El reciente rito de perdón realizado por un grupo de condenados por violaciones a los DD.HH. ha provocado un amplio debate. La parte interpelada por este gesto o sus familiares han manifestado desconfianza o rechazo, asumiendo que es una acción que busca compensaciones ulteriores. Otros han considerado que es un gesto que debe ser reconocido. ¿Por qué una petición de perdón genera reacciones tan opuestas? Analicemos este hecho desde la psicología social.
Las sociedades que han vivido experiencias traumáticas de violencia política enfrentan un conjunto de dilemas referidos a la verdad, la justicia, la reparación y el perdón. Las víctimas directas o indirectas han experimentado un trauma de tal magnitud, que les deja con profundos sentimientos de rabia y desconfianza. Por lo mismo, para muchos es muy difícil aceptar que los responsables de su dolor se hayan arrepentido, por lo que la petición de perdón no les parece genuina. Sin embargo, los países que han avanzado en la reconciliación tras episodios traumáticos, han requerido de gestos de parte de los victimarios, pues estos gestos no solo validan el dolor de las víctimas, sino que permiten fortalecer las condiciones para que estas rupturas de la convivencia no vuelvan a ocurrir.
Al respecto, nos parece relevante identificar algunas condiciones del perdón que son fundamentales para avanzar en la reconstrucción de la convivencia. Lo primero es que la petición de perdón debe basarse en una inequívoca manifestación de arrepentimiento por las atrocidades cometidas. Lo segundo es que el perdón debe aludir explícitamente a la responsabilidad de los victimarios, independientemente del hecho que muchas de las personas condenadas fueron parte de instituciones, donde ellos no ocupaban posiciones de poder. Además, este gesto debe incluir un compromiso para que tales hechos no vuelvan a repetirse (nunca más), y si existen posibilidades de aportar a la verdad sobre lo sucedido, es fundamental que ello sea parte del gesto de perdón.
En contraste, llama la atención la manera como el grupo de condenados de Punta Peuco expresó perdón en un rito ecuménico. Los condenados centraron el tema del perdón en las víctimas, vale decir, solicitaron ser perdonados y no necesariamente pidieron perdón por el daño cometido. Las consecuencias psicológicas asociadas a una u otra forma de expresión de perdón son muy distintas, especialmente para las víctimas. Cuando se solicita ser perdonado, las personas que han cometido un daño trasladan a las víctimas la responsabilidad de perdonar. Al adoptar esta forma de perdón, se dificulta el proceso de reconciliación, pues no se entrega un mensaje que testimonie un genuino arrepentimiento, y facilita que las víctimas interpreten la petición como un acto instrumental. Por el contrario, si el acto de perdón se centra en quien lo cometió, se abre el espacio necesario para que quienes se asocian a las víctimas puedan recuperar la dignidad y ser reconocidos como tales. Cuando el perdón se centra en el perpetrador, reconociendo el daño y la responsabilidad por el mismo, se da un paso que crea mejores condiciones para que las partes y la sociedad puedan elaborar este drama de nuestro pasado.Con todo, este tipo de gestos se debe realizar admitiendo que no puede ser una exigencia para las víctimas validarlos y acogerlos. (La Tercera)
Roberto González
*Esta columna fue escrita con Jorge Manzi, P. Universidad Católica de Chile



