Mensaje presidencial-Max Colodro

Mensaje presidencial-Max Colodro

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Como oportunidad para una reflexión sobre las delicadas singularidades del actual momento político, simplemente fue desaprovechada.También como espacio para una autocrítica sincera sobre las irregularidades conocidas en el último tiempo, las que han sido el principal factor de deterioro de imagen, entre otros, del gobierno y la propia Presidenta Bachelet. En los hechos, el mensaje presidencial del 21 de mayo no fue mucho más que un buen recuento de los principales logros de gestión en el último año, logros que fueron presentados sin hacer referencia alguna al contexto de una de las crisis más complejas por las que han atravesado las instituciones del país.

En rigor, no hubo anuncios descollantes para el período que se inicia, pero sí algunos que quedarán inscritos como sustantivos avances en un tiempo de incertidumbre: la eliminación del 5% de la cotización en salud para los pensionados de hasta 65 años; el término del régimen de honorarios para los trabajos permanentes del sector público; el inicio de la gratuidad en educación superior para el 60% de los estudiantes más vulnerables a partir del próximo año, entre otras cosas.

Con todo, ello no pudo ocultar las gruesas indefiniciones o abiertas omisiones en casi la totalidad de los temas que hoy tienen al país sometido a un cuadro de fuerte deterioro de las expectativas, desde el proceso constituyente a las reformas laborales, de la caída en la inversión al financiamiento irregular de la política, aspectos que literalmente fueron relegados a la inexistencia, a un papel menos que secundario o reducidos a un decálogo de lugares comunes.

El discurso presidencial de ayer no puede ser analizado al margen del importante cambio de gabinete ocurrido la semana pasada. Una secuencia que hacía suponer que las interrogantes sobre el impacto de los nuevos ministros en la orientación y velocidad de las reformas en curso podían ser despejadas. Nada de eso ocurrió: las dudas sobre una eventual moderación o ‘giro hacia el centro’ en las transformaciones actuales quedaron incólumes, sin ningún elemento que ayudara a precisar el verdadero alcance que tendrá esta ‘voluntad de diálogo’ y ‘búsqueda de acuerdos’ que se supone marcará la nueva etapa.

El diagnóstico y las medidas que el gobierno considera necesarias para abordar la fuerte caída en la inversión y el crecimiento brillaron también por su ausencia. Más bien pareció que la desaceleración económica es considerada por las autoridades una especie de problema heredado o de efecto externo, donde no habría responsabilidades asociadas a la gestión que el Ejecutivo ha llevado adelante durante el último año. Explicitar un compromiso con la reactivación sin aclarar en qué se traduce dejó al final la sensación de que el gobierno simplemente no lo considera algo relevante, más bien como una situación que tenderá a resolverse sola a medida que mejoren las condiciones internacionales que supuestamente son su razón última.

En síntesis, el mensaje presidencial ilustró un conjunto de medidas sectoriales relevantes que fueron implementadas en el período que termina, así como anuncios de otras igualmente decisivas para el año que se inicia. Pero lo que no fue explicado ni tuvo expresión de responsabilidad de ninguna naturaleza es cómo frente a esta larga lista de logros pasados y compromisos futuros pueden encontrarse un gobierno yuna Presidenta que hoy tristemente lucen una desaprobación que alcanza al doble de su respaldo. Algo que, en función del tono y del contenido de discurso escuchado ayer, simplemente no cuadra.

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