Piñera con mascarilla-Francisco José Covarrubias

Piñera con mascarilla-Francisco José Covarrubias

Compartir

Pocas veces un Presidente con tan poco apoyo ciudadano había dado una cuenta al país. Pocas veces un país se había estado jugando tanto en tan poco tiempo.

La imagen era desoladora. Nunca pensamos que en la fealdad del edificio de Valparaíso veríamos una imagen como la que vivimos. Las pocas sillas, en medio de invitados enmascarados, daban una imagen lúgubre a la velada. Una noche fría y brumosa. Una calle por primera vez desolada en muchos años. Una solitaria señora asomada en un balcón en la calle Pedro Montt, con una cacerola que se unía a algunas otras que se escuchaban a lo lejos.

Las habituales protestas, que obligaban a los canales de televisión a dividir la pantalla en dos para transmitir también los disturbios, fueron reemplazadas por la vaguada costera. En un nuevo acto poco republicano, no llegaron hasta Valparaíso la jefa de bancada del Partido Comunista, diputada Camila Vallejo, ni el representante del Partido Radical ni los senadores Carlos Bianchi, Alejandro Guillier y Alejandro Navarro (estos dos últimos podrían haber estado dando el discurso… si hubieran sacado más votos).

“Esta Cuenta Pública tendrá una naturaleza distinta a las anteriores y muchos importantes temas no podrán ser tratados aquí”. “Esta noche quiero reflexionar”, fue el inicio de una cuenta inédita que en el fondo estuvo marcada por el coronavirus.

Algunos querían que Piñera se tirara al piso a pedir perdón. Como era lógico ello no ocurrió. Otros querían anuncios grandilocuentes. Cosa que tampoco ocurrió (mal que mal, las cartas ya se han estado jugando). Los más de derecha soñaban con un duro emplazamiento a la izquierda. Obviamente tampoco ocurrió.

“Algunos dicen que la ayuda no ha sido suficiente o no ha llegado a tiempo. Y en cierta forma tienen razón”, fue la autocrítica que se escuchó.

Un masivo programa de subsidios al empleo, que podrá beneficiar hasta a 1 millón de personas, más obras públicas y concesiones, fue el anunció que se entregó.

El resto fue una mezcla de generalidades, llamados a la unidad, apelaciones al corazón patrio, invocaciones de amistad cívica y exaltación de la belleza del país. Citas al Padre Hurtado, a Gabriela Mistral y a Teresa de Calcuta.

Pero si un marciano hubiera llegado por equivocación a Valparaíso, solo podría haber percibido la crisis sanitaria, pero no la crisis política. El discurso no reflejó en el tono, en la respiración, en el ambiente, la profunda crisis que vive el país.

En medio de Presidentes que en el mundo tienden emplazar a la oposición en sus discursos, en Chile, tal vez, estamos en presencia de las ultimas muestras del baile de máscara de “agradecimientos”, de “llamados a trabajar en conjunto”, de “muestras de buena voluntad”. Y Piñera perseveró en el guion instaurado por Aylwin. Al mismo Congreso que se ha atribuido iniciativas ilegales, al mismo Congreso que lo intentó acusar constitucionalmente, al mismo Congreso que no le ha perdonado nada, Piñera solo le recordó a la pasada que es importante cumplir su promesa de respetar la Constitución.

Tal vez ahí está la clave. Tal vez ahí esta el principal error. Piñera no se quiso arriesgar en un planteamiento más confrontacional. Es cierto, tampoco tenía mucha fuerza para ello. Pero el discurso de cierta forma lo sigue situando en tierra de nadie. En el peor de los mundos. No logra transformarse en el conductor de la crisis y tampoco en la víctima de ella.

Si Piñera se hubiera victimizado y hubiera enarbolado la bandera de que le estaban haciendo un golpe de Estado, al menos hubiera mantenido la base de apoyo del núcleo duro del 30% incondicional de la derecha. Si —aunque obviamente era más difícil— hubiera podido encauzar el estallido social y la pandemia, estaría en otra situación.

Pero Piñera optó por seguir por el camino del medio. Aquel que hace llamados que no son escuchados al otro lado del río y aquel que no logra generar mística en los propios.

Tal vez es lo mejor para Chile en esta crisis, pero claramente no es la mejor manera de salir de la ventilación mecánica en la que se encuentra el Gobierno. En especial porque tiene enfermedades de base. En especial porque hay algunos que quieren desenchufar el respirador. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias

Dejar una respuesta