intelectual, es un concepto sobre la revolución, el Estado y el partido, que niega la libertad y la democracia. Es lo que indica su mera lectura y, mucho más importante, es lo que ha sido la consecuencia invariable de su práctica política, al punto que no se conoce una sola experiencia que, habiendo invocado al leninismo como ideología, no haya terminado en una dictadura, en un régimen de partido único y en la persecución no solo del liberalismo, sino también de la socialdemocracia y el social cristianismo.

¿Qué es ser comunista hoy?

Inconmovible, como una roca, sigue su rechazo a la democracia liberal. Las ideas de Engel en la última parte de su vida, del “renegado Kautzky”, de la socialdemocracia, de que socialismo y liberalismo pudieran convivir, fueron condenadas a fuego por Lenin. En cambio, en las últimas décadas, para nuestra sorpresa, leninismo y cierto neoliberalismo han empezado a cohabitar, que es lo que nos indican China, Vietnam o Laos. ¿Es ser comunista defender un engendro que en la política respalda la dictadura de partido único y en la economía avanzadas formas de capitalismo? Y en el plano del régimen político, ¿es ser comunista denostar a la Concertación para postular como su alternativa al eje Cuba-Nicaragua-Venezuela?

En medio de estas ambigüedades no es sorprendente que el PCCh avance y retroceda en una marcha quebrada y zigzagueante, saltando de una táctica a otra, ejerciendo a plenitud los derechos constitucionales, que le son inalienables, y a la vez, amparando la violencia que los destruye. Defendiendo las libertades en las democracias, pero respaldando el aplastamiento de esas mismas garantías en las dictaduras que controlan. Reclamando pleno respeto de los derechos humanos en Chile —lo que está muy bien—, pero guardando un execrable silencio ante su atropello en Venezuela, Cuba y Nicaragua, lo que revela un inaceptable doble estándar. ¿O es que todas estas preocupaciones sobre la libertad, el socialismo, la democracia, la violencia, los derechos, el rechazo al doble estándar son temas de unos pequeños burgueses y ha llegado la hora de reducir el sueño de Marx a la creación de unas ópticas, librerías y farmacias populares? (El Mercurio)

Genaro Arriagada

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