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Gbno. ingresa al Senado a Jorge Manzano en cupo UDI para el Servel

«Se solicita el acuerdo del Senado para designar como consejero del Consejo Directivo del Servicio Electoral al señor Jorge Manzano Gouet», se lee en el oficio que fue ingresado a la Cámara Alta este miércoles en donde el Gobierno confirma la propuesta que hizo la UDI para sustituir al expresidente del organismo, Andrés Tagle, quien en febrero terminó su período.

Sin embargo, tanto él como Alfredo Joignant (cupo PS), continúan ejerciendo el cargo a pesar de que este último lleva más de dos años desde que se acabó su tiempo en el Servel, hasta que se nombre a sus reemplazos. Y es que este ha sido un proceso complejo para el Ejecutivo, quien se ha visto enredado especialmente por la carta oficialista.

Lea la nota completa en la nueva edición de El Mercurio.(Emol)

Desigualdades-Loreto Cox

En las discusiones sobre desigualdad, se suele mirar la distribución de los ingresos, ya sea a través de índices, como el Gini, o de razones entre los ingresos de grupos. Estos enfoques entregan información relevante (y a menudo escandalizadora). Sin embargo, refieren solo a porciones actuales, sin considerar cómo se llegó a dicha distribución.

La ciudadanía es más sofisticada que eso. La última encuesta del CEP consultó por el grado de enojo frente a “personas que ganan mucho, mucho más que el promedio de los chilenos”, especificando distintos ejemplos de estas personas. En general, los niveles de enojo hacia quienes encarnan la desigualdad han caído sustancialmente desde fines de 2019. Pero lo notable es que, tanto entonces como hoy, la gente distingue entre desigualdades. Un médico o “una persona que inventó algo muy valorado por la gente” casi no concitan enojo: solo el 9% se enoja fuerte con ellos, mientras que unos tres cuartos dicen no estar en absoluto enojados. En el otro extremo, los políticos de altos ingresos enojan extremadamente a la mayoría de la población. En un lugar intermedio se encuentran gerentes, influencers y notarios.

Probablemente, tras estas distinciones se encuentren percepciones de corrupción y abusos que harían ilegítimo el éxito de algunas de estas personas. También, seguro, estas distinciones dependen de una idea de mérito. Pese a las críticas de los últimos años al ideal meritocrático (como una forma de disfrazar lo que en última instancia se debería a una ventaja de origen), este mantiene arraigo en la población. De hecho, la misma encuesta encuentra que una buena mayoría (58%) prefiere “que se premie el esfuerzo individual” antes “que los ingresos sean más iguales” (14%), y también una mayoría cree que “en el largo plazo, el trabajo duro generalmente conlleva una mejor vida” (54%).

El hecho de que a la población no le enoje tanto la desigualdad per se, sino dependiendo de su fuente, me lleva a dos reflexiones sobre el debate público en Chile. Primero, que hablamos harto de la distribución de ingresos, pero quizás no le prestamos suficiente atención al estado actual de la meritocracia. ¿Qué tan probable es trabajar duro y no alcanzar una mejor vida?, ¿o alcanzar una buena vida sin el sudor de la frente? ¿Cómo están funcionando los procesos de selección a trabajos y a las posiciones de liderazgo? Estudios como el de Zimmermann (2019) sugieren una meritocracia defectuosa. Pero según Google Trends, nos interesa 10 veces más la desigualdad que el mérito.

Segundo, que el intenso debate sobre desigualdad tal vez nos ha distraído de la incómoda verdad de que en Chile aún hay mucha gente que vive muy mal. Cierto es que las tasas de pobreza han caído rotundamente. Pero es igual de cierto que mucha gente vive muy cerca de la pobreza y que dentro del 6,5% de pobres se concentran muchos niños (la pobreza en menores de 5 años, según Colunga, sube al doble). Quizás haya que volver a hablar más de ellos (Google sugiere que hace 20 años la pobreza nos interesaba 10 veces más que hoy), porque ellos, creo, importan independiente de qué ocurra en el top 1%. (El Mercurio)

Loreto Cox

Pero la democracia sobrevivirà

Puede que las encuestas no siempre sean predictoras exactas de futuros resultados electorales, pero por lo general son una buena fuente para evaluar las tendencias y los cambios en la evolución de los climas de opinión de una sociedad. En este sentido, la última encuesta CEP nos lleva hoy a percibir mayor frustración y pesimismo respecto a ciertos temas relevantes.

Existe plena conciencia de que el país enfrenta un estancamiento económico. Hay menos optimismo respecto a esa promesa esencial de que el futuro augura un mejor devenir a los hijos que a sus padres, o que el porvenir promete mejorías sustantivas. Tampoco mejora, y en algunos casos empeora, la percepción negativa respecto a las instituciones fundamentales de la democracia: los políticos, los partidos políticos, el Congreso y el Poder Judicial.

Y, claro está, hay información conocida poco alentadora que no se refiere solo a bajos niveles de crecimiento económico, que es el prerrequisito esencial para cualquier progreso en la calidad de vida. Así, tenemos entre otros datos una crisis de natalidad que augura una población cada vez más vieja, que deberá ser mantenida por las generaciones activas. Por otra parte, el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio alcanza en Chile, según estimaciones recientes, al 75%, lo cual implica que en muchos casos son niños que quedan bajo el cuidado de una familia monoparental, en la mayoría de los casos, de mujeres solas con bajos ingresos. Es más, sabemos que tenemos uno de los índices más altos de consumo de marihuana a nivel escolar, con todas las consecuencias que ello trae consigo a nivel cognitivo y emocional; que hay territorios inaccesibles para las instituciones del Estado, tanto por terrorismo en La Araucanía como por narcotráfico en múltiples zonas urbanas, especialmente en la capital; que el crimen organizado está cada vez más activo y con violencia y crueldad sin precedentes.

Desde una mirada de larga duración, sin embargo, dos resultados de la encuesta son para mí los más preocupantes. Desde luego, frente a la afirmación “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, un 64% contestaba afirmativamente bajo el gobierno del Presidente Piñera, mientras que en la actualidad solamente el 44% tiene esa preferencia; ello es coherente con que, en ese mismo período, quienes consideran que “da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario” han subido de 17% a 34%. Finalmente, un 41% cree conveniente sacrificar las libertades públicas y privadas para combatir la delincuencia, lo cual coincide con los niveles de popularidad de Bukele en Chile.

Detrás de esta evolución muy negativa para cualquier partidario de la democracia y de las libertades individuales (que solo la democracia liberal representativa resguarda), hay un factor que no se puede ignorar, y este es que una parte de la legitimidad de la democracia radica en su eficacia para resolver los problemas que aquejan a la población. De allí la gravedad de los gobiernos ineptos que tropiezan una y otra vez en escollos evitables que alejan la posibilidad de lograr desarrollo y progreso, y alcanzar una mejor vida para sus compatriotas.

Dicho todo lo anterior, es cada vez más necesario defender los valores de la democracia, sencillamente porque proveen mejores vidas para todos y más prosperidad, porque ellos permiten que florezcan la innovación y la creatividad que las autocracias asfixian. Para mantener el optimismo debemos recordar que las democracias son resilientes, que hemos estado antes peor, que estuvimos al borde del abismo con un proyecto constitucional iliberal y nos salvamos. Igual podríamos emular la oración diaria con que inicia las sesiones el Parlamento británico: “Permite que gobernemos con sabiduría, evitemos el amor al poder y el deseo de complacer”. (El Mercurio)

Lucía Santa Cruz

CELAC: ¿América Latina una zona de paz?-Pilar Lizana

El Presidente Gabriel Boric junto a sus homólogos de Brasil y Colombia firmaron la declaración de Beijing con el motivo del Foro China – CELAC. Instancia que ha sido analizada desde la política exterior, sin embargo, vale la pena hacer un zoom al punto número ocho de esa declaración donde se afirma reconocer a América Latina como una zona de paz.

Este argumento no es novedoso, ya se había utilizado antes en encuentros internacionales y de seguridad, pero, lo cierto es que dista de la realidad. Para ser exactos, América Latina es una zona libre de conflictos interestatales, pero pacífica no es.

Se ha transformado en tierra de organizaciones criminales transnacionales que surten de droga al mundo, que establecieron relaciones con mafias internacionales y que se han integrado a un ecosistema de economías ilícitas, que desde fines del siglo pasado le han cambiado la cara a una región completa.

Con sólo el 8% de la población mundial, Latinoamérica acumula aproximadamente el 30% de los homicidios a nivel global. Según el Estudio Mundial de Homicidios 2023 de Naciones Unidas, la tasa del mundo es de 5,8, pero la de América es de 15. Ocupa el primer puesto en muertes violentas y no precisamente por las cifras de Estados Unidos y Canadá.

Los otros dos países que acompañaron a Chile en la cumbre contribuyen de manera importante a esa cifra. Colombia es el principal productor de coca, hogar de las FARC y sus disidencias; Brasil, por su parte, es cuna de uno de los mayores carteles del narcotráfico sudamericano que ya tiene presencia en más de 30 países: El Primer Comando de la Capital.

Otros que no estuvieron presentes sufren olas de violencia que dejaron atrás los años de paz y han obligado al gobierno a recurrir a militares. Me refiero a Ecuador, donde, desde la frontera con Colombia se extendió una competencia criminal que terminó por ver nacer a bandas organizadas dentro de la cárcel y por secuestrar a unos periodistas en plena transmisión del programa. Sólo un dato más, la tasa de homicidios de Ecuador pasó de 6,7 en 2019 a 44,5 en 2023.

Un poco más cerca, en Perú, la economía ilegal del oro está teniendo un impacto directo en la minería legal. Hace unas semanas nos enteramos de 13 trabajadores de una minera que habían sido secuestradas por grupos dedicados al oro ilícito y que finalmente fueron encontrados asesinados.

Del otro lado de la cordillera, el Presidente Milei debió organizar un operativo para hacerse cargo de la criminalidad en la ciudad de Rosario; al norte, en México, el Estado ha perdido el control y el crimen organizado, es quien entrega estabilidad a la población y la democracia está amenaza por la criminalidad. Se han roto récords en cantidad de candidatos muertos.

Podríamos seguir enumerando hechos que demuestra que América Latina no es una zona de paz, sino que una sin conflictos bélicos entre Estados. Desconocer esto, es desconocer la principal amenaza a la supervivencia del Estado Latinoamericano, es ponerse una venda en los ojos y no ver la realidad de una región que, teniendo un enorme potencial para el desarrollo se ha perdido entre actividades criminales y corrupción.

Que el Presidente de Chile se adhiera a esa premisa demuestra que no se está mirando de manera responsable la principal amenaza que afecta al país. (El Lìbero)

Pilar Lizana

Crisis de Boric más que del Frente Amplio

La arista del Caso Fundaciones que más revuelo reciente ha causado afecta directamente al Presidente de la República. Aunque el Frente Amplio se ha apurado en salir a polemizar para presentar esta crisis en un ataque contra el partido, la identidad de los involucrados en esta arista y la sospecha de que se trata de dineros públicos desviados para financiar campañas electorales y actividad política constituyen una amenaza política evidente para el Presidente Gabriel Boric. A menos que Boric aclare pronto qué sabía, qué intentó averiguar, y de qué forma se involucró en la respuesta que presentaron las personas investigadas en esta arista ante la Fiscalía, aumentará la sospecha de que el Presidente está ocultando información y que estaba al tanto de las irregularidades y posibles delitos que se cometieron con recursos públicos que fueron asignados a la Fundación ProCultura.

A diferencia de lo que ha ocurrido con otras aristas de este escándalo, incluida la de Democracia Viva, que han afectado a otros líderes del Frente Amplio, la arista de ProCultura afecta directamente al Presidente Boric. La cercanía innegable de Alberto Larraín con Boric y las múltiples conexiones que había entre Larraín, su exesposa, su pareja actual y el círculo íntimo del Presidente son motivo suficiente para sospechar que Boric pudo haber estado al tanto del vertiginoso crecimiento de recursos públicos que fueron asignados a ProCultura a partir de marzo de 2022. El hecho de que Boric haya sido identificado en las escuchas telefónicas autorizadas por la justicia a los teléfonos de propiedad de Alberto Larraín evidencian que el Presidente estaba preocupado del avance de la investigación de una forma que no resulta razonable para la principal autoridad política del gobierno. El interés que demostró Boric en sus conversaciones telefónicas en la investigación es difícil de explicar.

Aunque ahora el gobierno busca alejarse de Larraín y de ProCultura, es innegable que Boric tenía una cercanía con esa Fundación. Su pareja de entonces trabajó para la Fundación y varios otros que trabajaban y participaban activamente en ProCultura también son cercanos a Boric.

El rápido aumento de recursos públicos que fluían a ProCultura es difícil también de explicar. Pero resulta todavía más difícil de explicar que haya desaparecido dinero asignado a proyectos específicos que nunca fueron realizados o que, habiendo sido realizados, no fueron pagados por ProCultura. La justicia deberá dirimir si hay delitos y quiénes son responsables de esos delitos, pero los datos que públicamente se conocen constituyen razón suficiente para sospechar que estamos ante mecanismos de financiamiento ilegal de campañas electorales. Como en 2022 se realizó el plebiscito constitucional de la primera propuesta, hay buenas razones para sospechar que parte de los recursos potencialmente desviados fueron a financiar parte de la campaña del Apruebo.

No sería la primera vez que en Chile tenemos un escándalo asociado al financiamiento irregular -y potencialmente ilegal- de campañas. Pero el hecho que este escándalo esté golpeando a gente que circulaba tan cerca del Presidente Boric convierte al caso ProCultura es una amenaza potencial para la estabilidad del propio gobierno.

En 2003, el caso MOP-Gate tuvo al gobierno de Ricardo Lagos contra las cuerdas. Aunque finalmente Lagos nunca fue involucrado directamente en las irregularidades y sobresueldos, el gobierno estuvo literalmente paralizado por varios meses mientras avanzaba la investigación. Lagos fue capaz de navegar la crisis y lograr negociar una reforma que transparentó los aportes a las campañas electorales y estableció mejores mecanismos de transparencia y control en el sector público. Pero durante varios meses, no faltaron aquellos que advirtieron que estaba en riesgo la permanencia de Lagos en el poder.

En esta ocasión, Boric se beneficia del hecho que la próxima elección presidencial ocurrirá en solo seis meses. Pronto, el país ya estará más preocupado de quién será el próximo presidente que de las tribulaciones del gobierno saliente. Pero el inevitable síndrome del pato cojo hará más fácil que la fiscalía avance en su investigación al círculo cercano del presidente. Aunque el Frente Amplio ahora jure lealtad a Boric, la necesidad de los diputados de ese partido de mantener sus escaños hará que varios de ellos se comiencen a distanciar de La Moneda. Lo mismo ocurrirá con los aspirantes presidenciales de la izquierda. Aquellos que aspiren a tener apoyo mayoritario, más allá de la minoría que aprueba al Presidente, deberán marcar distancia de este escándalo y del propio Boric.

Aunque ahora el Frente Amplio este queriendo convertir este escándalo en una presunta persecución al partido, el calendario electoral y el síndrome del pato cojo inevitablemente harán que este escándalo se centre cada vez más en el círculo íntimo del Presidente. Mientras antes reaccione el gobierno y mientras más decididamente aclare Boric todo lo que sabía sobre las actividades de la Fundación y qué tanto se involucró en la estrategia de respuesta de Alberto Larraín y otras personas asociadas con ProCultura frente a la investigación de la Fiscalía.  Después de todo, como ha demostrado la historia política tantas veces, el mayor problema nunca es el crimen, es el encubrimiento. (El Lìbero)

Patricio Navia

Civilidad

Hoy se pide en todo el territorio mayor presencia de carabineros para imponer el orden. Se piden más y complejas regulaciones a la autoridad para sancionar a los que no cumplen con las leyes. Pero todo esto enfrenta una realidad que hace imposible avanzar con el propósito de recuperar el orden y la disciplina de nuestro país: nos hemos acostumbrado a actuar o presenciar sin levantar la voz, sobre la normalización del comportamiento incorrecto.

Carabineros jamás podrá actuar en forma eficaz si todos no hacemos un esfuerzo de apoyar el cumplimiento de las leyes en nuestra vida cotidiana. Y siendo honestos, este comportamiento se ha deteriorado en forma dramática en los últimos 25 años por parte de los políticos, empresarios, líderes sociales y espirituales, en fin, de los que debieran dar el ejemplo a la ciudadanía.

Reconocer este diagnóstico es el primer paso para volver a recuperar nuestro país. Estamos mal y debemos reconstruir los liderazgos mediante el ejemplo de actuar más que con el decir. Y para ello debemos volver a recuperar ideales sobre el tipo de sociedad que queremos construir.

Si logro interpretar bien a nuestra sociedad, lo que anhela es partir por recuperar el respeto: el respeto por nosotros mismos, reflejado en nuestro comportamiento y apariencia; en nuestros conciudadanos, siendo amable y solidario, volver a interesarnos y preocuparnos por cómo están los demás, tomarnos el tiempo para conversar con nuestros hijos, hermanos, padres, abuelos, amigos, compañeros y teniendo un gesto amable con el prójimo.

La solución no es económica, es humana, de valores reflejados en nuestro comportamiento como sociedad, en que apoyamos y aplaudimos la amabilidad, la sobriedad, la belleza interior y exterior, y no aceptamos una rabieta, un insulto, desprecio y menos de manera pública.

Aún queda en la retina ese país en que las personas vestían en forma digna y prolija, en que era muy mal visto una discusión en público y menos el uso de un lenguaje vulgar por respeto a uno y a los demás, en que los líderes eran personas sobrias, trabajando al servicio de las personas, nunca perdiendo el contacto ni olvidando sus orígenes.

Por esta razón, lo primero que debiera incluir un programa de gobierno es cómo recuperar los valores que identifican no solo a la sociedad chilena, sino a las sociedades que han podido lograr las grandes transformaciones en las personas. Mi propuesta es partir por el respeto, recuperar la amistad cívica y que hagamos un propósito como sociedad de no tolerar la descalificación, cuidar el lenguaje en nuestra vida pública y privada.

Debemos volver a recuperar el respeto por la autoridad partiendo por los padres, por los profesores, por las autoridades, por los sacerdotes y pastores, por los ancianos y por los niños. También se refleja en nuestro cuidado por los animales y la naturaleza, por cuidar la belleza de las personas, de nuestros hogares y lugares públicos.

Para lograr esto no hay que esperar, podemos comenzar de inmediato. No necesitamos aprobar ningún presupuesto, esperar ninguna elección, solo depende de nuestra decisión como sociedad de comenzar mañana en la mañana con una nueva actitud de esperanza, de agradecimiento por todo lo bueno que tenemos y afrontar juntos los desafíos que tenemos como sociedad.

Es el momento de que Chile se vuelva a colocar de pie frente al mundo y muestre de lo que somos capaces de lograr. Lo hemos hecho antes, depende de nosotros volver a hacerlo. (El Mercurio)

Richard von Appen

Banda roba casa de carabinero en Maipú y golpean a funcionario

Un funcionario de Carabineros sufrió un violento robo en su vivienda esta madrugada en la comuna de Maipú, Región Metropolitana. La víctima sufrió lesiones a manos de los ladrones.

De acuerdo con información preliminar, el suceso ocurrió cerca de las 5.40 horas, cuando el sargento de la 25 comisaría sintió ruidos en la casa de su vecina, en la calle Las Golondrinas. Cuando dirigió a ver qué ocurría, dos sujetos lo golpearon para luego ingresar al inmueble. Ahí, los ladrones robaron diversas especies y luego escaparon. En tanto, el funcionario policial quedó con lesiones leves.

Por instrucción de la Fiscalía, personal especializado de la PDI quedó a cargo de las diligencias del caso. Este hecho se suma a la serie de violentos robos registrados durante las últimas horas en la capital: hubo una encerrona en Lampa, donde además ocurrió un turbazo. También hubo un asalto en una vivienda en Colina.(Emol)

Universidad y verdad

Interceptaciones: necesidad penal vs. erosión de privacidad

Las interceptaciones telefónicas, de mensajería o correo electrónico, herramientas clave en la persecución penal, se han convertido en un campo minado para los derechos fundamentales. A medida que las tecnologías de comunicación evolucionan, también lo hacen las técnicas de vigilancia, ampliando su alcance y su capacidad intrusiva.

Este fenómeno plantea un dilema profundo: ¿hasta qué punto puede el Estado invadir la esfera privada de los ciudadanos en nombre de la justicia? Al decir de Westin “la privacidad no es simplemente el derecho a ser dejado en paz, sino el derecho a controlar la información sobre uno mismo”.

En América Latina, los escándalos por interceptaciones ilegales han sido recurrentes. Colombia, México, Argentina y Chile, por mencionar algunos, han enfrentado este tipo de casos, comprometiendo no solo el derecho a la privacidad, sino que erosionando la confianza en el sistema judicial.

Sin desconocer la eficacia de las interceptaciones, resulta fundamental asegurar una gobernanza y sistema de control adecuados. Dejar en manos policiales la definición de lo que resulta “relevante” para la investigación pareciera una responsabilidad muy grande para quien no tiene necesaria formación jurídica. Quizás delegar la administración del sistema de interceptación y la calificación de la información obtenida en jueces de garantía evitaría que fiscales o policías (como parte interesada en la investigación) conozcan información residual carente de relevancia penal pero capaz de provocar daño reputacional o incluso condicionar a la judicatura mediante la creación de un “contexto” del imputado.

Junto a lo anterior, podría instalarse un sistema de control ex post de este tipo de medida que exija el cumplimiento del artículo 223 del Código Procesal Penal que obliga al Ministerio Público a notificar una vez terminada la investigación a todas las personas a las que se les hubiere interceptado sus comunicaciones y estas resultaren irrelevantes. En esa línea, en 2019 junto a otros senadores pedimos el listado de dichas notificaciones, recibiendo por respuesta que estas no existían, porque no las hacen.

Quizás sea hora de revisar el sistema y fortalecerlo, en el marco de un Estado de Derecho donde las libertades y la seguridad pueden coexistir cuando se respetan los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad; garantías esenciales que a todo individuo le corresponden. Solo un diseño institucional robusto puede garantizar que el Derecho Penal no se convierta en un caballo de Troya contra las libertades civiles. Como recuerda Ferrajoli, “la garantía de los derechos es el límite del poder, incluso del poder punitivo”. (La Tercera)

Felipe Harboe

El proyecto FES: ataque al pensamiento libre

Poniendo a un lado el problema de la injusticia y la racionalidad de las cargas que impone; prescindiendo incluso de la eventual torpeza de insistir en un régimen que refrenda otro apenas instaurado, que ya está empobreciendo severamente a las mejores casas de estudios superiores del país y aun dejando todo esto al margen, el proyecto del Gobierno que crea el Fondo para la Educación Superior (FES) es criticable, especialmente porque constituye un ataque en regla contra la libertad educacional y académica.

De la educación superior, especialmente la Universidad, se pide que sea la institución del pensamiento libre en el país. De ninguna otra institución –ni de las iglesias, ni las empresas, ni los partidos políticos, etc.– se puede esperar que las posiciones de mera fe o conveniencia o el partidismo parcial sean preteridos en favor de un pensamiento auténticamente libre. Solo de la Universidad. Para eso existe. Ese es su papel social: ser sede del pensamiento radical (que va a las raíces) y libre.

Para ser institución del pensamiento libre, es menester, sin embargo, que la Universidad descanse en un régimen de distribución del poder social.

Locke, Montesquieu y una larga tradición de autores hacia atrás y delante de ellos reparan en que, cuando el poder se concentra, la libertad de quienes están bajo ese poder disminuye. Que, en cambio, si ese poder se divide, entonces la libertad de quienes se hallan sometidos a ese poder aumenta. Por eso se piensa usualmente en la división del poder del Estado en un Ejecutivo, un Legislativo y un Judicial. O en la división del poder social entre el Estado y la Sociedad Civil.

Sea que un grupo económico domine la escena, sea que el Estado o un credo determinado lo hagan, la libertad de la Universidad para contemplar y enseñar queda amenazada con la concentración del poder. Si el control de los recursos económicos de los que depende la subsistencia de la Universidad depende totalmente o de manera muy acentuada de un grupo económico o un grupo religioso o un partido político, entonces la libertad del pensamiento de las instituciones dependientes de esa concentración tenderá a ser meramente declarativa.

Dicho en claro: ¿quién podría cuestionar las convicciones de una confesión religiosa o los intereses de un grupo económico o los intereses partidistas dentro de un sistema universitario controlado por esa confesión o grupo o partido?

Se dice que en el nuevo proyecto el financiamiento provendrá del Estado, no de un partido político determinado. Suena bien decirlo así. Lamentablemente, sin una reforma previa al Estado, esa es una afirmación hueca.

Ocurre que, en Chile, a diferencia de otras naciones con sistemas democráticos afianzados, el Estado se encuentra fuertemente controlado por el Gobierno de turno. Si en Europa son usualmente algunas decenas de funcionarios las que cambian con el cambio de Gobierno, en Chile son decenas de miles. Dejar, entonces, todo el poder de financiamiento relevante de la Universidad en manos del Estado –como se pretende con el proyecto– podría significar, sistémicamente hablando, dejar todo el poder de subsistencia de esas casas de estudios bajo control del Gobierno de turno: del partido o alianza de partidos y su ideología peculiar.

¿Qué esperanzas tendrían, entonces, las libertades de investigación y enseñanza en un país donde el Estado –esto es, el partido dominante en el Gobierno– controlase todas las posibilidades de subsistencia efectiva de las universidades?

Hay ciertamente casos de naciones con democracias bien asentadas –por ejemplo, Alemania, Francia o Italia– donde el financiamiento es eminentemente estatal, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos, donde el financiamiento es mixto.

En el caso de las naciones mencionadas, no obstante el carácter principalmente estatal del financiamiento, el control de ese financiamiento es mitigado, cuanto menos, por dos factores decisivos. Primero, la división del poder entre una burocracia profesional, distinta de quienes ejercen el Gobierno, vale decir, una burocracia que no es partidista. Segundo, gracias a la división del poder entre el Estado central y los Estados miembros.

En Alemania, por ejemplo, al cambiar el Gobierno de la Federación son solo algunas decenas de funcionarios las que se modifican, quedando el poder sobre las universidades en manos de burócratas profesionales, con visiones políticas, por cierto, pero bajo el deber de anteponer el interés nacional sobre el interés partidista. Además, en ese país, aunque el Gobierno central sea de un signo, el Gobierno de los Estados miembros puede ser distinto, facilitándose, de estas dos maneras, la división del poder.

En Chile, en cambio, los funcionarios de partido arrasan usualmente, al triunfar, con la gran cantidad de empleos públicos disponibles. Más aún, las regiones, en Chile, son usualmente dependientes hasta niveles vergonzosos del Gobierno central. Hacer depender, entonces, todo el poder de financiamiento de la Universidad de ese Estado politizado y centralista, importará un incremento severo en el control de la Universidad por parte de esos funcionarios partidistas. La amenaza para la libertad académica, de enseñanza e investigación, para el pensamiento radical y libre, se vuelve, de este modo, severa.

El proyecto FES podría volverse un paso lamentable en el debilitamiento de la institucionalidad cultural y educacional de la Nación, así como un golpe bajo al Estado de Derecho (a quien necesite más información, le remito a un libro escrito en 2016, cuando estas ideas de la izquierda “académico-frenteamplista” se hallaban en preparación). (El Mostrador)

Hugo Herrera