Mi voto por Yasna Provoste

Mi voto por Yasna Provoste

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Mi voto por Yasna Provoste no es un acto testimonial ni puramente de disciplina partidaria. No es testimonial, porque he aprendido que el voto popular ha devenido en altamente volátil y que muchas preferencias no estarán resueltas hasta el día mismo de la elección.

Hemos aprendido también que las encuestas se equivocan, solo que, por ahora, no sabemos en qué exacto sentido lo harán esta vez. Por último, no es un voto testimonial, pues si Provoste pasa a segunda vuelta, sus posibilidades crecen ostensiblemente.

Voto por la candidata que se catapultó a la presidencial con la consigna de los mínimos comunes. No desconozco que muchos de sus actos posteriores han tenido menos de ese espíritu de concordia con que despegó y se impuso su candidatura, pero esos actos posteriores tampoco borran aquel primigenio de su carrera presidencial.

Soy un convencido de que la política chilena está afrontando mal sus problemas y que lo más probable es que, en los próximos años, profundicemos el populismo, el lento crecimiento (si es que crecemos), multipliquemos las malas políticas públicas y disminuya el goce efectivo de los derechos económico-sociales. No veo, en el panorama de las fuerzas políticas, una capaz de evitarnos esas lamentables caídas.

Lo gris y lo mediocre no significa necesariamente una crisis aguda o terminal. Salvo por un factor que sí puede hacernos caer en el despeñadero: la violencia.

La violencia, la delictual, pero sobre todo la política —por lo demás ambas cada vez más interrelacionadas—, sí que tiene la capacidad de llevar al país a una crisis de proporciones. Existen factores de riesgo que no debieran ser menospreciados. La violencia aparece legitimada en grupos narcotraficantes que han copado y controlan territorialmente poblaciones enteras; en barras bravas; en la macrozona de La Araucanía crece prácticamente sin control, y un grupo no despreciable de la izquierda más dura, particularmente entre los jóvenes, vio la violencia como un método heroico y benéfico de acción política. La violencia verbal, expresada en amenazas y funas, se expande sin freno por las redes sociales y las paredes de la ciudad, llamando a ocupar la fuerza física contra los adversarios y los carabineros. La violencia no solo es difícil de detener y genera espirales, sino que suele engendrar corrupción y un clima en el cual la racionalidad política y los entendimientos se hacen muy difíciles.

Es frente a este, el riesgo que aprecio como mayor, que se decide mi voto. Veo en la izquierda un ánimo de tolerancia cuando no de admiración hacia la violencia y los violentos. Basta recordar la peregrinación de Gabriel Boric a visitar a Palma Salamanca o la polera con Jaime Guzmán ensangrentado, para convencerme de que, si no hay una adhesión a la violencia política, al menos hay una trivialización de la misma.

La derecha, en cambio, tiene un discurso de tajante rechazo a la violencia, pero la derecha más dura, que hace gala de esa dureza, no se ha mostrado capaz, ni en Chile ni en el extranjero, de lidiar adecuadamente con ese peligroso fenómeno. La mano dura, al menos, por sí sola, puede generar mucha adhesión, pero es ineficaz. Gobiernos de ese signo suelen, además, lidiar mal con los conflictos sociales.

No argumento que la candidatura de Yasna Provoste muestre fórmulas especialmente convincentes para enfrentar la violencia, particularmente la política; pero me parece que su coalición, comparada con aquellas de sus rivales, es la que está mejor preparada para enfrentar la violencia política. En su tradición, ha demostrado convocar y dejar actuar a las policías cuando es necesario, aunque hayamos hecho poco por reformarlas. Por otro lado, esa coalición ha demostrado capacidad para desactivar conflictos sociales de aquellos capaces de terminar en violencia. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil

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