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Democracia en jaque-Natalia González

Escribo con gran preocupación tras los violentos atentados cometidos nuevamente este lunes en diversas ciudades a lo largo de Chile y tras los saqueos e incendios intencionales que han continuado. Me pregunto cuánto costará volver a levantar nuestro país y a nuestra gente. Me pregunto también cómo fue que sucedió que políticos y medios de comunicación dieran tan rápidamente vuelta la hoja de la aterradora violencia vivida el fin de semana del 18 de octubre pasado, iniciada mediante sendos ataques terroristas organizados a la red de Metro. ¿Perdón, dijo terrorismo? Sí. ¿Le parece violento hablar de terrorismo? Bueno a mí lo que me parece violento e intolerable es que continuemos usando, sin pudor alguno, eufemismos y contradicciones manifiestas en el lenguaje para referirnos a hechos de violencia extrema como “tomas pacíficas” o “incidentes aislados”.

Luego de que inexplicablemente se pasara rápida revista al ataque terrorista a la red de Metro, vino la acelerada exigencia de medidas concretas, de resultados inmediatos para abordar una demanda compleja y sobre la que sí cabía hacer una buena reflexión. Pero no. Muy propio de estos tiempos, los primeros en llegar a la mesa fueron las demandas y la inmediatez. El Partido Socialista y el Frente Amplio simplemente se restaron, como si el problema les fuera ajeno o no fueran parte del establishment que está en esferas de poder. Ah, y cómo olvidarla, también llegó a la mesa la necesidad de efectuar un cambio radical al “modelo” y a la Constitución. Es que ella no se pierde ninguna invitación. Para cada desafío social siempre aparece como la solución de todos los males. ¿Habrá algo así cree usted?

Curiosamente, en aquello en lo que sí nos correspondía exigir, y mucho del Estado, pues solo en él recae el uso de la fuerza legítima para mantener el orden público (condición esencial para la democracia), nos extraviamos. La condena a la violencia estuvo y está lejos de ser clara y transversal. Y cómo iba a serlo si ya habíamos tolerado el llamado a evadir sin escandalizarnos y varios honorables llamaban a la “desobediencia civil”, convocatoria muy violenta por lo demás, pero respecto de la cual muchos comunicadores, políticos y participantes en el debate público la dejaron en la vereda de lo aceptable. ¡Inaudito! Desorientados, no solo no se cuadraron con una idea tan básica, sino que además criticaron una y otra vez las medidas adoptadas para intentar resguardar el orden. A ello se suma ahora el Partido Comunista, que intenta acusar constitucionalmente al Presidente de la República buscando desestabilizar la institucionalidad.

Pero usted me dirá: ¿Acaso no ha leído las declaraciones en Twitter de diversos políticos rechazando la violencia? Me pregunto si con eso se dan por pagados. NO sirve. No sirve si no concurren a hacerse cargo de los miles de pequeños emprendedores que, en sus distritos, quedaron desolados, sin poder pagar a sus trabajadores a fin de mes y sin poder levantarse; y cuando no dimensionan cuán difícil se les volvió la vida a miles de chilenos, que ya eran vulnerables o de clase media, para llegar a sus trabajos (los que aún los tengan), para mandar a sus niños al colegio, para abastecerse de alimentos y bienes de primera necesidad. No sirve cuando hacen del Congreso un circo que alimenta egos y cuando se siguen promoviendo múltiples manifestaciones que terminan siempre en hechos de violencia. ¡No sirve tampoco que los políticos hagan de todo menos buena política! Es hora de comenzar a abordar el desafío, respaldando la legítima acción de las fuerzas de orden para así poder canalizar, a través de la institucionalidad de la democracia representativa, las soluciones. Los parlamentarios deben reivindicar su rol y no renegar de él cediendo espacio al asambleísmo. Deben defender sin complejos los elementos que sirven de base a la democracia. Hay muchos parlamentarios que no buscan la polarización que otros quieren instalar. Que están disponibles para escuchar y solucionar y que quieren hacer política para buscar consensos y sostenerlos. Son aquellos que, sin ser complacientes, respaldan una y mil veces el camino construido, con plena conciencia de los desafíos. Es hora de mostrar con gran valentía que para satisfacer las necesidades de la clase media y de los más vulnerables no hay atajos, que es un proceso y que cualquier solución que reduzca la complejidad de los fenómenos solo contribuirá al descontento. ¡La clase media sabe de eso, si es la vida misma! Humildemente los convoco a reivindicar la institucionalidad, el rol del parlamento y el Estado de Derecho. (El Mercurio)

Natalia González

Expectativas sobre un nuevo pacto

“Chile despertó”. Esa es la consigna que se escucha en cada rincón del país, y todo parece indicar que no se volverá a dormir, ni aún cuando las manifestaciones en la calle amainen y haya quienes crean que es posible responder a la demanda con una serie de políticas públicas que apuntan a hacerse cargo de las necesidades sociales más urgentes. Lo que está en el trasfondo del clamor en la calle es un nuevo pacto social y, en consecuencia, vale la pena empezar a perderle el miedo a la posibilidad de discutir una nueva Constitución.

No es menor considerar que desde hace algunos días han proliferado los cabildos en distintos lugares del país. Muchos de ellos, auto convocados por vecinos, ciudadanos e instituciones, y otros más articulados, como los organizados por la Mesa de Unidad Social. El denominador común en estos encuentros es la necesidad de volver a escucharse como ciudadanos y buscar de manera conjunta una salida a la crisis política y social que enfrenta el país. En este cuadro, no deja de llamar la atención que hasta actores del oficialismo sean ahora proclives a la realización de estos encuentros para poder diagnosticar de mejor manera el origen del malestar.

Hay que poner atención a un punto que es relevante, que es la generación de expectativas que este tipo de encuentros crea. Y es preciso que el gobierno vea en esto tanto una necesidad como una oportunidad, dado que tanto el poder Legislativo como el Judicial ya se han manifestado favorables a iniciar un proceso que permita cambiar la Constitución, que, por más modificaciones que tenga, tiene un origen en dictadura que relegó la participación de la ciudadanía y que fue ratificada en un plebiscito sin ninguna garantía básica respecto a la integridad de su resultado. Esto es de la mayor importancia, porque se trata de responder a la demanda ciudadana a través de los canales institucionales que permitan volver a poner al centro de la discusión uno de los principales déficit que hace años exhibe nuestra democracia, que es la participación. En efecto, el Indice de la Democracia, de The Economist, califica a nuestro sistema político como una “democracia imperfecta”, justamente por el déficit en materia de participación política, a diferencia de países como Uruguay, la democracia más perfecta de la región, que tiene una amplia trayectoria en la materia.

Perderle el miedo a un proceso constituyente y hacerse cargo de las expectativas que empiezan a aflorar parece un camino más sensato que negarse a escuchar los orígenes del despertar de los ciudadanos en Chile. Habilitar un proceso que permita preguntarle a los ciudadanos de este país si quieren cambiar la Constitución y, luego, por qué mecanismos, parece un imperativo democrático que, bien liderado, puede ser una oportunidad para recuperar la senda de la confianza y la paz social para un país que hasta hace poco parecía un modelo, pero que escondía un profundo malestar. Por cierto, ello no obsta tener en paralelo una posición firme frente a la vulneración a los derechos humanos, ocurridas durante las manifestaciones, y discutir en paralelo una agenda de reformas sociales.

Curiosidades del destino, si existe consciencia real de la magnitud de la demanda que enfrentamos, tal vez sea un gobierno de derecha el que finalmente pase a la historia como aquel que logró hacer de esta crisis una oportunidad para volver a recuperar la senda de un país inclusivo donde todos tengamos la posibilidad de participar y deliberar sobre el marco institucional que regirá nuestros destinos. En ello esperemos que la sintonía y la escucha desde quienes tienen que tomar decisiones esté lo suficientemente asentada, porque el futuro y la manera de vivir juntos dependerá de ello. (La Tercera)

Gloria de la Fuente

Escuchar

Vivo y trabajo en el centro de Santiago, en esa franja entre la Plaza Baquedano y La Moneda. Escribo entre el humo de las barricadas y el de las lacrimógenas. Trato de escuchar entre consignas, gritos de indignación, de dolor y de cansancio. Algunos de mis caseros han sido saqueados. Las bellas esculturas de mis caminos habituales están tapadas con grafitis, esa forma de negar que podamos comunicarnos con palabras. He vivido en y de la deliberación racional, tratando de escuchar y de decir palabras. Es lo único que sé hacer y vuelvo a tratar de rescatarlas. Aquí, algunas.

Escuchar: Es probablemente el vocablo más repetido en estos días, especialmente de boca de quienes se encuentran en posición privilegiada o de poder. No es fácil escuchar. El que escucha traduce, modifica lo que sale de la boca del otro. La palabra que en el emisor connota una idea y convoca una imagen, en el que escucha connota y evoca otras. No es mala voluntad: Las palabras orden, democracia, dignidad e igualdad resuenan distinto en diferentes oídos. Me temo pueden haber grandes distancias entre emisores y receptores que estén distorsionando por entero el “diálogo social” que algunos esperan instalar. Escuchar y darse a entender requiere de conversaciones, esa forma más pausada que tenemos de hablarnos.

Ciudadanía: Es un atributo de algunas personas (nacionales de cierta edad) para ejercer derechos políticos. Los principales son a elegir y a ser elegido. El viernes 25 salió mucha gente a la calle, expresaron mensajes políticos, variopintos, difusos, desagregados. Hasta La Moneda pudo, impropiamente, tratar de alegrarse de esas manifestaciones. Más misteriosos aún son los mensajes de la mayoría que no salió a manifestarse. Fue una movilización tan numerosa que no debe ser desatendida, pero eso no es igual a entender que allí expresó su voluntad política una mayoría.

La voz de la mayoría: Quien quiera de verdad escuchar la voz de la mayoría y no usa esos conceptos como mascarada para adelantar su agenda, recomiendo el método de leer las elecciones. Hace 6 años, la mayoría ciudadana adhirió a una propuesta de terminar con abusos y avanzar a un país más igualitario. Esa elección manifestó malestar y esperanza. Hace dos años, en cambio, quedó claro que quienes habían liderado esa esperanza igualitaria y justiciera ya no eran creíbles. La falta de claridad acerca de los instrumentos, cierta impericia y el exceso de ideologismo hicieron que esos líderes no pudieran realizar la promesa por la cual se les había otorgado mandato. Retirada la confianza en ellos, la mayoría ciudadana adhirió a promesas menos grandilocuentes y más concretas: crecimiento, protección a la clase media y seguridad ciudadana. Estas promesas probablemente despertaron menos entusiasmo, y por ello ganó Piñera sin lograr arrastrar a sus parlamentarios. El Presidente no mostró habilidad para convocar y dialogar políticamente con un parlamento opositor. Su programa legislativo se trabó. La clase media no está más protegida. En dos años no solo no hay el crecimiento, la protección y la seguridad esperados, sino que, además, se pobló de reyerta e ineficacia la arena política. Los políticos son el club de la pelea. Mucha gente marchó el viernes 25. Lo hizo contra Piñera, fue una marcha política y ningún político logró liderarla.

Chile cambió: si no me equivoco, el país no ha cambiado mayormente en los anhelos, aspiraciones y temores que manifestó en las urnas hace 6 y hace 2 años: Más igualdad, menos abusos, más crecimiento, más protección a la clase media y más seguridad en los barrios. Lo que cambió es que la gente ya no encuentra a nadie creíble para llevar a cabo una política que realice eficazmente esas promesas. ¿Qué otras cosas cambiaron en estas dos semanas? Primero: La sensación de urgencia en atender esas viejas demandas. Segundo: La autopercepción de crisis y de inestabilidad. Los cambios nos esperanzan y nos asustan a la vez. Es probable que la ansiedad sea la pulsión dominante. Tercero: La percepción de crisis hace que todas las demandas y expectativas estén sobre la mesa. La presión es fuerte. Los que están en posición de poder deben escucharlas, pero su desafío mayor es priorizarlas. Unas podrán ser atendidas, otras postergadas y algunas —las irrealizables, las regresivas, las que debilitarán aún más las instituciones— ojalá también, desestimadas. Priorizar y justificar requiere pedagogía y autoridad, un bien harto escaso en estos días. No hay mucho tiempo para esta labor. Cuarto cambio relevante: Los que insisten en protestar han reconocido su fuerza. En las calles y en las redes sociales está parte importante de esa juventud que percibe el mundo de un modo maniqueo. A un lado están ellos, los buenos; su violencia es pura y liberadora. Del otro lado, los opresores, los malos y brutales. La racionalidad se hace así muy difícil entre personas todas con almas grises. Escuchar a estos grupos y hacerse escuchar por ellos sea, tal vez, la lucha cultural más urgente en que se juega la democracia. Esa batalla se libra en unos espacios de redes sociales a los que los viejos no llegamos. Muchos medios de comunicación tradicionales juegan a congraciarse. Los despreciarán. Esta conversación intergeneracional deberá darse en las familias.

Igualdad, sociedad civil, sociedad política: En la sociedad civil somos desiguales en poder, riqueza, inteligencia y recursos inmateriales. Tan solo en el Estado somos iguales en dignidad y derechos. La promesa esencial del Estado es que puede emparejar la cancha y evitar injusticias manifiestas entre desiguales. El problema es que buena parte de las autoridades del Estado no son creíbles en prometer igualdad, porque ellas mismas no son iguales. Sus sueldos, privilegios y algunas irregularidades no les hace creíbles cuando hablan de terminar con injusticias y proveer más igualdad. Mientras la gente no los vea en las calles, de a pie y en el transporte público, la promesa suena a farsa. Aparecen o aparecemos como parte del problema; es difícil lo seamos de la solución. Los que quieran ayudar tendrán que bajarse de sus autos. Los únicos que se salvan son los alcaldes. Debieran asumir un rol político más relevante.

Constitución: La Constitución legitima y distribuye poder entre diversos órganos electos y les limita, estableciendo las precondiciones de la democracia. Entre más una Constitución define un programa, menos pueden hacer las mayorías y menos está entregado a la deliberación colectiva. El texto que hoy tenemos, salvo por los quórum supramayoritarios, es democrático. No define ni las políticas de salud, ni de educación, ni establece la manera de distribuir el agua. Tampoco establece ni define un Estado subsidiario. Esa palabra no está en su texto. Son mis colegas constitucionalistas, de derecha y de izquierda, quienes la han sobreinterpretado. Su afán de ganar poder al margen de las urnas y de arbitrar el debate político les ha llevado a sobreescribir sus contenidos, al punto de determinar quiénes pueden hacer objeción de conciencia, qué grupos pueden negociar colectivamente y los derechos laborales de los funcionarios públicos, nada de los cual el texto constitucional establece expresamente. Si se le entra a la Constitución hay que hacerlo con una goma y no con un lápiz. Situar los debates políticos ordinarios en modo constitucional los hace demasiado estridentes para ser solucionados. La sobrelectura constitucional también pone en riesgo la democracia. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil

España ofreció ayuda a Greta Thunberg para llegar a COP25 en Madrid

La ministra española para la Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, ha respondido a la petición de ayuda de la joven activista sueca Greta Thunberg para poder llegar a Madrid y participar en la Cumbre del Clima que se celebrará del 2 al 13 de diciembre próximos.

Ribera refiere en un mensaje por la red social Twitter que a España le encantaría ayudarla a cruzar el Atlántico de regreso, y que espera ponerse en contacto con ella para hacerlo posible.

«Querida Greta, sería genial tenerte aquí en #Madrid. Has hecho un largo viaje y nos ayudas a todos a generar preocupación, abrir mentes y mejorar la acción. Nos encantaría ayudarte a cruzar el Atlántico de regreso. Abierta a ponerme en contacto para hacerlo posible», escribió la ministra en respuesta a un tuit de la activista sueca, de 16 años.

Teresa Ribera /🌹@Teresaribera

Dear Greta, it would be great to have you here in . You’ve made a long journey and help all of us to raise concern, open minds and enhance action. We would love to help you to cross the Atlantic back. Willing to get in contact to make it posible. https://twitter.com/GretaThunberg/status/1190290034131267591 

Greta Thunberg@GretaThunberg

As #COP25 has officially been moved from Santiago to Madrid I’ll need some help.
It turns out I’ve traveled half around the world, the wrong way:)
Now I need to find a way to cross the Atlantic in November… If anyone could help me find transport I would be so grateful.
-> https://twitter.com/pespinosac/status/1190278695547809792 … 

La estudiante en la misma red social pedía ayuda desde el continente americano para poder trasladarse a Madrid, donde finalmente se celebrará la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), en lugar de en Santiago de Chile, donde estaba prevista inicialmente y que el Gobierno renunció a acoger por la situación interna ante manifestaciones de protesta.

«Como #COP25 se ha trasladado oficialmente de Santiago a Madrid Necesitaré ayuda. Resulta que he viajado por medio mundo, por el camino equivocado. Ahora necesito encontrar una manera de cruzar el Atlántico en noviembre … Si alguien pudiera ayudarme a encontrar transporte, estaría muy agradecida», solicitaba Thunberg en un tuit.

Greta Thunberg@GretaThunberg

As has officially been moved from Santiago to Madrid I’ll need some help.
It turns out I’ve traveled half around the world, the wrong way:)
Now I need to find a way to cross the Atlantic in November… If anyone could help me find transport I would be so grateful.
-> https://twitter.com/pespinosac/status/1190278695547809792 

Patricia Espinosa C.@PEspinosaC

We are pleased to announce the COP Bureau has agreed that #COP25 will take place from 2-13 December in Madrid, Spain.http://bit.ly/COP25inMadrid 

Ver imagen en Twitter

La adolescente sueca abrió el pasado verano un período sabático para viajar a América y poder participar en la Cumbre del Clima que se celebró el mes pasado en la sede de la ONU en Nueva York, así como en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), que Chile iba a acoger en diciembre.

Su rechazo a viajar en avión para evitar emisiones contaminantes hizo que cruzara el Atlántico en un velero y que utilice autobuses y trenes para desplazarse por el continente americano.

Un emblema de lucha contra el cambio climático

Thunberg comenzó en septiembre de 2018 una huelga escolar frente al Parlamento sueco para pedir medidas contra el cambio climático, que inspiró un movimiento global y que la ha llevado a ser recibida por líderes mundiales y a intervenir en conferencias de alto nivel.

El pasado martes, Thunberg rechazó el premio medioambiental del Consejo Nórdico en protesta por la falta de acción contra la crisis climática.

Greta Thunberg fue distinguida recientemente con el denominado Nobel Alternativo que entrega la fundación sueca Right Livelihood Award y estaba nominada al Nobel de la Paz de este año, que recayó en el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, por su iniciativa para resolver el conflicto fronterizo entre su país y Eritrea.

Que duela-Pablo Ortúzar

Uno de los lugares comunes de la protesta es que las soluciones les tienen que doler a las élites políticas y económicas. Y tiene sentido: efectivamente, quienes tienen más, deberán poner más. Eso exige un sistema de impuestos que afecte realmente el patrimonio de los ricos, ojalá sin dañar la inversión. También demanda que los congresistas bajen sus sueldos y, quizás, su número. Sin embargo, dada la magnitud y multiplicidad de las necesidades, eso no alcanza. De hecho, muchas de las medidas que me parecen necesarias, como las que nombro a continuación, suponen un esfuerzo que excede a las élites.

Es urgente instaurar la inscripción automática y el voto obligatorio. Lo que se haga debe contar con un apoyo mayoritario real, que empodere a los representantes. Salvar la democracia exige asumir nuestra responsabilidad ciudadana. No basta con marchar.

Es hora de asumir, también, que la gratuidad universitaria fracasó. Es regresiva, un hoyo de recursos fiscales que se requieren en otras áreas y, a la vez, un lastre económico para las universidades de buena calidad. Resulta imperativo instaurar el crédito estatal con pago contingente al ingreso y hasta un tope de años.

Los ahorros personales deben cubrir solo hasta los 85 años. Luego de eso, un seguro universal debe hacerse cargo de la cuarta edad. Eso sí, la jubilación debe aumentarse a los 70 años para hombres y mujeres. Las edades actuales fueron fijadas con una esperanza de vida casi equivalente a la edad de jubilación. Esta reformulación, junto con el fin de las contribuciones para las viviendas de jubilados, asegura una vejez digna.

En línea con lo anterior, las AFP deben ser reformadas. Es razonable que tengan un tope de utilidades y que esté condicionado a las rentas que generen. Deben ser un actor creíble en el nuevo esquema previsional, y esto demanda que pasen a retiro sus actuales directorios. En salud se necesitan medidas más radicales. Un seguro universal debe cubrir a todos chilenos, pasando las isapres al rubro de los seguros complementarios. Un seguro público universal, además, congenia mejor con evitar el encarnizamiento terapéutico con los mayores.

En cuanto a las prioridades de seguridad pública, es necesario invertir tiempo y dinero en las cárceles, en el Sename y en las poblaciones más pobres. No podemos abandonar a un amplio sector social y luego sorprendernos por el saqueo y la violencia. La marginalidad, como se ha visto, es un problema urgente y serio.

Es necesario consensuar de una vez una reforma al aparato estatal, acabando con sus lógicas clientelares. Si va a actuar como mediador de muchos de los nuevos beneficios sociales, debe estar a la altura.

Finalmente, deben generarse tramos en el IVA, liberando de él a la canasta familiar básica y, por otro lado, fijarse tarifas de transporte público que castiguen al usuario ocasional y beneficien al frecuente.

Ni moral ni económicamente es sostenible la idea de que “el país de todos” puede ser financiado solo por unos pocos. Esa ilusión se desarma apenas se sale de la calle y se deben fijar prioridades políticas y económicas con recursos escasos. Aunque duela, un Chile más justo exigirá un esfuerzo proporcional de todos. (La Tercera)

Pablo Ortúzar

Gobierno legítimo

La Tercera

Quién habría pensado, tan solo algunos días atrás, que podía resultar necesario reafirmar la legitimidad del gobierno que nos conduce, por relativamente reciente voluntad soberana indubitada.

Nadie puede negar la profundidad del descontento imperante, manifestado mayoritariamente en forma pacífica; nadie tampoco puede pasar por alto que no pocos, por desgracia, han optado por la violencia para concretar su desazón, algunos por convicción otros más bien de ocasión.

Diversos analistas han ensayado causalidades del estallido social, varios con rigor y aportando seriedad, otros con una dosis no menor de oportunismo, de supuesta premonición ignota y con recetas populistas, como si de allí alguien pudiera salir ileso. Tampoco puede desconocerse que las élites, políticas, empresariales, sindicales, morales, venían cayendo desde hace mucho tiempo en sus grados de confianza ciudadana, por ende, la crisis en desarrollo las encuentra en un mal momento a la hora de actuar.

Pero convenganos que, siendo indispensable escuchar a la ciudadanía, de aquí no salimos sino con mucha y buena política. Las condiciones para lo anterior son muchas, y el tiempo para ir cumpliendo es escaso. Entre ellas hay una basal: “el rechazo claro e incondicional de medios violentos y un rechazo decidido a la retórica de la violencia para movilizar apoyo destinado a conservar o conseguir el poder” (extractos de La quiebra de las democracias, de J.J. Linz). Créanme que se ha echado en falta una declaración explícita en ese sentido. Bien le habría hecho un pronunciamiento de esta naturaleza, unánime, de todos los partidos representados en la cuna de la democracia, el Congreso Nacional. Todo lo demás es opinable (la intensidad de la agenda legislativa urgente; los cambios estructurales al modelo; las fórmulas instrumentales en que se llega a una nueva Constitución), pero sin recuperación del orden público, requisito indispensable para el funcionamiento del estado de derecho, no hay salida racional. Se puede ser opositor, durísimo opositor, se puede ser partidario, fanático partidario del gobierno, lo que no se puede es alentar atajos para sustituirlo; esa es ceguera política, y lo que es más grave, es flagrantemente antidemocrático.

Solo con diálogo político saldremos de esta encrucijada, sin él estaremos contribuyendo de forma irresponsable a profundizar la crisis. Estabilizar el funcionamiento del país es indispensable, incluso para aquellos que aspiran a un modelo totalmente diverso.

No entender lo anterior, por parte de nuestros representantes, causaría grave daño, de aquellos irreparables o al menos de muy larga recuperación. Estoy cierto que la inmensa mayoría de nuestra sociedad se los demanda con urgencia, también con cuota de esperanza; no hay otro camino disponible. (La Tercera)

Jorge Burgos

Diálogo político y agenda ciudadana-Luis Larraín

El ministro del Interior, Gonzalo Blumel, ha recibido el importante encargo del Presidente Piñera de iniciar un diálogo con todos los sectores políticos para salir de la crisis que vive el país. Concurrieron a esa convocatoria el Partido Socialista y el sector más moderado del Frente Amplio. El Partido Comunista y los sectores estalinistas del Frente Amplio se negaron.

Es un interesante comienzo del nuevo gabinete, que con una cara más joven y amable, debe enfrentar esta tarea. La cuestión es si el gobierno es capaz de ofrecer, en este diálogo, cambios de una relevancia suficiente para que la ciudadanía sienta que sus demandas son escuchadas. Creemos que ello es posible, pero nada fácil. La dificultad estriba en que al haberse incorporado sectores más duros a la mesa, lo que por un lado es un logro, también se extreman las peticiones. Por otra parte, los partidos de oposición insisten en confundir la agenda social con sus propias demandas, que se resumen en obtener más poder para los políticos. Frente a eso, no cabe sino negociar mirando a la ciudadanía

El gobierno tiene una potente oferta que hacer a los chilenos. La agenda social debe partir por un rápido programa de reconstrucción de la infraestructura crítica en Santiago y las principales ciudades del país afectadas por el vandalismo y el terrorismo. Desde luego, estaciones de Metro, pero también paraderos de buses en todo el país, infraestructura urbana, veredas, parques y plazas. Apoyar también la puesta en marcha de supermercados y pequeños negocios, apurando los permisos, y en el caso de las Pyme otorgando créditos blandos y subsidios. Esa es la prioridad social y no otra.

La segunda cuestión es la grave inequidad en la asignación de recursos públicos a las municipalidades. El espacio público, financiado con recursos del Estado, debe ser de igual calidad para todos los ciudadanos. Para lograrlo se debe proponer pronto una radical reforma a la ley del Fondo Común Municipal, que tienda a mayor igualdad de los recursos de inversión municipal en espacios y transporte público, y con ello a igual dignidad entre los chilenos. Paradojalmente, el Metro de Santiago tendía justamente a eso y lo destruyeron parcialmente.

El gobierno debe, así, salir de esa suerte de tubo legislativo sin ventanas que es la discusión de los proyectos emblemáticos en el Congreso, y que lleva a gobierno y oposición a enfrascarse en discusiones estériles e incomprensibles para la ciudadanía. La nueva mirada del ministro Ignacio Briones debiera contribuir a dejar ese tubo y plantear salidas rápidas a las reformas tributaria y de pensiones; y si la oposición estira mucho la cuerda, dejarlas de lado y abocarse a su nueva agenda social con este nuevo componente de equidad territorial.

¿Agenda política, nueva Constitución? Partamos por bajar las dietas parlamentarias y el número de diputados y senadores. Eso está en las demandas ciudadanas. (La Tercera)

Luis Larraín

La marcha del millón

Que a una semana de un estallido de terror (provocado), seguido de una marcha multitudinaria, el Presidente de la República salga afirmando que protestas masivas “abren grandes caminos de futuro y esperanza”, es irreflexivo, y si fuese oportunista de su parte, torpe. Que días después, un juez y vocero de la Corte Suprema agregue que “el clamor de la ciudadanía es tan grande” que hay que abocarse a reformular el orden institucional, suena asustado y a destiempo.

Desde hace más de cien años, el fenómeno masas, su comportamiento y psicología, no es novedoso (Le Bon, Ortega, Canetti). Sabemos que no son espontáneas, sino excepcionales y acaban por desintegrarse; se las domestica o cultiva (tema aparte, para qué); impresionan por el número que congregan, menos por las arengas y propósitos grandilocuentes a que convocan; hipnotizan y subsumen a los individuos que las componen, quienes creen que sus demandas personales son respaldadas por todo el resto; nunca se sienten satisfechas con las promesas con que se las corteja; en fin, no son confiables. Resulta más riesgoso, por último, confundirlas con sentires supuestamente mayoritario-totales: vox populi, vox Dei, “pueblo soberano”, “destino manifiesto” nacional, lo que la “gente” quiere-pide-consume.

Que se haya llegado a movilizar a un millón 200 mil personas al centro de Santiago el pasado 25 de octubre tomó a las autoridades por sorpresa. Cuesta excusarlas. Se les olvidó que llevamos una larga historia de reventones en el siglo XX, pero, vamos, la historia importa poco o nada, incluso para un gobierno de derecha. Tanta aversión al populismo, y ¿nadie reparó en lo demagógico que son las marchas que han escalado y paralizado el país desde el 2006? Las ha habido frívolas, Tunick convocando a una “selfie” despelotada en el Parque Forestal en 2002; piadosas, el “venid y vamos todos” a Lo Vásquez (de 800 mil o más peregrinos); y nos son familiares sus variantes políticas en pro de la gratuidad (2011), de la causa de la mujer (2018), hasta llegar a octubre este año, en paralelo a protestas en Asia, Europa y Sudamérica. Pero se insiste en que nadie advirtió. Qué le vamos a hacer, se arrea con los bueyes que se tienen.

Canetti habla de cómo masas “se abandonan libremente a su natural impulso de crecimiento”. Le Bon, ya en 1895, de cómo el sufragio universal no basta (en Chile la abstención deslegitimó el voto). Vivimos en el mismo continente del Bogotazo y Caracazo, y los chilenos somos especialistas en desmadres institucionales desde 1967. Todo lo cual lleva a uno a asombrarse que Piñera y Lamberto Cisternas sean tan concesivos, justo ahora. Aceptan que los poderes que se les ha confiado serían condicionales a su validación popular vía marchas y presiones no institucionales: siguen así y que Dios nos pille confesados. (La Tercera)

Alfredo Jocelyn-Holt

Prioridades confundidas aumentan el riesgo

Para enfrentar la crisis de gobernabilidad se debió, ante todo, adoptar un pacto de defensa del orden democrático. Resulta incomprensible que dicha defensa no haya unido de inmediato a todos los grupos representados en el Parlamento. Habría acotado la crisis, fortalecido la reacción del Estado frente a la violencia y otorgado un rol relevante a los partidos.

Dicho pacto debió rechazar tajantemente la violencia y el terrorismo; garantizar los DD.HH. de la población, particularmente de quienes protestan pacíficamente, y aprobar un plan inmediato para fortalecer la seguridad interior, la inteligencia policial y el funcionamiento de los servicios básicos.

No ocurrió. El gobierno, una vez más, actuó sin un claro liderazgo. Y los partidos -tanto oficialistas como de oposición- optaron por su interés propio antes que por el interés común. Faltó pues voluntad para enfrentar el peligro inminente de una desestabilización gubernamental y el sobrepasamiento del orden democrático.

En medio de la confusión, los desajustes y malestares sociales fueron atribuidos casi exclusivamente a causas estructurales de desigualdad, silenciándose los motivos políticos del debilitamiento de la gobernabilidad democrática. Estos últimos son múltiples y variados: escasa efectividad de la acción gubernamental y parlamentaria; conflictos cruzados entre poderes y organismos del Estado; desplome de la confianza en los partidos e instituciones públicas; deterioro del ambiente cívico por creciente crispación; sensación de que asuntos vitales -salud, seguridad, pensiones, educación de calidad, empleo, costo de la vida, etc.- se postergan o gestionan mal.

Fracasada la gestación de un vigoroso pacto democrático, la dirigencia política improvisó un pacto social: cómo resolver los asuntos estructurales más apremiantes y hacerse cargo a la vez de las necesidades inmediatas. Sin embargo, nada se dijo sobre las restricciones que enfrentaba un plan tan ambicioso de reparación social y bienestar colectivo. Primero, limitados recursos del Estado, incluso con tributos adicionales. Enseguida, escasa capacidad estatal para diseñar, procesar, aprobar y, sobre todo, implementar un paquete de políticas sociales.

Sin un acuerdo de gobernabilidad democrática y vistas las dificultades de un pacto social, las energías de la dirigencia se movilizan ahora hacia un tercer frente: nueva Constitución con cambio de régimen político y de modelo económico-social. Esto, mientras se prolonga la crisis de gobernabilidad, aún no se controla la violencia en las calles, no hay explicación ni acción eficaz respecto de los grupos que destruyeron el Metro y ni siquiera se ha podido definir las prioridades de un plan social realista.

Muestra que la dirección y gestión política del país están en manos de una clase que transversalmente se halla superada por los desafíos que debe enfrentar. En vez de resolver los problemas urgentes que están a la mano, crea otro más: cambiar las bases constitucionales, el régimen político y el modelo de desarrollo. La consigna parece ser ésta: para alivianar la situación, volvámosla más pesada. Es una receta para hundirnos definitivamente.

Sin duda, más adelante deberá discutirse si cambiar el régimen político (mi preferencia es por uno semipresidencial) o no. Pero hacerlo ahora, en medio de una crisis de gobernabilidad, sin siquiera haber asegurado el orden cotidiano de la sociedad, resulta un despropósito. (La Tercera)

José Joaquín Brunner

The Economist analiza el «nuevo modelo chileno» para afrontar crisis social

La transformación de la economía chilena ha sido seguida con atención a nivel internacional como un modelo de éxito. Por eso, la actual crisis de descontento social que vive el país está siendo analizada por los principales medios mundiales y The Economist dedicó hoy un nuevo artículo a los cambios que está impulsando el gobierno de Sebastián Piñera.

La publicación subrayó que el mandatario está buscando un nuevo modelo de desarrollo para el país y que gracias a la solidez de las finanzas locales, la administración puede permitirse hacer frente a las mayores demandas, pero, tras enumerar las reformas propuestas, asegura que se requieren más cambios y todavía está en duda que logre convencer al resto del país de apoyar su estrategia.

El medio agrega que es necesario avanzar en la eliminación de los oligopolios, y que los chilenos exigen una atención de salud más barata y eficiente, al igual que mejoras en la educación. 

The Economist destacó que el sistema tributario local depende del IVA para casi la mitad de los ingresos, pero advierte que, aunque eficiente, este impuesto es regresivo, por lo que se hace necesario que el Fisco redistribuya más.

El medio británico destaca que la violencia de las manifestaciones ha disminuido, pero todavía continúa, a pesar de los anuncios, y no está claro que los últimos cambios vayan a lograr aplacar el descontento. Además explica que la gran diversidad de los reclamos hace difícil afrontarlos.

Si Piñera de verdad quiere solucionar el conflicto, señala The Economist, tendrá que enfocarse en las raíces del malestar,  y para ello deberá reformar la manera en que se proveen los servicios de salud, educación y pensiones, dice la publicación, citando la opinión de Eugenio Tironi.

Y para empeorar  las cosas, agrega el semanario inglés, el creciente descontento por los abusos a los derechos humanos podría complicar aún más las posibilidades de Piñera por introducir reformas.

Pese a los anuncios, dice el medio británico, Piñera probablemente no va a abandonar un sistema que ha convertido al país en el segundo más rico de Latinoamérica y se resistirá a las presiones por una asamblea constituyente que pueda alentar políticas populistas que alejen a los inversionistas.

En este sentido, la publicación explica que el mandatario chileno está apostando por la celebración de cabildos, algo similar a lo que hizo el presidente francés Emmanuel Macron para hacer frente a las protestas de los “chalecos amarillos”.

Este recurso podría ayudar al presidente chileno a reponer el diálogo y superar un punto muerto en la discusión sobre las reformas que necesita el país. Si tiene éxito, dice The Economist, el resultado podría ser un nuevo modelo chileno. (DF The Economist)