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Reglas del uso de la fuerza-Gonzalo Cordero

La izquierda está paralizada por lo más profundo de su discurso, neutralizada en sus contradicciones y compelida a hacer algo, que para ella es imposible, por las necesidades electorales de todo político. Por eso, está en un laberinto del que no logra salir para que exista un marco jurídico especial que permita a las Fuerzas Armadas colaborar en la seguridad interior, sin que ello desnude su inconsistencia.

Lo que pretende con las RUF es un estatuto que haga posible que militares entrenados para la guerra y, eventualmente, conscriptos con baja preparación, armados con los implementos que se usan en ese tipo de combate, actúen bajo los estándares aplicables a un “Bobby” en el centro de Londres. Sencillamente no es posible.

Por años quienes nos gobiernan hoy han defendido que la libertad consiste en resistir el imperio de la ley, llamando “manifestantes” a los bárbaros que se apropian violentamente del espacio público, destruyen la propiedad pública y privada y atacan a los carabineros. Su justificación es que la ley mantiene un estado de cosas, un orden social, intrínsecamente injusto y esa injusticia es la que provoca la violencia. Entonces, la violencia no se produce por culpa del encapuchado que lleva una molotov, sino por el Estado. En definitiva, entre el encapuchado y el carabinero, es el policía el que encarna en mayor grado la injusticia.

En ese marco ideológico tiene lógica que el entonces diputado Boric encarara a los militares y no a los que, a pocos metros de él, se apropiaban y destruían Plaza Baquedano, desafiando a la policía y destruyendo, de paso, las bases de convivencia sobre las que se sustenta un régimen democrático.

Si la sociedad es incapaz de mantener la seguridad a través de los mecanismos normales y tiene que recurrir a medios extraordinarios, no queda más que reconocer que ello debe hacerse tolerando que no puede aplicarse el marco normativo ordinario y aceptando resultados que serían sancionables en el superado contexto de normalidad.

La gente, la que va a votar este año y el próximo, ya no tolera la inseguridad, a las mafias que se han adueñado de barrios enteros, a los narcotraficantes actuando, ya no impunemente, sino impúdicamente en la puerta de su casa. Las personas exigen seguridad, orden, que el Estado haga lo que tiene que hacer, si para eso es necesario que los militares salgan a la calle, pues que salgan.

Las RUF debieran concebirse para proteger a los militares y no a quienes los enfrenten, para darles espacio de acción, no para constreñírselo, para limitar las atribuciones de los fiscales, no para aumentárselas, con más normas cuyo cumplimiento perseguir.

Entre la ley y la barbarie hay un muro que debe ser infranqueable. No puedo evitar recordar al gran personaje de Jack Nicholson, el coronel Jessep, que parece hablarle al Presidente Boric: “usted me quiere en ese muro, me necesita en ese muro”. Pero para hacerlo tendría que salir del laberinto en que lo han dejado años de un discurso ideologizado y fuera de la realidad. (La Tercera)

Gonzalo Cordero

Sesgos-Felipe Irarrázabal

Vivimos tomando decisiones. A veces, nos creemos linces, y hacemos una ponderación razonada de los pros y contras de una decisión. Vemos el corto, mediano y largo plazo. Vemos los efectos en nosotros, pero también en los otros. Nos guiamos por nuestro cerebro analítico, pero también incorporamos, en justa medida, nuestras emociones. A veces.

Otras, hacemos tonteras. Y decidimos mal. Nuestras decisiones no ponderan bien los efectos de lo que estamos haciendo. Creemos que la decisión es acertada y nos apuramos en tomarla, descartando otra mejor, sin mirarla con cierta distancia. Esas decisiones pueden ser banales, pero pueden ser trascendentales y afectar irremediablemente nuestro futuro, nuestro entorno cercano, y peor aún, grupos de personas más amplios. Pienso en la elección de una carrera o de una pareja. Pienso en las decisiones que toma una autoridad —un Presidente, un parlamentario o un juez— o un gerente de una empresa importante. Pienso en el probable próximo Presidente de Estados Unidos —Trump— y en Putin y su poder para apretar el botón y hacer desaparecer la humanidad.

El cerebro es un pájaro curioso y sorprendente: prioriza, filtra, minimiza energía, infiere y completa la información que falta. Sabemos que aún no se le conoce bien, así como tampoco conocemos del todo la función de millones de bacterias que pueblan nuestro sistema digestivo. Entiendo, además, que la sicología experimental, la neurociencia y la economía del comportamiento han ido develando, en parte, el proceso de evaluación de las distintas alternativas de un tomador de decisiones mediante resonancias magnéticas funcionales, electroencefalogramas, manipulación farmacológica, modelamiento computacional y análisis de paradigmas conductuales. Se ven avances, dicen los expertos, en detectar los circuitos cerebrales que participan en la toma de decisiones, en especial la corteza prefrontal y las subcorticales, en decisiones motivadas por la razón y la emoción (Domic y Contreras-Huerta, CeCo/UAI, 2024).

Muchos de nuestros errores se deben a que nos valemos de atajos mentales —denominados pensamientos heurísticos—, porque necesitamos respuestas rápidas frente a escenarios inciertos (como cuando atacamos o arrancamos, si nos sentimos en peligro, pero también en muchas decisiones diarias que adoptamos de manera automatizada), desplazando así el análisis deliberativo y pausado.

El problema es que esos atajos son sesgos cognitivos. La lista es larga y se han ido agregando nuevos, a medida que las investigaciones avanzan. Tenemos una tendencia natural a elegir la opción por default que se nos ofrece y también a mantener el statu quo. Tendemos a elegir lo primero que se nos presenta y a no evaluar otras alternativas que aparecen peor ranqueadas. A anclarnos en un punto referencial específico, que puede no ser el mejor. A la aversión al riesgo y a la complejidad. A la miopía de conformarnos con una recompensa actual menor, desechando una superior pero futura. A elegir lo que otros eligieron, aunque no sea lo óptimo para nosotros. A sobrevalorar la evidencia que confirma nuestras hipótesis iniciales, menospreciando las que la contradicen, lo que se conoce como sesgo de confirmación. Y a sobrevalorar nuestra confianza subjetiva derivada de juicios preconcebidos y de espaldas a una mayor objetividad (Fletcher, 2023).

Todos nos vemos afectados por estos atajos. De ahí que el más grave de los errores sea, a mi juicio, creer que no los tenemos. Que uno se las sabe todas, que la verdad se nos devela fácilmente, que no nos equivocamos y que si lo hacemos, se puede arreglar después. Negar esos sesgos y no adoptar las medidas para evitarlos o hacerse cargo de ellos pueden, en épocas revueltas como las actuales (en donde la emoción está a flor de piel), devenir en veneno puro si el sujeto que obra así —ciego de ese padecimiento— ostenta cierto poder sobre otros seres humanos.

La realidad sicológica y neuronal de los sesgos y sus efectos se ha ido incorporando al derecho y la economía (Zamir y Teichman, Oxford, 2018). En específico, ha tenido aplicaciones concretas en libre competencia, en especial en los casos europeos que involucran a las bigtechs, en donde se ha detectado una menor intensidad competitiva debido a los sesgos que hacen que la demanda no responda activamente a cambios en precios, calidades e innovaciones. Una empresa dominante puede llegar a influenciar la toma de decisiones de los usuarios, según el interfaz en que se despliegan las alternativas y sus algoritmos diseñados en base a las preferencias determinadas de cada consumidor. El lugar en que aparecen las opciones en nuestro celular, por ejemplo, puede llevarnos a elegir algo que es subóptimo para nosotros, pero que le reporta mayores beneficios a la empresa (Gorab e Iglesias, CeCo/UAI, 2024). Las empresas tecnológicas pueden mañosear con dark patterns y presentar la información de manera confusa, dificultando la toma de decisión óptima, por ejemplo, apurándonos por la advertencia de pocas unidades disponibles o poniendo trabas para cancelar una suscripción (Del Villar, CeCo/UAI, 2023). Por cierto, este fenómeno también se advierte en el mundo físico: no da igual que el producto se exhiba en una góndola de supermercado a la altura de nuestros ojos o en una bandeja que nos exige agacharnos.

En Chile, la Fiscalía Nacional Económica ha considerado los sesgos en sus estudios de mercado de rentas vitalicias, medicamentos, textos escolares y mercado funerario. En este último, mostró que frente al estrés de la muerte de un ser querido, y al apuro legal de inhumar dentro de las 48 horas, los deudos tienden a elegir lo primero que se les presenta, sin analizar mejores alternativas y pagando más caro (Castro, CeCo/UAI, 2024).

Pese a su utilidad, sin embargo, me parece que hay que proceder con cautela al incorporar este análisis. Introducir la sicología al derecho y la economía puede complejizar todo. No va a ser fácil llegar a una teoría asentada y operativa sobre cómo funciona nuestra mente y en ese proceso se puede mermar la función predictiva de la economía y la certeza con que el derecho nos arropa. Eso no quita que, en mercados específicos y con instrumentos bien diseñados, podamos acercarnos a entender las limitaciones mentales con que operamos en cada uno de los roles económicos relevantes, y así proteger a consumidores y restringir los aprovechamientos ilegítimos en que pueden incurrir las empresas y los gobiernos. (El Mercurio)

Felipe Irarrázabal

Andrés Chadwick Piñera

En política lo que importa es a quién se culpa de los problemas-Hernán Büchi

Hace ya un tiempo escuché a un experimentado político decir la frase del título. Los problemas normalmente son complejos, requieren de opciones que a muchos no les gusta enfrentar y su solución lleva más tiempo que el que nos gustaría. Es mucho más rentable encontrar una manera creíble de culpar de ellos a nuestros adversarios.

El Gobierno parece haber retomado ese camino, en el que siendo oposición demostraron gran habilidad.

Las distintas sociedades han intentado dar a las instituciones responsables del orden el necesario equilibrio entre un poder que permita evitar el caos, pero limitado para evitar excesos. En su momento en Nueva York, ciudad donde estudié, la situación de criminalidad era casi intolerable. Fui asaltado más de una vez, en los mismos lugares donde años después se veía a miles de personas haciendo tranquilamente deporte. Una sociedad madura había encontrado un nuevo equilibrio. Si la miramos hoy, parece haberlo perdido nuevamente, aunque su larga historia debiera permitirles volver a encontrarlo.

Los miembros del actual Gobierno se preocuparon de desprestigiar las fuerzas de seguridad. Los elementos antisociales florecieron y mientras más tiempo se les deja avanzar sin enfrentarlos más complejo es hacerlo pues permean y corrompen el tejido social.

Incluso los más detractores de las fuerzas de orden, hoy se expresan a favor de ellas. Pero el Gobierno no parece tener la voluntad de buscar los consensos para realmente llegar a un nuevo equilibrio que les permita ser efectivas en el resguardo de la seguridad.

No es impensable que, para algunos más extremos, el caos es la oportunidad para avanzar al poder total de Maduro en Venezuela o de Putin que superará a Stalin y a Catalina la Grande en el tiempo que logrará aferrarse al poder.

No parece ser el Presidente quien piensa así, pero en su reciente aparición ante una concentración de respaldo autoconvocada, volvió al cómodo discurso de declamar los problemas e insinuar la responsabilidad de otros. Ojalá no sea porque se dio cuenta que las decisiones que debe tomar para detener la violencia son demasiado complejas e imposibles dada la composición de su coalición.

La falta de crecimiento es el otro gran desafío que enfrenta hoy Chile. Ello se refleja en muchas dimensiones. Los sueldos no pueden subir como se quisiera. Las pensiones es difícil mejorarlas. Es más complejo adquirir una vivienda o bienes durables. El Gobierno hace unos días inició una nueva campaña de culpar a otros, particularmente a los empresarios. Por codicia no mejoran los sueldos. Si fuera tan simple, ¿por qué no todo el mundo vive en la abundancia? La ministra vocera se jactó de los logros del Gobierno en materia de 40 horas y sueldo mínimo. Pero dictar una ley no significa que se hará realidad para todos. El Gobierno no paga los sueldos ni tiene que acomodar las horas de trabajo. Son cientos de miles de pequeñas, medianas y grandes empresas quienes tendrán que hacerlo. Si el país no crece, esos logros serán una utopía, que privilegiará a algunos y condenará a otros a la informalidad o el desempleo.

Para crecer más aceleradamente se requiere una nueva mentalidad, que, frente a distintas opciones, le dé a la producción una ponderación muy relevante. A la coalición gobernante le cuestan esas decisiones. En su propuesta constitucional cuestionaban los “problemas de la modernidad y el consumismo”, pero creían que, con la sola voluntad, sin gran esfuerzo, era posible atender los problemas de la gente.

Si miramos lo que sucede en el mundo, EE.UU. sigue sorprendiendo con su capacidad de crecer (2,5% el año pasado), y hasta el momento ha sorteado una recesión que se veía segura. Ello mientras Chile se estancó. Esto se debe a la madurez institucional favorable al progreso que hasta ahora tiene. Mientras Europa bordea la recesión y la amenaza la falta de energía, la producción de petróleo y gas por nuevas tecnologías permitió un superávit al país del norte. Una mezcla de capacidad innovadora, la falta de impedimentos tributarios y una gran flexibilidad laboral ha permitido que en ese país se desarrolle lo que hoy llamamos inteligencia artificial y comience a dar frutos en productividad.

Incluso el salto de progreso de China después de 1980 se debe a un nuevo pragmatismo respecto al crecimiento del que las autoridades chilenas parecen en parte carecer. Son emblemáticas las frases de Deng Xiaoping. No importa el color del gato, sino que cace ratones. El socialismo no es repartir pobreza. Dejemos que algunos se enriquezcan primero.

El Gobierno ha aceptado el imperativo del crecimiento. Usa el vocablo a menudo. Pero parece que la realidad de su coalición le permite concretarlo solamente en medidas que lleven al crecimiento del tamaño del gobierno. Tiene dos reformas emblemáticas. La previsional y los cambios tributarios.

La primera claramente busca hacer crecer los fondos que administra el gobierno. Parece ser esa su real intención. Las pensiones nunca serán mejores si el país no aumenta sus ingresos. Por mucho que se pongan castigos y una cotización más elevada, si a las personas les significa un sacrificio demasiado grande ahorrar, no lo harán. Del mismo modo aumentar los apoyos fiscales a los de menores pensiones no es realista si el país no progresa aceleradamente.

La otra reforma supuestamente clave del Gobierno busca que el fisco crezca a costa de mayores impuestos. Se pretende argumentar que básicamente solo se requiere más control para evitar evasión. Sería culpa de los empresarios evasores. En vez de usar los ejemplos de países que han progresado recientemente, normalmente con bajos impuestos para facilitar la innovación, la inversión y el empleo, se opta por usar los argumentos de países desesperados por recaudar que han llevado a sus sociedades a un callejón sin salida.

Chile para su nivel de ingresos y para el dinamismo que necesita, no recauda poco. Las empresas enfrentan hoy grandes costos y riesgos legales ante la carga pública de recaudar por el gobierno.

Los impuestos tienen una larga historia. Los censos romanos, incluso el que llevó a Jesús a nacer en un pesebre, eran para tener datos para cobrar impuestos. Es indispensable buscar un equilibrio entre el poder recaudar y otros derechos de las personas. Es cierto que hay tendencia mundial por parte de los gobiernos para liberarse de los límites indispensables que eviten que se abuse de los ciudadanos. Pero es un mal camino a seguir. Las leyes deben ser claras y no caer en el concepto nuevo de elusión para dar discrecionalidad al gobierno. La Corte Suprema americana ya hace tiempo dictaminó que las personas tienen derecho a acomodarse como les conviene dado la ley y no imaginar lo que la autoridad quiere, como en los regímenes comunistas.

La voracidad tributaria no debe llevar a la perdida de la privacidad. Es otro límite al gobierno. De nuevo en el caso americano, un juez acaba de fallar respecto a la inconstitucionalidad de una ley que obliga a todas las organizaciones a informar una gran cantidad de datos al Tesoro americano para evitar supuestamente actividades terroristas.

Es de esperar que en los años que le quedan, el Gobierno opte por enfrentar de verdad los problemas, aunque sea difícil. Que persiga un equilibrio viable para las fuerzas de orden y que impulse el crecimiento del país entero y no solo el del gobierno. Inventar culpables es fácil, pero no están donde están para eso. Están para gobernar. (El Mercurio)

Hernán Büchi

La peor del mundo

(Homenaje, en su mes, a las mujeres rebeldes que luchan)

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

(SJIC)

La persona más inteligente y sabia de la América de habla hispana durante el siglo XVII, vivió en el Virreinato de la Nueva España. Durante su vida, sin embargo, no pudo aportar la plenitud de sus capacidades a la sociedad, porque se opuso una dificultad que no pudo superar: era mujer.

Nació como Juana de Asbaje y Ramírez, aunque también fue conocida como Juana Ramírez de Santillana, los apellidos de su abuelo. Aprendió a leer en el pueblo de Amecameca cuando aún no había cumplido tres años y, antes de cumplir los nueve, cuando sus padres se trasladaron con ella a la Ciudad de México, había leído todos los libros de la biblioteca de su abuelo. Ya en la capital del Virreinato aprendió latín con un preceptor -no más de veinte lecciones- y esa, además de la enseñanza de la lectura, fue la única educación formal que tuvo a lo largo de su vida.

Sin embargo, sus lecturas, que siguieron siendo su pasión, la habían convertido en una erudita. Esa erudición a tan temprana edad, su prodigiosa memoria, así como su capacidad de improvisar e incluso de establecer conversaciones triviales componiendo rimas, la hicieron famosa, al grado que a los trece años se integró a la corte como dama de compañía de la virreina. Era una niña prodigio y pronto se convirtió en el centro de atracción de la corte. Personajes acudían a ella a solicitarle poemas o para mantener diálogos complejos. Y tanto los poemas como sus demostraciones de erudición circulaban luego como objetos de admiración que aumentaban su fama.

Ésta llegó tan lejos que, en algún momento, el propio virrey, el marqués de Mancera, decidió ponerla a prueba reuniendo a los cuarenta hombres más sabios de la Nueva España para que la interrogaran sobre los temas en que ellos eran expertos. Juana salió airosa del examen, que sólo sirvió para incrementar su prestigio.

Y con ello comenzaron sus problemas porque, en el siglo XVII, como quizás también ahora, una cosa era ser una niña prodigio y otra distinta una mujer inteligente. Y mucho más distinta, al grado de ser inaceptable, una mujer más inteligente que los hombres. La niña prodigio podía entretener, la mujer inteligente iba en contra del orden natural de las cosas. Así, al dejar de ser niña en ese mundo, a Juana se le abrieron sólo dos caminos: el matrimonio, que los virreyes podrían arreglar para ella… o “casarse con Dios”, convirtiéndose en monja. Para una mujer inteligente y culta, el matrimonio con un cortesano sólo podía significar la reclusión en solitario y, con suerte, la posibilidad de tener hijos a quienes dedicar su existencia entera, porque ya podría olvidarse de seguir incrementando su sabiduría o de hacer gala de su inteligencia que, si ya agraviaba a la mayoría de los hombres, mucho más agraviaría a un esposo.

De modo que no le quedó más que convertirse en monja. “Entréme de religiosa porque… para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir” escribió en su autobiografía. Así, a los dieciocho años entró al convento de las Jerónimas, en Ciudad de México, en donde adoptó el nombre con el que se la conoce hasta hoy: Sor Juana Inés de la Cruz.

Pero hacerse monja no la eximió de seguir siendo mujer y sus problemas, lejos de disminuir, aumentaron. A una mujer inteligente y sabia se oponían las normas de la sociedad, pero una monja inteligente y sabia no sólo chocaba con esas normas sino, además, directamente con la institución que administraba la cultura de ese tiempo: la Iglesia Católica. Y sor Juana Inés daba razones para encontrar oposición. Su biblioteca, en su celda, llegó a tener más de cuatro mil libros. Quienes la admiraban no dejaban de visitarla y en el locutorio del convento se organizaban tertulias en las que participaban decenas de personas, desde gente de la alta sociedad hasta amantes de las letras y de las ciencias que discutían con la monja sobre todos los temas imaginables. Y su talento tampoco mermó. Siguió escribiendo poesía, la misma que ha perdurado y es admirada hasta hoy.

Era demasiado. Su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, y el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz que durante algún tiempo la había protegido, junto con el arzobispo de México Francisco Aguiar y Seijas, se convirtieron en los martillos que golpearon sobre su consciencia una y otra vez. El obispo publicó, sin consultarla, un opúsculo escrito por ella a petición de él mismo, criticando a un famoso sacerdote portugués llamado Antonio Vieira. El texto, que con la peor intención fue titulado “Carta Atenagórica” (“digna de la sabiduría de Atenea”), tuvo como supuesto editor a “sor Filotea de la Cruz”, que probablemente era el propio obispo Fernández. Éste, bajo ese seudónimo, incluyó en el mismo texto una feroz crítica a sor Juana enrostrándole dedicarse a escribir sobre filosofía y teología, materias que -señalaba la supuesta sor Filotea- estaban reservadas a los hombres.

Sor Juana reaccionó con una “Carta a sor Filotea de la Cruz”. El texto contiene su autobiografía y una reflexión profunda sobre su condición de mujer que busca el conocimiento “…yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar… sino solo por ver si con estudiar ignoro menos”; y siempre ajustándose, con finísima ironía, a las restricciones que la sociedad le imponía “¿Qué entendimiento tengo yo? ¿Qué estudio? ¿Qué materiales? … Dejen eso para quien entienda, que yo no quiero ruido con el Santo Oficio”. Pero su “carta” fue, sobre todo, un sutil alegato por las mujeres siglos antes de que el feminismo se constituyera como movimiento “…desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras que ni ajenas reprensiones (que he tenido muchas), ni propias reflejas (que he hecho no pocas), han bastado para que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: su Majestad sabe por qué y para qué y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento, dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra (según algunos) en una mujer; y aún hay quien diga que daña…”.

Pero sus poderosos detractores dentro de la iglesia no entendían de ironías ni de sutilizas y exigieron una abdicación total. Y Juana, la mujer que había superado el estigma de inferioridad intelectual y literaria que castigaba a las mujeres de su tiempo, finalmente no pudo sino abdicar. Entregó sus libros a sus detractores como prueba de esa abdicación y se condenó a sí misma al silencio en el que pasó el resto de su vida. Murió a los cuarenta y seis años víctima de la peste que asoló a la ciudad de México y que ella contrajo atendiendo a sus hermanas enfermas. Poco tiempo antes había escrito en el “Libro de Profesiones” del convento: “Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte… suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas… me encomienden a Dios que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz.”

Juana de Asbaje y Ramírez, sor Juana Inés de la Cruz, no fue la peor del mundo; quizás tampoco fue la mejor. Sólo fue una más en esa inmensa legión de mujeres rebeldes que han luchado y siguen luchando no por ser mejores, sino por ser iguales. (El Líbero)

Álvaro Briones

El Estado irrespetuoso

No tengo experiencia en la materia, pero me imagino que el tipo de preguntas que le hacen a alguien que se conecta a una línea con servicios de pornografía debe ser muy semejante a las que se confrontaron los niños de 5° básico en un colegio subvencionado de Arica esta semana. No las repito aquí, porque mis lectores son personas respetables.

Con todo, lo que más me sorprende en esta triste historia no es la lamentable actividad que se llevó a cabo con el pretexto de “educación sexual”. Corruptores de menores ha habido siempre y hemos de estar precavidos e incluso contar con el apoyo de la ley para conseguir que, si corresponde, las personas que abusan de los niños terminen en la cárcel. Habrá también que preocuparse por atenuar el daño que han sufrido esos niños que, según sus padres, están “muy afectados”.

Lo que me desconcierta particularmente es la reacción de la directora de esa escuela. En un comunicado oficial, ella señaló que en su establecimiento educacional se han limitado a aplicar el protocolo de sexualidad, afectividad y género, en el marco de los programas ministeriales de educación y salud.

En su lenguaje no advertimos la más mínima empatía respecto de la sensibilidad de los padres y, lo que es peor, no da ninguna muestra de comprender que estamos ante un problema. No en vano las propias autoridades de Salud —que no son precisamente conservadoras— han pedido la renuncia al seremi de Salud e instruido un sumario, mientras que la PDI decidió recopilar los antecedentes para ponerlos a disposición del Ministerio Público.

Cuando uno lee el comunicado de la directora es inevitable hacerse algunas preguntas. ¿Por qué a ella le parece que una actividad como la que realizó el Criaps (Centro regional de información y apoyo para la prevención del VIH/Sida) se enmarca en los planes del Gobierno? ¿Ha malentendido las intenciones de las autoridades? ¿O quizá ha sacado, de manera un tanto burda, las conclusiones de una serie de señales que ha recibido durante este par de años?

Quizá la actual administración no sepa bien qué hacer con la delincuencia, la inmigración o la economía, aunque en esos temas da señales de que puede cambiar de opinión, mientras que en su obsesión por el sexo parece que no ha experimentado ninguna variación. Ni siquiera el respeto que debería tener por el elemental protagonismo de los padres en estas materias constituye un límite a su cruzada pansexualista. Este es el gobierno más sexualizado de nuestra historia.

Si la directora simplemente se ha limitado a aplicar los criterios que le vienen de arriba, los reproches de los padres no deberían dirigirse tanto contra la dirección del colegio como contra un Gobierno que quiere imponernos desde niños toda una forma de entender la sexualidad.

Por supuesto que las víctimas de estas políticas no somos todos los chilenos, sino solo aquellos que tienen que conformarse con una educación gratuita (y no precisamente de calidad) para sus hijos. Los padres que carecen de los medios para costear una mejor educación están inermes frente a visiones monolíticas y degradantes de uno de los aspectos más delicados de la vida. En muchos casos, observan impotentes cómo determinados funcionarios estatales tienen el poder de moldear las mentes y los corazones de sus hijos. Esto no es justo. Esto es un flagrante abuso.

No ignoro que los chilenos tenemos profundas diferencias en materias como el sentido de la sexualidad y la mejor forma de ejercerla. Pero esa es una razón para tener especial cautela en las clases de educación sexual, para entregar unos contenidos generales y dejar luego a cada familia desarrollarlos de la forma que considere mejor para sus hijos. Esto vale para todo tipo de estructuras familiares. ¿Por qué el Estado va a transmitir de manera monopólica la visión más pobre y materialista de entender el sentido del sexo? Y la llaman “educación sexual integral”.

El caso de Arica nos pone ante una cuestión delicada, que no resulta fácil de resolver. En Chile queremos tener educación pública. Sin embargo, ¿cómo asegurar, también en esos establecimientos, un adecuado protagonismo de la sociedad civil? ¿O los chilenos de menos recursos tienen que ser meros observadores de cómo otros deciden la forma en que se educa a sus hijos en materias que son muy sensibles? ¿Acaso ellos no tienen nada que enseñar o enseñarnos y son meros receptores de las ideas y políticas ajenas?

La noticia de la actividad del Criaps en un colegio apareció en los medios porque fue especialmente grotesca, pero ¿podemos estar tranquilos acerca del respeto con que se tratan las sensibilidades de los padres cuyos hijos estudian en el sistema público de educación? Evidentemente, no me refiero solo a este Gobierno, porque el problema es mucho más antiguo, aunque en la actualidad se ve agravado por las tendencias mesiánicas de algunas de nuestras autoridades.

Ser acreedor de respeto no puede ser una consecuencia del hecho de tener dinero y la solución para este problema no es restringir la educación privada, sino ser más exigente con la pública, que bien puede funcionar de otra manera. ¿Cómo lo sé? Porque alguna vez fue muy distinta. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro

Que no se nuble el entendimiento

Las manifestaciones de graves problemas institucionales en el país siguen haciéndose presentes. La última: el jefe de la policía civil aparece involucrado en una compleja operación contra el Estado.

Por otra parte, alcaldes de izquierda a derecha claman la presencia de militares en las calles para enfrentar a la delincuencia. Esto, sin sugerir restricciones ni poner sobre la mesa antecedentes internacionales comparables. Sostienen que es la magnitud de la violencia criminal lo que los impulsa, aunque nadie descarta motivos electorales. Da un poco lo mismo: lo que interesa es la fuerza que está tomando la idea de involucrar a las FF.AA. en asuntos de orden público, como una solución mágica al complejo escenario de seguridad.

En medio de este cuadro —que perfila una crisis de la capacidad de las instituciones para ajustarse a leyes de probidad y de solucionar los problemas del país—, los partidos políticos de oposición rompen en el Senado el acuerdo formal que habían comprometido acerca de cómo alternar la mesa de la Cámara Alta.

Nadie discute que una mayoría transitoria tenga el derecho a ejercer su poder, pero molesta que se utilice para ello un resquicio pueril y, sobre todo, que no se considere cuán urgente es hoy que el mundo político entregue señales constructivas.

Lo ocurrido en el Senado nos informa de dos asuntos acerca de la oposición: que prima su decisión de paralizar las reformas que promueve el Ejecutivo, y que fortalecer su unidad frente al nuevo ciclo electoral le parece más relevante que buscar acuerdos para solucionar las demandas sociales insatisfechas y los problemas institucionales emergentes. Eso, pese a que venimos saliendo, en menos de 18 meses, de dos procesos constitucionales fallidos rechazados ampliamente por la ciudadanía, en donde la voluntad de un sector de imponerse al otro fue el signo dominante.

Así, se va consolidando la idea de que la cooperación no es relevante.

Lo que vivimos es una realidad política que puede definirse como “ciclos de alternancia destructiva”: gobiernos de corta duración, sin reelección, que parten cargados de promesas pero que a poco andar enfrentan una durísima línea de base, ya sea proveniente de dificultades económicas o de conflictividad social, obligándolos a postergar sus agendas para resolver dichas emergencias. Se suma a ello un sistema electoral proporcional, con elecciones parlamentarias coincidentes con la primera vuelta presidencial, lo que complica enormemente la posibilidad de obtener en el Congreso una mayoría que les permita llevar a cabo sus programas.

Ha sido el caso de nuestros dos últimos gobiernos.

Por eso, la ruptura en el Parlamento de un mínimo espacio de cooperación política, es una pésima señal. Ni la lógica del facilismo ni la del desalojo —que hace girar la rueda de la alternancia destructiva— sirven para construir un país que amplíe oportunidades y donde las instituciones funcionen. Debemos darnos nuevas reglas de funcionamiento de la política. Ahora. Mientras se trabaja en ello, es fundamental actuar con conciencia de cuán deteriorado está el estado de las cosas. Crispando el diálogo, desconociendo pactos, rompiendo espacios de trabajo conjunto, nadie gana. La paradoja es que, en el futuro, al mantenerse una lógica de alternancia destructiva, si llegara al poder un gobierno de otro signo enfrentaría los mismos escollos, perpetuándose el inmovilismo. La política del espectáculo quizás sirva para ganar elecciones, aunque quién sabe, pues también el electorado comprende y se cansa. Lo que sí es claro es que se trata de una pésima receta cuando lo que se busca es construir una nación. (El Mercurio)

Ricardo Solari

El último reducto

El Senado terminó también sucumbiendo, entregado a los humores de la revuelta y la anomia que han afectado a Chile en los últimos años. El anhelo de zafar de un modelo que se reprodujo a sí mismo a través de la lógica de los acuerdos, llegó finalmente a las puertas de su último reducto, echando por tierra el espíritu de compromiso que dio gobernabilidad a la mesa de la Cámara Alta. Es la primera vez, desde el retorno a la democracia, que en esta materia se trasgrede la palabra empeñada.

Como era obvio, se culpan unos a otros del incumplimiento. Pero lo sustantivo es que el Senado deja de ser una anomalía y se suma al ambiente general de degradación de la política y de la falta de respeto por las normas. El imperativo de honrar los acuerdos va quedando en el pasado, como una sombra más de esos inefables treinta años a los que, una mañana de octubre, un sector de Chile decidió descarrilar. Así, la “democracia de los acuerdos” ya no tiene refugio ni vestigio; de la posibilidad de mirar los desafíos del país con un mínimo de transversalidad y sentido de Estado, ya no queda casi nada.

¿Podía el Senado mantenerse al margen de los procesos de deterioro que han vivido en estos años la sociedad chilena y su institucionalidad? Era muy improbable. Si un amplio segmento del país estuvo dispuesto a validar la violencia política en democracia e intentó tumbar a un gobierno elegido en las urnas, ¿por qué ahora resulta extraño que en el Senado se incumplan los acuerdos? Si el principal y más básico de todos -el respeto a las reglas del juego de la democracia- fue desconocido; si el actual oficialismo vio con entusiasmo cómo se incendiaba el país e impuso un “parlamentarismo de facto” que violó atribuciones que la Constitución otorga a la autoridad presidencial, ¿de verdad a alguien podría resultarle extraño que, ni en el Senado, se respeten los acuerdos para definir a sus autoridades?

Tendremos que hacernos cargo de lo que se ha sembrado y de lo que se está cosechando. La generación política hoy en el gobierno tuvo desde siempre la convicción de que la lógica de los acuerdos era algo detestable, ingrediente insano de una transición a la democracia donde solo se administró y perpetuó la herencia de la dictadura. Pues bien, hoy debieran ser consecuentes y estar felices. El Chile de los acuerdos, ese país que siempre detestaron, se acabó para siempre. El fuego, la violencia y la polarización lo hicieron desaparecer. Lo ocurrido esta semana en el Senado y lo que casi con seguridad ocurrirá en la Cámara de Diputados, son la más fiel expresión de ese anhelo consumado.

Llorar ahora sobre la leche derramada no tiene sentido. Hacernos creer que echan de menos los acuerdos y el respeto a las reglas del juego, es hoy puro oportunismo. “La cocina” de la transición, símbolo -según ellos- de los contubernios de una clase política acomodada a los enclaves autoritarios, ya no existe. Ese país, por fortuna para quienes lo aborrecían, ha dado otro paso hacia su desaparición. (La Tercera)

Max Colodro

Israel detuvo a 480 miembros de Hamas y Yihad Islámica en hospital Shifa de Gaza

El Ejército israelí aseguró este domingo haber detenido a unos 480 miembros de las organizaciones de Hamás o la Yihad Islámica, además de haber localizado «numerosas armas e infraestructura terrorista», en el hospital Shifa de ciudad de Gaza, que vive hoy su séptimo día consecutivo de asedio militar.

«Las fuerzas continúan las actividades operativas precisas en el área del Hospital Shifa mientras evitan daños a civiles, pacientes, sanitarios y equipos médicos», indicó un comunicado castrense.

El Ministerio de Sanidad de la Franja, controlado por Hamás, informó ayer de que cinco heridos que eran atendidos ese centro murieron como consecuencia del asedio de las tropas israelíes, que comenzó el lunes, y se suman a los 13 pacientes de cuidados intensivos que murieron en los últimos días por la falta de electricidad y tratamiento médico.

La fuente también denunció que 240 pacientes y familiares habían sido detenidos por las fuerzas israelíes y una decena de personal sanitario; el Ejército israelí señaló que había interrogado a más de 800 sospechosos -asegura que 480 son «terroristas»- y matado a 170 supuestos combatientes.

«Terminaremos esta operación sólo cuando el último terrorista esté en nuestras manos, vivo o muerto«, afirmó anoche el comandante en jefe del Comando Sur del Ejército de Israel, el mayor general Yaron Finkelman, quien alabó el éxito del operativo «audaz e impresionante».

Un soldado israelí murió en las operaciones dentro del Shifa, el sargento Lior Raviv, de 21 años, combatiente en la Brigada Nahal, con lo que el número de bajas en las filas israelíes asciende a 252 desde el inicio de la ofensiva terrestre dentro del enclave.

El Ejército también señaló que en el último día, sus aviones de combate atacaron unos 65 objetivos en el norte y centro de la Franja de Gaza, incluido «un túnel utilizado para llevar a cabo ataques, complejos militares donde operaban terroristas armados e infraestructura militar adicional».

Tanto en el centro de la Franja de Gaza como en el área de Jan Yunis, en el sur, donde los combates no cesan desde hace más de tres meses, las tropas «eliminaron a varios terroristas» en el último día mediante fuego de francotiradores.

«Las tropas también localizaron y llevaron a cabo una redada selectiva contra un laboratorio de fabricación de drones perteneciente a organizaciones terroristas», agregó sobre los operativos en la zona centro.

Mientras que en el área de Jan Yunis, fuerzas de ingeniería atacaron un foso de lanzamiento de proyectiles y aviones de combate destruyeron infraestructura militar de Hamás, incluido un complejo utilizado como punto de reunión de milicianos.

Además, las tropas destruyeron infraestructura de combate cercana a la valla de separación con Israel, así como túneles subterráneos, además de hallar en un edificio residencial numeroso armamento como explosivos, granadas, misiles RPG y morteros, «escondido en bolsas de la UNRWA».

«Los soldados identificaron la infraestructura terrorista y las armas pertenecientes a la organización terrorista Hamás, eliminaron a los terroristas a corta distancia utilizando fuego de tanques y neutralizaron las amenazas colocadas cerca de la valla», informó el Ejército.

Además un helicóptero de las FDI atacó y destruyó una instalación de almacenamiento de armas y una infraestructura ubicada debajo de ella, donde había escondidos «terroristas».

Misil ruso entra en espacio polaco: Polonia pone en alerta su Fuerza Aérea

Un misil ruso entró en el espacio aéreo polaco ante lo que Polonia ha puesto en alerta su Fuerza Aérea, anunciaron las autoridades del país.

«A las 4:23 horas se dio una intrusión del espacio aéreo», escribieron las Fuerzas Armadas polacas en su cuenta de X.

El misil estuvo 39 segundos en espacio aéreo polaco y fue observado permanentemente en los radares.

«Se han tomado todas las medidas para garantizar la seguridad del espacio aéreo polaco. Por ello los ciudadanos podrán tener molestias por el ruido, sobre todo en el sureste», agrega el mensaje.

Polonia limita en el sureste con Ucrania donde se registró a lo largo de la noche un gran movimiento de aviones y misiles rusos. (Emol-EFE)