Otra forma de ver la economía

Otra forma de ver la economía

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El padre de la economía neoclásica, Alfred Marshall (1842-1924), fue un gran economista. Cuando esta joven disciplina comenzó a usar de manera seria y sistemática las matemáticas, Marshall desarrolló por primera vez las curvas de oferta y demanda, el concepto de elasticidad, el excedente del consumidor, el equilibrio parcial y una definición de la economía que vale la pena repensar.

Inició su carrera académica estudiando matemáticas. Pese a sus excepcionales capacidades en estas materias, tuvo una depresión. Se cambió a filosofía. En este amplio campo del saber transitó desde la metafísica hacia la ética. Y de la ética derivó a la economía política. Esta trayectoria intelectual no es tan inusual si recordamos que la economía política, desde Adam Smith, era parte de la filosofía moral. En esa época no existía una Facultad de Economía. Tampoco una disciplina académica llamada Economía.

Marshall no solo fue profesor de Economía Política en la Universidad de Cambridge. También fue el fundador, en 1903, de su primera Facultad de Economía. Desde sus comienzos se llamó Faculty of Economics & Politics, pero con el paso del tiempo —y el peso de una nueva forma de ver la economía— hace poco pasó a llamarse solo Faculty of Economics. El cambio, cuyo origen desconozco, es una mala noticia para la primera facultad de economía del mundo. Y la señal es solo otro reflejo de la preeminencia de una “ciencia económica” que se ha alejado de sus orígenes y su verdadero sentido.

En su monumental e influyente Principles of Economics (1890), Marshall define la economía como “un estudio del hombre tal como vive, se mueve y piensa en su vida ordinaria”. Esta simple definición irradia la verdadera preocupación de la economía, una preocupación que a ratos se oculta bajo el formalismo matemático de algunos sofisticados modelos. Para Marshall, la economía era para todos. Y debía llegar a todos.

Si bien Marshall elevó la economía a nuevos niveles de rigurosidad científica, lo hizo con realismo y humildad. Tenía muy claro el rol de las matemáticas. Sabía que estas eran un medio, pero no un fin. La economía debía usar las matemáticas, pero no podía convertirse en su esclava. Por eso no es casual que en sus libros usara el lenguaje matemático solo en los apéndices. Las matemáticas eran para los técnicos, pero el contenido y las ideas debían ser comprensibles para el público general.

Marshall murió a los 81 años. John Maynard Keynes, a quien había convencido para seguir el camino de la economía, escribió lo siguiente para su funeral:

“El economista debe poseer una rara combinación de dones. Debe alcanzar un elevado estándar en diferentes direcciones y debe combinar talentos que a menudo no se encuentran juntos. Debe ser, en cierta medida, matemático, historiador, estadista, filósofo. Debe entender símbolos y hablar con palabras. Debe contemplar lo particular a la luz de lo general, y tocar lo abstracto y lo concreto en el mismo vuelo de su pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado para los propósitos del futuro. Ninguna parte de la naturaleza humana o sus instituciones debe permanecer ajena a su consideración. Debe tener un propósito claro y a la vez parecer desinteresado; distante e incorruptible como un artista, sin embargo, muchas veces tan cercano a la tierra como un político”.

Nuestro país tiene una rica tradición de economistas que hicieron grandes cosas. Les debemos mucho. Pero a medida que los países crecen y progresan, los cambios y avances son cada vez más complejos y sutiles. Los tiempos actuales exigen un nuevo espíritu. Y una nueva forma de ver la economía como una disciplina realista y accesible, tal como proponía Marshall. (El Mercurio)

Leonidas Montes

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