“El control de la natalidad fue una política de salud pública que permeó profundamente en el Chile de mediados del siglo XX, causando profundas transformaciones tanto en la vida de la mujer chilena como en su familia y en la sociedad en general, es decir, sus implicancias demográficas, culturales y generacionales son evidentes”.
De esta manera el historiador Javier Castro ha instalado una controversial polémica en su libro “Guerra en el Vientre: Control de Natalidad, Maltusianismo y Guerra Fría en Chile (1960-1970)” y que ya se encuentra a la venta en las principales librerías del país.
La investigación de Castro pretende dar luces respecto de los reales alcances que tuvo en Chile el movimiento global malthusiano en una etapa en la que se vivieron profundas transformaciones sociales y culturales. En este contexto la principal pregunta que se hace el autor es: ¿cuáles son las razones que explican que en Chile durante la década del 60 y, atendiendo al contexto de Guerra Fría, se hayan adoptado y aplicado políticas de control de natalidad?
De acuerdo con Castro, durante los 60 y 70 existió una red de cooperación científica y de ingeniería social que se encargó de adecuar, teniendo como base una guía política pensada y aplicada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, programas de control de la natalidad.
¿Con qué objetivo? Básicamente como fórmula para detener el avance de las masas progresistas (básicamente pobres) que en los países del tercer mundo podían terminar simpatizando con las ideas revolucionarias, especialmente con el ejemplo de Cuba a la vista.
En definitiva, lo que existía por parte de Estados Unidos era el temor de que el avance demográfico de los países latinoamericano pudiera servir como caldo de cultivo para la expansión de las ideas de izquierda.
Así, la ecuación era supuestamente simple: a menos gente, menos izquierdistas. Y en este contexto, la aplicación de un modelo efectivo de control de la natalidad en Chile serviría como “ejemplo” para ser aplicado en otros países, comenta Jorge Castro a El MURO.
-Parece una idea alocada esta de que hubo una suerte de complot internacional a fin de usar a Chile como experimento regional en la idea de reducir la población para que ello tuviera implicancias políticas…
-Lo importante es ver de qué manera significativa cambiaron las tasas de natalidad si es que se mira los inicios de los 60 y luego se compara con el final de esa década. Son cifras muy significativas. Y es una cuestión que no se explica solo por tasas de envejecimiento de la población, sino que por una decisión política.
Lo interesante es que hasta hace un tiempo esta idea solo se trataba de un rumor, pero el libro se encarga de ir a las fuentes para comprobar que el asunto se trató de una política planificada. Investigué en archivos de reparticiones públicas en Chile y también en Estados Unidos, en Harvard y en la Fundación Rockefeller. Así pude llegar a la conclusión de que efectivamente hubo una red de cooperación internacional para ejercer planes de control de natalidad.
-¿Hubo algún hecho clave que lo convenciera de que efectivamente se estaba organizando esta política internacional de control de la natalidad en Chile?
-Varias entrevistas a médicos de la época. Me llamó mucho la atención el testimonio de Ramiro Molina, quien me dijo que por entonces se había generado un intenso programa de intercambio y becas a Estados Unidos. Pero lo más relevante fue el antecedente de que desde mediados de los 60 Chile no pagó nada en materia de anticoncepción. Todo vino financiado desde Estados Unidos.
-¿A qué se refiere con que no pagó nada?
-En el sentido de que no canceló nada en los referido a proyectos de exploración, experimentación e investigación en clínicas anticonceptivas. Todo fue financiado por EE.UU. Ese dato fue muy revelador para ahondar en el tema.
-¿Los médicos reconocen esta situación?
-Algunos lo niegan, pero por ejemplo encontré un testimonio de un promotor del aborto libre en América Latina que dirigió un proyecto llamado “San Gregorio”, auspiciado por la Fundación Rockefeller, y a través del cual se efectuó un intenso trabajo de anticoncepción en esa población. Es interesante ver cómo buena parte de ese trabajo se hacía en zonas pobres. Y la razón era simple: frenar la explosión demográfica de los pobres.
-¿Todo con un objetivo político?
-Por cierto. Todo tenía que ver con un nuevo esquema de seguridad hemisférica por parte de Estados Unidos y en el cual era clave el tema de la sobrepoblación, especialmente en el Tercer Mundo. La idea es que esa sobrepoblación sería un caldo de cultivo para revoluciones socialistas. Más teniendo a la revolución cubana en la esquina del continente.
-¿La ecuación era: a más miseria, más revolución?
-Efectivamente.
Las dudas eclesiásticas
-¿El caso de control en Chile era solo una experiencia dentro de muchas o iba a servir como modelo?
-Lo que propongo en el libro es que Chile pasa a ser un modelo en la región. Nuestro país fue buscado como ejemplo de estabilidad democrática, pero también como modelo en materia de control de la natalidad. Hay muchos médicos, ministros y directores de salud pública que se vienen a estudiar a Chile. Es cierto que Estados Unidos ya había experimentado con una fórmula semejante en Puerto Rico, pero para el cono sur fue Chile el país que EE.UU. eligió para aplicar su plan.
-¿Hubo un contexto para que este plan estadounidense tuviera buena recepción en Chile?
-Sí, fue importante en este contexto la alarma que existía en el país ante las elevadas tasas de aborto indiscriminado que existían por entonces. Lo que los médicos dijeron era que efectivamente se necesitaba esta política de control de natalidad para así poner freno a las elevadas tasas de aborto que se estaban registrando.
Es lo que yo llamo etapa de “negociación asimétrica”, donde la salud pública chilena lo hace para frenar un grave problema que existía con los abortos, mientras que Estados Unidos lo hace pensando en su agenda geopolítica. Confluyeron esos dos intereses. Fue así como el ideal malthusiano se instaló.
-¿Hubo ejemplos notorios y públicos de este control de natalidad?
-En el hospital Barros Luco, por ejemplo, funcionó algo que se conoció como “la máquina”. Fue un artefacto traído desde Estados Unidos que realizaba abortos de manera muy abierta y sin regulación alguna, salvo las normativas médicas internas del hospital. Eso se hizo en Chile.
-Llama la atención que en su libro habla del protagonismo de fundaciones, como la Rockefeller y Ford. ¿Actuaban como pantalla para la aplicación final de un plan político de la Casa Blanca?
-Lo que veo es que ellas tienen un rol fundamental. Con ellas la escalada en las políticas de control de natalidad se instala de manera definitiva en el país. Es cosa de ver el anillo de cobre chileno que luego se exporta a varios países del mundo. La industria anticonceptiva en Chile tuvo un desarrollo importante y llegó a ser hasta de exportación.
-¿La duda es si esas fundaciones solo eran pantallas de un plan mayor estadounidense?
-Más que de la CIA, fue una idea desarrollada e implementada por el Departamento de Estado. De hecho, el mismo presidente Johnson habla de una “guerra contra la pobreza”, que no era más que aumentar los fondos para controlar la natalidad. Llega a decir que es mejor gastar un dólar en controlar la natalidad que 100 en educación. Claramente hay una posición nítida al respecto.
-¿Qué pasó con el papel de la Iglesia en la aplicación de este plan?
-Tanto la iglesia católica como la protestante estuvieron relacionadas con este proceso. Lo protestantes, específicamente los metodistas, se encargan de difundir y promocionar estos controles de natalidad. Esto fue especialmente fuerte a inicios de los 60.
-¿Y en específico la iglesia católica?
-Hubo una serie de polémicas. Había posturas distintas. De hecho, el cardenal Silva Henríquez se mostró dubitativo en la materia. Y así lo relata en sus memorias. Pero debió enfrentarse a otras posturas más conservadoras. Hubo voces disidentes en la materia. (El Muro)