Política en Chile: la culpa no es del chancho-Manuel Bengolea

Política en Chile: la culpa no es del chancho-Manuel Bengolea

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La clase política chilena no goza de la simpatía del común de los chilenos, y basta para ello observar los altísimos niveles de desaprobación que ostentan los partidos políticos, el Congreso y el Presidente. La pregunta que surge es por qué nuestros representantes no pueden captar el favor de los chilenos. Y aquí comienzan los problemas, pues si uno juzga por el análisis de los números sobre la economía chilena y los compara con nuestros vecinos, las diferencias a favor de Chile son notorias. Sin embargo, si la comparación es contra otras economías emergentes que destacan, claro, los políticos están al debe.

En efecto, según el Banco Mundial el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante en Chile es bastante mayor al de Argentina y Venezuela, que hace 30 años atrás nos superaban por mucho. Sin embargo, el PIB de Corea del Sur es casi 80% más que Chile. ¿Entonces, cómo hacemos para acercarnos más a Corea y alejarnos de nuestros vecinos? Una de las respuestas obvias sería no votar por quienes nos ofrecen las delicias del socialismo y la asistencia estatal, ya sean las del extremo como Venezuela o Cuba, o las moderadas como las de Argentina o Brasil, y seguir a aquellos que ofrecen alternativas de gobierno más parecidas a Corea del Sur, Singapur o Taiwán.

Nuestro gran problema es que una parte importante del mundo político se ha comprado la “farandulización” de la política, donde entre otras cosas, es más importante la noción que la razón, donde el camino recorrido es cuestionado por políticos evangelistas, independiente de que sus dogmas tengan como común denominador la expoliación de la libertad y el aumento de la pobreza, sea donde sea que se ha aplicado.

Hoy todos asistimos al empeño de la extrema izquierda por derrumbar dos de las columnas vertebrales del éxito chileno, y el de países reconocidamente exitosos en el mundo, como es nuestro sistema de AFP y la independencia del Banco Central. Pero lo que es aún peor, es verificar cómo muchos de los “faranduleros” de la política que creen en el mercado y en el esfuerzo personal para surgir, abrazan las políticas populistas de la extrema izquierda, sólo porque les sirve para ganarse el voto de los chilenos.

Entonces; ¿quién es el culpable de la “faranduralización” política, nuestros representantes o quienes los elegimos y aplaudimos sus propuestas populistas? En buen chileno, ¿la culpa la tiene el chancho o el que le da el afrecho?. El problema no es la pobreza argumentativa o de contenidos de los políticos, es su falta de coraje para decir la verdad y preferir vender una ilusión a sabiendas que son falsas. ¿Por qué no decirles a los chilenos que el esfuerzo personal es la clave para surgir, en vez de mitificar al Estado como el proveedor de soluciones cuando la evidencia demuestra lo contrario en muchísimos casos? Los chilenos nos quejamos de que nuestros políticos son malos, tienen razón, pero también somos los primeros en ponernos en la fila para que el Estado venga en nuestro socorro, creyendo que éste es un ente todo poderoso, pletórico de recursos y eficiente como ninguno. 

En democracia el pueblo elige a sus representantes, por lo tanto, somos nosotros los que nos dejamos embaucar por sus pomadas, señal de ello es que la gran mayoría avala el reparto de los ahorros de las AFP, y aplauden a los congresistas que lo aprueban. ¿Desde cuándo que repartir nuestros ahorros con la ilusión de que el Estado proveerá en el futuro se hizo popular? Como sostuvo el economista, escritor y legislador francés Frédéric Bastiat; “Todos quieren vivir a costa del Estado, y olvidan que el Estado vive a expensas de todos”. 

Vendría bien a los votantes dejar de ver farándula en la TV y decidirse a cambiar las cosas, y entender de una buena vez que quienes cambiamos nuestro destino lo hicimos por nuestro esfuerzo, no por la generosidad interesada, y a veces mal intencionada, de algún político. Una cosa es alimentar al chancho y otra cosa diferente permitirle decidir nuestro futuro. (El Líbero)

Manuel Bengolea

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