Péndulo o río-Oscar Guillermo Garreton

Péndulo o río-Oscar Guillermo Garreton

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La suspensión de Dilma en Brasil ha hecho recrudecer la conclusión de que se cierra un ciclo de izquierda en América Latina comenzado el 98 por la asunción de Chávez en Venezuela y seguida el 2003 con la de Lula en Brasil y Kirchner en Argentina. Complemento a estos tres, se ve a Evo en Bolivia, a Correa en Ecuador y el ALBA, otrora bien nutrido por una abultada billetera venezolana, hoy vaciada por la crisis apocalíptica del gobierno de Maduro.

Sin embargo esa solo es la visión del péndulo anclado en su eje, que se desplaza invariable de uno a otro extremo a lo largo del tiempo. El mundo nos dice algo más profundo. Donde gobierna la derecha crecen la izquierda o la extrema derecha y viceversa. En todos, crece un fuerte sentimiento anti “establishiment”, incluso en EEUU, encarnado en las figuras de Trump y Sanders.

Este comienzo de siglo ha marchitado definiciones de izquierda y derecha que venían casi inmutables desde el siglo XIX. La humanidad pareciera haber hecho un balance de lo que sigue y no sigue valiendo de cada una.

Así las cosas, la sociedad del conocimiento falló a favor de la izquierda, pero en un sentido más sofisticado de cómo podía verlo Marx, que era el ser humano más que el capital la clave de creación de valor, alterando la balanza de poder económico. La derecha se anotó un punto en esto de que la economía de mercado era mucho más potente que aquellas de medios de producción estatizados, sujetos a la planificación central de una casta burocrática. La globalización y sus redes tecnológicas, dieron vida indiscutible a ese “internacionalismo” por el cual incluso murieron tantos luchadores de izquierda. El estado dejó de ser la cúspide determinante de una sociedad piramidal – asaltar palacios de invierno se hizo intrascendente – porque la pirámide fue desplazada por una sociedad  compuesta de esferas semi autónomas, interconectadas globalmente y en movimiento. Las ciudadanías lo captaron. Ya no apuntan al estado o al capital, sino a la red de poder sistémico que incluye a ambos y más.

Con la salida de la pobreza de miles de millones en Asia, América Latina y Africa (1.700 millones en 15 años) más la crisis en países centrales, la desigualdad se hizo visible, la vuelta atrás se volvió pesadilla y el anhelo por más se vistió de demanda por igualdad. La derecha clásica, para quien siempre el reclamo de igualdad tuvo un tufillo izquierdista, quedó descolocada. La izquierda en cambio fue asolada por  visiones voluntaristas de gobernar, privilegio a la captura del estado en desmedro de una gestión pública responsable y corrupciones inseparables de estatismos desenfrenados. La oratoria encendida y la opacidad del poder ya no convencen a una humanidad más informada, sabia e interconectada.

El vaivén del péndulo no expresa lo que vivimos. Lo hace mejor Heráclito al concluir que nadie se baña dos veces en el mismo río. A las elites, hoy cuestionadas y confundidas por esta descarga contra creencias y legitimidades seculares ya obsoletas, les cuesta hacer lo único que están obligadas a hacer: darse tiempo para pensar el siglo XXI. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garreton

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