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La autopercepción del país ¿por qué importa tanto?

En una columna anterior me referí al rol que juega en la política la autopercepción que tenemos los chilenos de nuestro país. Se trata, afirmé, de un factor trascendental porque el sistema político se alimenta de ella para la elaboración de políticas públicas, la prioridad que les atribuye y la urgencia que les asigna.

La autopercepción de buena parte de la sociedad chilena en la década pasada fue la de un país abusado -cuando el lucro empresarial fue convertido en ganancia ilegítima-, lo que incidió decisivamente en el acontecimiento del estallido social y, finalmente, en la elección de una nueva izquierda para gobernar un país donde soplaban con fuerza los vientos octubristas.

Pues bien, ¿qué autopercepción tenemos de Chile en la actualidad? ¿Cuáles son los relatos predominantes para configurar esa autopercepción? Es lo que veremos a continuación.

Numerosos estudios de opinión pública muestran que los relatos dominantes hasta no hace mucho han perdido vigencia y han sido reemplazados por otros radicalmente distintos. La “Constitución tramposa”, “la desigualdad más alta del mundo” y “el robo legalizado de las AFP”, que entre otras consignas iluminaron el firmamento octubrista, se han desvanecido en la oscuridad. Ninguno tenía mayor asidero en la realidad, pero se convirtieron en posverdades asumidas por millones de chilenos.

Dos carencias inéditas para buena parte de la clase media se han convertido ahora en los relatos dominantes. La primera se refiere a la falta de crecimiento sostenido que dura ya más de una década y que fue una constante de los “30 años”, cuando crecía el empleo y los salarios lo hacían sin pausa año tras año. La segunda es la seguridad ciudadana, quizás la más sentida porque su privación ha venido a trastocar la vida cotidiana de los chilenos y ha instalado un miedo cerval que, sobre todo los más jóvenes, no habían conocido hasta aquí.

A diferencia de los relatos de la década pasada, que no pasaban prueba de veracidad alguna -el del “robo legalizado de las AFP” fue el más evidentemente engañoso, como los retiros de los fondos de pensiones demostraron más allá de toda duda-, los actuales se asientan en la incontrovertible realidad que se despliega cada día ante nosotros. Mientras los primeros tenían las características propias de una posverdad -aquello que no ajustándose a la realidad se da por cierto en razón de sentimientos y emociones-, los que ahora alimentan nuestra autopercepción del país emanan de las experiencias que sufren numerosos ciudadanos y que son compartidas intensamente a través de los medios de comunicación.

En tanto la autopercepción de la década pasada tuvo su origen en relatos con altos niveles de subjetividad, susceptibles de ser creídos independientemente de su veracidad, los actuales se nutren de la objetividad de los números -por ejemplo, el desempleo rampante o la tasa de homicidios creciente-, que ilustran sobre una nueva e incuestionable realidad, ante la cual el sistema político responde tardíamente y con baja eficacia. El estancamiento económico no da visos de corregirse ni disminuye la delincuencia.

Al decir de Karen Thal, en una entrevista reciente, se ha instalado “una mirada bien triste de cómo Chile se ve así mismo”. En ese contexto “cuesta que la gente pueda esbozar un sueño”. Cuando una sociedad se hunde en una suerte de depresión como la que parece acongojar a la chilena -“hoy Chile está deprimido”, afirma Thal- es el momento estelar para un liderazgo político capaz de trazar un camino de salida hacia el futuro esplendor que todavía asoma sus contornos en el horizonte del país.

De eso se trata la elección presidencial que se aproxima: que emerja ese liderazgo y que los electores lo favorezcan en las urnas. Sería el mejor antídoto para una autopercepción apesadumbrada que requiere urgentemente reimaginar el rumbo al desarrollo pleno que no hace tanto transitábamos con orgullo y convicción. (El Líbero)

Claudio Hohmann

Municipios lanzan Comisión de Recursos Hídricos para gestionar el agua

Con el objetivo de consolidar un espacio de trabajo permanente y articulado en torno a los desafíos del agua a nivel local, se oficializó la creación de la Comisión de Recursos Hídricos de la Asociación Chilena de Municipalidades (ACHM).

La instancia está  presidida por  la alcaldesa de María Pinto, Jessica Mualim, y su vicepresidenta, la alcaldesa de Lago Verde, Claudia Valdés, quienes asumieron el compromiso de reimpulsar esta Comisión, que busca abordar las distintas realidades territoriales respecto a la disponibilidad, distribución y gobernanza del recurso hídrico.

Sobre la constitución de la Comisión,  su presidenta, indicó que “esta es una comisión que dura hasta el final de nuestros periodos, por lo tanto, contamos con los plazos para poder contribuir a mejorar el uso del agua en los territorios, siempre impulsando las buenas prácticas replicables a nivel municipal”.

Por su parte, la alcaldesa de Lago Verde, indicó que “creemos el trabajo que se viene por delante un tremendo desafío porque el agua es un derecho y mientras mayormente estemos, los alcaldes y alcaldesas, informados respecto a los convenios que dispone la asociación, creemos que vamos a hacer un mejor apoyo y ayuda directa a nuestras comunidades”.

En la jornada también participaron directivos de la  ACHM,  junto a dirigentes de empresas sanitarias, representantes de sistemas de Agua Potable Rural (APR), y otros actores vinculados al sector.

Durante la reunión se socializó el enfoque de trabajo de la Comisión, se definieron los principales lineamientos para el corto y mediano plazo, y se recogieron inquietudes que permitirán levantar una agenda de trabajo colaborativa, representativa y orientada al fortalecimiento del rol de los municipios en la materia.

La Comisión de Recursos Hídricos ACHM se proyecta como un espacio técnico-político para incidir en políticas públicas, proponer soluciones desde los territorios y promover una gestión integrada y sustentable del agua, en beneficio de las comunidades.

Una bella durmiente

Para que Chile vuelva a crecer a más de un 4%, debemos atrevernos a incomodar, remover trabas que se han naturalizado y dejar de postergar decisiones clave. Agilizar proyectos de inversión no es un capricho ni un intento de saltarse las reglas, es la manifestación de una necesidad urgente: acortar procesos que hoy se extienden más allá de lo razonable, generando sobrecostos, incertidumbre y, sobre todo, pérdida de oportunidades para el país.

Como bien alertaba hace algunos días Andrés Velasco, pese a contar con enormes reservas, hoy los minerales críticos se producen y se refinan fuera de Chile. El desafío es entonces evidente: el mundo necesita lo que tenemos, pero debemos ser capaces de abastecerlo. En otras palabras, tenemos la llave del futuro, pero no la estamos usando.

Generar un shock de inversión no ocurrirá sin audacia. Por eso es tan interesante que irrumpan mecanismos de fast track en las propuestas de política pública que surgen desde la sociedad civil. Desde Sofofa destacamos que cuatro de las siete principales propuestas económicas desde distintos actores técnicos y académicos, incluyan mecanismos de aceleración de proyectos estratégicos. Eso no es casualidad, refleja una verdad simple: sin inversión no hay crecimiento, sin crecimiento no hay empleos y sin empleos no hay progreso social.

Crecer al 4% implica no solo activar proyectos mineros y energéticos que hoy están demorados, sino también podría incluir cárceles, hospitales, infraestructura hídrica, viviendas y transporte, entre otros. Porque un fast track de la inversión no es únicamente una herramienta económica, es también un instrumento social. Cada día de atraso significa menos camas hospitalarias, menos seguridad y menos soluciones habitacionales.

Seguir este camino no tiene por qué implicar bajar estándares ambientales. Significa ordenar procesos, eliminar redundancias y dar certidumbre. Significa, en definitiva, alinear nuestros tiempos regulatorios con la urgencia global y con las necesidades internas del país.

Otros países, como Estados Unidos y Argentina, ya han diseñado mecanismos similares. El FAST-41 en EE.UU. fija plazos y coordina agencias para proyectos estratégicos; el RIGI en Argentina otorga estabilidad fiscal y beneficios a grandes proyectos mineros; y en Australia, el Fast Track Critical Minerals acelera inversiones mediante ventanilla única. El mensaje es claro: “quien se demora, pierde”.

Y Chile puede ganar. Tenemos recursos naturales únicos, talento humano y un marco institucional robusto. Lo que falta es un gran acuerdo sobre qué priorizar como país. Esa decisión marcará la diferencia entre otra década de estancamiento o una nueva etapa de prosperidad. Apostar por un fast track no es elegir crecer a cualquier costo: es crecer mejor, con reglas claras y con sentido de urgencia. Es romper inercias y abrir paso a un futuro donde Chile ocupe el lugar que le corresponde. (La Tercera)

Rodrigo Yáñez

Secretario general de Sofofa

Dorothy, llegó tu hora

En esta campaña presidencial, una de las grandes estrellas ha sido la contralora general, Dorothy Pérez. No hay candidato que no la haya invocado a la hora de hablar de probidad, ajuste fiscal y responsabilidad en el uso de los recursos fiscales. Su decidida acción en contra de los abusadores de licencias médicas, ha marcado la pauta respecto de lo que los funcionarios públicos pueden o no pueden hacer y ha establecido una nueva vara de responsabilidad de cara a los desafíos que deberá enfrentar el futuro gobierno.

Sin embargo, en momentos en que este gobierno ha decidido desplegarse completamente al rescate de su debilitada candidata, su presencia se hace más necesaria que nunca. Ministros, subsecretarios, directores de empresas y asesores de gobierno han decidido intervenir directamente la campaña presidencial y apuntalar los vacíos que va dejando el comando de Jeannette Jara. Atacando, interpretando mañosamente o derechamente mintiendo, el gobierno no ha ocultado su intención y decisión de aferrarse al poder a toda costa, sin pudor ni contención alguna.

La línea que separa a un gobierno de una campaña electoral debería ser clara, nítida e infranqueable. Y la propia Contralora así lo definió en un instructivo de prescindencia política, para resguardar la imparcialidad, transparencia y legitimidad del actuar público que rige para estas elecciones y que varios funcionarios no han respetado. El instructivo aborda diversos aspectos, pero hay una frase que es absolutamente categórica, al determinar que los empleados estatales, cualquiera sea su jerarquía y estatuto jurídico, no pueden “valerse de la autoridad o cargo para favorecer o perjudicar, por cualquier medio, candidaturas, tendencias o partidos políticos”.

Pero la realidad es distinta: ministros convertidos en activistas, subsecretarios en censores de programas presidenciales, directores de empresas públicas como jefes de campaña, y hasta el presidente de TVN, que nunca se ha caracterizado por ser muy recatado en el lenguaje, declara con impudicia que “hay que salir a enfrentar a Kast”. ¿Qué garantías de imparcialidad puede dar el canal estatal organizando el debate de Anatel, si el presidente de TVN es el principal porrista de la candidata oficialista?

La frontera entre gobernar para todos y actuar para unos pocos está rota. Lo que se está viviendo no es solo intervención, es abuso. Abuso de poder, abuso de recursos públicos y abuso del mandato que tienen para gobernar. En lugar de enfrentar la delincuencia, la crisis migratoria, el desempleo o las listas de espera, los recursos y las energías del Estado se están orientando a sostener a la candidatura oficialista, para evitar que se profundice su caída. El gobierno olvidó que sus cargos son temporales, que su deber es con la República y no con un comando político.

Si algún ministro, subsecretario o director de empresas públicas quiere hacer campaña, que renuncie y la haga, pero no a costa de los recursos de todos los chilenos.

La historia de Chile ha sido marcada por gobiernos que cruzaron esta línea y terminaron debilitando la confianza democrática. Porque lo que está en juego no es solo la justicia de una elección, sino la esencia misma de la democracia: que los ciudadanos voten informados, libres de presiones, con igualdad de acceso a la información y sin que el aparato estatal se ponga al servicio de un candidato.

La ciudadanía merece un gobierno que gobierne y un candidato que compita en igualdad de condiciones. Hoy no tenemos ni lo uno ni lo otro. Lo que vemos es un Ejecutivo degradado a comando electoral y una institucionalidad democrática tensionada al máximo. Por eso, hoy más que nunca, llegó la hora de que la contralora, Dorothy Pérez, intervenga y haga efectivo el instructivo de prescindencia y aplique las sanciones que correspondan. (La Tercera)

Cristián Valenzuela

De tan atrás no puede picar el indio

Cada candidatura tiene que superar al menos una crisis antes de poder asentarse. Kast la tuvo con la emergencia de Kaiser que amenazaba con desbordarlo, Matthei al ser desplazada del primer lugar y ahora la tiene Jara por la exposición a las querellas internas de los partidos que la apoyan.

Kast y su equipo decidieron mantenerse en la estrategia ya definida y capear el temporal. Matthei apostó al trabajo de equipo y a la capacidad de integrar apoyos diversos. Ahora es Jara la que tiene que salir de una crisis, los otros tuvieron más tiempo para superar su momento crítico, pero aquí no ocurre lo mismo.

Lo que hace la diferencia es que los competidores de Jara han tomado todas las decisiones del caso y, para bien o para mal, han definido un patrón de comportamiento que no van a variar de aquí a noviembre. En la derecha ya no hay decisiones clave que definir, sino apuestas tomadas que implementar.

La oposición tiene en conjunto una excelente posición electoral, pero no tiene una existencia política unitaria. Esta es su limitación fundamental. No se saca nada con sumar sus adhesiones como si ya nos encontráramos en segunda vuelta.

El hecho de que las diferentes candidaturas presidenciales de la derecha den por garantizado que en diciembre sus electores se alinearán tras el que obtenga más votos no está facilitando las cosas en el presente. Todo lo contrario.

Los mayores consensos en la oposición se expresan en el diagnóstico mucho más que en el modo como se espera conducir al país. Eso juega más a favor de una confrontación dura que de un acercamiento progresivo.

El gran acuerdo en la derecha consiste en evaluar que la candidatura de Jara tiene un piso y un techo muy próximos. Como eso implica que no puede alcanzar la mayoría, se refuerza el convencimiento de que en este tramo de la competencia es donde hay que jugarse el todo por el todo.

Es la hegemonía lo que se juega ahora. Como ninguno de los involucrados espera ser tratado con guante blanco por sus socios una vez que se dirima la contienda, la expresión de las diferencias se ha ido acentuando con rapidez.

El que mucho tiene, mucho pierde

En la oposición están tan seguros del triunfo de uno de sus candidatos como convencidos de que no da lo mismo quién gane. De otro modo el entendimiento entre candidaturas se hubiera producido hace mucho. Cuando las diferencias son pocas se apoya al que va primero sin dramas, pero no es este el caso.

Tampoco da lo mismo dónde se encuentre cada personaje en particular cuando se cuenten los votos. Por eso la figura de los desertores se está volviendo parte del paisaje y se están dirigiendo casi exclusivamente en favor de Kast.

La competencia en la derecha se está haciendo muy ruda y eso trabaja a favor de un mayor acercamiento entre los candidatos y sus respectivos comandos. Puede que en estos lados se estén cometiendo más errores que los necesarios, pero no hay mucho espacio para que escalen o se aprovechen para cobrar cuentas internas. Los tropiezos se tratarán con indulgencia dado lo mucho que está en juego.

La prueba está en que los episodios más anecdóticos de la campaña se dan rápidamente por superados, como ocurrió con las declaraciones de Juan Sutil. En cambio, los dichos de Lautaro Carmona siguen siendo sobredimensionados como punto básico de conversación en el oficialismo.

Con la derecha compitiendo en dos frentes y sin la intención de ningún participante de darse por vencido, lo que decidirá la campaña presidencial está por pasar y dependerá de lo que hagan los candidatos en sintonía con sus equipos de campaña.

A los candidatos los vemos siempre y es fácil hacernos una idea de su desempeño, no ocurre lo mismo con sus equipos de campaña, a los que se puede evaluar por los efectos de sus acciones más que por conocer en detalle su dinámica interna.

Que constituir un equipo de campaña no es cosa fácil, nos lo puede testimoniar Matthei, quien dispuso de todo el tiempo necesario y más para constituirlo con calma y es quien más modificaciones y ajuste se ha visto obligada a implementar.

Los cambios se han seguido produciendo y con tanta frecuencia que hasta los partidos que la apoyan se enteran por la prensa de las últimas novedades al respecto, como lo ha señalado Juan Manuel Santa Cruz, presidente de Evópoli.

El hecho es que los afinamientos entre candidatos y equipos de campaña ya se ha producido y esa es una ventaja que terminará por desequilibrar la balanza si no ocurre pronto algo similar con la candidatura oficialista. Para completar este movimiento se dispone de entre dos o tres semanas, no más.

El comando es de la candidata, no de los partidos

En la centroizquierda hay razones suficientes para que los partidos den gran importancia a la competencia parlamentaria y para que expresen sus diferencias a fin de poder distinguirse en el periodo electoral. Lo importante es que la campaña presidencial no adopte la misma lógica y la instale en su interior.

Desde el núcleo de la campaña presidencial se tiene que creer en la posibilidad del triunfo y abordar la competencia desde la representación de los consensos.

La coexistencia de estas dos lógicas es inevitable, pero los ámbitos de cada uno deben ser respetados. Los partidos son autosuficientes para expresar sus diferencias desde sus sedes, no hay que permitir que se trasladen al comando.

Nadie ayuda si se pone a discutir en voz alta al lado de Jara, porque la invisibiliza en vez de proyectarla. No importa quién tiene la razón o en qué grado, el punto es que han escogido el lugar equivocado para dirimir el asunto.

No hay unidad sin diferencias, pero tampoco sirve expresar diferencias sin tener una unidad que preservar. Si los partidos quieren hacer un aporte a la campaña que trascienda en el tiempo, superando lo logrado por la derecha, tienen que constituir formalmente una coalición. Se mostrarían capaces de confluir en propuestas y no sólo de exhibir sus diferencias.

El comando también tiene que ir adquiriendo una fisonomía propia. Si está compuesto por representantes de los partidos ante la candidata, velarán principalmente por los intereses de quienes los han mandatado para ese efecto.

Como ocurre en el caso de las candidaturas exitosas conocidas, una candidata que postula a conducir Chile establece un núcleo en la dirección de la campaña para quienes el principal interés es ganar la presidencia. No se trata sólo de arbitrar diferencias, sino de conducir y eso es lo que falta. Al menos es la opinión general y para tener un comando en plena forma el tiempo está corriendo en contra. (El Líbero)

Víctor Maldonado

Los defectos del FES

No es fácil para las universidades evaluar el proyecto FES, que contiene las reglas de financiamiento a la educación superior. Y es que suele ocurrir que las instituciones atiendan sobre todo a sus propios intereses antes que a consideraciones de bienestar social. Con todo, es imprescindible hacer un esfuerzo de evaluar imparcialmente los efectos probables de ese proyecto.

¿Es razonable ese proyecto cuando se atiende a la totalidad de las dimensiones que involucra y no solo a las financieras?

Desde el punto de vista financiero, no hay duda de que la cantidad de recursos disponibles en el sistema disminuirá. Las universidades, por decirlo así, se empobrecerán y como la educación —como casi todo en esta vida— depende de las condiciones materiales en que se desenvuelve, es probable que el sistema perderá calidad. La docencia se estandarizará, la investigación disminuirá o no se incrementará como consecuencia de la restricción de recursos. Algunas, desde luego, podrán evitar siquiera en parte ese efecto gracias a la filantropía, pero como esta es inevitablemente ideológica, el carácter estratificado del sistema se acentuará.

Pero ese no es el único factor para tener en consideración.

Se encuentra además el hecho de que las universidades que adhieran al FES consentirían una alta dependencia del ciclo fiscal. Es predecible entonces que se reproduzca el amargo destino de las universidades latinoamericanas que se han desenvuelto al compás del ciclo económico y su suerte pasará a depender de la influencia de que sean capaces al interior del proceso político. Finalmente, cuál sea el nivel de financiamiento con cargo a rentas generales siempre dependerá de la prosperidad fiscal existente y de la capacidad que tengan las instituciones —o sus autoridades— de influir en el proceso político y sus actores. Basta repasar la experiencia de los últimos años para constatar que ese fenómeno se acrecentaría.

Esa alta dependencia del ciclo fiscal y del proceso político se traducirá inevitablemente en un desmedro de la autonomía. La autonomía alude a la capacidad de las instituciones de definir su propia tarea intelectual y su lugar en el ámbito de la cultura. De ahí que haya instituciones misionales, de estilo empresarial, o simplemente ilustradas en el sentido clásico de la universidad moderna. La dependencia exclusiva o casi exclusiva del Estado crea condiciones objetivas (¿será necesario citar el caso de Trump y las universidades norteamericanas?) para el deterioro de esa autonomía. El Estado siempre tenderá a concebir a las universidades como instrumentos de política pública, medios para el logro de los objetivos que considera socialmente valiosos, olvidando que se trata de instituciones de transmisión cultural atadas a una cierta concepción global que hoy, cuando se mira la educación superior, es inevitablemente diversa. Por ejemplo, tenderá a fortalecer las disciplinas tecnológicas en perjuicio de las humanidades, alineando a las instituciones en pos de los objetivos estatales o gubernamentales. No hay nada de raro en esa tendencia que está en los mismos orígenes de la universidad moderna; pero no hay duda de que ello, en las condiciones contemporáneas, lesionará la alta diferenciación intelectual y de propósitos que hoy posee el sistema y que es propia de una sociedad abierta.

Y en fin se encuentra un probable efecto colateral. Hoy universidades privadas de gran calidad hacen esfuerzos por diversificar su población estudiantil incorporando sectores históricamente excluidos que prefieren asistir a ellas y no a universidades estatales. El FES, en la forma en que se ha diseñado, empujará a esas instituciones a restarse de ese financiamiento para evitar la disminución de sus recursos, y el resultado de todo eso será que el sistema acentuará la estratificación. De esa forma, el sistema tenderá a remedar aún más de lo que hoy lo hace la estructura de clases, y de paso impedirá o restringirá la elección de las familias.

Al leer el proyecto FES asoma en él la más estricta racionalidad neoclásica y el olvido flagrante del papel sociocultural que cumplen las instituciones de educación superior en una sociedad abierta y diferenciada. (El Mercurio)

Carlos Peña
Rector UDP

Chao préstamo: consignas fáciles, problemas complejos

En la discusión previsional, las consignas fáciles suelen esconder problemas complejos. La propuesta de eliminar el llamado “préstamo” –recientemente aprobado en la reforma de pensiones —es un buen ejemplo de aquello. A primera vista suena atractivo, pero detrás de esa aparente simpleza se esconde un error que puede costarle caro al país.

El programa de gobierno de José Antonio Kast señala “Chao Préstamo al Estado. Terminaremos con el préstamo de las personas al Estado contenido en la reforma previsional, para lo cual lo sustituiremos por la inversión en instrumentos financieros en condiciones de mercado. Así se consolidará que todo el aporte de cotización adicional vaya a las cuentas individuales de cada trabajador”.

El diseño de la reforma contempla un mecanismo de financiamiento cruzado que permite subir de inmediato las pensiones actuales. Si toda la cotización se va de inmediato a cuentas individuales, ese canal desaparece. En otras palabras, se frustra no solo la posibilidad de mejorar las pensiones de los jubilados de hoy —uno de los objetivos centrales de la reforma—, sino también una promesa política transversal que dio sustento al acuerdo previsional.

La propuesta alternativa, según se ha señalado, sería que el Estado emitiera bonos que luego comprarían las AFP utilizando los ahorros de los cotizantes. Con esos recursos adicionales —es decir, con deuda pública— el Estado financiaría los beneficios. Pero la pregunta cae de cajón: ¿qué sentido tiene reemplazar un préstamo de los trabajadores al Estado por otro, si ambos se hacen a tasa de mercado? Para los afiliados no existe ninguna ganancia real en este cambio; en ambos casos es ahorro individual invertido en deuda pública. Se trataría de un mero juego contable sin efectos positivos sobre sus pensiones.

Así, tras una férrea oposición a la reforma, el Partido Republicano termina proponiendo simplemente reemplazar un préstamo por otro. ¿Vale la pena oponerse tenazmente a una reforma que legitimó y amplió la capitalización individual por un detalle cosmético desde la perspectiva del afiliado? El gesto es revelador: refleja un estilo de hacer política que desprecia los acuerdos y se mueve bajo la lógica del todo o nada, una lógica que casi siempre termina en nada y, en definitiva, condena al país al inmovilismo.

El mecanismo alternativo propuesto no solo es irrelevante para los afiliados, además es inconveniente desde la perspectiva política y fiscal. Al incorporar estos beneficios al gasto público corriente, cada año se abriría la discusión durante la tramitación de la Ley de Presupuesto, enfrentando fuertes presiones para incrementar su cuantía. Se estaría instalando un factor de inestabilidad permanente sobre la política previsional. Sin duda, los mercados leerían esta dinámica como una señal clara de fragilidad institucional y de inestabilidad.

Más grave aún, reabrir el debate dejaría a la reforma previsional sin legitimidad política y devolvería el tema a la arena ideológica, donde históricamente ha quedado entrampado. El “préstamo” no es un capricho: fue el mecanismo que habilitó el acuerdo que permitió elevar el ahorro previsional, dar sustentabilidad de largo plazo al sistema de capitalización individual y ratificar la administración privada de fondos.

En resumen: insistir en este cambio es gastar capital político y tiempo legislativo en una reforma inconducente, que no mejora rentabilidades, desfinancia beneficios, añade incertidumbre fiscal y arriesga poner nuevamente en entredicho el sistema de capitalización individual. No es avanzar: es retroceder.

Soledad Hormazábal

Investigadora del Centro de Estudios Horizontal

Violento turbazo afecta a familia de influencer en condominio de Nos

Durante la madrugada, un grupo de desconocidos perpetró un violento asalto en un condominio de Nos, en la comuna de San Bernardo. Los delincuentes ingresaron cerca de las 2 a.m., redujeron al padre de familia y luego maniataron al resto de los integrantes del hogar, incluyendo a dos menores de 8 y 17 años.

Camila, una de las víctimas, relató que fue golpeada y obligada a presenciar cómo sus padres y hermana estaban también atados, mientras los asaltantes exigían dinero y joyas. Según su testimonio, el ataque parecía planificado, posiblemente a partir de un “dato”.

Las primeras indagaciones policiales indican que el blanco pudo haber sido seleccionado porque una de las víctimas es influencer en redes sociales, lo que habría facilitado información sobre su nivel de vida. Los ladrones escaparon con un botín estimado en 8 millones de pesos chilenos.

Aunque los afectados sufrieron momentos de gran violencia, no se registraron heridos de consideración. La investigación quedó a cargo de la Policía de Investigaciones (PDI) por orden de la fiscalía.

Rusia ataca Kiev y deja 14 muertos: UE promete «máxima presión» a Moscú

Un ataque aéreo ruso de gran magnitud contra Ucrania dejó al menos 14 muertos, entre ellos tres menores, según las autoridades locales y el presidente Volodímir Zelenski. El bombardeo, que incluyó casi 600 drones y más de 30 misiles —entre ellos dos hipersónicos Kinzhal—, destruyó edificios residenciales en Kiev, dañó una escuela, un centro comercial y hasta instalaciones diplomáticas como la misión de la Unión Europea y la oficina del British Council.

Rusia sostuvo que sus objetivos eran infraestructuras militares y vinculadas al sector de defensa, pero Ucrania y sus aliados denunciaron que se trató de una «deliberada matanza de civiles». Líderes europeos, como Emmanuel Macron, Keir Starmer y Ursula von der Leyen, condenaron enérgicamente la ofensiva, prometiendo mantener la presión sobre Moscú mediante nuevas sanciones.

Zelenski reprochó que Moscú rechace negociar la paz y, en su lugar, intensifique los ataques, lo que refleja —según dijo— la preferencia del Kremlin por la violencia sobre el alto al fuego. Este episodio se produce más de tres años después del inicio de la invasión y en un contexto de estancamiento diplomático pese a los intentos impulsados desde Washington. (NP-Perplexity-AFP-Emol)

Colegios subvencionados temen aumento de deuda de apoderados

Álvaro, sostenedor de un liceo católico particular subvencionado con cerca de mil alumnos en el norte del país, explicó que la morosidad en el pago de colegiaturas ya es alta —alrededor de un 30% de los apoderados paga recién a fin de año— y que actualmente el establecimiento acumula deudas por 120 millones de pesos.

El problema, advierte, podría agravarse tras un dictamen de la Superintendencia de Educación que obliga a renovar la matrícula de los estudiantes incluso si sus padres no están al día con los pagos. La medida se basa en el derecho a la educación sin discriminación, pero genera preocupación en los colegios con sistema de copago, pues podría restar incentivos a cumplir con las mensualidades.

Según cifras del Ministerio de Educación, en 2024 existían 702 colegios subvencionados con copago (480 mil estudiantes), número que aumenta a 711 si se incluyen recintos de educación diferencial y de adultos, alcanzando en total más de 546 mil alumnos que podrían verse directamente impactados por esta resolución. (NP-Perplexity-Emol)