Pillines y simuladores- Manuel Marfán

Pillines y simuladores- Manuel Marfán

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Dos noticias de la semana motivan la reflexión sobre los simuladores. La primera es, según informa Ciper, que en 2014 la filial minera de Glencore en Chile, prestó US$ 534 millones de sus excedentes a una sociedad en Bermudas (el más agresivo de los paraísos fiscales). La segunda noticia es la compra de botas por Carabineros de Chile en 2016 por un monto de US$ 1,5 millones la que se fraccionó en 27 lotes y se adjudicó directamente a dos empresas. Glencore, después de un intricado laberinto, utilizó finalmente  el préstamo para recomprar acciones de una filial. O sea, un retiro de utilidades que debió pagar impuestos en Chile. En el segundo caso la división en lotes evitó una licitación pública, que habría sido lo natural (y legal). Hay un dicho que señala que es difícil definir a un elefante, pero que cuando uno lo ve sabe que es un elefante. Análogamente, es difícil probar una simulación, pero…

Glencore y Carabineros no son pillines y sus actos no fueron travesuras, y serán los tribunales los que determinen si cayeron al lado equivocado del filo. Pero la línea que separa al pillín del doloso es muy fina y delgada. Como la que separa la ironía del sarcasmo. El pillín no es un criminal. Es más bien un oportunista que se divierte con sus vivezas. No es maldad, piensa él, sino travesuras. Además, es temerario: encuentra entretenido caminar sobre el filo de la navaja (el límite de lo permitido) porque su viveza y astucia le permite caer parado en el lado correcto. Pero pillines y simuladores se parecen en que cuesta descifrar la motivación de sus actos.

Yo no creo, para nada, que Piñera se compare con los hechos descritos al comienzo, pero sí creo que su gobierno fue pillín a veces. Doy solo dos ejemplos al respecto. El primero fue cuando la definición de pobreza de la Casen 2011 no siguió las directrices de la Cepal que, entre otras cosas, es el punto focal para América Latina del sistema estadístico mundial. La definición “a la chilena” permitió al gobierno decir que en la administración anterior había aumentado la pobreza (según la Cepal, la pobreza ha disminuido en todos los gobiernos democráticos). Yo no puedo demostrar que fue oportunismo político, pero…

El otro ejemplo es el del Grupo Tantauco. Su mandato era proponer las acciones para los primeros 100 días de gobierno, pero en la práctica fue interpretado como el programa de Piñera en virtud de la profundidad de su contenido. Yo no comparto muchas de sus recomendaciones, pero reconozco que estaba muy bien hecho desde la perspectiva de la derecha liberal. Varios participantes me han comentado que además se generó un valioso sentido de equipo. Pues bien, de ese programa el país vio poco y nada. ¿Qué pasó? No sé, pero me imagino que una vez en el gobierno cambiaron las circunstancias y las prioridades.

El primero es el ejemplo clásico de la literatura de qué hacer para perder la reputación (en este caso de las estadísticas). El segundo es que los pillines, como son oportunistas, son incapaces de sostener sus compromisos de largo plazo. Solo importa lo inmediato. ¿Nos repetiremos ese plato? (La Tercera)

Manuel Marfán

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