No es lo mismo

No es lo mismo

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A raíz de la reciente ola feminista el gobierno anunció una “Agenda Mujer”. Una de las propuestas es terminar con la discriminación que hacen las Isapres entre hombres y mujeres al cobrarle por sus planes de salud. En palabras del Presidente Piñera “los hombres van a pagar un poco más y las mujeres un poco menos”.

Interesantes palabras. Uno de los problemas, al parecer identificado por el gobierno, es que una mujer de la misma edad que un hombre paga precios (primas) más altas por el mismo seguro de salud, o sea por los mismos beneficios. ¿Pero cómo? ¿Acaso no funcionan así los seguros privados? Las compañías de seguro son empresas privadas con fines de lucro. Éstas generan utilidades en la medida que tienen clientes que pagan primas lo más altas posibles, tengan una cobertura lo más limitada posible y los eventos (enfermedades) sean los menos posibles. Así, el incentivo es al “descreme”. Eso quiere decir tener como clientes a quienes pueden pagar altas primas y quienes tengan bajo riesgo de enfrentar un evento. Por eso quienes tienen Isapre en Chile son fundamentalmente personas de altos ingresos, jóvenes y hombres. Solamente el 20% de la población, 15% de las mujeres. Por eso también se discrimina a las mujeres, porque son clientes más riesgosos: se pueden embarazar. El sistema de salud está “segregado” entre privado y público. Uno con más recursos, empresas con fines de lucro y precios altos. Otro con menos recursos, sin fines de lucro y precios más bajos.

Estamos de acuerdo. Es injusto.

Pero el camino hacia lo justo es distinto. De hecho, una de las principales propuestas de la última Comisión de Salud (Comisión Cid) fue avanzar hacia un seguro universal de salud, que sociabilice todos los riesgos. Esto es, avanzar hacia un sistema de salud basado en la seguridad social, en la solidaridad, no en el “descreme”, en la universalidad, no en la segregación. Se trata de que todos y todas contribuyamos en proporción a nuestras capacidades y accedamos en la medida de nuestras necesidades. En países con dichos sistemas, como Canadá o Reino Unido, no solo hay más justicia, menos discriminación y más solidaridad, sino que son más eficientes: más baratos (menor gasto en proporción al PIB) y de mejor calidad (según la OMS). Son sistemas universalmente públicos, diseñados para asegurar la atención oportuna y de calidad de todos y todas cuando sea necesario en todo el territorio.

Se agradece tomar conciencia de la injusticia del trato discriminatorio en el sistema privado, pero el problema es, en realidad, la privatización de la seguridad social. No nos confundamos. No es lo mismo una agenda feminista que una “Agenda Mujer”. El feminismo empuja la responsabilidad colectiva por los cuidados de nuestros y nuestras enfermos y enfermas, niños y niñas, adultos y adultas mayores, entre otros. Por lo tanto, lo que se demanda es seguridad social y no privada más regulada. (La Tercera)

Claudia Sanhueza

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